El artilugio tenia un duende.pdf

El artilugio tenia un duende.pdf El artilugio tenia un duende.pdf

juventudrevolucionaria.org
from juventudrevolucionaria.org More from this publisher
15.07.2013 Views

- No podía confiar en la ilusión - dijo Apolonio -, pero, aunque ustedes no se hayan dado cuenta, les he engañado con un truco muy simple... - ¿Cómo lo ha hecho usted? - inquirió Mannard. - Es muy fácil. Colocando la copa al nivel de los ojos, ustedes no pueden ver la moneda que se halla en su fondo, cuando aquélla está llena de agua, a causa de la refracción. Antes de que ustedes se dieran cuenta de ello, yo ya habla dejado caer la moneda en su interior, elevando luego la copa a la altura de los ojos. Mientras la copa está elevada, parece vacía. Eso es todo. Mannard murmuró algo entre sí. - ¡Es el principio lo que cuenta! - manifestó Apolonio -. Yo hice algo de lo que ustedes no tenían la menor noticia. Les engañé a ustedes porque cuando creían que estaba preparándome para ello, ya lo había hecho. ¡He ahí el secreto de la magia...! Extrajo la moneda de oro del fondo de la copa y la depositó en el bolsillo de su chaqueta, mientras Coghlan pensaba que el truco del griego no era tan convincente como su propia escritura de la página de pergamino, sus huellas digitales y sus pensamientos más íntimos... escritos siete siglos antes. -~... Creo que debo poner este hecho en conocimiento de la policía - dijo Mannard -. Porque... yo corro un peligro, indudablemente. Todo eso es demasiado complicado para que se trate de una broma... y ahí se habla de alguien que va a ser asesinado. Y hasta se da mi nombre... No, no es cosa de tomarlo a broma. Conozco a algunos funcionarios turcos de alta graduación... ¿No tendrás inconveniente de hablarles de lo ocurrido? - Naturalmente que no - respondió Coghlan, pensando que debería sentirse aliviado, aunque no lo estaba de ningún modo. - A propósito - le dijo a Apolonio -, también está usted metido en el ajo... ¡En el memorándum se dice que los «adeptos »preguntaban por usted! Repitió el texto del memorándum lo mejor que pudo. El rollizo Apolonio escuchaba, frunciendo el ceño. - ¡Eso no me gusta nada...! - dijo con firmeza -. ¡No es agradable para mi reputación profesional que se me considere como un tramposo embaucador.! ¡No, no es muy agradable! El griego parecía extrañamente pálido, mucho más pálido que de costumbre. Lauríe dijo con viveza: 20

- ¿No dijiste algo acerca de un «artilugio», Tommy, en... el número 80 de la calle Hosain? Coghlan asintió. - Sí. Duval y el teniente Ghalil dijeron que iban a averiguar de qué se trata. - Después de cenar - sugirió Laude -podemos ir en el coche a observar la casa por fuera, ¿les parece? No creo que papá tenga algo planeado. Sería muy interesante... - No esta mal pensado - dijo Mannard -. Hace una noche muy agradable. Iremos. Laude sonrió, con un gesto de tristeza en su rostro, mirando a Coghlan. Y éste se dijo a si mismo que sería muy agradable aquel paseo hasta la misteriosa casa. No deseaba quedarse a solas con Laurie bajo ningún concepto. Mannard echó su silla hacia atrás. - ¡Es irritante! - gruñó -. ¡No puedo imaginarme qué es lo que se proponen! ¡Vayamos de una vez a esa endemoniada casa, no puedo resistirlo más! Subieron todos al departamento de Mannard, situado en el tercer piso del hotel Petra, y allí telefoneó para pedir el coche que habla alquilado durante su estancia en Istambul. Laurie se puso un mantoncillo sobre la cabeza, que le sentaba muy bien, lo que hubo de reconocer Coghlan a pesar de su depresión de ánirno. Apolonio el Grande había aceptado una invitación y continuaba hablando de su soborno político. Decía que creía que debía tratarse de algunos manuscritos antiguos, descubiertos en alguna de las remotas aldeas de su país, cuando se inició la era del renacimiento. Coghlan coligió que reivindicaba a dos o tres mil compatriotas suyos. Avisaron que el coche estaba dispuesto. - ¡Iré bajando las escaleras! - anunció Apolonio, haciendo un gesto con su mano gordezuela -. Me siento grande y dignificado ahora que alguien me ha dado dinero para mi pueblo, y no creo que nadie pueda sentirse dignificado dentro de un ascensor... Mannard asintió con un gruñido. Todos salieron, dirigiéndose hacia las escaleras detrás de Apolonio. De pronto, se apagaron las luces, e inmediatamente se oyó el ruido inequívoco de un cuerpo al caer seguido de un quejido entrecortado. Luego, la voz de Mannard llegó hasta los demás desde el centro del tramo de escaleras comprendido entre 21

- No podía confiar en la ilusión - dijo Apolonio -, pero, a<strong>un</strong>que ustedes no se hayan<br />

dado cuenta, les he engañado con <strong>un</strong> truco muy simple...<br />

- ¿Cómo lo ha hecho usted? - inquirió Mannard.<br />

- Es muy fácil. Colocando la copa al nivel de los ojos, ustedes no pueden ver la<br />

moneda que se halla en su fondo, cuando aquélla está llena de agua, a causa de<br />

la refracción. Antes de que ustedes se dieran cuenta de ello, yo ya habla dejado<br />

caer la moneda en su interior, elevando luego la copa a la altura de los ojos.<br />

Mientras la copa está elevada, parece vacía. Eso es todo.<br />

Mannard murmuró algo entre sí.<br />

- ¡Es el principio lo que cuenta! - manifestó Apolonio -. Yo hice algo de lo que<br />

ustedes no tenían la menor noticia. Les engañé a ustedes porque cuando creían<br />

que estaba preparándome para ello, ya lo había hecho. ¡He ahí el secreto de la<br />

magia...!<br />

Extrajo la moneda de oro del fondo de la copa y la depositó en el bolsillo de su<br />

chaqueta, mientras Coghlan pensaba que el truco del griego no era tan<br />

convincente como su propia escritura de la página de pergamino, sus huellas<br />

digitales y sus pensamientos más íntimos... escritos siete siglos antes.<br />

-~... Creo que debo poner este hecho en conocimiento de la policía - dijo Mannard<br />

-. Porque... yo corro <strong>un</strong> peligro, indudablemente. Todo eso es demasiado<br />

complicado para que se trate de <strong>un</strong>a broma... y ahí se habla de alguien que va a<br />

ser asesinado. Y hasta se da mi nombre... No, no es cosa de tomarlo a broma.<br />

Conozco a alg<strong>un</strong>os f<strong>un</strong>cionarios turcos de alta graduación... ¿No tendrás<br />

inconveniente de hablarles de lo ocurrido?<br />

- Naturalmente que no - respondió Coghlan, pensando que debería sentirse<br />

aliviado, a<strong>un</strong>que no lo estaba de ningún modo.<br />

- A propósito - le dijo a Apolonio -, también está usted metido en el ajo... ¡En el<br />

memorándum se dice que los «adeptos »preg<strong>un</strong>taban por usted!<br />

Repitió el texto del memorándum lo mejor que pudo. <strong>El</strong> rollizo Apolonio<br />

escuchaba, fr<strong>un</strong>ciendo el ceño.<br />

- ¡Eso no me gusta nada...! - dijo con firmeza -. ¡No es agradable para mi<br />

reputación profesional que se me considere como <strong>un</strong> tramposo embaucador.! ¡No,<br />

no es muy agradable!<br />

<strong>El</strong> griego parecía extrañamente pálido, mucho más pálido que de costumbre.<br />

Lauríe dijo con viveza:<br />

20

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!