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que le hablaban de otra mujer, distinta a la que él había conocido.<br />

Hasta sintió cierto deseo de reír Imaginándose a Rosaura con este<br />

nuevo aspecto de hembra tranquila y procreadora. Era semejante<br />

a las llamadas burguesas que tantas veces excitaron la risa de los<br />

dos en el jardín de la Costa Azul.<br />

La había creído igual a una de esas aves marinas cuyas alas<br />

son fuertes <strong>com</strong>o las del águila y puramente blancas <strong>com</strong>o las de<br />

la paloma, volando sobre la inmensidad oceánica, viendo las olas<br />

altísimas cual insignificantes arrugas de la llanura azul, y ahora<br />

resultaba un ave de corral, ansiosa, de vivir entre polluelos.<br />

—Yo creo, amigo Claudio — continuó el diplomático—, que<br />

esa bofetada dada por usted en el hotel no pudo ser más<br />

oportuna... para el otro. Tal incidente sirvió para que Rosaura se<br />

interesase por ese mozo <strong>com</strong>o nunca, sufriendo angustias al<br />

pensar en su suert, admirando su actitud valerosa. Para las<br />

mujeres, el hombre que aman resulta siempre un héroe. De ser<br />

López el herido, ella lo habría curado, lo mismo que se ve en las<br />

novelas, enternecida por su desgracia. Como ha tenido la buena<br />

suerte de que el herido sea usted, ella lo admira <strong>com</strong>o triunfador.<br />

De todos modos, lo ama más fervorosamente que antes del<br />

choque de ustedes dos.<br />

La consideración de su vencimiento y de que Rosaura creía al<br />

otro más valiente amargó por primera vez a Claudio, reflejándose<br />

en su .rostro la molestia que le causaban tales palabras.<br />

Enciso debió de darse cuenta de sus pensamientos, y se<br />

apresuró a añadir:<br />

—No crea que vive tranquila y orgullosa después de lo<br />

ocurrido. Al contrario, parece muy inquieta. Teme que usted<br />

vuelva a tener cuestiones con López Rallo. Dice que conoce su<br />

carácter, y que, sin duda buscará al otro para perturbar la<br />

felicidad..., de ellos dos... Sé bien lo que digo. Puedo afirmarlo,<br />

pues lo he escuchado de su propia boca.<br />

Y sonriendo al evocar el recuerdo de una visita grata, contó a<br />

Borja cómo dos días antes la señora de Pineda le había suplicado<br />

que fuese a verla en su hotel.<br />

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