Número 9 - club deportivo morla de la valdería

Número 9
Octubre de 2012
Edición Digital
VII Cross
Alpino
Morla de
la Valdería
Concha
Casado
Lobato
El agua
de riego
Concurso de fotografía • Actividades 2012 • San Bartolomé 2012 • Una imagen y
pocas palabras • Tópico y verdad • La trampa prehistórica de Dos Hermanas •
Querida Morla • A las madres • Artículos breves • El incendio de Castrocontrigo •
Novela breve • La mirada etnográfica de Concha Casado • Cofiñal • Nuestros árboles

La revista oficial del
Club Deportivo Morla de la Valdería

Contenidos
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Contenidos. Normas de publicación
VII Cross Alpino Morla de la Valdería
V Concurso de fotografía Morla de la Valdería
... Y en lo que queda de 2012
Fiestas patronales. San Bartolomé 2012
Una imagen y pocas palabras
Costumbres. El agua de riego
Crónicas morleñas. Tópico y verdad
Historia. La trampa prehistórica de “Dos Hermanas” (II)
Grandes personajes. Concha Casado Lobato
Recuerdos. Querida Morla (VIII)
Poesía. A las madres
Artículos breves
Galería de imágenes. El incendio de Castrocontrigo
I Concurso de novela breve Morla de la Valdería
La mirada etnográfica de Concha Casado
A vueltas por la provincia. Cofiñal y el Pinar de Lillo
Biodiversidad. Nuestros árboles (II)
Normas Normas de publicación publicación
1- En esta revista se publicarán todo tipo de artículos relacionados con Morla de la Valdería (actividades,
historia, medio ambiente, costumbres, etnografía, gentes, etc), aunque también se aceptarán artículos
relacionados con cualquier otra temática.
2- Los artículos deberán enviarse a la dirección de correo electrónico cosasdemorla@cdmorla.com en
formato Microsoft Word.
3- La extensión de los artículos no excederá de 4 páginas de texto (arial 12, interlineado sencillo). Las
imágenes o figuras (10 como máximo) se enviarán por separado (archivos JPG o BMP). En cada artículo
se indicará el nombre y apellidos del autor del mismo. Igualmente, si procede, se añadirán los pies de
foto, indicando claramente a qué imágenes hacen alusión.
4- Los artículos breves podrán estar acompañados de tres imágenes como máximo.
5- No se publicarán artículos con palabras o expresiones ofensivas o malsonantes, ni textos relativos a
personas concretas (salvo que éstas hayan tenido gran relevancia en la historia de Morla de la Valdería).
Tampoco se publicarán artículos anónimos.
6- El “Club Deportivo Morla de la Valdería” se reserva el derecho de selección de artículos.
7- La responsabilidad sobre las opiniones y el contenido de los textos será exclusiva del autor de los
mismos.
8- El Club Deportivo Morla de la Valdería no redactará artículos bajo demanda, ni publicará información
transmitida de forma oral.
9- La publicación de textos e imágenes en la revista “Cosas de Morla” no implicará el registro de los mismos
en ningún caso.
10- Los diferentes números de esta revista podrán descargarse de forma gratuita en la página web
www.cdmorla.com.

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VII Cross Alpino: la carrera
El pasado 18 de agosto los corredores
del Cross Alpino volvieron a
ocupar las calles y caminos de Morla
de la Valdería. A las siete de la tarde
la campana de la ermita se encargó
de marcar el inicio de esta tradicional
carrera que, desde hace ya siete
años, viene anunciando la proximidad
de las fiestas patronales de San
Bartolomé.
Un total de 51 participantes tomaron
posición en la línea de salida;
apenas habían transcurrido 40
minutos escasos cuando el primer
clasificado de la prueba alcanzó la
meta. Poco a poco fueron llegando
todos los corredores, que en su
conjunto hicieron de ésta una de las
ediciones más rápidas, ya que el
cronómetro marcó la entrada del
último participante cuando apenas
había transcurrido una hora y cuarto.
Desde el Club Deportivo Morla de la
Valdería queremos dar las gracias a
todas aquellas personas e instituciones
que hicieron posible el exitoso
desarrollo de este evento, incluyendo
aquí a quienes colaboraron
en la adecuación del circuito, a
quienes constituyeron los controles
de carrera y los puntos de avituallamiento,
a los patrocinadores y,
cómo no, a los corredores y al público
asistente del VII Cross Alpino
Morla de la Valdería, sin cuya presencia
este acto no sería posible.
Recuerda que puedes acceder a las
imágenes del Cross en nuestra web,
www.cdmorla.com

Nº APELLIDOS NOMBRE DORS TIEMPO
Categoría masculina: Pedro Ignacio Cuevas
Juan (derecha), Luis Ángel Pérez Esteban
(izquierda) y Mario Villadangos Fernández
(centro).
Categoría femenina: Mónica Vizcaíno
Castaño (izquierda), Eloína Perandones
Otero (derecha) y Raquel Maestre Tabernero
(centro).
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Premios y trofeos para los primeros
clasificados de cada categoría.
Varios corredores posan para la
cámara minutos antes de la salida.
Lotes de productos típicos leoneses
para las rifas de dorsales.
Algunos participantes alcanzan el
primer control de carrera.
Participantes del cross en los últimos kilómetros de la prueba, donde el
circuito se torna mucho más llano que en tramos anteriores.
La proximidad de la meta dibuja una sonrisa en la cara de los participantes
del Cross Alpino Morla de la Valdería.
Lotes de productos típicos leoneses
para las rifas.
Tres corredores aproximándose a la
cota más alta del circuito.
El público animó a los corredores en
el cuarto control de carrera.
Al finalizar la prueba, los corredores
pudieron recobrar fuerzas.

Las “Sopas y Patatas”
Como manda la tradición, tras el
cross, la entrega de premios y las
rifas, todos los asistentes pudieron
disfrutar de una degustación de
“Sopas y Patatas”, cortesía del Club
Deportivo Morla de la Valdería.
Con ello, los corredores pudieron
recobrar las fuerzas perdidas a lo
largo del circuito y todos, sin excepción,
vivimos un momento de convivencia
y armonía realmente agradable.
Este humilde pero delicioso plato,
antaño alimento recurrente en la
dieta morleta, se nos antoja hoy en
día, teniendo en cuenta la alta
variedad de productos alimenticios
que tenemos a nuestra disposición,
como un auténtico manjar que ha
traspasado la barrera del tiempo y
que nos evoca sabores rebosantes
de nostalgia.
Las “Sopas y Patatas” combinan
ingredientes sencillos como el ajo,
el aceite, el pimentón, la sal, las
patatas y el pan, debidamente
cocinados a fuego moderado,
siendo conveniente cierto reposo al
final del proceso, lo que permite
que los sabores se mezclen y den
lugar a uno nuevo: sabor a Morla.
Desde el Club Deportivo Morla de la
Valdería deseamos dar las gracias
a la panadería Justel (Castrocontrigo),
por la generosa aportación del
pan con que se elaboraron las
sopas.
5

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Durante los días previos a nuestra fiesta patronal, tuvo lugar el V Concurso de
fotografía Morla de la Valdería. “Pantano de Fueyos”, de Rodrigo Castaño, fue
la imagen ganadora de este concurso.
1 premio
er
1 premio
do
2 premio
• Pantano de Fueyos •
er
3 premio
• Estrellas entre castaños • • Carriza en el río •

1 2 3
4 5 6
7 8 9
10
10
Otras fotografías presentadas a concurso:
1- Maíces al atardecer
2- Aliso en el Eria
3- Castaños y pajar
4- Candelas I
5- Candelas II
6- Candelas III
7- Panorámica
8- Setas
9- La Castañal Grande
10- Exposición de las fotografías del concurso
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Santa Eulalia 2012: queimada y magosto para todos
Próximo número de “Cosas de Morla”
Ya está abierto el plazo de recepción de artículos
para el número 10 de “Cosas de Morla”, la
revista oficial del Club Deportivo Morla de la
Valdería.
El último día de entrega será el martes 12 de
marzo de 2013 y la normativa de publicación
se encuentra en la primera página de cualquiera
de los números anteriores.
Seguro que tienes algo que contar: no dejes
que la vergüenza te impida hacerlo.
¡Anímate a participar!
Con motivo de la festividad de Santa Eulalia,
patrona de Morla, y aprovechando la proximidad
de las fiestas de la Constitución y de la
Inmaculada, el Club Deportivo Morla de la
Valdería te invita a celebrar este día con nosotros.
El sábado 8 de diciembre, a las 19:30 horas (aproximadamente)
celebraremos una queimada y un
magosto (esto último si el tiempo nos permite
hacerlo en condiciones, claro
está), de los que tú puedes
tomar parte.
Si quieres pasar un buen rato
con nosotros, anímate a venir.
No dejes que el frío de diciembre
te lo impida: las castañas
y el orujo te ayudarán a soportarlo,
¡seguro!.

La mayoría de los morletos reservamos al menos un
par de días de nuestras vacaciones para acercarnos a
Morla durante las fiestas. El auténtico reclamo, más
que las fiestas en si mismas, es seguramente el deseo
de compartir nuestro tiempo con familiares y amigos
que no vemos con frecuencia.
A continuación se presenta una crónica de lo que
dieron de si las fiestas de Bartolomé de este año 2012.
El programa de actos destinados a celebrar
la festividad de San Bartolomé arrancó
el día 18 de agosto, con el VII Cross
Alpino Morla de la Valdería, de la mano del
Club Deportivo homónimo.
El martes 21 de agosto se celebró la ya
tradicional “cena popular”, cortesía de
José Ángel Losada, que, un año más, hizo
Misa en honor a nuestro patrón, San Bartolomé, celebrada
el día 24 de agosto.
Fiestas patronales
San Bartolomé 2012
Club Deportivo Morla de la Valdería
que la calle del Barreiro sirviese de punto
de encuentro para todos los morletos.
Por la tarde del jueves 23 de agosto tuvo
lugar una “chorizada popular”. Ese mismo
día, ya por la noche, la música y el baile
llenaron la plaza, a cargo de la orquesta
“Medianoche”.
El viernes 24 de agosto, día de San
Bartolomé, tuvo lugar la tradicional misa
en honor a nuestro patrón, así como la
procesión que recorre las calles del pueblo.
Antes de comer, durante el aperitivo que
es típico tomar en estas circunstancias,
“Los Riberanos” interpretaron canciones
tradicionales que lograron que muchas
parejas se arrancasen a bailar.
La tarde del día de San Bartolomé se
presentó ligeramente lluviosa y tranquila;
sólo las pruebas de los instrumentos de la
orquesta “Sonido” (que duraron más que
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Cena popular, cortesía de José Ángel Losada, celebrada en las calles de Morla el día 21 de agosto.
la actuación en sí misma) dejaron claro
que ese era el día central de la fiesta.
Dicha orquesta actuó a las doce y media
de la noche.
El día 25 (popularmente conocido como
“San Bartolín”) tuvo lugar la misa por los
difuntos, con la tradicional procesión al
cementerio.
Tras un “vermouth” mucho más relajado
que el del día anterior, y tras la comida y su
Chorizada, cortesía de C. B. El Chiringuito, celebrada durante la tarde del jueves 23 de agosto.
10
A pesar de la ausencia, el
Rincón de Jordi volvió a
servir este San Bartolo,
para disfrute de los
presentes, esos ricos
bocadillos que cada año hacen las delicias de
nuestros estómagos tan empapados en líquido.
Desde el club deseamos que, a pesar de que los
encargados del rincón este año han estado
fantásticos, el rincón vuelva a estar representado
por quien le dio el nombre y vuelva año tras año a
sorprendernos con su ánimo y buen hacer.
¡Te esperamos Jordi!

Dos momentos de la actuación de la orquesta Medianoche, durante la noche del jueves 23 de agosto.
inseparable bien merecida siesta, los
“juegos infantiles” atrajeron a los más
jóvenes quienes, como cada año, esperaban
un tanto nerviosos el inicio de los
mismos.
Acabados los juegos, recogidos los caramelos
que se tiraron desde el tejado del
Chiringuito y aguantada la “tormenta” que
desde lo alto caía en forma de globos de
agua, se celebró la tradicional chocolatada,
que sirvió para caldear la tarde más
fresca de toda la semana.
Por la noche, pasadas las doce, la orquesta
“Futuro” puso la guinda final a las fiestas
de este año 2012.
Un año más, sin destacar novedad alguna,
las fiestas de San Bartolo tocaron a su fin.
Preparando la chocolatada durante los juegos infantiles.
Baile “vermouth” en las calles
de Morla tras la misa del día de
San Bartolomé, amenizado por
“Los Riberanos”.
11

Un Un Un Un a a ima ima imag imag g en en e
n y
y
pocas pocas pocas pocas pala pala palabras
palabras b r a
s
Una vaca pace en un pequeño prado cercano a las casas de Morla. La luz es tenue,
propia del amanecer. Una fina neblina invade la atmósfera, pero durará poco; el
aire es frío, casi cortante. Sólo los árboles más madrugadores enseñan tímidamente
lo que ocultan en el interior de sus yemas; la hierba comienza a despuntar tras el
duro letargo invernal. El día, si no cambia, se presenta despejado, limpio, con un
cielo transparente que no se opondrá a que disfrutemos de paisajes lejanos. La
nariz enrojece, las manos buscan el escaso calor que se refugia en el interior de los
bolsillos del abrigo. Los pasos, indecisos, nos llevan por la carretera en una dirección
cualquiera. El silencio, apenas perturbado, nos sume en un mundo de tranquilidad
infinita.
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Cuando llegaba la primavera y se sembraban los
frutos, una vez nacidos había que regarlos tanto al
final de la primavera como durante todo el verano.
Entonces se hacía un día o varios de concejo para ir a
arreglar los caños, tapando toda el agua que se marchaba
por los agujeros o era retenida por la maleza.
A ese concejo (o hacendera) estaba
obligado a ir todo aquel que tuviese
fincas sembradas y que necesitase el
agua para regarlas; se libraban los de
edad avanzada y aquellos que por una
causa justificada les fuese imposible
asistir. Para ello, tenían que comunicárselo
al señor Presidente y el día del
concejo este se lo comunicaba al
pueblo al reunirlo por la mañana y
tomar recuento de las personas asistentes.
A los ausentes, generalmente
se les asignaba un trabajo a realizar
otro día en beneficio de la comunidad;
a todos los que habían asistido, así
como a los que no lo habían hecho por
causas justificadas, se les asignaba lo
que se conocía como “la hora de
agua”.
El reparto del agua se hacía de la
Costumbres
El agua de riego
Juan Castaño de Luis
siguiente manera: durante la mañana
regaba un vecino empezando por la
parte de abajo del pueblo y otro por la
parte de arriba, y por la tarde regaban
el segundo de la parte de abajo y otro
tanto por la parte de arriba, y así sucesivamente
hasta llegar a juntarse en
el medio. Si venía mucha agua, a
veces la cogían dos vecinos de arriba y
dos de abajo. Si al llegar a la mitad del
pueblo no coincidían en número,
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Esquema de la constelación de Pléyades (conocida en
Morla como la “Piña”), mostrando el nombre de sus
principales estrellas.
saltaba uno hacia arriba o hacia
abajo, alternándose la vez siguiente.
La hora de cambio de regantes se
realizaba a medio día cuando el sol
daba en un clavo (punta) que había en
una tabla de un balcón junto a la
plaza, y por la noche cuando salía la
“piña” (constelación de Pléyades).
Por supuesto, había días en los que no
había sol y días en los que las nubes
impedían ver cuándo salía la “piña”;
entonces se recurría a los pocos relojes
que había en el pueblo.
Durante la temporada de riego, los
dueños absolutos del agua eran los
vecinos a los que les tocaba regar;
nadie podía quitarla para sus frutos si
no era pidiéndosela a uno de los
regantes, y cuando este la cedía, tenía
que dejar de regar él. Sí se podía coger
en pequeñas cantidades con calderos
para regar algún huerto.
Al cambio de hora el nuevo regante
podía cortar el agua hacia su finca,
aunque el regante anterior no hubiese
14
terminado (el regante anterior era su
vecino, no el regante de la otra parte
del pueblo). Generalmente, si entre
ambos había buena relación y al
primer regante le faltaba poco, se le
consentía terminar.
A la cantidad de agua que le tocaba a
cada uno se le denominaba “vagual”,
que equivalía a decir “va igual” para
cada uno.
Cuando se regaba para sembrar los
nabos (naguar), se suspendía durante
esos días la forma de riego anterior y
las tierras se regaban de forma seguida;
cuando uno terminaba de regar su
finca, el agua era cogida por el de la
finca colindante y así sucesivamente.
Se regaba de día y de noche de manera
que cuando uno terminaba, ya
estaba el de la finca de al lado para
cogerla y el que terminaba avisaba al
siguiente para que no perdiera el
agua. Generalmente se regaba en
varios sitios a la vez; si venía poca
agua se sacaba alguna del río para la
Vega.

Tanto para regar como para naguar se
traía el agua del Baliar, del Pantano
de Fueyos y de Reguera Couso. En el
Pantano de Fueyos, durante el invierno,
se almacenaba agua y en verano
se abría la compuerta y se dejaba salir
para regular el caudal de manera que
los años que había escasez, no pasasen
sed los frutos, al estar todos los
caños arreglados.
Además de estos tres sitios, salía
agua en pequeñas cantidades de
otros sitios (culagas), que contribuían
a agrandar el caudal: el agua de
Reguera Couso se unía a la que venía
del Baliar mediante un caño que unía
el Feciello a través de los Prados del
Bedulo hasta llegar a la Piñella.
Las tierras se dividían en dos: hojas o
manos. La hoja de arriba la componían
las tierras que estaban a la
izquierda de la pared que va desde la
Castañal Grande al Forno en cuanto a
las tierras de secano; en cuanto a las
tierras de vega o regadío, la mano de
arriba estaba formada por los linares
que hay a la derecha del caño que va
desde las Bazarcas a la punta de
abajo del Pozo del Salgueral. La mano
de abajo estaba compuesta por las
que hay a la derecha de la pared, el
Feciello y lo que se conoce como la
Vega de abajo.
Los frutos se alternaban; el centeno y
el trigo se sembraban hacia un mismo
(1)
lado, quedando hacia el contrario
las patatas, maíces, berzas, etc. El
área que conocemos como el Barreiro
se sembraba más bien con productos
de huerta y cada cual plantaba lo que
más le apetecía.
(1)- La majada por la que el ganado iba al monte se alternaba año tras año y siempre estaba en el lado en el que se sembraban
las patatas.
15

Como ya indiqué, cuando se sembraba
la Vega de arriba (los terrenos que
hay en el entorno de la iglesia) de
patatas, maíces, etc., el agua de
Reguera Couso se pasaba a través de
un caño que hay en el Feciello hasta el
lugar en el que hoy se emplaza la
rotonda de la carretera, y cuando se
sembraban estos productos en la
Vega de abajo, el agua que venía del
Baliar y Fueyos se desviaba en la
puerta del Chiringuito y se la hacía
llegar hasta la Reguera, y de ahí por la
Reguera abajo hasta llegar a Piñella;
desde este lugar, a través del caño
que pasa por Cuesta Palacios y por la
parte superior de la Vega, llegaba a
regar las tierras de Peñamayo.
Para regar durante la noche se utilizaban
linternas, faroles, o, en la mayoría
de los casos, pachizas (puñados de
paja de cuelmo que atada en forma de
antorcha se iba dejando arder lentamente).
Si la persona a la que le tocaba
regar tenía miedo a estar sola en
las tierras por culpa de la oscuridad,
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pedía a alguien (aunque fuera un crío)
que lo acompañara, y de esta manera
el miedo se disipaba, aunque a veces
se oía aullar a algún lobo y los pelos se
ponían de punta a pesar de estar
acompañado. No obstante, todo esto
era compensado por la agradable
música que interpretaba la orquesta
formada por los grillos, las ranas y
algún ave nocturna, así como por
poder contemplar el cielo, que aún
libre de contaminación, ofrecía una
bella estampa.

Desde hace ya muchos años me gusta levantarme
pronto. Se trata de una costumbre que guarda relación
con el hecho de haber residido largos periodos
en diversos países extranjeros en los que se usa más
madrugar que trasnochar.
Si al comienzo fue pura necesidad,
luego se tornó en opción libre, tras
experimentar personalmente que,
como sostenían ya sabios de la antigüedad,
las primeras horas de la mañana
son “la mejor parte del día”.
Aunque algo más relajada, suelo mantener
la costumbre en tiempo de vacaciones.
Muchas veces mi primer paseo
mañanero por las calles del pueblo ha
tenido lugar sin más testigos que las
golondrinas, concentradas en los
cables de la luz, preparando su ya
cercano viaje migratorio. Pero no
siempre ha sido así; han sido muchas
las ocasiones en que he podido intercambiar
los “buenos días” con alguien
que había madrugado tanto o más que
yo. En relación con ello, recuerdo que,
hace ya bastantes años, en ese primer
paseo me salió al paso una vecina del
Crónicas morleñas
Tópico y verdad
Pío de Luis Vizcaíno
pueblo, que voy a llamar Dña.
Sinforosa. Con una sonrisa algo picarona,
se detuvo ante mí para hacerme
una pregunta, sin duda provocadora,
que me dejó descolocado. Aunque a mi
juicio no tenía lógica alguna, no pensé
ni por un instante que ella desvariase.
Era una mujer normal y no daba signos
de debilidad mental. Al menos yo no los
había percibido.
La pregunta era esta: “Pero tú ¿eres
cura o no?” Podía haberle respondido
que no lo era. Una respuesta que se
habría conformado a la verdad, pero
que habría dejado a mi interlocutora
tan descolocada como ella a mí, pues,
con toda seguridad, era ajena a las
diferencias que el lenguaje eclesiástico
establece entre ser cura y ser sacerdote.
Lo correcto, pues, era averiguar
qué le había impulsado a hacer tal
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pregunta. Con ese fin le comenté: “Ud.
misma ha podido ver que todos los días
celebro la santa Misa y hasta ha asistido
a ella los domingos y algún que otro
día de diario”. Acto seguido le interrogué
directamente: “¿Qué le lleva a
preguntarme eso? ¿Qué ha suscitado
su duda?”. Lo que menos esperaba yo
era oír lo que de hecho oí: “Nada especial;
sólo que como veo que madruga
tanto…”.
Al parecer, Dña. Sinforosa no entendía
que un cura fuera capaz de madrugar.
Para ella, ser cura y ser madrugador
debían ser como dos colores que no
combinan, como dos metales que no se
alean. Desconozco cómo pudo llegar a
tal conclusión, pues no creo que hubiera
conocido tantos casos de curas a los
que se les pegasen las sábanas que le
permitieran inferirla con buena lógica.
Pero hay un camino que puede aportar
luz: el del tópico.
Un tópico es una opinión que se repite
continuamente con mayor, menor o
nulo fundamento. Se equipara con el
“lugar común”, que el diccionario
define como “idea vulgar y muy repetida”.
Los tópicos son ideas manidas,
clichés fijos a los que se recurre para
referirse a una determinada realidad.
Su misma antigüedad hace que quien
los usa ni se plantee la cuestión de si
responden a la verdad, dándola por
18
garantizada. De hecho, a los tópicos se
les aplica fácilmente la etiqueta de
“sabiduría popular”. Y, cuando esto
sucede, ante él ceden todas las razones
en contra por bien fundadas y argumentadas
que estén, y el que los usa se
siente eximido de toda reflexión y,
consiguientemente, de toda verificación.
El problema es que, ante el problema
de la verdad, el hombre no actúa de una
manera tan ingenua como pudiera
parecer. Aun sin ser conscientes de
ello, todos tenemos varios filtros, de
distinto calibre, cuyo uso, lejos de ser
indiferenciado, suele obedecer a razones
concretas. A lo largo de su vida toda
persona se encuentra confrontada con
gran variedad de hechos y datos sobre
otras personas, para cribar los cuales
utiliza cedazos diferentes. Si le interesa
que sean verdad les aplica uno de
agujeros gruesos; si no le interesa que
sea verdad, le aplica otro de agujeros
muy pequeños o, en todo caso, más
pequeños.
Esto es lo que sucede a menudo en la
formación de muchos tópicos y en su
recepción popular. En uno y otro
momento tiene un peso muy importante
el pre-juicio, es decir, un juicio emitido
sin el previo control de calidad respecto
de la verdad. En vez de confiarlo a
la inteligencia, se confía al corazón. El

esultado, bien conocido, se puede
expresar con este ejemplo: cuando una
persona que nos cae bien hace algo, si
es bueno, lo magnificamos aunque sea
insignificante, y, si es malo, lo minimizamos
por grave que sea; y, al revés, si
esa persona nos cae mal, cuando hace
algo bueno, lo minimizamos por grande
que sea, y cuando hace algo malo,
por insignificante que sea, lo magnificamos.
El tópico pasa por ser una verdad bien
constatada por la experiencia. Cuando
así es, nada hay que objetar, pues se
convierte en una forma social de transmisión
de sabiduría. En ese caso, la
verdad se sostiene en la garantía que
ofrece la multitud de hechos constatados
y en el aval que significa una
muchedumbre de testigos. Pero es
imprescindible no confundir una
acción ejecutada infinidad de veces
con una acción contada infinidad de
veces. La realidad es que muchos
tópicos se han formado a partir de una
única acción -o de un número cuantitativa
o estadísticamente insignificante-,
hábilmente publicitada. La consecuencia
es que carecen del aval de una
acción repetidamente realizada, porque
no hay más que una o pocas más, y
de la garantía de los muchos testigos,
porque no hay que confundir testigos
con pregoneros. Con otras palabras, les
falta el certificado de veracidad.
Antes hablé de los distintos filtros cuya
aplicación acaba en una manipulación
de la verdad y que han influido en la
formación y recepción de los tópicos. Si
antes señalé que el hecho suele obedecer
a razones concretas, ahora puedo
puntualizar más. Pienso que la credulidad
que denota el hecho de asumir
ciertos tópicos como verdaderos proviene
en primer lugar del desconocimiento
de la realidad, pero también de
la existencia de intereses personales
inconscientes. La explicación de esto
quizá se pudiera pedir a la sociología,
pero juzgo que es más acertado pedírselo
a la psicología.
Un psicólogo podrá dar diferentes
explicaciones del hecho. Pero intuyo
que no tendrá dificultad en reconocer
que, detrás de muchos tópicos con
connotación negativa, existe una
voluntad de autodefensa o autojustificación
moral. El siguiente ejemplo
puede facilitar la comprensión de lo
que quiero decir. Un paciente siente
miedo ante determinada terapia que
presiente que le va a imponer el médico.
Lógicamente, el enfermo no se
atreverá a hablar contra la medicina en
cuanto tal porque sabe que no convencerá
a nadie y que todos le rebatirán
con sólidos argumentos. Entonces,
para conseguir su objetivo de evitar tal
19

terapia, tratará de descalificar al médico
que le va a atender, aduciendo incluso
razones ajenas a su profesión. De
manera similar, un modo fácil de justificar
la propia trasgresión en cualquier
ámbito es ampararse en la trasgresión
de aquel a quien se identifica con la
norma, para lo que es imprescindible
dar por hecho que la trasgresión de tal
persona ha sido real.
Lo dicho podemos aplicarlo ahora al
caso que nos ocupa: es fácil ampararse
en una trasgresión moral del cura para
justificar las propias trasgresiones
morales o religiosas. Modo de proceder
al que le falta lógica. De una parte, no
hay que confundir la religión con la
moral, dos realidades que han de ir
unidas, pero que son distintas -cosa
que, por cierto, ni todos los sacerdotes
tienen claro-; de otra, no hay que equiparar
al representante con lo representado,
en este caso, el sacerdote y la
religión respectivamente. Como la
medicina no se identifica con el médico
que la ejerce, tampoco el sacerdote se
identifica con la religión a la que sirve;
de igual manera, como un hombre,
indeseable como persona, puede
hacer que la medicina se muestre
eficaz en el ámbito de la vida física,
también un hombre, indeseable como
persona, puede hacer eficaz a la religión
en el ámbito de la vida en el
Espíritu. Aunque la rectitud moral de
uno y otro son siempre deseables
porque dan confianza, no son indispensables.
Llegados aquí, procede volver al punto
de partida. Al haber pasado ya tantos
20
años se han borrado de mi memoria
ulteriores detalles del encuentro.
Todos sabemos que nuestra memoria
es selectiva; que solemos recordar solo
aquello que, por una razón u otra, hizo
mella en nosotros. Con toda seguridad
Dña. Sinforosa siguió a sus tareas, sin
duda más perentorias que la mía en
aquel momento, y yo continué con la
mía, un simple paseo matutino, agradable,
pero prescindible. Ella quizá
extrañada de mi extrañeza ante su
pregunta; yo, reflexionando sobre la
verdad del tópico; no de un tópico
concreto, sino de todo tópico.
En efecto, no hay tópico sin verdad.
Puede faltarle verdad sobre lo que
afirma, pero no una verdad sobre quien
lo afirma. Es posible que, tras oír un
tópico referido a determinada persona,
sigamos sin saber nada verídico sobre
esa persona, pero con toda certeza
acabamos sabiendo algo sobre la que
se ha servido de él. En el caso concreto,
la verdad para mí no estaba en lo que
Dña. Sinforosa pensaba de “los curas”,
sino en que ella pensaba eso que pensaba,
pensaba estar en la verdad, pero
lo pensaba sin conocimiento suficiente
de la realidad. Mostrarle lo que había
de falso y lo que había de verdadero en
el trasfondo de su pregunta hubiera
dado para una larga conversación.
Pero ni lo permitía el momento, ni se
daban las condiciones adecuadas.

La trampa prehistórica de “Dos Hermanas”
Parece evidente que en las corraladas de la Sierra
de La Mesa los animales eran rematados allí
mismo con armas convencionales como lanzas
con punta de piedra, flechas, hondas, etc.
Cabe la posibilidad de que el interior de
estas trampas estuviera armado con
artilugios como lazos y alzapiés construidos
con tendones de animales o fibras
vegetales; estos lazos, disimulados entre
matorrales y árboles, son muy eficaces,
sobre todo cuando las piezas de caza son
acosadas y deambulan sin control.
Evidentemente estas trampas interiores
facilitarían el abatimiento de las piezas
en corrales tan amplios como el del
piornal. Ya había quedado claro que esas
corraladas de la Sierra de La Mesa no
tienen despeñaderos naturales.
Por supuesto, el trampeo con lazos y
cepos rudimentarios construidos en
madera debieron ser utilizados habitualmente
por los hombres de la edad de
piedra a campo abierto, en sendas y
pasos estratégicos, aunque cabe pensar
que no serían muy eficaces porque, en la
Historia
2ª parte
Miguel Ángel Fernández Morán
mayoría de los casos, la pieza capturada
de este modo sería devorada por los
depredadores antes de que los cazadores
la encontraran.
Pero la trampa de las Dos Hermanas es
especialmente intrigante por la particularidad
del despeñadero y las dos paredes
interiores. Cualquiera que estudie
sobre el terreno la distribución de esta
corralada se planteará inevitablemente
cuestiones como estas: descontando las
paredes laterales, totalmente imprescindibles,
nos encontramos con cuatro
paredes más, dos en los extremos y dos
interiores. Si el objetivo era despeñar la
caza, entonces, ¿por qué hay cuatro
paredes más?, ¿no sería suficiente con
dos paredes situadas una a la izquierda y
otra a la derecha del despeñadero?,
¿acaso era una trampa mixta? Con este
interrogante planteo la posibilidad de
21

ematar las piezas dentro del corral y la
opción de despeñarlas, según los casos.
Y una última cuestión: ¿fue modificado
el diseño de esta trampa mientras estuvo
en funcionamiento?
Antes de intentar una respuesta a estos
interrogantes, voy a describir esta corralada
hasta el último detalle que yo pueda
precisar. Si dividimos la trampa en dos
mitades, con el centro de referencia en el
hueco del despeñadero, encontramos lo
siguiente: en la primera mitad, cuyo
extremo mira hacia poniente, solo hubo
una pared artificial transversal justo
donde comienza el risco norte; la línea de
ese risco es accesible fácilmente desde
el exterior para cualquier cazador medianamente
ágil. El recorrido de ese espacio
hasta el despeñadero es de unos cuarenta
metros. La segunda mitad, cuyo
extremo mira al naciente, tuvo tres
paredes transversales, la que se puede
apreciar en el extremo y las dos interiores
próximas al precipicio. Tanto el risco
norte como el risco sur son inaccesibles
por su altura y dificultad, tan solo el risco
norte podría ser escalado en algún punto
con mucha dificultad por la parte exterior,
acción bastante improbable en
lances de caza donde la rapidez es fundamental;
no obstante, tiene un pequeño
espacio frente a las dos paredes
interiores donde podría apostarse un
cazador con bastante facilidad desde el
exterior. El recorrido de ese espacio
desde el despeñadero hasta el extremo
este es de unos sesenta metros. Los
22
escombros de piedra que indican la
pared del extremo, justo donde termina
el risco norte, no están en línea como las
demás paredes, sino más diseminados y
algo separados de lo que debió ser la
vertical de la pared; esta circunstancia
me hace sospechar que esta pared pudo
ser derruida intencionadamente, porque
un desplome natural hubiera dejado las
piedras más agrupadas y en línea como
están las demás.
Con la perspectiva de esta información
voy a tratar de aclarar los interrogantes
planteados anteriormente.
- ¿Por qué hay cuatro paredes, sin contar
las laterales?
Obviamente no hay respuesta
definitiva, sino conjeturas más o
menos razonables. La única evidencia es
que allí hay escombros de paredes,
cuatro exactamente, además de los
riscos y tramos de pared laterales. Ni
siquiera podemos afirmar que esas
cuatro paredes se construyeran todas a
la vez. Es posible que en un principio
remoto solamente existieran las dos
paredes de los extremos; en este caso
los lances de caza serían bastante problemáticos
por dos razones:
A/Resultaría casi imposible obligar a los
animales a saltar el precipicio desde el
exterior porque los bichos se refugiarían
en el espacio del extremo este, al que los
cazadores no tenían acceso. B/ Los
cazadores, en la mayoría de los casos, no
podrían acosar a los animales desde el
interior cuando se trataba de piezas
como el oso, jabalí y lobo que reacciona-

ían atacando a los cazadores, con el
resultado que cualquiera puede suponer.
Los éxitos, con este modelo de trampa,
no pasarían del cinco o diez por ciento;
aquello no era plan, así que, a fuerza de
fracasos y estrujarse el cerebro, al listo
del grupo le vino la idea de tirar la pared
del este y hacer una nueva bastante
cerca del despeñadero, así se eliminaba
un espacio de unos cincuenta metros
que no había forma de controlar. El
nuevo diseño resultó eficaz porque los
animales podían ser acosados desde la
pared lateral sin riesgo para los cazadores.
-¿Acaso era una trampa mixta? Parece
claro que no fue diseñada exclusivamente
para despeñar las piezas de caza,
porque en ese caso hubiera bastado con
una pared a cada lado del precipicio sin
dejar tanto espacio libre, además tampoco
tendría sentido que haya dos paredes
interiores a la izquierda del despeñadero.
Si era tan fácil obligar a los bichos a
despeñarse, ¿por qué pensar en una
trampa mixta? Cualquier cazador actual
sabe que una pieza abatida a corta
distancia con metralla de escopeta
queda tan destrozada que apenas se
puede aprovechar su carne; el mismo
resultado se da cuando un animal es
sacrificado después de sufrir una caída o
cualquier otro traumatismo.
Imaginemos la caída de un corzo o un
ciervo mediano desde los treinta metros
de las Dos Hermanas; su cuerpo quedaría
tan quebrantado que la carne resulta-
ría casi incomestible, aunque quizá para
los cazadores prehistóricos valiera el
refrán: "a mucha hambre no hay carne
mala", ¡apurado te veas! Aún así, les
encantaría comer carne fresca y sana.
Yo creo que en bastantes casos podían
rematar las piezas dentro de la corralada
desde la pared lateral, no solo en el
espacio de las dos paredes interiores,
seguramente construidas con ese fin,
sino también en el tramo de poniente,
dada la estrechez de la corralada; pero
cuando se trataba de animales de gran
corpulencia como osos, jabalíes, grandes
ciervos y depredadores como el lobo,
lo más práctico y eficaz sería obligarlos a
despeñarse, poco daño podían hacerle
con sus rudimentarias armas. Por muy
magullada que quedara la pieza, conseguir
cincuenta o doscientos kilos de
carne suponía muchos días de alimento
garantizado.
El hecho de que las dos paredes interiores
estén situadas en la mitad este de la
trampa seguramente indica que ese
tramo sería el lugar más habitual de
acceso de los animales al interior de la
trampa porque está comunicado directa-
23

mente con un gran paso o desfiladero
entre las Dos Hermanas y los riscos
contiguos. En este paso se colocaba
siempre uno de los tiradores más finos
cuando los cazadores de Castro ojeaban
esa ladera de Recebros, porque es una
querencia de paso y escape hacia el
"Monte Arriba" para todas las especies
de caza.
Se puede concluir, pues, que esta fue
una trampa mixta y que se modificó su
diseño para conseguir mayor eficacia en
los lances de caza.
Otro detalle interesante es que dentro de
esta corralada hay bastantes robles y
algún pino. En tiempos prehistóricos,
incluso hasta finales de la edad moderna,
no había pinos en las montañas del
Eria; la especie predominante fue sin
duda el roble albar y pirenaica, como lo
testifican los abundantes robles que hay
en Las Morrenas, aquí llamadas Lleras -
auténticos archivos ecológicos- y dentro
de estas corraladas también, eso explica
que los grandes animales de caza entraran
espontáneamente en las trampas
atraídos por las bellotas.
También se puede afirmar que estas
trampas eran usadas preferentemente
en otoño por la caída de la bellota, pero
también en verano, ya que al estar orientadas
al norte son lugares muy querenciosos
por su frescura en las horas de
fuerte insolación.
Voy a terminar proponiendo una pregunta
que puede parecer sorprendente: ¿Se
cazaron caballos salvajes en esta tram-
24
pa? La cuestión es tentadora, pero nada
descabellada, porque el topónimo
Recebros -Rocebros para los de Castro-
es apócope de río Cebros y en latín la
palabra zebra significa salvaje, tal vez
referida a caballos salvajes según la
alusión de Plinio El Viejo a los caballos
asturcones -de mediano tamaño y muy
veloces- en el Libro XXX-18 de su obra
"Naturalis Historia". Como se sabe,
Plinio, que vivió en el siglo primero de
nuestra era, recorrió estas zonas auríferas
como “procurator metallorum” -
delegado imperial de minas- y sin duda
conoció los caballos asturcones que
montaban los fieros astures de estas
comarcas y que siempre se vieron en las
Cabreras Alta y Baja, yo mismo monté
uno, muy noble, de rápido y cómodo
galope. Se da también la circunstancia
de que el topónimo "Llama Larga" es
contiguo a Recebros y designa una gran
pradera que siempre se vio en las márgenes
del río Cebros desde su nacimiento
en la ladera norte de la Cobertera mirando
hacia Dos Hermanas. Me intriga
imaginar esa enorme pradera con manadas
de bravos corceles asturcones que
alguna vez osarían acometer el impresionante
salto de Dos Hermanas huyendo
de los vociferantes cazadores en gloriosa
y trágica estampida. Alucinante y soberbia
imagen: ¡¡¡Caballos galopando en el
cielo de Recebros!!!

Estimados lectores, espero que ya
conozcáis, aunque sea de oídas, el
Proyecto Memoria, un intento de
recuperar la cultura y las tradiciones
de Morla; por si no estáis enterados,
os lo explico en unas cuantas palabras.
Se trata de un libro que está
elaborando vuestro vecino Rodrigo
Castaño sobre la arquitectura tradicional,
los oficios, las tareas cotidia-
Concha Casado Lobato
Lingüista, etnógrafa y, ante todo, amante de su tierra.
Con sus ganas de trabajar, tesón y esfuerzo ha
apostado por rescatar una comarca que, inmerecidamente,
para unos era una gran desconocida y para
otros un lugar abandonado: La Cabrera.
Concha Casado Lobato (abajo, entre sus primas Marisol y
Marinila) y otras niñas de Truchas ataviadas con la
indumentaria tradicional de esta localidad, en el año 1934.
Grandes personajes
Begoña Osorio Paramio
nas, las celebraciones y otros aspectos
diversos que caracterizaron a
Morla en el pasado. Para ello, hemos
tenido que consultar (él más que yo)
abundante bibliografía y contactar
con diversas personas; entre ellas
encontramos a Doña Concha Casado
Lobato.
Acudimos a ella ya que, dado que gran
parte de su labor profesional se desarrolló
en La Cabrera, supusimos que
podría tener fotografías antiguas de
Morla, aunque en este aspecto no
hubo suerte. Nos recibió con todo el
cariño y dulzura del mundo, a pesar de
no conocernos de nada.
Le pedimos otro favor: la elaboración
del prólogo del libro que se está gestando.
Encantada, acepta.
Pero la cosa no queda ahí. La verdad
es que nos encariñamos con ella y
nuestras visitas se hicieron cada vez
25

Majando en la era (Truchas, 1945). Fotografía de Concha
Casado Lobato.
más frecuentes; el motivo: nos gusta
estar a su lado.
Transcurrido cierto tiempo y con su
permiso, me pareció buena idea
escribir sobre su trayectoria en este
artículo.
Concha Casado nos cuenta que nació
en León el 8 de julio de 1920. Es el
quinto vástago de los seis que tuvo el
matrimonio formado por D. Jacinto
Casado y su esposa Dña. Concha
Lobato.
Los abuelos maternos establecieron,
a finales del siglo XIX, un comercio en
Truchas, el cual todavía existe, así
como otros en León capital, destacando
los famosos “Almacenes Lobato”
de la Plaza Mayor, de los cuales
muchos leoneses todavía nos acordamos.
Doña Concha es una gran etnógrafa y,
para los que sois de la Cabrera o de su
entorno, os interesará mucho, ya que
su Tesis Doctoral, dirigida por D.
Dámaso Alonso y finalizada en 1947,
versa sobre el “Habla de la Cabrera
26
Alta”, constituyendo una importante
“contribución al estudio del dialecto
leonés”.
Para mí, Concha Casado es un gran
libro viviente donde permanece almacenado
un gran tesoro: la cultura de
los pueblos y sus gentes, su pasado y
sus tradiciones, unas raíces que están
ahí, pero que a veces a pocos importan.
A mí sí me gusta saber cómo era la
vida antaño, cómo sobrevivía la gente
y cómo transcurría su vida, y así es
como me aventuro a que Dña. Concha
me lo cuente a viva voz.
Espero, morletos, que os interese,
porque este testimonio os toca de
cerca. Estas son mis preguntas a Dña.
Concha Casado sobre su estancia en
la Cabrera Alta:
-La idea de su Tesis Doctoral sobre el
habla de La Cabrera Alta, ¿fue suya o
de su director, Dámaso Alonso?
-Estudié la carrera de Filología
Románica y me interesé por el dialec-
Viviendas de Truchas (1945). Fotografía de Concha Casado
Lobato.

to de las tierras cabreiresas. Conocía
esa comarca desde niña porque mis
abuelos maternos tenían un comercio
en Truchas. Propuse la idea de esta
Tesis a D. Dámaso Alonso y recibí todo
su ánimo y apoyo. La toma de datos
El carro chillón (Truchas, 1945). Fotografía de Concha
Casado Lobato.
duró seis meses, durante los cuales
me fui a vivir a Truchas, conviviendo
con sus vecinos día a día. La metodología
inicial tuvo que ser modificada, ya
que la mayoría de la gente no se sentía
cómoda al ser entrevistada de forma
explícita; finalmente opté por hablar
con ellos mientras colaboraba en sus
faenas diarias y, por la noche, a la luz
del candil, anotaba todo lo que me
habían contado. Finalicé mi Tesis
Doctoral en 1947.
-¿Cuáles eran los oficios u ocupaciones
de aquellas gentes?
-Los habitantes de La Cabrera vivían
sobre todo de las labores del campo.
También del ganado. Apenas existía
comercio propiamente dicho y cada
uno se proveía con el producto de su
cosecha. Los impuestos se pagaban
en moneda de curso, la cual obtenían
de la venta de cabezas de ganado o de
otros productos.
-Las tareas, ¿eran compartidas por
hombres y mujeres o había trabajos
específicos para cada sexo?
-El trabajo se repartía por igual; tanto
hombres como mujeres salían al
Viviendas de Baíllo ( 1945). Fotografía de Concha Casado Lobato.
27

campo, acarreaban la hierba o la leña
según la estación o acompañaban a la
vecera según el turno de velía.
-¿Fue notable la emigración en La
Cabrera?
-Tristemente sí. Mucha gente tuvo que
irse fuera, a pesar del apego que
tienen por su tierra. Emigraban principalmente
a América (Cuba y
Argentina) y también a Madrid y a
Andalucía (Sevilla y Córdoba). En
verano regresaban a sus pueblos para
colaborar en la cosecha y para entregar
a sus familias el dinero que habían
ganado fuera.
-Me interesa mucho la artesanía textil
y sé que por estas tierras se trabajó el
28
Palomares de Robledo de Losada (Cabrera Baja).
La “Asociación para la Protección del Patrimonio
de Cabrera”, creada hace unos años por Pilar
Ortega, Severino Carbajo y Concha Casado ha
restaurado estas singulares construcciones.
En la imagen de la izquierda se observan dos
palomares ya restaurados y un grupo de personas
trabajando en las labores de recuperación de otro.
Fotografías de Concha Casado Lobato.
lino; ¿qué me puede contar al respecto?
-Efectivamente, el cultivo de lino era
muy frecuente, aunque se redujo a
partir de la mitad del siglo XX hasta
llegar a desaparecer. La labor consistía
en arrancar las plantas de lino a su
debido tiempo y atarlas en mañizos.
Éstos eran portados a la era y allí se
llevaba a cabo la “ripa” o, lo que es lo
mismo, el proceso de separación de la
linaza (semilla del lino).
Posteriormente, las plantas se ataban
y se sumergían en el río. Transcurridos
15 o 20 días, se extraían y se colocaban
en un prado hasta que se secaban.
Posteriormente, primero
mediante una maza y después con la
“espadiella”, se eliminaba la corteza y

se obtenían las fibras que, según su
calidad, eran destinadas a unos u
otros usos, desde la elaboración de
útiles de trabajo como sogas o sacos
en el caso del lino más tosco, hasta la
confección de vestimentas y diversos
elementos típicos de la indumentaria
de este territorio, como el “mantiello
cabreirés”, para cuya fabricación se
seleccionaban las fibras más refinadas.
-¿Cómo resumiría su labor en La
Cabrera?
-Ante todo, he intentado recuperar la
mayor cantidad posible de valores
tradicionales, bien dejando testimonio
escrito de diversos aspectos culturales,
o bien participando activamente
en la restitución y restauración de
distintos rasgos patrimoniales característicos
de estas comarcas, que
constituyen una innegable seña de
identidad de las mismas, como son su
arquitectura tradicional, sus artesanías
y sus rituales.
Recuperación del Patrimonio Arquitectónico de La
Cabrera. Varios pajares de Villar del Monte han recuperado
ahora su esplendor original gracias a la ayuda prestada por
el Director General de Patrimonio de la Junta de Castilla y
León.
-¿Qué iniciativas propone para que La
Cabrera goce de un futuro próspero y
respetuoso con sus valores culturales?
-Sobre todo, hago hincapié en fomentar
el turismo activo en estas tierras.
La gente podría llegar a conocer esta
comarca a través del turismo rural,
La chimenea con forma de pagoda de Villar
del Monte es uno de los iconos más característicos
de la Cabrera Alta.
A la izquierda, su aspecto hasta hace pocos
años; a la derecha, con una imagen renovada
tras su restauración.
Esta singular construcción demuestra que
las edificaciones actuales o sus remodelaciones
pueden llegar a ser totalmente afines a la
arquitectura tradicional de esta comarca, sin
destruir uno de los rasgos más característicos
de La Cabrera. Fotografías de Concha
Casado Lobato.
29

participando en excursiones que
incluyan actividades relacionadas
con las artesanías propias de este
territorio, lo que contribuiría a que no
se pierdan las tradiciones. Además,
con total seguridad, todo lo anterior
impulsaría el asentamiento de negocios
familiares relacionados con el
turismo que no supondrían una degradación
del entorno. A La Cabrera le
sobran recursos altamente atractivos
para el público, y es tarea de todos
conservarlos y valorarlos.
A la vista está: Concha Casado es una
gran etnógrafa, no sólo por su gran
talento, sino también por sus inagotables
ganas de trabajar. Su bibliografía
referente a La Cabrera es muy extensa
y sus labores a pie de guerra incontables.
Nos da una lección muy valiosa:
sin esfuerzo, las buenas cosas no se
pueden hacer. Su tesón y sus ganas de
30
Horno típico de Cabrera en Villar del Monte. Este llamativo
elemento arquitectónico está habitualmente ligado a la
cocina de la propia vivienda, aunque existen numerosos
ejemplos de hornos situados en un pequeño edificio
independiente (casa´l forno).
Se trata de un patrimonio muy frágil que, a pesar de su
actual pérdida de funcionalidad, debe ser totalmente
protegido.
Conjunto arquitectónico típico de
La Cabrera Alta.
La conservación de este tipo de
espacios ha sido posible gracias a
innumerables personas que han
luchado por la recuperación y la
puesta en valor del patrimonio
cabreirés, como es el caso de
Concha Casado. Es por ello que
algunos municipios (Truchas y
Encinedo) han nombrado a esta
etnógrafa “Hija Adoptiva de la
Cabrera”.
En la imagen, un bello rincón de la
plaza que lleva el nombre de
“Concha Casado”, en Villar del
Monte.

Pajar de Cabrera (año 1945). Fotografía de Concha Casado
Lobato.
Dña. Concha Casado acompañada por Begoña Osorio (autora
de este artículo) y por Rodrigo Castaño (responsable del
Proyecto Memoria), en la leonesa Plaza de Sta. María del
Camino o del Grano, uno de los rincones mejor conservados de
la ciudad.
vivir le permiten seguir teniendo
proyectos en marcha.
Desde aquí, Concha, un beso muy
grande de Rodrigo y Begoña, que te
aprecian mucho; gracias a ti hemos
aprendido varias lecciones y espero
que nos enseñes muchas más.
Y, para acabar, os digo a todos los
lectores que, al igual que ha podido
surgir una colaboración estrecha, un
pleno entendimiento y un cariño
inmenso entre dos generaciones tan
distantes (la de Doña Concha y la
nuestra)… ¿por qué no pueden caminar
juntos las tradiciones del pasado y
el progreso?
31

BIBLIOGRAFÍA DE CONCHA CASADO LOBATO RELATIVA A LA CABRERA
MONOGRAFÍAS
-El habla de la Cabrera Alta: contribución al estudio del
dialecto leonés. Instituto Miguel de Cervantes. 190 pp.,
1948. (Tesis Doctoral).
-Danzas con palabras. Castilla ediciones. 123 pp., 1999.
(Contiene la Danza del Rey Nabucodonosor).
-Museo de la Cabrera. Instituto Leonés de Cultura. 79 pp.,
1999. (En colaboración con Olimpia Álvarez y Manuel
Garrido).
-La Cabrera y su arquitectura tradicional: materiales y
tipologías. Fundación Siglo. 24 pp. 2006.
-La Cabrera y su arquitectura tradicional. TF Media y
Diseño. 24 pp. 2006.
-Un paisaje de película. Concha Casado, fotógrafa y
documentalista. Instituto Leonés de Cultura. 119 pp.
2008.
-Las danzas de paloteo y las representaciones teatrales en
los pueblos de La Cabrera. Instituto Leonés de Cultura.
133 pp. 2009.
ARTÍCULOS
-La Cabrera Baja: tradición y progreso. Diario de León, Filandón, nº 257, pp. 4-5. 1990.
-Antiguos tocados populares: el mantiello cabreirés. Revista de Folklore, nº 134, pp. 48-49. 1992.
-Danzas de paloteo y representaciones dramáticas en La Cabrera Baja (León). Revista de Folklore, nº
133, pp. 12-22. 1992.
-La desconocida y sorprendente Cabrera. Diario de León, Filandón, nº 346, pp. 4-5. 1992.
-Danza del rey Nabucodonosor. Tierras de León, nº 91-92, pp. 131-148. 1993.
-La Cabrera leonesa y su arquitectura tradicional. Revista Internacional de Patrimonio Histórico. nº 10,
pp. 48-53. 1997.
El Puente de Sapos (Truchas, 1945). Fotografía realizada
por Concha Casado durante su estancia en La Cabrera,
con el fin de elaborar su Tesis Doctoral.
32
Portada del libro “Un paisaje de película. Concha
Casado, fotógrafa y documentalista”, que recoge
numerosas fotografías de La Cabrera realizadas
por esta gran etnógrafa leonesa.
-La arquitectura de la Cabrera: un tesoro sin valorar.
León, nº 359, pp. 18-20. 2000.
-La Cabrera: una comarca inolvidable. Argutorio, nº
4, pp. 18-19. 2000.
-Arquitectura tradicional: las chimeneas de Villar
del Monte (León). Revista de Folklore, nº 273, pp.
75-78. 2003. (En colaboración con José Luis
Puerto).
-Los hornos en la arquitectura popular de León: La
Cabrera. Revista de Folklore, nº 277, pp. 46-47.
2004. (En colaboración con José Luis Puerto).
-La “coladeira”: un testimonio de la vida doméstica
tradicional. Argutorio, nº 14, pp. 31. 2004.

Como todos los años por estas fechas, nos encontramos
de nuevo todos juntos, con el número nueve de
nuestra revista Cosas de Morla, en la cual participa la
octava parte de Querida Morla; mis mejores deseos
para todos vosotros, para Morla y para esta revista.
No os canso más, leámosla.
OCTAVA PARTE trató de ser justo y llevaba la verdad por
Había comenzado ya 1943 y desde sus
inicios se veía que no venía dispuesto a
alegrarles mucho la vida a tus hijos
Gregorio, Elisa y sus tres pequeños;
como ya conté en la séptima parte,
empezó con la partida de Gregorio para
Sevilla y continuó con el fallecimiento
de su padre, tu hijo José Pablo. Pero
todo hacía presagiar que no se pararía
ahí, querida Morla.
Tu hijo Pío de Luis Vizcaíno, mi abuelo
materno, que a lo largo de ese año
cumpliría los 66, no se encontraba muy
bien de salud, pero se resistía a dejarse
vencer y quedarse parado en casa.
Siempre, según me han contado, fue
un hombre fuerte, honrado y trabajador,
que amaba y protegía a su familia,
ayudaba a sus amigos y a todo aquel
que acudiera a pedirle ayuda; siempre
Recuerdos
Querida Morla
Gregorio Castaño de Luis
bandera, no permitía que nadie presentase
falsos testimonios con intención
de ayudarle, él se bastaba solo con la
verdad para defenderse, aunque en
algunos momentos esta le pudiera
perjudicar. Como muchos de tus hijos,
partió hacia el Sur en varias ocasiones,
donde permanecía por largas temporadas
para aliviar un poco la economía
familiar. Como ya dije en otro momento,
siempre venía para Sevilla y trabajaba
con el mismo patrón, unas grandes
vaquerizas junto a esta ciudad pero que
disponían de unos extensos terrenos en
Utrera donde repartían el ganado; por
este motivo viajó muchas veces a esta
localidad, trasladando ganado de una a
la otra y dejando sus huellas por estas
tierras utreranas, que muchos años
después alguno de sus nietos las
hemos encontrado en forma de amigos
33

con los que trabajó y que aun lo recordaban
con cariño. En alguna ocasión, la
mayor de sus hijas, Herminia, quiso
alejarse de ti para ayudar a la familia,
pero él nunca se lo permitió, siempre
decía que mientras él pudiera ninguno
de sus hijos saldría de casa a dar vueltas
por el mundo: sería él quien lo
hiciera. Cuando sus nietos empezaron
a llegar y a corretear a su alrededor y
por su casa, le gustaba jugar con ellos,
así como contarles historias y cuentos;
era muy amable, cariñoso y didáctico
con ellos. Su hija Elisa, mi madre, nos
contaba que en más de una ocasión,
fijándose en una larga mesa que tenían
en el salón o cocina de la Casona,
comentaba en voz alta, pero como si lo
hiciera para sí mismo: “mi gran deseo
es ver esa mesa completamente rodeada
por mis nietos sentados junto a ella”.
Solo pudo ver a cinco, los cinco mayores,
Herminio, Vitalina, Elisina,
Belarmino y Joselito, aunque llegamos
a ser 17; no pudo ver a los demás, tal
vez, no lo sé, algún día lograse vernos a
todos desde donde quiera que él se
encontrase, pero ¿a todos juntos sentados
en el entorno de aquella mesa?
Esto y algunas cosas más que de él he
34
contado a lo largo de esta historia, es lo
que recuerdo haberles oído una y mil
veces a mis padres comentar sobre él,
en esto siempre estaban de acuerdo
los dos, y lo recordaban ambos con
cariño, con añoranza y siempre nos lo
ponían como ejemplo de honradez,
valor, humanidad, humildad, sencillez,
nobleza, justicia, amor y, en definitiva,
de todos aquellos mejores valores que
un hombre, un ser humano, pudiera
tener. De esta forma tu hijo Pío, a principios
del 43, rodeado por su esposa e
hijos, dejó esta vida mundana, para ir a
ocupar el sitio que Dios, en quien él
creía, sin duda alguna le tenía reservado,
querida Morla.
Para tus hijos Gregorio y Elisa fue un
duro trance que el camino de sus vidas
les tenía escondido tras un angosto
recodo; Gregorio se encontraba en
Sevilla, como cuando falleció su padre
que no hacía mucho que había ocurrido,
Elisa, junto a Elisina, Belarmino y
Joselito, estaba a tu lado; fue un golpe
muy duro para ella, más aun, al no
tener a Gregorio en casa, se consolaba
con sus hijos y con su madre; para tu
hija Peregrina, que era la única de mis
abuelos y abuelas que aun vivía, también
fue una gran pérdida, querida
Morla.
De esta forma siguió avanzando el año
43, con más pena que gloria, para tus
hijos Gregorio y Elisa, él en Sevilla, ella
junto a ti, separados en la distancia,
pero juntos en sus pensamientos, en
sus sueños, pues soñaban ambos
permanentemente con el momento de
volverse a encontrar los cinco juntos en

aquella casa que tanto les había costado
construir, en su hogar familiar,
donde quisieran estar para siempre,
todos juntos, sin que nada ni nadie los
separase; sabían que tendrían que
trabajar mucho y duro, como siempre
lo habían hecho, pero no les importaba,
preferían eso a la separación, a estar
uno a cientos de kilómetros del otro.
Soñaban que algún día sería posible
vivir así, que el camino de sus vidas les
tendría reservado ese momento, sería
maravilloso, no podían pensar en nada
mejor; pero, de momento, les tocaba
conformarse con el presente, que era
muy tozudo y por más que ellos soñasen
no iba a cambiar, tenían que seguir
soportando la separación, soportándola
de la mejor manera posible, soñando
con un futuro mejor.
1943 seguía avanzando, cuando un
día, posiblemente de su primavera o tal
vez de su verano, no lo sé con seguridad,
se reunió tu hija Peregrina con
todos sus hijos y nietos; iban a realizar
el reparto de los bienes familiares, que
tu hijo Pío había dejado en herencia. Se
habían hecho varios apartados: por un
lado casas, solares y pajares; por otro
fincas de labor, en grupo aparte, aperos
de labranza y herramientas y por último,
el ganado. Cada apartado tenía
varias unidades; cuando eran muchas
unidades, como en las fincas de labor,
se hacían grupos y se sorteaban los
grupos; cuando eran pocas las unidades
se sorteaban una por una. Las
casas, eran las justas, partiendo la
Casona en dos (que era muy grande). Tu
hija Elisa no entró en el sorteo de las
casas propiamente dicho: ella, junto a
su marido e hijos vivía en una construida
por ellos en un solar que les dio su
suegro; junto a esta tenía su padre otra
que él les había cedido en vida, para
que pudieran ampliar la anterior, que
no era muy grande; por eso ya la tenía
asignada con antelación. Las restantes
fueron sorteadas, pocos recuerdos me
quedaban de lo que decía tu hija Elisa
de aquel sorteo, pero sé, porque
alguien me lo refrescó recientemente,
que a tu hijo Placido le tocó una parte
de la Casona, la otra le tocó a tu hija
Belarmina, pero tu hijo Aureliano, que
la suerte lo llevo a una de la calle la
Cañada, casi bajo la protección de la
sombra de la Castañal Grande, se
arregló con Belarmina e hicieron un
cambio, con la intención de quedarse
junto a su hermano Placido en la
Casona. En la Cañada había dos casas
juntas: la otra le tocó a tu hija Herminia;
los pajares, supongo que se los repartirían
de igual manera. Las fincas de
labranza, que eran muchas pero muy
pequeñas, las reunieron en cinco grupos;
como eran muy desiguales unas
de otras, tanto en tamaño como en
calidad del terreno, en cada grupo
35

incluían fincas mayores y fincas menores,
fincas buenas y fincas menos
buenas o malas, con el fin de que el
reparto fuese lo más igualitario posible,
que no hubiese grandes beneficiados
ni grandes perjudicados, a cada lote se
le asignó un numero del uno al cinco;
una vez hechas las cinco partes, se
procedió al sorteo entre los cinco hermanos;
se prepararon cinco papeletas
iguales numeradas de igual manera, se
enrollaron debidamente para que no se
diferenciasen unas de otras y se introdujeron
en un cesto o una gorra. Ya solo
faltaba que cada hermano fuese
sacando su papeleta; tu hija Elisa había
delegado su derecho a sacar la papeleta
en su hija Elisina y su hijo Belarmino,
36
de este modo fue Elisina la que ejerció
aquel derecho, cogiendo una de las
cinco papeletas; cuando cada cual
abrió la suya y vieron lo que había
tocado a cada uno, tu hijo Aureliano
exclamo, dirigiéndose a Elisina: “¡rapaza!
Has cogido la que más me gustaba”;
el motivo era que en ese grupo había
una finca que contenía un gran olmo o
álamo, no estoy seguro, con muy buena
madera y a él le gustaba mucho la
carpintería; tengo entendido que años
después, cuando tu hija Elisa vendió las
fincas, esa la compro él. De los aperos y
herramientas no recuerdo nada de
cómo se hizo, ni tampoco del ganado;
supongo que lo harían de igual forma
que lo anterior. Muchas veces oí a tu
hija Elisa referirse a este sorteo y siempre
lo hacía con normalidad, como una
cosa que le traía buenos recuerdos, sin
rencores, sin envidias; siempre pensé
al oírla que, o tuvo mucha suerte en el
mismo, o este fue muy justo; creo que
ocurrió lo último, pues nunca la oí
quejarse ni vanagloriarse de su mala o
buena suerte en el mismo, querida
Morla.
Seguía pasando el tiempo y con él el
dichoso año se marchaba con su duro
bagaje de trágicos acontecimientos
para tus hijos Gregorio y Elisa; pero
también para todos tus hijos, algunos
habrían recibido cosas más agradables
que otros, pero en ese bagaje viajaba
un fardo que era igual para todos: la
posguerra, un duro legado de la ya
pasada contienda, que cargaban sobre
sus espaldas todos tus hijos y los hijos
de toda España, querida Morla.

Tu hijo Gregorio, que ya iba para el año,
si no lo había superado, en Sevilla,
regresó buscando tu cobijo, quisiera
decir tu calor, pero corría el final del 43
o principios del 44 y en esas fechas no
era precisamente calor lo que te sobraba,
pero… sí, se puede decir calor, ya
que a una madre nunca le falta este
elemento para proteger a sus hijos.
Para tu hija Elisa, el regreso de Gregorio
fue un magno acontecimiento, fue una
fiesta, después de todo lo pasado; de
igual forma lo recibió Elisina, pues a sus
largos seis años ya lo recordaba con
añoranza y con grandes deseos de verlo
entrar por la puerta de casa, ella ya
sabía quién era y por donde andaba,
sabía que estaba lejos, trabajando para
llevar a casa lo que allí les faltaba; su
madre se encargaba de contárselo
todos los días, mientras él estaba lejos
de casa. Belarmino, a sus justos cuatro
años, también lo recordaba, aunque no
llegaba a entender el por qué de las
largas separaciones; Joselito… él, aun
era muy pequeño, querida Morla.
Ya junto a ti, Gregorio tuvo que reunirse
con sus cuatro hermanos para, al igual
que hizo tu hija Elisa en su momento,
proceder al reparto de la herencia
familiar; de este reparto no recuerdo
haber oído comentario alguno a tu hijo
Gregorio ni a tu hija Elisa, ni a favor, ni
en contra, simplemente no recuerdo
nada; supongo que lo realizarían de
igual manera que lo hicieron tu hija
Elisa y sus hermanos, pues creo que era
la forma más corriente de solucionar
estas cosas por esos lugares y en aquellas
épocas.
De nuevo se encontraban los cinco
juntos a tu lado, de nuevo un periodo de
tranquilidad, con duro trabajo pero más
sosegado, más llevadero; para
Gregorio, porque se encontraba en el
sitio que más quería, junto a ti y en la
casa que él mismo había construido
unos años antes; también tenía a su
lado a los seres más queridos, que
adoraba: a su esposa y a sus tres hijos.
Hacia un largo e interminable año que
había estado soñando, todos los días,
todas las horas, que los tenía entre sus
brazos, pero despertaba y se encontraba
de nuevo la dura realidad; pero
ahora no soñaba, ahora era real, estaban
allí, junto a él, entre sus brazos y
ningún despertar se los iba a quitar, su
felicidad era plena y deseaba estar así
para siempre. Para Elisa, porque tenía
a Gregorio a su lado, también lo había
soñado durante aquel largo año, pero
los sueños son solo eso, sueños, y al
final hay que despertar con la cruda
realidad. Ahora tendría con quien
compartir sus inquietudes, sus penas y
sus alegrías; también tendría con quien
compartir la dura carga que día a día,
hora tras hora de aquel largo año había
tenido que soportar; entre los dos, esta
37

sería más llevadera y podría disfrutar
más y mejor de sus hijos que cuando
estaba sola; también ella deseaba que
el tiempo se detuviera, quería estar así
para siempre, junto a Gregorio y sus
tres hijos, no podía ser más feliz; querida
Morla.
Inmersos en todos esos acontecimientos,
el 43 se había marchado y habían
entrado en 1944 sin darse cuenta; el
invierno llegaba a su fin y la familia de
tus hijos Gregorio y Elisa, felices por
estar todos juntos, pedía que este fuese
un año mejor que el que se fue, que no
llegaran mas tragedias familiares ni de
ningún tipo. A Gregorio, en sus ratos
libres le gustaba ir al río a pescar y
cuando conseguía engañar a alguno de
aquellos seres maravillosos que el río
protegía bajo sus limpias, frías, cristalinas
y bravas aguas, que regaban ese
verde valle, ese día era fiesta en casa,
sus hijos lo recibían con gran algarabía
y Elisa, en especial si eran truchas, se
ponía manos a la obra para prepararlas
y variar un poco el repetitivo menú de
cada día; en aquellos tiempos y en una
zona del interior, el pescado no era un
plato muy frecuente, solo tenían aquel
que el Eria les proporcionaba; pero
38
como es lógico este no se lo daba siempre,
ni a todos por igual, ni tampoco lo
hacía de buena gana; había que luchar
con él para arrebatárselo y no siempre
se conseguía, el río protegía con bravura
a sus muchas criaturas y si no lo
conocías un poco, sabías dónde se
escondía lo que buscabas y dominabas
algo las técnicas de lucha, nunca conseguirías
nada de él. Pero Gregorio
tenía ciertos conocimientos y cierta
práctica; de esta manera, de vez en
cuando, conseguía sorprender a Elisa
con lo necesario para cambiar el menú
y cuando la suerte había sido muy
generosa, podían cambiar pescado por
otras cosas de las que carecían. Este
era otro de los motivos por lo que Elisa
se alegraba de tener a Gregorio en
casa, querida Morla.
La actividad en tu entorno no cesaba
desde que salía el sol hasta el ocaso.
Tus hijos no descansaban, era una
labor constante cada cual con su tarea;
no importaba en qué estación del año
se encontrasen, cada uno tenía sus
propias labores, pero nunca sobraba el
tiempo para realizarlas, tal vez la primavera
y el verano mantuvieran más
ocupados a tus hijos con la labranza de
la tierra, la siembra y la recolección,
aparte de cuidar el ganado y otras
tareas, como las propias del concejo
que eran obligadas todo el año. La
primavera del 44 se había instalado en
ese valle y tus hijos se afanaban con los
quehaceres del momento; tus hijos
Gregorio y Elisa estaban en ello, como
todos. Él acondicionaba la tierra para
después poder sembrar el trigo, la

cebada, el centeno, las patatas y un
largo etc. Unos les darían frutos y verduras
frescas para el verano, otros les
llenarían la despensa para todo el
invierno. Ella, mas descargada de
quehaceres que cuando estaba sola,
principalmente se dedicaba a sus hijos,
a las labores de su casa y de la de sus
tres cuñados solteros, pero nunca le
faltaba tiempo para ayudar a Gregorio
en las labores del campo o en el cuidado
del ganado; pero era feliz, pues entre
los dos todo era más llevadero, más
agradable; sí, había que trabajar de sol
a sol, mucho y duro, pero con alegría,
con esperanza, con amor. De esta
forma, pasó la primavera y pasó el
verano de 1944 y tus hijos vieron desaparecer
los encantos de estas dos
estaciones y por el horizonte empezaban
a aparecer los negros nubarrones
de las dos siguientes; estas también
tenían sus hermosos momentos, pero
eran menos que en las recién terminadas,
mi amada Morla.
Tu encanto era patente todo el año,
querida Morla, pero según tu hija Elisa,
había unos días concretos en los que
este era más intenso, en los que resplandecías
como nunca. Estos eran los
últimos de cada año; las fiestas de
Navidad junto a ti eran más emotivas.
Tú motivabas en tus hijos con más
intensidad el espíritu navideño. En esas
celebraciones se encontraban tus hijos
Gregorio y Elisa y había dos cosas que
les ensombrecían la alegría del
momento: una era la falta de sus
padres, ya no estaban con ellos, la otra,
que a Gregorio le empezaba a rondar
por la cabeza la idea de volver a Sevilla;
a Elisa esta idea le aterraba, no podía ni
pensar en ella, no soportaba pensar en
una nueva separación, de pasar otro
año con Gregorio lejos de ella; le suplicaba
que no marchara, que aguantase
un año más, tal vez las cosas mejorasen
y podrían estar juntos para siempre
a tu lado, pero Gregorio insistía, no
estaba seguro de eso, más pronto o
más tarde, tendría que ocurrir, a tu lado
permanentemente no veía futuro; ella
insistía y al final sentenció: “si tú te vas,
yo me voy contigo”. Se dieron unos
meses de reflexión y, si no había más
remedio, lo harían juntos, querida
Morla.
El tiempo pasaba y la idea de irse para
Sevilla por una temporada no se le
quitaba de la cabeza a Gregorio, pero
Elisa tampoco cedía terreno; si él se
iba, todos marcharían tras él; tras
meditarlo con detenimiento, llegaron a
un acuerdo: él iría primero, y permanecería
allí el tiempo necesario para
buscar una casa y lo más preciso para
alojarse los cinco, cuando lo hubiera
conseguido, regresaría, y entonces, los
llevaría consigo. Esta solución no era la
que buscaba Elisa, lo que ella deseaba
39

era, simplemente, que Gregorio no se
fuera nunca más; ella quería quedarse
con su marido y sus hijos a tu lado para
siempre. Pero se convenció de que eso
no iba a poder ser y prefirió esta solución,
antes de permanecer como hasta
entonces, hoy juntos y mañana separados.
A Gregorio tampoco le encantaba
lo acordado; él también prefería permanecer
junto a ti, con su mujer y sus
hijos, pero acudiendo a Sevilla temporalmente,
solo cuando fuese necesario
para aliviar la economía familiar; mas
comprendía a Elisa, sabía que no
podría soportar por más tiempo quedarse
sola con los niños y con toda
aquella carga sobre sus hombros.
Por todo esto, en la primavera de 1945,
Gregorio partió de nuevo para Sevilla,
dispuesto a llevar a cabo los acuerdos a
que había llegado con Elisa; fue un viaje
distinto a los demás: por un lado pensaba
con alegría que tras este periodo no
volvería a estar solo, sin su mujer y sus
hijos, tras esta etapa estarían ya juntos
para siempre; por otro, la tristeza lo
embargaba, si este acuerdo se llevaba
a término, te dejaría a ti para siempre y
todo lo que junto a ti tenía, aquella casa
que tanto les había costado construir,
40
todo aquello que desde pequeño había
visto y vivido, todos sus recuerdos…
“¡no!”, decía para sí, “estos no, estos me
los llevaré conmigo, y se los contaré
siempre a mis hijos, para que ellos no
olviden nunca cómo era la tierra y la
casa donde nacieron; la casa la conservaré
siempre y cada vez que nos sea
posible iremos todos juntos a pasar allí
unos días, para descansar y para que a
ninguno se nos olvide de dónde somos
y lo hermosa que es la tierra que nos vio
nacer, nuestro río, nuestra querida
Morla”. Dándole forma a estos planes
en su mente una y otra vez y con el
traqueteo del tren, se quedaba dormido,
sin darse cuenta de que el camino
de sus vidas se estaba encargando de
modificar en parte sus planes para el
futuro. Pero esto lo veremos más adelante,
en los siguientes capítulos de
esta historia, querida Morla.
Hasta entonces, os deseo a todos
mucha suerte y que nos volvamos a
encontrar en la primavera, con el número
diez de Cosas de Morla.

Artículos breves
Llegó la última fase
El “Proyecto memoria”, nuestro intento
de rescatar la mayor cantidad posible de
información etnográfica sobre Morla,
afronta su fase final.
Si todo prosigue como parece, a lo largo
del mes de agosto de 2013 presentaremos
nuestro nuevo libro, un libro que,
con total seguridad, te gustará tener en
tu biblioteca personal.
Seguiremos informando en sucesivos números de esta revista y a través de tu
correo electrónico, si nos lo has facilitado.
Exposiciones fotográficas
Recomendamos estas dos
exposiciones fotográficas que
tendrán lugar a lo largo de lo
que queda de año en la Biblioteca Pública de León (C/ Santa Nonia, nº 5). La
primera de ellas, a cargo de Begoña Osorio Paramio y bajo el título “Nuestros
amigos los gatos”, podrá visitarse durante el mes de octubre de 2012 en la Sala
infantil de la Biblioteca. Esta exposición nos acerca al fascinante mundo de
estos animales, concienciándonos de la responsabilidad que implica tenerlos
en casa. La segunda exposición, titulada “León: una provincia y mil colores”,
mostrará una selección de imágenes de paisajes leoneses, obra de Rodrigo
Castaño de Luis. Esta
muestra, concebida
para dar a conocer la
extraordinaria diversidad
natural de nuestra
provincia, podrá visitarse
a lo largo del mes
de diciembre de 2012.
42

Teatro en Pozos de Cabrera Alta
Eugenio Marcos Oteruelo
Durante la Semana Cultural celebrada el
mes de Agosto en Pozos de Cabrera Alta,
se recuperó la hermosa costumbre de la
puesta en escena de obras teatrales,
como se había hecho en períodos de la
segunda mitad del siglo XX. En aquella
época los actores eran alumnos de la
Escuela local; en esta ocasión la Obra,
ambientada en tiempo de los Reyes
Castellanos y Leoneses en plena Edad
Media, escrita y dirigida por Julio Grané, eligió para el reparto de papeles a vecinos,
nacidos o emparentados en la propia localidad de Pozos.
Bajo el título de “EL COMPROMISO”, la acción de la obra se alimenta de curiosos
enredos, intrigas y presiones de los cortesanos a la hora de cuantificar la dote de
los cónyuges en casamientos entre herederos
de la nobleza. Al finalizar la representación,
tanto el Director como los improvisados
Actores, se vieron sorprendidos por el caluroso
aplauso de una sala abarrotada de público. Es
importante saber que, las humildes y hospitalarias
gentes de la comarca de La Cabrera Alta,
percibieron siempre la cultura y el respeto a las
tradiciones como un bálsamo para la crudeza y
adversidad de su entorno económico-social.
43

44
Galería de imágenes
El “frente de Morla”
Con este nombre designaron las
autoridades y los medios de comunicación
a la inmensa lengua de fuego
que, a una velocidad desmedida, se
propagó hacia el suroeste, especialmente
durante la mañana del día 21
de agosto.
La columna de humo que puede
apreciarse en la imagen mantuvo en
vilo a los vecinos de Morla durante
toda la mañana. Afortunadamente,
las llamas no alcanzaron el valle del
Eria, algo que, de haber ocurrido,
hubiera permitido al fuego extenderse
por una vasta superficie, sin que nada
pudiera detenerlo.
Autores de las fotografías:
Rodrigo Castaño de Luis
Gemma Pérez de Luis
El incendio de Castrocontrigo
Los primeros minutos del incendio
El día 19 de agosto amaneció como un día
cualquiera; el ambiente en los pueblos de la
comarca era tranquilo, como cualquier otro
domingo.
Nada parecía indicar que en unas pocas
horas se desataría uno de los incendios más
virulentos que han azotado los montes del
suroeste de León.

La inquietud nocturna
Por la noche se reducía la virulencia
del incendio, pero muchos de los
medios dispuestos para sofocarlo
perdían su operatividad.
A lo lejos, por encima de las cumbres,
un inquietante resplandor
anaranjado se encargaba de recordar
que el peligro seguía presente y
que las labores de extinción se
prolongarían en el tiempo y, lo que
es peor, en el espacio.
Un panorama gris
La humareda derivada del incendio
alcanzó, arrastrada por el viento,
puntos muy distantes a lo largo de la
geografía provincial.
El humo, oscuro cuando provenía de
áreas arboladas y casi blanco
cuando derivaba de matorrales, hizo
acto de aparición detrás de las
montañas de forma reiterada
durante los días que duró el incendio.
Los operativos anti-incendio
Varios hidroaviones y helicópteros,
numerosas brigadas anti-incendio,
la Unidad Militar de Emergencias, la
Guardia Civil, ...
El despliegue de medios destinado a
acabar con el duro azote del fuego
fue mucho más que notable.
En la imagen, un hidroavión descarga
agua en las inmediaciones de la
“Peña la Niña”.
45

El papel de “La Balsa”
La Balsa, ubicada en territorio
morleto, se convirtió en un punto
estratégico de carga de agua para
los helicópteros.
Días de incertidumbre
Durante los primeros días, la población de
Morla y de todas las localidades afectadas
tuvo que enfrentarse a numerosos interrogantes
que, en muchos casos, tenían difícil
respuesta, al menos a corto plazo: ¿hasta
dónde habrá llegado?, ¿cuándo estará controlado?,
¿habrán localizado al responsable?,...
Los medios de comunicación (en muchos
casos de ámbito nacional) se acercaban
continuamente a la comarca para posteriormente
ofrecer datos que, aunque muy sesgados
y poco detallados, servían al menos para
conocer a grandes rasgos lo que estaba
ocurriendo y para acabar con los rumores que
suelen formarse en situaciones como esta.
46
Un cielo eclipsado por el infierno
El humo ocultaba el cielo azul que debería haber
sido posible admirar en esos días de agosto. El
constante sonido de los helicópteros informaba
de que el incendio seguía activo.
En la imagen, un helicóptero sobrevuela el cielo
de Morla; en la parte inferior se observa la silueta
de la “Peña la Niña”.

... Imágenes para no repetir
Y lo peor de todo es que esta barbaridad
ha sido el fruto de una mente
enferma, de un ser ruin incapaz de
respetar el patrimonio común que
se ha forjado durante siglos y que a
todos nos corresponde disfrutar,
pero también proteger.
El fuego se ha llevado un extenso
paisaje, pero también cientos de
sueños, iniciativas y modos de vida
que aseguraban un futuro para
estas tierras.
Imágenes para no olvidar...
Morla no fue una de las localidades
más afectadas por este devastador
incendio, pero su territorio sufrió
pérdidas que tardarán mucho
tiempo en ser repuestas.
El precio que han tenido que pagar
todas las localidades afectadas ha
sido demasiado alto: sus montes,
ennegrecidos, tardarán décadas en
ser como eran; sus vecinos, impotentes,
no olvidarán el miedo que
pasaron.
Extinguido el incendio y recuperada la “tranquilidad”, el paisaje se muestra desolado y
monocromático, como puede verse en esta panorámica de “Riodote”.
47

Este pasado verano nació el Concurso de
Novela Breve Morla de la Valdería, como
actividad complementaria al programa de
actos del Club Deportivo Morla de la Valdería.
Marina Justel Cadierno (Castrocontrigo), se
hizo con la victoria, gracias a su relato
“Sibelino, el niño de Morla”, el cual figura en
esta misma página.
Como establecían las bases del concurso, el autor del relato ganador se
llevó una cesta de productos tradicionales de la provincia de León.
Os invitamos a todos a participar en posteriores ediciones de este concurso
(las bases serán anunciadas en el número 10 de la revista Cosas de Morla).
Sibelino, el niño de Morla
Marina Justel Cadierno
Andrónimo y Reverinda eran dos
jóvenes afincados en Morla. Vivían
felices por la tranquilidad que se
respiraba y la paz que desprendían sus
montes. Pero en algo tenían que
ganarse la vida. Andrónimo decidió
comprar un rebaño de cabras y ovejas y
con lo que sacara de la venta de sus
chivos y corderos y el huerto que
labrara Reverinda tendrían suficiente
para vivir, sin más pretensiones que
llevar una vida tranquila disfrutando
del amor que se profesaban.
De este amor nació su hijo Sibelino,
48
que creció feliz rodeado de la gente
sencilla de Morla.
Su padre llegaba a casa al atardecer y
contaba sus hazañas en el monte y su
madre, al llevarlo a la cama, enaltecía
las historias que aquel le contaba. Así
Sibelino llegó a idealizar a su padre y a
amar a su madre como ella le adoraba.
Pero la mala suerte hizo que un día de
otoño, cuando el rocío asomaba,
Andrónimo resbalara y cayera por un
precipicio sin que nada se pudiera
hacer por él. Esto supuso una gran
desgracia para Reverinda y Sibelino
que pasaron mucho tiempo
enfrascados en una profunda pena.
Pero llegó el momento en que

Reverinda reaccionó y observó que su
hijo de diez años de edad no podía
continuar así; no jugaba, no salía con
los amigos que tenía en el pueblo, así
que puso manos a la obra y pensó “esto
no puede seguir así, hay que volver a
vivir”.
Un día Reverinda habló con su hijo y le
dijo: “Mira Sibelino, tú ahora debes
hacerte cargo del rebaño. No tenemos
a nadie que lo cuide. Debes hacerlo tú”.
Entonces Sibelino, sintiéndose
importante, le dijo: “No te preocupes
mamá, yo me haré cargo”.
Sibelino era un zagal guapo y avispado
y decidió cuidar el rebaño por los
montes de Morla. Diariamente llevaba
en su zurrón libros que le dejaban sus
amigos. Le encantaba leer. Pero
también le gustaba otear y disfrutar el
paisaje, los montes, el río, las fuentes,
las flores, los árboles, ... Todo esto lo
valoraba Sibelino muchísimo. Y
recordaba, con añoranza, a su padre,
su cercana infancia, las historias de su
madre.
Un día de primavera, con un cielo
despejado, como es habitual, estando
sumido en sus pensamientos, levanta
la vista y se encuentra con uno de los
lobos de Morla. Al principio se asustó
un poco, pero después respiró hondo,
lo miró a los ojos y recordó lo que su
padre le decía acerca de ellos: “trátalos
con cariño, que si das cariño a los
animales ellos te responden del mismo
modo”. Así lo hizo. El lobo enseguida
atisbó el rebaño pero no hizo nada.
Sibelino se acercó al lobo y le acarició
suavemente el lomo, preguntándose si
tendría hambre. Entonces observó que
le seguían una camada de cinco
lobeznos de pocos días. Esto
enterneció aún más a Sibelino y
barruntando que efectivamente
tendrían hambre preparó una choza
con “carqueisas” y escobas y metió a
los lobeznos allí, pidiéndole al lobo que
cuidara de ellos mientras él bajaba al
pueblo para traerles comida y leche de
las cabras, rogándole que no atacara al
rebaño porque enseguida estaría de
vuelta con la comida para él y para sus
lobeznos. El lobo pareció entender lo
que pretendía y allí se quedó
cuidándolos.
Corrió Sibelino sierra abajo y al volver
se encontró con que Akela (así decidió
llamar al lobo, que en realidad era una
loba) estaba herida por la bala de un
cazador que quería llevarlo como
trofeo de sus cacerías, pero éste se le
encaró al temer por sus lobeznos e hizo
asomar sus fauces, cosa que asustó al
cazador y emprendió la huida monte
abajo. Esto salvó al cazador, a la loba y
a sus lobeznos.
Este relato, aunque ficticio, refleja el
semblante de un pueblo, cuna de lobos
buenos, gente trabajadora y amable,
que emerge de la bondad de esta
tierra.
49

to independiente, por lo que el giro, especialmente en curvas cerradas, debía ser lento y
en ocasiones se hacía complicado. La fricción que se producía entre el eje y el bastidor del
carro provocaba un chirrido, que es el responsable del nombre con que se conoce a este
apero.
Sus ruedas están construidas con tablas y otros elementos de madera que reciben nombres
tan sonoros como “macho”, “segundeiras”, “cambas”, “reyas”, “espigo” y “camarazón”
o “zrucouzo”, aunque también poseen partes de naturaleza metálica, como la “lamia”.
50
La
mirada etnográfica
de
Concha Casado
Concha Casado, Rodrigo Castaño y Begoña Osorio
Esta nueva sección de la revista Cosas de Morla nace con la intención de
ahondar en la cultura tradicional de los pueblos de la provincia de León.
Incluirá fotografías de temática muy diversa, realizadas por la etnógrafa
Concha Casado Lobato, quien amablemente las ha cedido para su reproducción
en estas páginas.
Arquitectura tradicional, artesanías, festejos tradicionales, ..., La mirada
etnográfica de Concha Casado nos invitará a realizar un recorrido didáctico
por la rica cultura popular leonesa, y nos hará sentir la importancia de velar
por nuestras tradiciones, de valorarlas y de hacerlas nuestras, evitando así
que caigan en el olvido.
El carro chillón
Si bien es cierto que este carismático
instrumento tuvo una amplia distribución
por todo el occidente de la provincia
de León, es en la comarca de La
Cabrera donde tuvo el mayor número
de representantes y, tal vez, donde
más perduró en el tiempo.
De construcción arcaica, el entablado
del carro chillón cabreirés es robusto.
Sus ruedas están unidas por un eje
que no otorga a las ruedas movimien-

Arquitectura cabreiresa
Este singular y bello conjunto arquitectónico,
hoy día desaparecido,
estaba situado en Losadilla (Cabrera
Baja).
En él se identifican algunos de los
elementos más característicos de la
arquitectura tradicional cabreiresa,
como la cubierta y la chimenea
construidos con losas de pizarra, las
escaleras exteriores de piedra y las
puertas y ventanas confeccionadas
con toscas tablas. La comarca de La Cabrera atesora numerosos valores patrimoniales y,
entre ellos, su arquitectura tradicional ocupa un lugar privilegiado. Sería deseable salvaguardar
este rasgo tan distintivo, tanto conservando lo que aún queda, como utilizando
las directrices arquitectónicas tradicionales en la construcción de nuevos edificios.
Pajares en Manzaneda
En esta imagen se aprecian dos
buenos ejemplos de los pajares que
antaño abundaban en la comarca de
La Cabrera Alta.
Las cubiertas confeccionadas con
cuelmos de paja de centeno, las
cumbreras rematadas con tapines de
musgo y tierra, los testeros escalonados
construidos con grandes losas de
pizarra que simplificaban el acceso a
las partes más altas, y las robustas
paredes, ininterrumpidas salvo allí donde se abren grandes puertas, son las características
típicas de este tipo de construcción.
En ellos se hacía acopio (gran acopio) de hierba, de cara a que el ganado dispusiera de
alimento durante el gélido y largo invierno.
Los pajares cabreireses requerían, como ocurre con todos los edificios con cubiertas de
naturaleza vegetal, una renovación periódica de las mismas, algo que en la mayoría de los
casos dejó de hacerse hace ya muchos años, lo que ha dado al traste con estas singulares
construcciones.
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A vueltas por la provincia
Cofiñal y el Pinar de Lillo
Cofiñal, localidad situada en la cabecera
del río Porma, en plena Montaña Central
leonesa, es un santuario para los amantes
de la naturaleza y del senderismo, y el
que la conozca, sabrá que es cierto.
Este bello pueblecito se encuentra a 4
Los “Forfogones”; con este nombre se conoce a
los impresionantes saltos que verifica el Porma
cerca de Cofiñal.
Naturaleza en estado puro
Rodrigo Castaño de Luis
Confluencia del río Porma y del arroyo del Pinar,
en las inmediaciones del Pinar de Lillo, al norte
de Cofiñal.
kilómetros hacia el norte de Puebla de
Lillo, en pleno Parque Regional de Los
Picos de Europa, donde el Porma aún es
joven y no ha sido privado de la libertad
que, aguas abajo, le arrebata un embalse.
Muy cerca del caserío, el brioso Porma
realiza varios saltos, los “Forfogones”,
cómodamente accesibles desde la
carretera y sorprendentes por su fiereza.
Uno de los valles del entorno de Cofiñal,
el “del Pinzón”, atesora grandes y maduros
hayedos que dejarán al visitante sin
palabras (pero no sin aliento, ya que
alcanzarlos no requiere grandes esfuerzos).
Siguiendo este valle y rodeando la pétrea
mole del pico San Justo, se llega al lago

El arroyo del Pinar nace en el Puerto de las
Señales y, tras atravesar el Pinar de Lillo, vierte
sus aguas en el Porma.
Panorámica otoñal del Pinar de Lillo, desde la
carretera que sube al Puerto de las Señales.
Entre los vigorosos pinos silvestres aparecen
otras especies arbóreas como abedules, hayas,
serbales y acebos que contribuyen a demostrar
el origen natural de este bosque, reliquia de una
época con un clima mucho más frío que el actual.
de Isoba, uno de los dos bellos lagos de
origen glaciar asentados en las proximidades
de Cofiñal, ya que, en la falda
meridional de otro gran pico, el “del
Lago”, aparece la Laguna de Tronisco.
Desde Cofiñal, y si se desea, sin bajarse
del coche, se alcanza el Puerto de las
Señales, tras seguir una tortuosa carretera
que asciende sin cesar entre hayas,
serbales, acebos, abedules y pinos.
Alcanzado el alto del puerto, y una vez
admiradas las Lagunas de Valdecarrín,
situadas a poca distancia de la carretera,
puede divisarse hacia Saliente el majestuoso
valle de Riosol, en el que destaca
una ermita, y el imponente macizo de
Mampodre, formado por una sucesión
de dosmiles calizos.
Interior de un hayedo del valle del Pinzón, al
noroeste de Cofiñal, durante el otoño, cuando
los colores se tornan mágicos y acogedores.
Restauración de un antiguo chozo
de pastores y de su corralillo en la
entrada al valle del Pinzón.
Los usos tradicionales del terreno
siguen muy presentes en estas
tierras, como puede inferirse de la
gran cantidad de ganado que
encontraremos al paso en nuestros
paseos por Cofiñal.
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¿Cómo llegar?
Desde la capital leonesa se toma la carretera
CL-624 hasta Boñar. Una vez allí se sigue por la
carretera LE-331, bordeando el Embalse del
Porma hasta Puebla de Lillo. Cofiñal se encuentra
a poco más de 4 kilómetros, siguiendo la
carretera que sube al Puerto de las Señales.
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Girando nuestro cuerpo y divisando la
panorámica que se abre hacia Poniente,
contemplaremos el “Pinar de Lillo”, el
único bosque natural de pino silvestre
que aún queda en el noroeste peninsular.
Aquí, entre inmensos pinos y abedules
alimentados por las aguas del arroyo
del Pinar, viven algunas especies animales
como el urogallo cantábrico, el ciervo,
el jabalí, el corzo, diversas aves
rapaces y un largo etcétera; esto explica
por qué a este pinar se le ha otorgado la
categoría de Reserva, por qué las visitas
están limitadas a 15 personas al día
durante el estío, siempre mediante
permiso oficial, y por qué está concienzudamente
vigilado.
Puedes comprobarlo por ti mismo: si te
acercas a Cofiñal, sea cual sea la estación
del año, desearás que se pare el
tiempo para poder conocer mejor este
singular y boyante rincón de la Montaña
Leonesa.
Izquierda: un haya invita a perderse en los hayedos del valle del Pinzón. Derecha: las vacas plantan cara a las
inclemencias del tiempo en las Lagunas de Valdecarrín, plantadas en el Puerto de las Señales.

En la ribera del Eria se desarrolla una larga lista de
especies arbóreas (ya se ha visto, en números anteriores,
el papel dominante del aliso u “omero”, y la
presencia de algunas especies acompañantes,
como el avellano o el abedul).
Existen, además, otros árboles con una
amplia representación en las zonas
húmedas de nuestro territorio, como
las distintas especies de “salgueras” y
los numerosos híbridos que forman
(que serán tratadas en números
sucesivos).
Biodiversidad
Nuestros árboles (II)
Rodrigo Castaño de Luis
En esta ocasión, centraremos nuestra
atención en dos especies que destacan
por motivos diferentes: el fresno, muy
escaso en estas tierras pero notable
por su gran porte, y el sanguiño, muy
abundante, fuera incluso del ámbito
fluvial.
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FRESNO (Fraxinus angustifolia)
El fresno es árbol perteneciente a la familia de las Oleáceas. Aparece en
terrenos húmedos, pero no en contacto directo con el agua. Presenta porte
elevado. Su tronco, de tono grisáceo, presenta un aspecto algo reticulado.
Sus hojas aparecen divididas en un número impar de foliolos lanceolados y
con el borde dentado, que aparecen emparejados excepto en el caso del
foliolo apical. Sus flores, discretas y violáceas, forman racimos que aparecen
antes que las hojas. Los frutos del fresno son aplanados y presentan un ala
aerodinámica (este tipo de frutos se denominan “sámara”).
Izquierda: un ejemplar
de fresno en la ribera del
río Eria.
Centro: una hoja de
fresno, dividida en 7
foliolos, 6 emparejados
y uno apical.
Derecha: frutos de
fresno, con su característica
ala.
ARRACLÁN o SANGUIÑO (Frangula alnus)
El arraclán (o “sanguiño”, como se le conoce en Morla), es un árbol de
pequeño porte perteneciente a la familia de las Rhamnáceas. Crece en zonas
húmedas, siendo frecuente verlo en las proximidades de los regueros de
Morla. Su corteza es grisácea con tonos púrpuras; su madera, amarillenta, se
vuelve rojiza en la médula con la edad. Sus hojas son relativamente
pequeñas, lisas y ovaladas; presenta bayas características que son
inicialmente verdes, pasando posteriormente a amarillas, después a rojas y
finalmente a negras muy brillantes.
Izquierda: detalle de una
rama de sanguiño;
nótese la presencia de
bayas, unas rojas y otras
negras.
Derecha: detalle de una
hoja y dos bayas
maduras de sanguiño.
Nótese la morfología de
la primera.
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