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Romanas. Mostráronse los enemigos asustados de su propia obra, lamentando Beaumont que tan alto personaje famoso en toda la Tierra, hubiese venido a morir allí como un pobre montañés de los que guerreaban en sus partidas. Quedaba el cadáver en la Iglesia de Santa María de Viana, bajo una tumba monumental, mezcla de las gracias del Renacimiento y las nobles formas del gótico florido español. Figuraban en ella los Reyes de la Sagrada Escritura en actitud dolorosa, reflejando la emoción causada por la muerte de tal héroe, y sobre el sarcófago, un pomposo epitafio castellano empezaba del siguiente modo: AQUÍ YACE EN POCA TIERRA EL QUE TODA LE TEMÍA ; EL QUE LA PAZ Y LA GUERRA EN LA SU MANO TENÍA... «Pero estaba escrito—siguió pensando Claudio—que ninguno de los Borgias dejase un monumento firme, recordando su paso por la Tierra. Calixto Tercero y Alejandro Sexto, después de ser enterrados en San Pedro, han venido a parar a una, iglesia española de Roma. La tumba de Lucrecia, princesa reinante de Ferrara, es hoy una simple losa con caracteres borrosos. Este monumento regio de César, costeado por el monarca de Navarra y que describieron varios autores españoles durante el siglo dieciséis, desapareció en el siglo diesisiete siendo hecho pedazos.» El cadáver de César lo sacaban de la iglesia para volverlo a enterrar en plena calle. Fué esto venganza de un prelado a cuya diócesis pertenecía Viana. Don Pedro de Aranda, obispo de Calahorra, había sido acusado de judaismo en 1498 y encerrado en el castillo de Sant' Angelo, prolongándose varios años su proceso. Era mayordomo de Alejandro VI, y éste tuvo que proceder así por exigencias de la 324
Inquisición española y de Fernando el Católico, quienes veían con malos ojos el refugio concedido en Roma por el Pontífice a los judaizantes fugitivos de España. Además, le fueron confiscados al obispo Aranda diez mil escudos de oro y otros diez mil que tenia en poder de varios banqueros, sumas considerables que sirvieron en parte para costear el suntuoso viaje de César a Francia, cuando le nombraron duque del Valentinado. Murió Aranda a consecuencia del encarcelamiento, y uno de sus descendientes, también obispo de Calahorra, no podía hacer visitas a la Iglesia de Viana sin mirar con ojos de odio la tumba del hijo de Alejandro VI y como en aquel entonces ya se había generalizado la falsa leyenda de los Borgias, aprovechó una restauración del templo para hacer pedazos la ostentosa tumba y echar fuera los restos de César. El obispo judaizante perseguido por la Inquisición española quedaba asi vengado. 325
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Inquisición española y de Fernando el Católico, quienes veían<br />
con malos ojos el refugio concedido en Roma por el Pontífice a<br />
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Además, le fueron confiscados al obispo Aranda diez mil<br />
escudos de oro y otros diez mil que tenia en poder de varios<br />
banqueros, sumas considerables que sirvieron en parte para<br />
costear el suntuoso viaje de César a Francia, cuando le<br />
nombraron duque del Valentinado.<br />
Murió Aranda a consecuencia del encarcelamiento, y uno de<br />
sus descendientes, también obispo de Calahorra, no podía hacer<br />
visitas a la Iglesia de Viana sin mirar con ojos de odio la tumba<br />
del hijo de Alejandro VI y <strong>com</strong>o en aquel entonces ya se había<br />
generalizado la falsa leyenda de los Borgias, aprovechó una<br />
restauración del templo para hacer pedazos la ostentosa tumba y<br />
echar fuera los restos de César.<br />
El obispo judaizante perseguido por la Inquisición española<br />
quedaba asi vengado.<br />
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