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13.07.2013 Views

Navarra, influido por las súplicas de su hermana Carlota, hacían esfuerzos comunes por conseguir la libertad del duque del Valentinado. Se negaba el Papa Julio II a apoyarlos, y hasta por instigaciones suyas, la viuda de Juan de Borja, duque de Gandía, solicitaba de Fernando el Católico que instruyese un proceso contra César, acusándolo de la muerte de su marido y de su cuñado el duque de Biseglia. Como esta duquesa viuda pertenecía a la familia de don Fernando, muchos creyeron que el proceso era un pretexto inventado por dicho monarca para oponerse pasivamente a todas las demandas venidas de fuera en pro del prisionero. Dos partidos se habían formado en Castilla: el de don Fernando, teniendo a su frente al duque de Alba y otro que sostenía los derechos de Felipe el Hermoso y su mujer doña Juana, dirigido por el conde de Benavente. Ambos grupos pusieron sus miras a la vez en el solitario cautivo. Hubo un momento en que don Fernando creyó que Gonzalo de Córdoba intentaba traicionarle, apropiándose el reino de Nápoles, y su conocimiento de las cosas de Italia le hizo pensar en el duque de las Romanas como el jefe más idóneo para combatir al Gran Capitán. En aquellos mismos días los partidarios de Felipe el Hermoso proyectaban poner en libertad a César Borgia, considerándolo el mejor caudillo para vencer a Fernando el Católico, si es que estallaba una guerra civil. Todo esto sirvió para que el hijo de Alejandro VI se viese en dicha fortaleza más vigilado que nunca. Púsose el conde de Benavente en relaciones secretas con él valiéndose del capellán que le visitaba en su prisión, y así se concertó una de las evasiones más audaces y peligrosas que se conocen. Claudio recordaba la considerable altura de la torre del Homenaje en. el castillo de la Mota. Facilitaba dicho clérigo a César una cuerda muy larga, pero aun asi resultaba corta, quedando a varios metros del suelo. El único criado de Borgia, un español admitido a su servicio pocos 320

meses antes, fiel hasta la muerte por la seducción natural que ejercía el duque sobre todos sus allegados, se prestaba a ser el primero en descender por la cuerda, y al llegar a su extremo caía, rompiéndose las piernas. Allí quedaba sin poder moverse, hasta que salían las gentes de la fortaleza, matándolo. Dejábase deslizar César a continuación. Llevaba manos y brazos envueltos en trapos; pero tan largo era el descenso, que estas envolturas se desgastaban, cortando la cuerda sus carnes. Luego quedaba indeciso al final de aquélla, viendo debajo de él a su criado con las piernas rotas. La alarma dada por los centinelas ponía término a su incertidumbre, El alcaide, desde lo alto de la torre, cortaba la cuerda para que se matase y César caía lo mismo que su doméstico. A pesar de su magullamiento, atravesaba a nado el foso de agua fría, subiendo a gatas la escarpa opuesta. Allí le esperaban tres ballesteros del conde de Benavente, e izándolo en un caballo, lo llevaban a todo galope a Villalón, lugar tuerte del que era señor el citado procer. Un mes necesitó en este nuevo encierro para restablecer sus fuerzas. Su evasión la había efectuado el 25 de octubre de 1506, y cuando a fines de noviembre pudo salir oculto de Villalón, todavía llevaba los antebrazos y las manos envueltos en vendajes. Con dos hombres conocedores del país y fingiéndose los tres mercaderes que iban de feria en feria, se dirigieron a Santander, embarcándose allí para Laredo y Bermeo. Luego reanudaron su viaje terrestre por Bilbao, Durango, Mondragón y Vergara, llegando finalmente a Pamplona el 3 de diciembre. Resulta, admirable una vez más, en este viaje peligroso, la energía de César Borgia. Todas las autoridades estaban avisadas de su fuga. Sumas cuantiosas eran ofrecidas al que lo descubriese. Los tres mercaderes se vieron detenidos por los alcaides de dos poblaciones; pero con tanta serenidad y habilidad contestaba el que parecía más importante de aquéllos, que inmediatamente los soltaron. El detalle más triste de esta fuga novelesca fue la 321

meses antes, fiel hasta la muerte por la seducción natural que<br />

ejercía el duque sobre todos sus allegados, se prestaba a ser el<br />

primero en descender por la cuerda, y al llegar a su extremo caía,<br />

rompiéndose las piernas. Allí quedaba sin poder moverse, hasta<br />

que salían las gentes de la fortaleza, matándolo.<br />

Dejábase deslizar César a continuación. Llevaba manos y<br />

brazos envueltos en trapos; pero tan largo era el descenso, que<br />

estas envolturas se desgastaban, cortando la cuerda sus carnes.<br />

Luego quedaba indeciso al final de aquélla, viendo debajo de él a<br />

su criado con las piernas rotas.<br />

La alarma dada por los centinelas ponía término a su<br />

incertidumbre, El alcaide, desde lo alto de la torre, cortaba la<br />

cuerda para que se matase y César caía lo mismo que su<br />

doméstico. A pesar de su magullamiento, atravesaba a nado el<br />

foso de agua fría, subiendo a gatas la escarpa opuesta. Allí le<br />

esperaban tres ballesteros del conde de Benavente, e izándolo en<br />

un caballo, lo llevaban a todo galope a Villalón, lugar tuerte del<br />

que era señor el citado procer.<br />

Un mes necesitó en este nuevo encierro para restablecer sus<br />

fuerzas. Su evasión la había efectuado el 25 de octubre de 1506, y<br />

cuando a fines de noviembre pudo salir oculto de Villalón,<br />

todavía llevaba los antebrazos y las manos envueltos en vendajes.<br />

Con dos hombres conocedores del país y fingiéndose los tres<br />

mercaderes que iban de feria en feria, se dirigieron a Santander,<br />

embarcándose allí para Laredo y Bermeo. Luego reanudaron su<br />

viaje terrestre por Bilbao, Durango, Mondragón y Vergara,<br />

llegando finalmente a Pamplona el 3 de diciembre.<br />

Resulta, admirable una vez más, en este viaje peligroso, la<br />

energía de César Borgia. Todas las autoridades estaban avisadas<br />

de su fuga. Sumas cuantiosas eran ofrecidas al que lo<br />

descubriese. Los tres mercaderes se vieron detenidos por los<br />

alcaides de dos poblaciones; pero con tanta serenidad y habilidad<br />

contestaba el que parecía más importante de aquéllos, que<br />

inmediatamente los soltaron.<br />

El detalle más triste de esta fuga novelesca fue la<br />

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