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España y publicar una bula contra las brujas y hechiceros existentes en Alemania, documento que sirvió de base a ulteriores persecuciones de la Inquisición. También en su tiempo se falsificaron muchas bulas pontificias por empleados de la Santa Sede, ganosos de adquirir dinero fuese como fuese, a imitación de Franceschetto Civo, el hijo del Pontífice. Este, cuando no andaba a altas horas de la noche por las calles de Roma con un grupo de libertinos, intentando penetrar a viva fuerza en las casas donde vivían mujeres bonitas y recibiendo las más de las veces palizas de padres y esposos, se dedicaban al juego en casa del cardenal Riario, que era un incansable tahúr. Una noche perdió Franceschetto catorce mil ducados, y fue a quejarse a su padre de que el cardenal jugaba con cartas marcadas. Así debía de ser, pues todos los que jugaban con Riario, aunque fuesen compañeros suyos de consistorio, salían perdiendo. Claudio Borja recordaba la tumba de Inocencio VIII. Como era un monumento de bronce con hermosas esculturas del arte cuatrocentista, la había conservado, pasando de la antigua iglesia de San Pedro a la actual basílica. Gracias al valor artístico de dicha sepultura, la memoria de Inocencio VIII se perpetúa más que la de otros Pontífices superiores a él, caídos en olvido. Lo designaba la inscripción sepulcral como el Papa bajo cuyo remado había sido descubierto el Nuevo Mundo. «Una falsedad escandalosa—pensó Claudio—. El Papa murió el veinticinco de julio de mil cuatrocientos noventa í dos, o sea cuando Colón vivía aún en Palos, sin saber cómo iniciar su viaje por falta de marineros, y Martín Alonso Pinzón lo salvaba reclutando tripulaciones.» Esta inscripción de la tumba de Inocencio VIII había sido redactada muchos años después de la muerte de dicho Papa. Los enemigos y calumniadores del español Alejandro VI hasta pretendían robarle la gloria del gran acontecimiento geográfico ocurrido bajo su Pontificado. 130

III EN EL QUE SE HABLA DEL RUIDOSO TRIUNFO DEL VICECANCILLER, DE LA BELLA JULIA, «ESPOSA DE CRISTO» Y DE SU HERMANO «EL CARDENAL FALDERO» Cuando doña Natividad, la cuñada de Bustamante, torcía el curso de su humor agrio contra Enciso de las Casas, formulaba siempre la misma crítica : —Le gustan las gentes de mala conducta; no lo puede evitar. ¡Un hombre que la echa de cristiano! ¡Un padre de familia con tantos hijos, y una esposa tan buena... y tan tonta! Si el embajador oía tales críticas, procuraba excusarlas con una benevolencia protectora. Su rico amigo, y ahora compañero de diplomacia, quería ser, ante todo, un artista, un escritor. Tenía una concepción romántica de la vida. Todos los grandes hombres, según él, habían llevado una existencia desordenada, hasta incurrir a veces en los mayores vicios. Le parecía imposible el talento sin ir acompañado de escandalosos defectos y hasta de aberraciones. Y por una lógica a la inversa, imaginábase que todos los que vivían emancipados de la moral corriente debían ser de gran talento, aunque no lo demostrasen. Por eso consideraba con irresistible simpatía a los intelectuales y a los pecadores, cual si unos y otros perteneciesen a la misma familia. Doña Nati no Iba completamente descaminada en sus maledicencias. Este personaje que visitaba al Papa todos los meses y mantenía una estrecha relación de amistad con la mayor parte de los príncipes eclesiásticos, &e consideraba obligado a ser un poco bohemio dentro de la magnificencia de su vida, perdonando fraternalmente a cuantos menospreciaban las conveniencias sociales y morales, manteniéndose al margen de ellas. Por algo escribía libros y coleccionaba cosas antiguas. La concurrencia a su mesa y sus salones resultaba algo 131

III<br />

EN EL QUE SE HABLA DEL RUIDOSO TRIUNFO DEL<br />

VICECANCILLER, DE LA BELLA JULIA, «ESPOSA DE<br />

CRISTO» Y DE SU HERMANO «EL CARDENAL<br />

FALDERO»<br />

Cuando doña Natividad, la cuñada de Bustamante, torcía el<br />

curso de su humor agrio contra Enciso de las Casas, formulaba<br />

siempre la misma crítica :<br />

—Le gustan las gentes de mala conducta; no lo puede evitar.<br />

¡Un hombre que la echa de cristiano! ¡Un padre de familia con<br />

tantos hijos, y una esposa tan buena... y tan tonta!<br />

Si el embajador oía tales críticas, procuraba excusarlas con<br />

una benevolencia protectora.<br />

Su rico amigo, y ahora <strong>com</strong>pañero de diplomacia, quería ser,<br />

ante todo, un artista, un escritor. Tenía una concepción romántica<br />

de la vida. Todos los grandes hombres, según él, habían llevado<br />

una existencia desordenada, hasta incurrir a veces en los mayores<br />

vicios. Le parecía imposible el talento sin ir a<strong>com</strong>pañado de<br />

escandalosos defectos y hasta de aberraciones. Y por una lógica a<br />

la inversa, imaginábase que todos los que vivían emancipados de<br />

la moral corriente debían ser de gran talento, aunque no lo<br />

demostrasen. Por eso consideraba con irresistible simpatía a los<br />

intelectuales y a los pecadores, cual si unos y otros perteneciesen<br />

a la misma familia.<br />

Doña Nati no Iba <strong>com</strong>pletamente descaminada en sus<br />

maledicencias. Este personaje que visitaba al Papa todos los<br />

meses y mantenía una estrecha relación de amistad con la mayor<br />

parte de los príncipes eclesiásticos, &e consideraba obligado a ser<br />

un poco bohemio dentro de la magnificencia de su vida,<br />

perdonando fraternalmente a cuantos menospreciaban las<br />

conveniencias sociales y morales, manteniéndose al margen de<br />

ellas. Por algo escribía libros y coleccionaba cosas antiguas.<br />

La concurrencia a su mesa y sus salones resultaba algo<br />

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