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13.07.2013 Views

demonios, como quieren sus detractores. En punto a pecados, resultaron iguales a sus contemporáneos, v si alguna vez llegaron un poco más lejos que ellos (un poco nada más), fue por la fogosidad excesiva, por la tendencia al contraste y a desafiar a la opinión, propias de las gentes del Mediterráneo... Todos ellos se mostraron religiosos y creyentes. No hablemos de Calixto Tercero, varón de santa memoria. Alejandro Sexto, el Borgia más abominado, fue un Pontífice eminente que manejó con maestría los intereses de la Iglesia y la dejó poderosa, hasta el punto de que su adversario y sucesor Julio Segundo le debe la mayor parte de grandeza, heredada de él. Usted sabe que Rodrigo de Borja mostró siempre una sincera devoción a la Virgen v llevaba a todas horas una hostia consagrada dentro de un relicario de cristal pendiente del pecho o de una muñeca, para poder comulgar sin pérdida de tiempo en el caso de que le sorprendiera la muerte. Hizo don Manuel una pausa mientras parecía retroceder con su pensamiento a través de la Historia. —Los que juzgan el pasado con arreglo a su mentalidad moderna— siguió diciendo—se equivocan de un modo lamentable y no pueden comprender e! alma de los hombres de aquellos tiempos-. Era más compleja que la nuestra: vivían en el período renacentista, donde todos luchaban entre las ansias de placer, despertadas por la literatura. y una educación cristiana adquirida en su juventud. Comprendo perfectamente la devoción mística por la Virgen que mostró el Pana Alejandro, la Santa Forma acompañándole a todas horas, y al mismo tiempo sus varios hijos legítimos, su lubricidad acometedora sólo comparable a la del animal que figura en su escudo. Casi todos los cardenales y muchos pontífices eran parecidos a él. Aún no se habían purificado las costumbres eclesiásticas para hacer frente a las críticas de los protestantes. Los papas vivían como reyes, teniendo sus mismos defectos, y los cardenales como príncipes laicos. Estaba lejos todavía él Concilio de Trento con su nueva disciplina eclesiástica. Los pecados de la carne cometidos por gentes de la Iglesia provocaban regocijados 134

comentarios, nunca Indignación o severidad, como ahora. Enciso se valía de una Imagen para aminorar los defectos de Rodrigo de Borja y de los papas y cardenales de aquella época, Igualmente culpables por sus lascivias y escándalos. Los comparaba al soldado que merece castigo por faltar a los reglamentos militares : desobediencia a sus jefes, mal ejemplo para sus compañeros, palabras sediciosas, costumbres desmoralizadoras. Pero este soldado criminal .no es un traidor a su país, no ha renegado de su bandera no ha servido a los enemigos de su patria. Aquellos pontífices y cardenales pecadores continuaban siendo, en medio de sus desórdenes, buenos católicos y muchas veces (el caso de Alejandro VI) servían a la grandeza de la Iglesia mejor que los papas virtuosos, gracias a su talento y a su carácter. Ninguno de ellos incurría en herejías: antes bien. se mostraban intolerantes y enérgicos en la defensa de la fe. —Rodrigo de Borja se preocupó en todo momento de mantener la pureza del dogma y ensanchar los dominios de la Iglesia. Esta no perdió nada durante su Pontificado; al contrario, aumentó enormemente su poder temporal. Era sobrio en la mesa, apenas bebía vino, nunca se mostró jugador, como Scarampo, los Piarlos y otros cardenales. Su pecado fue gustarle las mujeres de un modo Irresistible, hasta en su más extrema ancianidad, sin incurrir nunca en el vicio griego, como muchos de sus compañeros de cardenalato... Podía haber ocultado fácilmente sus hijos, por ser Ilegítimos, llamándolos sobrinos, a imitación de otros pontífices: pero este español era incapaz de tapujos as hipocresía» en sus afectos. Amaba a sus retoños con un apasionamiento extremado de meridional; fue un 'padrazo, preocupándose sin recato de engrandecerlos. Una lujuria de toro bravo, siempre fecunda, y un ambicioso deseo de elevar a su prole fueron los dos grandes defectos de este varón, indiscutiblemente superior, por la firmeza de su carácter, por su coraje reposado y sereno y por sus talentos de gobernante, a todos sus contemporáneos. 135

<strong>com</strong>entarios, nunca Indignación o severidad, <strong>com</strong>o ahora.<br />

Enciso se valía de una Imagen para aminorar los defectos de<br />

Rodrigo de Borja y de los papas y cardenales de aquella época,<br />

Igualmente culpables por sus lascivias y escándalos. Los<br />

<strong>com</strong>paraba al soldado que merece castigo por faltar a los<br />

reglamentos militares : desobediencia a sus jefes, mal ejemplo<br />

para sus <strong>com</strong>pañeros, palabras sediciosas, costumbres<br />

desmoralizadoras. Pero este soldado criminal .no es un traidor a<br />

su país, no ha renegado de su bandera no ha servido a los<br />

enemigos de su patria.<br />

Aquellos pontífices y cardenales pecadores continuaban<br />

siendo, en medio de sus desórdenes, buenos católicos y muchas<br />

veces (el caso de Alejandro VI) servían a la grandeza de la Iglesia<br />

mejor que los papas virtuosos, gracias a su talento y a su carácter.<br />

Ninguno de ellos incurría en herejías: antes bien. se mostraban<br />

intolerantes y enérgicos en la defensa de la fe.<br />

—Rodrigo de Borja se preocupó en todo momento de<br />

mantener la pureza del dogma y ensanchar los dominios de la<br />

Iglesia. Esta no perdió nada durante su Pontificado; al contrario,<br />

aumentó enormemente su poder temporal. Era sobrio en la mesa,<br />

apenas bebía vino, nunca se mostró jugador, <strong>com</strong>o Scarampo, los<br />

Piarlos y otros cardenales. Su pecado fue gustarle las mujeres de<br />

un modo Irresistible, hasta en su más extrema ancianidad, sin<br />

incurrir nunca en el vicio griego, <strong>com</strong>o muchos de sus<br />

<strong>com</strong>pañeros de cardenalato... Podía haber ocultado fácilmente sus<br />

hijos, por ser Ilegítimos, llamándolos sobrinos, a imitación de<br />

otros pontífices: pero este español era incapaz de tapujos as<br />

hipocresía» en sus afectos. Amaba a sus retoños con un<br />

apasionamiento extremado de meridional; fue un 'padrazo,<br />

preocupándose sin recato de engrandecerlos. Una lujuria de toro<br />

bravo, siempre fecunda, y un ambicioso deseo de elevar a su<br />

prole fueron los dos grandes defectos de este varón,<br />

indiscutiblemente superior, por la firmeza de su carácter, por su<br />

coraje reposado y sereno y por sus talentos de gobernante, a todos<br />

sus contemporáneos.<br />

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