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Se estremeció Borja al oír el nombre de la señora de Pineda.<br />

Estaban sin duda hablando mal de Rosaura.<br />

Fijóse igualmente Enciso en dicho diálogo, a causa del<br />

repentino silencio, y miró a donde estaban la cuñada de<br />

Bustamante y las otras, con una expresión dulcemente correctiva,<br />

cual si les aconsejase tolerancia con los ausentes.<br />

A pesar de esto y contra la voluntad de don Manuel, la<br />

conversación sorprendida se hizo general, por el deseo que siente<br />

todo grupo humano de abandonar las frases banales y corteses,<br />

los diálogos sin objeto, entregándose al <strong>com</strong>entario mordaz, que<br />

anima voces y gestos con maligno placer.<br />

Muchos dejaron de hablar a su vecino para enterarse de lo que<br />

decían estas damas vehementes en alta voz. Las más de ellas<br />

habían olvidado el italiano y se expresaban en español. Todos los<br />

de la mesa lo entenderían. El mismo cardenal había vivido varios<br />

años <strong>com</strong>o nuncio del Papa en una República de la América del<br />

Sur. Seguía sonriendo de un modo enigmático, mirando a unos y<br />

a otros mientras hablaban, sin que nadie pudiese traslucir su<br />

pensamiento.<br />

Doña Nati y sus <strong>com</strong>pañeros de diálogo dábanse noticias<br />

mutuamente sobre la hermosa argentina, recién llegada a Roma,<br />

exagerando la expresión de su voz para mostrarse escandalizadas<br />

o desdeñosas... Huía del trato con las personas decentes; por eso<br />

no aceptaba invitaciones. Todas las .tardes la veían bailar a la<br />

hora del té en el dancing del gran hotel donde estaba alojada.<br />

Ahora iba con cierto joven secretario de Legación.<br />

Varias señoras mostraron extrañeza por tal amistad. Conocían<br />

a dicho joven; unas, lo menospreciaban por insignificante; otros,<br />

hacían relación de sus defectos. Las más bondadosas en sus<br />

<strong>com</strong>entarios <strong>com</strong>padecían a Rosaura luego de haberla admirado<br />

tantas veces.<br />

—¡Ella tan hermosa tan elegante!... No <strong>com</strong>prendo ese<br />

capricho<br />

Por una tendencia instintiva al contraste, registraban el pasado<br />

de la hermosa viuda, hablando de Urdaneta, el general-doctor, al<br />

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