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pontificias ante las costas de Toscana.<br />

Fue una tormenta <strong>com</strong>parable a la de treinta años antes,<br />

cuando el nuncio Rodrigo de Borgia volvía de su legación de<br />

España. César y los hombres más temibles de su séquito<br />

permanecían tumbados, sin voluntad, victimas del mareo y del<br />

terror que inspiran el mar y él viento desencadenados a los que<br />

siempre <strong>com</strong>batieron en tierra. Las tripulaciones se daban por<br />

perdidas. Sólo el Pontífice guardó una admirable lucidez,<br />

considerando los marinos esta tranquilidad sonriente <strong>com</strong>o algo<br />

milagroso.<br />

Continuó el Valentino su guerra contra los señores italianos<br />

después de avistarse en Milán con Luis XII de Francia, que le<br />

daba públicamente grandes muestras de afecto uno de los<br />

condottieri a su servicio, Vitellozzo-Vitelli, fingía haber abierto<br />

por su cuenta la guerra contra la República florentina, aunque en<br />

realidad trabajaba, siguiendo las órdenes de su jefe. De pronto,<br />

César empezó a notar que el suelo vacilaba bajo sus pies.<br />

Su verdaden punto de apoyo era aquel ejército siempre<br />

invencible, formado con arreglo a la táctica de los tiempos<br />

modernos que empezaba a Iniciarse entonces basada en la fuerza<br />

demoledora de los cañones y la ligereza de la infantería. Pero este<br />

ejército resultaba heterogéneo: los condottieri atraídos por la<br />

buena fortuna de; joven capitán, eran demasiado numerosos.<br />

César sólo podía tener fe en los dos mil o tres mil españoles<br />

alistado» bajo sus banderas.<br />

Habían vivido siempre de hacer la guerra sus principales<br />

lugartenientes italianos, y empezaban éstos a percatarse de que el<br />

Joven caudillo, de Victoria en victoria, los Iría devorando a ellos<br />

mismos, pues su autoridad se engrandecía suprimiendo a las<br />

antiguas familias feudales. Además, creían llegado el momento<br />

de trabajar por su cuenta, quedándose con las tierras<br />

conquistadas, y si era necesario matar a su jefe, estaban<br />

dispuestos a hacerlo. Pero César no era hombre que tardase en<br />

enterarse de un peligro Inmediato.<br />

Todos los capitanes importantes que seguían al llamado ahora<br />

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