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A pesar de que Claudio se juró a sí mismo muchas veces que<br />

Rosaura empezaba a serle indiferente, y según transcurría el<br />

tiempo su imagen se iba esfumando un poco en su memoria,<br />

procuró averiguar dónde vivía.<br />

Estando en París a principios del otoño, hizo preguntas a<br />

muchos conocidos suyos, pertenecientes a la sociedad<br />

cosmopolita que cambia ae domicilio a cada estación del año,<br />

según las exigencias de la moda. Todos acogían sus preguntas<br />

con un gesto igual: primero de asombro; luego, de duda.<br />

—¿Madame Pineda?... Hace mucho tiempo que no la veo... Es<br />

cierto; nada se sabe de ella. ¿Dónde estará?<br />

Los que presumían de mejor enterados daban noticias<br />

contradictorias. Afirmaron algunos haberla visto en Deauville<br />

durante el verano; otros, en Venecia. Uno hasta dijo que la había<br />

saludado en Biarritz; pero Claudio estaba allá en la misma época.<br />

En realidad, nadie sabía con certeza qué era de ella después del<br />

invierno anterior pasado en la Costa Azul.<br />

Pensó Claudio que tal vez vivía en Londres, cerca de sus<br />

hijos. Las decepciones amorosas iban seguidas en esa mujer de<br />

un recrudecimiento del cariño maternal.<br />

Sin saber cómo, al principio del invierno se vio Borja en<br />

Roma. El señor Bustamante le había escrito a París con tono de<br />

padre bondadoso, después de un año de frialdad epistolar; pero no<br />

fue esta carta ni el deseo de ver al solemne personaje lo que le<br />

impulsó a ir a dicha capital.<br />

Cuando en su reflexiva soledad se preguntaba el motivo de tal<br />

viaje, atribuíalo a no existir en el presente momento ningún lugar<br />

de la Tierra que pudiese ejercer sobre él mayor atracción. Había<br />

vuelto a pensar en aquella novela suya cuyo protagonista era el<br />

Papa Luna, varón tenaz, empeñado en la conquista de Roma, y<br />

que nunca I llegó a pisar su suelo. \<br />

«Yo iré por él—se dijo el joven—. Tal vez en esa ciudad,<br />

meta de todas sus ambiciones, vea yo al personaje bajo una nueva<br />

luz.»<br />

Además, llevaba leídos los manuscritos y artículos de revista<br />

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