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escanciaba los vinos, otro le servia de paje de pañizuelo,<br />

ofreciéndole la servilleta. Tres horas duraba el banquete, y antes<br />

de levantarse los manteles hacía entrar Su Santidad los regalos<br />

destinados a doña Lucrecia: dos fuentes enormes de plata<br />

cincelada con dos copas no menores, en cuyo interior había<br />

muchas joyas; dos candelabros del mismo metal para sostener<br />

hachones; una nave, también de plata, con sus velas desplegadas,<br />

y guardando en su casco, bajo llave, toda clase de especias; una<br />

caldereta de agua bendita, con su hisopo, y en su interior, un<br />

collar de oro con numerosas piedras preciosas.<br />

Los cardenales presentes le fueron entregando, por turno,<br />

sortijas y otras alhajas. Madona Lucrecia era una princesa, a la<br />

que convenía halagar para tener propicio a su omnipotente padre.<br />

Terminado el banquete, todos se dirigían a las Estancias<br />

nuevas, o sea los salones pintados pocos años antes por el<br />

Pinturicchio.<br />

César, cardenal de Valencia, aparejaba una montería en dichos<br />

salones, uno de éstos, donde estaba el sitial de Su Santidad,<br />

figuraba un bosque y en la pieza inmediata existía una fuente con<br />

cascada y varias culebras nadando en ella, para dar un carácter<br />

más auténtico al decorado.<br />

Saltaban y rugían a través de los árboles varios invitados y<br />

familiares del Pontífice vestidos de fieras: Barleta, en forma de<br />

raposo; don Rodrigo Corella, de jirafa; el príncipe de Esquilache,<br />

marido de doña Sancha, de pato marino; el prior de Santa<br />

Eufemia, hermano del cardenal Borgia, de coribante; don Juan<br />

Caños, de ciervo; Nogué, de león, y el cardenal de Valencia,<br />

último de todos, en figura de unicornio. El aspecto de estas<br />

bestias resultaba convencional, disfraces de raso y de brocado<br />

imitaban con sus colores los de las mencionados animales.<br />

Únicamente sus cabezas se aproximaban a la realidad de los<br />

irracionales representados.<br />

Llegaron bailando a la presencia del Pontífice, fingiendo que<br />

reñían unos con otros para beber en el gran tazón, hasta que se<br />

presentaba el unicornio, con «un cuerno en la frente según es de<br />

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