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ellos, el capitán Fernández de Oviedo, que fue años después el<br />

primer historiador del Nuevo Mundo, acogió en Roma las más<br />

absurdas patrañas contra Alejandro y César, culpables en realidad<br />

de no, haberlo empleado nunca.<br />

En Nápoles, el rey Federico, que adivinaba un próximo ataque<br />

del monarca francés y de César Borgia, dio libertad a sus<br />

escritores para que agrediesen con la pluma a la familia papal. El<br />

rey de España, desde lejos, aprobaba igualmente esta guerra<br />

contra un <strong>com</strong>patriota que había osado emanciparse de su<br />

autoridad. Venecia era un foco de propaganda, antiborgiana. En<br />

Florencia, los consejeros del Estado indicaban a Maquiavelo la<br />

necesidad de impedir que César continuase sus campañas fuese<br />

<strong>com</strong>o fuese, lo que significaba, en el lenguaje de entonces, la<br />

conveniencia de asesinarlo.<br />

Dos sucesos ocurridos dentro del Vaticano preocuparon por<br />

algún tiempo al pueblo de Roma. En junio de 1500 una tempestad<br />

echó abajo la gran chimenea del Palacio papal, destruyendo con<br />

sus es<strong>com</strong>bros el techo del salón en donde daba audiencia<br />

Alejandro VI. Dicho derrumbamiento mató a varios de los que<br />

rodeaban al Pontífice, pero éste resultaba indemne gracias a una<br />

larga viga que al caer formó ángulo encima de su cabeza,<br />

librándolo de la lluvia de cascotes que indudablemente lo habría<br />

matado.<br />

Una vez se mostró el valor tranquilo del Papa, hombre que ya<br />

contaba setenta años. Sólo quiso dejarse curar por su hija<br />

Lucrecia, sin que se notasen en él signos de miedo; antes bien,<br />

creyó en un influjo providencial que velaba por su existencia para<br />

que pudiese realizar todos sus planes en pro de la grandeza del<br />

Pontificado. Semanas después, cuando \os romanos <strong>com</strong>entaban<br />

aún el milagro con que Dios había protegido al Papa Borgia, un<br />

crimen hizo olvidar dicho suceso.<br />

Alfonso de Aragón, duque de Biseglia y marido de Lucrecia,<br />

era apuñalado a las once de la noche en la escalinata de San<br />

Pedro por un grupo de hombres enmascarados, cuando iba a<br />

reunirse con su esposa en el Vaticano. Los agresores huían<br />

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