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IV DONDE SE CUENTA LA PRIMERA INVASIÓN DE ROMA POR LOS ESPAÑOLES, COMO LOS BORJAS PASARON A SER BORGIAS, Y OTRAS SINGULARIDADES DE LA FAMILIA DEL TORO ROJO Una vez enfrascado en lo que él mismo llamaba su tema favorito, don Baltasar era incapaz de poner voluntariamente punto a sus relatos. Además, el presente día era el último que pasaba con su sobrino. —De algo hemos de hablar, ¿no te parece?... Vámonos al jardín. Luego me acompañarás a Niza y te daré ciertas revistas que guardo en mi equipaje: artículos que he escrito sobre los Borjas, y que tal vez te parecerán interesantes: todos son documentos nuevos encontrados por mí. Nadie conoce a esta familia como yo. Quiero que sepas algunas cosas más de ella. Tomando asiento en el mismo lugar del jardín donde habían conversado días antes, siguió el canónigo su relato, sólo interrumpido de tarde en tarde por las preguntas curiosas de Claudio. —El único defecto que le echan en cara a Calixto Tercero fue un exagerado amor a su familia. Reconozco que estos Borjas se querían y protegían con un cariño casi feroz, semejante a la fraternidad de los individuos de una tribu rodeada de enemigos. Pero ¿qué Pontífice de aquella época y de otras no protegió a sus parientes, y puso en sus sobrinos un afecto de padre?... Además, el viejo catalán, como le llamaban sus enemigos, era extranjero para los romanos, y necesitaba gente adicta, unida a él por intereses de familia o por la solidaridad que agrupa a los compatriotas. Figueras habló con indignación contra los historiadores que censuraban al Papa que hubiera nombrado cardenal a su sobrino 60
Rodrigo de Borja, y nada decían de Nicolás III, Paulo II, Sixto IV, Inocencio VIII, Julio II y otros, que dieron el capelo a personas más indignas y de triste celebridad. Pedro y Rafael Riario, sobrinos de Papa o tal vez hijos, eran unos cardenales de conducta más escandalosa que los Borgias, y sin la elegancia de éstos, bestialmente groseros en sus pasiones. —Pero toda esta gente había nacido en Italia—añadió el canónigo—, y Calixto Tercero, así como sus parientes, tuvieron la audacia de gobernar a Roma siendo españoles. Desde su juventud había sido mirado Alfonso de Borja por su numerosa parentela como el individuo más notable de la familia, confiando todos en sus futuros triunfos. No tenía hermanos varones, y sus hermanas eran cuatro: Juana, Francisca, Isabel y Catalina. Los Borjas ricos, que conservaban en Játiva su rango social, al verlo amigo y consejero del rey Alfonso, empezaron a tratar con más atención a estos parientes pobres, de entre los cuales había surgido tan importante personaje. Isabel de Borja, la tercera hermana, casábase en Játiva con su pariente Jofre de Borja, hijo de uno de los adinerados de la familia, —Todos los historiadores durante tres siglos han venido equivocándose al suponer que el caballero que casó con Isabel de Borja se apellidaba Llansol, y, por tanto. Rodrigo de Borja, el futuro Alejandro Sexto, debía llamarse en realidad Llansol de primer apellido. Y como no hay argumento que no se haya usado para ennegrecer la figura de Alejandro Sexto, le acusaron de renegar del apellido de su padre Llansol, anteponiendo el de su madre para ser Borja... Todo falso, sin fundamento alguno, como la mayoría de las calumniosas historias que se atribuyen a esta familia. Los Llansols (tú sabes lo que significa esta palabra en valenciano; sábana o sudario) fueron caballeros de guerra que también bajaron de Aragón con el rey don Jaime a la conquista de Valencia. Cierto Llansol casó, efectivamente, con otra de las hermanas de Calixto Tercero, y uno de sus hijos, Llanaol y Borja, llegó a cardenal, confundiéndole los historiadores con Alejandro 61
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DONDE SE CUENTA LA PRIMERA INVASIÓN DE<br />
ROMA POR LOS ESPAÑOLES, COMO LOS BORJAS<br />
PASARON A SER BORGIAS, Y OTRAS SINGULARIDADES<br />
DE LA FAMILIA DEL TORO ROJO<br />
Una vez enfrascado en lo que él mismo llamaba su tema<br />
favorito, don Baltasar era incapaz de poner voluntariamente<br />
punto a sus relatos. Además, el presente día era el último que<br />
pasaba con su sobrino.<br />
—De algo hemos de hablar, ¿no te parece?... Vámonos al<br />
jardín. Luego me a<strong>com</strong>pañarás a Niza y te daré ciertas revistas<br />
que guardo en mi equipaje: artículos que he escrito sobre los<br />
Borjas, y que tal vez te parecerán interesantes: todos son<br />
documentos nuevos encontrados por mí. Nadie conoce a esta<br />
familia <strong>com</strong>o yo. Quiero que sepas algunas cosas más de ella.<br />
Tomando asiento en el mismo lugar del jardín donde habían<br />
conversado días antes, siguió el canónigo su relato, sólo<br />
interrumpido de tarde en tarde por las preguntas curiosas de<br />
Claudio.<br />
—El único defecto que le echan en cara a Calixto Tercero fue<br />
un exagerado amor a su familia. Reconozco que estos Borjas se<br />
querían y protegían con un cariño casi feroz, semejante a la<br />
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Pero ¿qué Pontífice de aquella época y de otras no protegió a sus<br />
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el viejo catalán, <strong>com</strong>o le llamaban sus enemigos, era extranjero<br />
para los romanos, y necesitaba gente adicta, unida a él por<br />
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Figueras habló con indignación contra los historiadores que<br />
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