En Pos del Dios Santo - Church of God of Prophecy
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Nota <strong>del</strong> Comité de DBG para la Asamblea Internacional<br />
El siguiente documento es sometido como un<br />
“Documento de Estudio”, y será provisto a nuestros<br />
Presbíteros Internacionales tanto en forma impresa como<br />
electrónica. El documento estará disponible en la Internet<br />
para que todos los ministros y miembros lo descarguen a<br />
partir de la fecha de la presentación <strong>del</strong> informe <strong>del</strong><br />
Comité de Doctrina Bíblica y Gobierno ante la Asamblea<br />
Internacional de 2012. Esta versión extensa es sólo para<br />
fines de estudio. La entrega final será grandemente<br />
condensada, ajustada y editada después de que los<br />
constituyentes de la Iglesia de <strong>Dios</strong> de la Pr<strong>of</strong>ecía hayan<br />
tenido suficiente tiempo para revisarla y responder.<br />
El documento final tendrá entonces cualquier<br />
recomendación que se determine ser necesaria. El<br />
documento final será sometido no menos de un año antes<br />
de la Asamblea Internacional de 2014. Agradecemos<br />
especialmente a nuestro Supervisor General y a los<br />
Presbíteros Generales, quienes han sido consejeros leales<br />
para con nuestro trabajo y <strong>del</strong>iberaciones. <strong>En</strong> adición,<br />
queremos animar a nuestros constituyentes a que hagan<br />
saber al comité cualquier opinión o estudio adicional que<br />
se deba considerar. Sólo tras completarse este<br />
procedimiento se habrá de presentar un documento final<br />
con recomendaciones (de ser necesarias) a la Asamblea<br />
Internacional de 2014. Gracias por la oportunidad de<br />
servir a esta iglesia; sinceramente deseamos sus<br />
oraciones constantes.<br />
Carswell Leonard, Secretario Auxiliar<br />
Daniel Chatham<br />
Elías Rodríguez, Secretario<br />
James Kolawole<br />
Tedroy Powell<br />
Timothy McCaleb<br />
Wallace R. Pratt, Presidente <strong>del</strong> Comité<br />
2
Tabla de Contenido<br />
Introducción Página 4<br />
Sección I: Pasajes Bíblicos Principales que Tratan sobre la Santificación y la Santidad Página 4<br />
Sección II: La Obra de Santificación en la Vida <strong>del</strong> Creyente Página 21<br />
Sección III: La Santificación Corporativa Página 26<br />
Sección IV: La Santificación Misional Página 31<br />
Sección V: El Concepto Bíblico de la Santidad Página 34<br />
Sección VI: La Historia de la Santidad y la Santificación Página 37<br />
Sección VII: Nociones Comunes sobre la Santificación/la Santidad Página 60<br />
Sección VIII: Las Presuposiciones en la Formación Pasada de la IDP Página 62<br />
Sección IX: La Cultura y la Santidad Página 66<br />
Sección X: La Dinámica entre la Santidad Personal y la Santidad Corporativa Página 72<br />
Sección XI: La Naturaleza Vital de la Oración y la Santidad Página 80<br />
Sección XII: La Santificación Inicial/La Santificación Progresiva Página 83<br />
Sección XIII: Más Exploraciones Bíblicas sobre la Santificación/la Santidad Página 84<br />
Sección XIV: El Lavamiento de la Sangre/Agua/Espíritu Página 87<br />
Sección XV: La Dinámica entre la Santificación y la Santidad Página 89<br />
Sección XVI: La Justicia (¿De dónde viene?) Página 90<br />
Sección XVII: Partícipes de la Naturaleza Divina Página 91<br />
Sección XVIII: El Llamado Pastoral a la Santidad Página 93<br />
Sección XIX: Apéndice (La Controversia sobre las Tres Bendiciones) Página 95<br />
Bibliografía Página 109<br />
3
<strong>En</strong> <strong>Pos</strong> <strong>del</strong> <strong>Dios</strong> <strong>Santo</strong>:<br />
Respondiendo al Llamado <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong><br />
Introducción<br />
Al comenzar este estudio de la santificación y la santidad, lo hacemos con la humilde<br />
confesión de que no procuraremos ser dogmáticos ni trataremos de manera paternalista a los<br />
cientos (por no decir miles) de otros biblistas, teólogos y pastores que han estudiado más sobre<br />
estas extraordinarias bendiciones. Desde los apóstoles y los padres de la iglesia, hasta los<br />
reformadores y el movimiento de santidad, cada generación sincera de eruditos y creyentes ha<br />
ampliado nuestro concepto y búsqueda de la santidad “...sin la cual nadie verá al Señor”<br />
(Hebreos 12:14). También queremos confesar que deseamos que este documento sea un llamado<br />
a la santidad, en vez de un simple estudio detallado o exegético. A fin de cuentas, este estudio<br />
demostrará que, en nuestro cometido por ser un pueblo santo, cada creyente, al igual que la<br />
ecclesia, tiene que afirmarse en su decisión de ir en pos <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong>. Esta misión tiene que<br />
ir más allá de un ejercicio doctrinal o de erudición. La santificación requiere una renovación de<br />
la búsqueda <strong>del</strong> poder <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong>, en vez de limitar Su obra a una experiencia singular <strong>del</strong><br />
pasado. De hecho, tenemos que comprometernos a llegar a ser hijos maduros de <strong>Dios</strong> que<br />
obedecen la exhortación paulina: “Solamente os ruego que os comportéis como es digno <strong>del</strong><br />
evangelio de Cristo...” (Filipenses 1:27).<br />
Pasajes Bíblicos Principales que Tratan sobre la Santificación y la Santidad<br />
Un Estudio Bíblico de la Santidad<br />
“Santificado sea tu nombre” es una frase que ha sido pronunciada innumerables veces, por<br />
miles de años, y en cientos de lenguajes. Aun así, estas simples palabras contienen el núcleo <strong>del</strong><br />
4
plan de <strong>Dios</strong>. Este plan resume el designio de <strong>Dios</strong> para con Israel, el sistema sacrificial, la cruz<br />
y el sufrimiento de Cristo. Tiene que ver incluso con nuestras vidas ahora, y nos da un indicio <strong>del</strong><br />
futuro que está aún por venir. Este plan trata sobre la santidad de <strong>Dios</strong>. Es aquí, al pedir<br />
diariamente que el nombre de <strong>Dios</strong> sea santificado, donde uno escapa de la hipocresía, el<br />
legalismo o el antinomianismo (en la teología cristiana, es la creencia de que los cristianos no<br />
están sujetos a las leyes morales establecidas, pero que deben depender de la fe y la gracia<br />
divina para la salvación), y pone su esperanza en que la santidad de <strong>Dios</strong> sea reflejada en su<br />
mundo.<br />
Durante el más célebre sermón <strong>del</strong> ministerio de Jesús, en Mateo 6:9, le enseñó a la multitud y<br />
a Sus discípulos a orar. Hay múltiples peticiones que forman parte de esta oración: “venga tu<br />
reino”, “el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”, y otras. No obstante, la primera y más<br />
importante petición que Jesús nos exhorta a hacer es “santificado sea tu nombre”. Es una petición<br />
de que el nombre de <strong>Dios</strong> sea santificado. 1 “…es una petición de que traiga a las personas a una<br />
actitud correcta para con Él. Expresa el deseo de que <strong>Dios</strong> sea tenido por santo y tratado como<br />
santo en toda Su creación”. 2<br />
La importancia <strong>del</strong> estudio de la santidad radica en la verdad de que ésta no se enfoca<br />
principalmente en la humanidad. Está arraigada, antes que nada, en el <strong>Dios</strong> <strong>Santo</strong> que es distinto<br />
y aparte de Su creación, tanto en lo personal como lo moral. Este es el <strong>Dios</strong> santo que llama a Su<br />
pueblo a una vida apartada <strong>del</strong> pecado y separada para Su servicio. Esta petición de que el<br />
nombre de <strong>Dios</strong> sea santificado está conectada con Ezequiel 39:27, donde <strong>Dios</strong> declara que Él<br />
será santificado. Israel había pr<strong>of</strong>anado el nombre de <strong>Dios</strong> mediante la práctica de la idolatría, y<br />
<strong>Dios</strong> lo había enviado al exilio. Sin embargo, el exilio también provocó que las naciones vecinas<br />
1 M. S. Heiser. (2005). Glossary <strong>of</strong> Morpho-‐Syntactic Database Terminology. Logos Bible S<strong>of</strong>tware.<br />
2 L. Morris. (1992). The Gospel According to Matthew (145). Grand Rapids, MI; Leicester, <strong>En</strong>gland: W. B. Eerdmans;<br />
InterVarsity Press.<br />
5
se burlaran <strong>del</strong> carácter de <strong>Dios</strong>. YHWH no habría de permitir que permanecieran estos escarnios<br />
contra Su nombre. Él habría de restaurar a Su pueblo a la tierra prometida para que todos vieran<br />
que Él es santo:<br />
“Cuando yo los haga volver de entre las naciones, y los reúna de entre los<br />
pueblos enemigos, en presencia de muchas naciones y por medio de ellos<br />
manifestaré mi santidad”. 3<br />
La percepción humana de la santidad de <strong>Dios</strong> es importante para <strong>Dios</strong>, y es el centro de<br />
nuestra propia santidad. Al reconocer Su santidad, puedo verme claramente a mí mismo y mi<br />
pr<strong>of</strong>unda necesidad de Él, al igual que las pr<strong>of</strong>undidades a las cuales Él me llama. Es aquí donde<br />
se debe comenzar el estudio de la santidad, en las primeras páginas de las Escrituras, donde <strong>Dios</strong><br />
se revela a Sí mismo como santo.<br />
El <strong>Dios</strong> <strong>Santo</strong><br />
La revelación de <strong>Dios</strong> comienza con Moisés acercándose a una zarza que arde, pero que no se<br />
consume:<br />
<strong>Dios</strong> le dijo: —No te acerques; quita el calzado de tus pies, porque el lugar en que<br />
tú estás, tierra santa es. Y añadió: —Yo soy el <strong>Dios</strong> de tu padre, el <strong>Dios</strong> de<br />
Abraham, el <strong>Dios</strong> de Isaac y el <strong>Dios</strong> de Jacob. <strong>En</strong>tonces Moisés cubrió su rostro,<br />
porque tuvo miedo de mirar a <strong>Dios</strong> (Éxodo 3:5, 6). 4<br />
Este encuentro con <strong>Dios</strong> da comienzo a un torrente de momentos de revelación en los cuales<br />
YHWH revela Su santa naturaleza, en contraste con los dioses de Egipto y las demás religiones<br />
paganas. <strong>En</strong> Egipto, los dioses estaban conectados con la creación, y no se diferenciaban de la<br />
misma. Según el Holman Illustrated Bible Dictionary:<br />
Muchos de los tantos dioses [que tenían] eran personificaciones de las perennes<br />
fuerzas naturales en Egipto, tales como el sol, el Nilo, el aire, la tierra, y así<br />
sucesivamente. Otros dioses, como Maat (la verdad, la justicia), personificaban<br />
3 La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional, 1999, Ezequiel 39:27.<br />
4 La Santa Biblia, versión Reina-‐Valera, 1995, Éxodo 3:5, 6.<br />
6
conceptos abstractos. Y otros reinaban sobre los estados de la humanidad, como<br />
Osiris, el dios de la muerte. Algunos de los dioses eran adorados en la forma de<br />
un animal, como el toro de Apis que representaba al dios Ptah de Menfis. 5<br />
La adoración pagana, pues, se convierte en una complicada vida de apaciguamientos y<br />
sobornos para manipular los dioses a su favor. <strong>En</strong> el mejor de los casos estos dioses eran<br />
amorales; y a menudo eran inmorales, como lo demuestra Baal, el dios cananeo de la fertilidad.<br />
Por lo tanto, el problema con la adoración no era simplemente la adoración <strong>del</strong> ídolo, sino la<br />
percepción de la moralidad de <strong>Dios</strong> y Su relación con la creación. A <strong>Dios</strong> se le percibía ser<br />
demasiado parecido a nosotros, y parte de nosotros. Es en esta cosmovisión que <strong>Dios</strong> manda a<br />
Moisés a quitarse las sandalias, porque está en un lugar hecho santo por la presencia de <strong>Dios</strong>. <strong>En</strong><br />
esta te<strong>of</strong>anía de la zarza ardiente, <strong>Dios</strong> comienza a enseñarle a Moisés una lección importante<br />
sobre Su naturaleza santa. La lección de Moisés es esta: Hay un gran peligro en estar cerca de<br />
<strong>Dios</strong> sin estar adecuadamente preparado.<br />
Este pasaje, con su mandamiento de no acercarse, es muy parecido a Éxodo 19:9-25, donde<br />
<strong>Dios</strong> impone a los israelitas una serie de condiciones de santificación (procedimientos que<br />
confieren la santidad) y distancia (ej.: “Señala límites al monte y santifícalo” [v. 23]). Así que,<br />
Moisés comienza a aprender de <strong>Dios</strong> lo que más a<strong>del</strong>ante tendría que enseñarle al pueblo. 6<br />
<strong>En</strong> este momento de la autorrevelación de <strong>Dios</strong>, Moisés se esconde de <strong>Dios</strong> por temor a lo que<br />
pudiera ver. Moisés ahora entiende que contemplar la santidad de <strong>Dios</strong> es una experiencia<br />
transformadora que conforta y atemoriza al mismo tiempo.<br />
<strong>En</strong> Éxodo 19, esta revelación de la santidad de <strong>Dios</strong> se expande, pues <strong>Dios</strong> confronta ahora al<br />
pueblo hebreo con la misma. El pueblo está acampado en la misma área montañosa en la cual<br />
5<br />
Brand, C., Draper, C., <strong>En</strong>gland, A., Bond, S., Clendenen, E. R., Butler, T. C., y Latta, B. (2003). Holman Illustrated<br />
Bible Dictionary. Nashville, TN: Holman Bible Publishers, pág. 467.<br />
6<br />
Stuart, D. K. (2007). The New American Commentary, Vol.2: Exodus. Electronic Edition, Logos Library System.<br />
Nashville, TN: Broadman & Holman Publishers, pág. 114.<br />
7
Moisés había experimentado previamente la santidad de <strong>Dios</strong>. Habían experimentado<br />
recientemente la liberación pascual, y habían cruzado el mar. La derrota de los dioses egipcios,<br />
mediante las plagas, había sido poderosa y rotunda. Aunque <strong>Dios</strong> había expresado Su poder,<br />
ahora revela Su santidad en el monte Sinaí (Horeb).<br />
Se manda al pueblo a “santificarse o consagrarse”. Deben lavar sus ropas. Deben señalar<br />
límites que ningún hombre o animal deben traspasar. No deben correr hacia la presencia de <strong>Dios</strong><br />
caprichosamente. Tal como Moisés fue ordenado a quitarse las sandalias, los israelitas se están<br />
preparando para encontrarse con el <strong>Dios</strong> santo:<br />
Todo el pueblo observaba el estruendo, los relámpagos, el sonido de la bocina y el<br />
monte que humeaba. Al ver esto, el pueblo tuvo miedo y se mantuvo alejado.<br />
<strong>En</strong>tonces dijeron a Moisés: —Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no<br />
hable <strong>Dios</strong> con nosotros, para que no muramos. Moisés respondió al pueblo: —<br />
No temáis, pues <strong>Dios</strong> vino para probaros, para que su temor esté ante vosotros y<br />
no pequéis. Y mientras el pueblo se mantenía alejado, Moisés se acercó a la<br />
oscuridad en la cual estaba <strong>Dios</strong> (Éxodo 20:18-21). 7<br />
Así como Moisés se escondió de la zarza por temor, el pueblo tuvo miedo de la presencia de<br />
un <strong>Dios</strong> al que no podían controlar o manipular. Son confrontados por el <strong>Dios</strong> santo.<br />
La Santidad de <strong>Dios</strong><br />
La pregunta que surge ahora es sobre la santidad de <strong>Dios</strong>. ¿Qué exactamente quiere decir la<br />
frase el <strong>Dios</strong> santo? Isaías 6 es sólo una de las muchas ocasiones en las que los individuos se ven<br />
confrontados con la experiencia íntima <strong>del</strong> <strong>Dios</strong> santo.<br />
El año en que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y<br />
sublime, y sus faldas llenaban el Templo. Por encima de él había serafines. Cada<br />
uno tenía seis alas: con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies y con dos<br />
volaban. Y el uno al otro daba voces diciendo: «¡<strong>Santo</strong>, santo, santo, Jehová de<br />
los ejércitos! ¡Toda la tierra está llena de su gloria!» Los quicios de las puertas se<br />
estremecieron con la voz <strong>del</strong> que clamaba, y la Casa se llenó de humo (Isaías 6:1-<br />
4, versión Reina-Valera 1995).<br />
7 La Santa Biblia, versión Reina-‐Valera, 1995, Éxodo 20:18-‐21.<br />
8
Isaías declara que vio al Señor. Este evento causó una transformación en la vida <strong>del</strong> pr<strong>of</strong>eta.<br />
La experiencia completa de ver al Señor (ןדא – el soberano) 8 lo conmueve hasta el centro mismo<br />
de su humanidad. <strong>En</strong> este momento Isaías es confrontado con la vasta separación que existe entre<br />
su pecaminoso ser y el <strong>Dios</strong> santísimo. Rudolf Otto se refiere a este tipo de experiencia —en la<br />
cual nos acercamos a <strong>Dios</strong>, pero deseamos huir de Él— como un “misterio tremendo”.<br />
Isaías describe en su visión que <strong>Dios</strong> es “alto y sublime” (םר ָ֣ א ָ֑שִּׂנְו). Esta frase apunta a que<br />
<strong>Dios</strong> es trascendente. Así es como la santidad, definida como “separado”, revela la naturaleza<br />
de <strong>Dios</strong>. <strong>Dios</strong> es completamente separado y distinto de aquello que creó. Al enfrentarse a esta<br />
realidad completamente separada, Isaías, Moisés, los hijos de Israel y luego Pedro,<br />
experimentaron el “misterio tremendo” de <strong>Dios</strong>. <strong>En</strong> este momento Isaías oye a los serafines<br />
exclamar: “¡<strong>Santo</strong>, santo, santo!” Y lo único que puede expresar son las palabras: “¡Ay de mí!”<br />
Esta trascendencia significa que <strong>Dios</strong> se distingue de la creación en todas las maneras. Él está<br />
más allá [de los confines] <strong>del</strong> tiempo y <strong>del</strong> espacio, los cuales son meros componentes de Su<br />
creación. <strong>Dios</strong> no experimenta ningún sentido de necesidad, contrario al resto de la creación. Él<br />
está completo en Su propia naturaleza trinitaria. <strong>En</strong> lo moral, está infinitamente distanciado <strong>del</strong><br />
hombre pecador, pues es imposible que <strong>Dios</strong> sea tentado por el mal (Santiago 1:13). Aun Sus<br />
pensamientos y propósitos son más altos que los nuestros, como lo expresa Isaías 55:8, 9:<br />
«Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos ni vuestros caminos mis<br />
caminos», dice Jehová. «Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis<br />
caminos más altos que vuestros caminos y mis pensamientos, más que vuestros<br />
pensamientos» 9 .<br />
Este es el <strong>Dios</strong> santo <strong>del</strong> cual Isaías, cuando fue confrontado, exclamó: “¡Ay de mí!” Él<br />
trasciende o es completamente separado de nosotros en todas maneras. Él es completamente<br />
8 Sproul, R. C. The Holiness <strong>of</strong> <strong>God</strong>. Wheaton, IL: Tyndale House Publishers, pág. 32.<br />
9 La Santa Biblia, versión Reina-‐Valera, 1995, Isaías 55:8, 9.<br />
9
otro; y es más alto que lo que podamos imaginar. Job tiene una experiencia similar cuando el<br />
<strong>Dios</strong> santo lo interroga desde el torbellino:<br />
¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? ¡Házmelo saber, si tienes<br />
inteligencia! ¿Dónde está el camino que conduce a la morada de la luz? ¿Y dónde<br />
está el lugar de las tinieblas, para que las lleves a sus límites y conozcas las<br />
sendas de su casa? ¡Quizá tú lo sabes, puesto que entonces ya habías nacido y es<br />
grande el número de tus días! (Job 38:4, 19-21). 10<br />
La respuesta de Job se encuentra en el capítulo 40:4, 5. «Yo soy vil, ¿qué te responderé? ¡Me<br />
tapo la boca con la mano! Una vez hablé, mas no replicaré más; aun dos veces, mas no volveré<br />
a hablar» 11 . Similarmente, en el milagro de la gran pesca en Lucas 5, Pedro reconoce que este<br />
maestro, Jesús, es mucho más de lo que aparenta ser. Confrontado por la grandeza de Jesús,<br />
contesta: “Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador”. El reconocimiento de la<br />
naturaleza santa de Jesús —aun estando cubierta por el manto de la carne humana— causó una<br />
transformación.<br />
Cuando las personas eran confrontadas con este <strong>Dios</strong> santo —ya fuera en la zarza ardiente, o la<br />
nube relampagueante, o la visión <strong>del</strong> trono de <strong>Dios</strong>, o estar con Él en una barca— resultaban ser<br />
cambiadas. Reconocer al <strong>Dios</strong> trascendente hizo que estos individuos tuvieran más deseos de<br />
apartarse de las corrupciones de su mundo, y estar listos para cumplir la misión que <strong>Dios</strong> tenía<br />
para sus vidas.<br />
Perspectiva Ampliada de la Santidad<br />
Esta revelación de la santidad de <strong>Dios</strong> comienza entonces a impactar el concepto <strong>del</strong> llamado<br />
de <strong>Dios</strong> a Su pueblo para que sea santo. YHWH comienza con una expresión de Su propósito en<br />
liberar a este pueblo de la esclavitud de Egipto:<br />
10 La Santa Biblia, versión Reina-‐Valera, 1995, Job 38:4, 19-‐21.<br />
11 La Santa Biblia, versión Reina-‐Valera, 1995, Job 40:4, 5.<br />
10
Ahora, pues, si dais oído a mi voz y guardáis mi pacto, vosotros seréis mi especial<br />
tesoro sobre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra. Vosotros me seréis un<br />
reino de sacerdotes y gente santa”. Estas son las palabras que dirás a los hijos de<br />
Israel (Éxodo 19:5, 6). 12<br />
Tenían el privilegio y la responsabilidad de ser el tesoro especial de <strong>Dios</strong> (הלגס) sobre todos<br />
los pueblos. Esto presentaba nuevas ideas a este grupo que había crecido en un mundo politeísta.<br />
YHWH se estaba revelando a Sí mismo como el <strong>Dios</strong> santo sobre toda la tierra. Esto era muy<br />
diferente a la cosmovisión politeísta que percibía a los dioses como regentes sobre áreas<br />
geográficas o elementos particulares (el sol, la fertilidad, las tormentas, el mar). No obstante, esta<br />
relación singular tenía un propósito: ser un reino de sacerdotes y gente santa. El desafío de ser<br />
“un reino de sacerdotes y gente santa” representaba la responsabilidad inherente en la promesa<br />
original hecha a Abraham en Génesis 12:2, 3: «...y serás bendición. Bendeciré a los que te<br />
bendigan…y serán benditas en ti todas las familias de la tierra».<br />
Los sacerdotes se interponen entre <strong>Dios</strong> y los seres humanos para ayudar a los humanos a<br />
acercarse a <strong>Dios</strong>, y para dispensar la verdad, justicia, bondad, disciplina y santidad de <strong>Dios</strong> a los<br />
humanos. Israel fue llamado a ejercer tal función. 13<br />
Israel, como tesoro especial de <strong>Dios</strong>, tendría la responsabilidad de exhibir la santidad en su<br />
adoración y estilo de vida ético. Esta responsabilidad no era para la élite religiosa, sino que,<br />
corporativamente, cada persona en la nación debía exhibir la santidad. Este acontecimiento en el<br />
monte Sinaí comienza a darnos una comprensión <strong>del</strong> término “santo” (ׁ◌דקש-kadosh) en el<br />
Antiguo Testamento. Todas las formas (adjetivo, sustantivo o verbo) <strong>del</strong> vocablo “שׁדק”<br />
conllevan la idea de ser apartado o consagrado. 14 <strong>En</strong> sus formas verbales, se traduce por<br />
12<br />
La Santa Biblia, versión Reina-‐Valera, 1995, Éxodo 19:5, 6.<br />
13<br />
D. K. Stuart. The New American Commentary, Vol.2: Exodus. Electronic Edition, Logos Library System. Nashville,<br />
TN: Broadman & Holman Publishers, 2007, pág. 423.<br />
14<br />
R. L. Thomas. New American Standard Hebrew-‐Aramaic and Greek Dictionaries: Updated Edition (G1). Anaheim,<br />
CA: Foundation Publications, Inc., 1998.<br />
11
“apartar”, “consagrar”, “ser santo”, “dedicar”, “purificar”. <strong>En</strong> su forma sustantiva, “שׁדק” se<br />
traduce por: “[persona] o cosa consagrada, [persona] o dones dedicados, santidad, santo, santos,<br />
personas santas, porción santa, cosas santas, santísimo, lugar santísimo, cosas santísimas,<br />
sagrado, cosas sagradas, sacrificios, santuario, apartado”. 15 Esta es la manera en que las cosas<br />
eran hechas santas, cosas tales como el tabernáculo o su mobiliario, los sacerdotes y sus<br />
vestiduras. Eran santos porque fueron separados de lo pr<strong>of</strong>ano para los propósitos designados por<br />
<strong>Dios</strong>. Por último, las personas eran apartadas de lo pr<strong>of</strong>ano para los propósitos de <strong>Dios</strong>.<br />
Este acontecimiento en el Sinaí ayuda a definir el vocablo “santo” (שׁדק). Los israelitas fueron<br />
“consagrados”, “hechos santos” o “apartados” <strong>del</strong> resto de los pueblos de la tierra para los<br />
propósitos de YHWH. Este llamado a ser ‘santos’ o ‘apartados’ aparece en Levítico 19 y en otros<br />
pasajes de las Escrituras.<br />
“Habló Jehová a Moisés, diciendo: Habla a toda la congregación de los hijos de Israel, y<br />
diles: <strong>Santo</strong>s seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro <strong>Dios</strong>” (Levítico 19:1, 2). 16<br />
La base de la separación de las demás naciones es la realidad de que han sido separados de<br />
todas las demás naciones por un <strong>Dios</strong> santo para que sean un reflejo de Su santidad. Todos los<br />
que sean tesoro especial de <strong>Dios</strong> deben emular Su naturaleza santa para representarlo ante los<br />
demás. 17 Tanto a nivel individual como corporativo, debían ser testigos de la santidad de <strong>Dios</strong><br />
para los demás. Por lo tanto, debían separarse de lo pr<strong>of</strong>ano, y su moralidad y adoración debían<br />
ser distintas y diferentes a las de las naciones que los rodeaban. Todos eran llamados a fungir de<br />
sacerdotes ante las naciones vecinas para que éstas reconocieran que <strong>Dios</strong> es santo.<br />
15 R. L. Thomas, Ibíd.<br />
16 La Santa Biblia, versión Reina-‐Valera, 1960, Levítico 19:1, 2.<br />
17 M. F. Rooker. The New American Commentary, Vol. 3A: Leviticus. Electronic Edition, Logos Library System.<br />
Nashville, TN: Broadman & Holman Publishers, 2001, pág. 252.<br />
12
Lamentablemente, Israel no cumplió con su llamado a ser santo. Rara vez abandonaron la<br />
adoración a YHWH; simplemente incluyeron la adoración a los dioses de las naciones vecinas.<br />
Rechazaron su llamado a ser separados de esas naciones; había muy poca diferencia entre ellos y<br />
las naciones vecinas en cuanto a su adoración y moralidad. Los pr<strong>of</strong>etas describen a menudo este<br />
pecado con la frase vívida “Israel se prostituyó”. Ezequiel 16:17 es un ejemplo de esto: “Con las<br />
joyas de oro y plata que yo te había obsequiado, hiciste imágenes masculinas, y con ellas te<br />
prostituiste” (NVI).<br />
Esta negativa a ser una nación santa hace que <strong>Dios</strong> rechace tanto a Judá como a Israel. Como<br />
castigo, Judá experimentó 70 años de exilio en manos de los babilonios. Aun así, cuando el<br />
castigo estaba a punto de comenzar, Jeremías (31:31-33) revela un futuro muy diferente para el<br />
pueblo de <strong>Dios</strong>, un tiempo en el cual éste conocerá y obedecerá la ley:<br />
Vienen días, dice Jehová, en los cuales haré un nuevo pacto con la casa de Israel y<br />
con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día en que tomé<br />
su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto,<br />
aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero éste es el pacto que haré<br />
con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Pondré mi ley en su<br />
mente y la escribiré en su corazón; yo seré su <strong>Dios</strong> y ellos serán mi pueblo. 18<br />
Es con esta esperanza que leemos el Nuevo Testamento. Aunque el lenguaje <strong>del</strong> mismo es el<br />
griego, el sustantivo ἁγιος, y sus derivados se traducen por “santo”, “puro”, “santos” y<br />
“santificación”, mientras que el verbo ἁγιάζω se traduce por “hacer santo, consagrar y<br />
santificar”. 19 La revelación veterotestamentaria de la santidad de <strong>Dios</strong> y Su plan para nuestra<br />
santificación es continuada e inclusive ampliada en el Nuevo Testamento. Pedro, haciendo uso<br />
<strong>del</strong> Antiguo Testamento, exhorta a que los cristianos sean santos: “...así como aquel que os<br />
18 La Santa Biblia, versión Reina-‐Valera, 1995, Jeremías 31:31-‐33.<br />
19 H. R. Balz & G. Schneider. Exegetical Dictionary <strong>of</strong> the New Testament, Vol. 1. Wheaton, IL: Eerdmans Publishing,<br />
1990, pág. 16.<br />
13
llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir, porque escrito<br />
está: «Sed santos, porque yo soy santo»” (1 Pedro 1:15, 16). 20<br />
El Nuevo Testamento también expone el plan de <strong>Dios</strong> de que Su pueblo exprese la santidad<br />
corporativa. “…Vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, ahora sois pueblo de <strong>Dios</strong>; en otro<br />
tiempo no habíais alcanzado misericordia, ahora habéis alcanzado misericordia” (1 Pedro<br />
2:9). 21<br />
El propósito de esta santidad corporativa es impulsado por su naturaleza misional, a fin de que<br />
seamos sacerdotes para los demás y anunciar las virtudes de <strong>Dios</strong>. Jesús dijo en Juan 17:17 que<br />
Su plan era santificarlos, “apartarlos” con el fin de enviarlos al mundo. La pregunta que se debe<br />
contestar es: ¿Aceptará este nuevo pueblo de <strong>Dios</strong> el desafío de la santidad? Esta ocasión es<br />
distinta, porque <strong>Dios</strong> no vendrá en una zarza ardiente ni en un torbellino. Conocerán íntima y<br />
personalmente al <strong>Dios</strong> santo. Él caminará con ellos, comerá con ellos, y los llamará a imitar Su<br />
vida santa.<br />
Mateo 16:24, 25; Marcos 8:35-38 y Lucas 9:23-27 registran un acontecimiento donde Jesús<br />
describe lo que significa ser uno de Sus seguidores. Marcos lo registra de esta manera: “ Y<br />
llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: —Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese<br />
a sí mismo, tome su cruz y sígame”. 22<br />
Estas palabras de Jesús son instructivas para una discusión sobre la santidad. ¿Decidirían los<br />
discípulos reflejar el santo estilo de vida de Jesús? Aquí se llama a los discípulos a negarse<br />
(ἀπαρνησάσθω - aoristo imperativo) a sí mismos, tomar (αἴρω - aoristo imperativo) su cruz, y<br />
seguir (ἀκολουθέω - presente imperativo) a Jesús. Cada verbo es imperativo, los cuales deben<br />
traducirse por mandamientos a que los seguidores tomen acción. Lucas y Marcos emplean el<br />
20 La Santa Biblia, versión Reina-‐Valera, 1995, 1 Pedro 1:15, 16.<br />
21 La Santa Biblia, versión Reina-‐Valera, 1995, 1 Pedro 2:9.<br />
22 La Santa Biblia, versión Reina-‐Valera, 1995, Marcos 8:34.<br />
14
verbo sígame en presente imperativo, mientras que Mateo emplea el aoristo para los tres verbos.<br />
Mientras que el aoristo imperativo denota un solo acto de negarse —hoy—, el presente<br />
imperativo denota a menudo un acto continuo de seguirlo —día tras día. 23<br />
Lucas va más allá e incluye la idea de una acción continua con su inclusión de la frase “cada<br />
día” en el mandamiento de tomar nuestra cruz. Así que, aun en este pasaje primario en los<br />
evangelios vemos un énfasis sobre el primer momento en que alguien se niega a sí mismo y toma<br />
su cruz, al igual que un interés en que se viva siguiendo a Jesús continuamente. Negarse a uno<br />
mismo es “un rechazo a la vida centrada en el interés propio y la realización propia”. 24<br />
Esto es similar a la exhortación de Pablo (“consideraos muertos”) en Romanos 6:11. Llevar la<br />
cruz significa que estamos listos para entregar nuestra vida al Señor, así como Él ya ha entregado<br />
la Suya por nosotros. Seguir a Jesús es más que un simple andar físicamente junto al grupo de<br />
Jesús. Significa obedecer Sus mandatos, los cuales representan Su estilo de vida y misión. <strong>En</strong><br />
estos pasajes, Jesús hace hincapié en las acciones que el hombre tiene que cumplir. Hay un<br />
“negarse”/”tomar la cruz” y un “seguir” que tienen que ocurrir en la vida de los discípulos de<br />
Jesús. Con estas palabras de Jesús en mente, podemos examinar el resto <strong>del</strong> Nuevo Testamento<br />
para ver cómo los demás escritores expresaron estos conceptos sobre la vida de santidad.<br />
La Obra Santificadora de la Cruz—Romanos 6<br />
“Cuando Jesús tomó el vinagre, dijo: —¡Consumado es! E inclinando la cabeza, entregó el<br />
espíritu” (Juan 19:30). 25<br />
23 H. P. V. Nunn. The Elements <strong>of</strong> New Testament Greek (49). Bellingham, WA: Logos Research Systems, Inc., 2003.<br />
24 R. H. Stein. The New American Commentary, Vol. 24: Luke. Electronic Edition, Logos Library System. Nashville,<br />
TN: Broadman & Holman Publishers, 2001, pág. 279.<br />
25 La Santa Biblia, versión Reina-‐Valera, 1995, Juan 19:30.<br />
15
¿Qué fue consumado? La ley es cumplida como nunca antes, ni después, en Su “obediencia<br />
hasta la muerte, aun muerte de cruz”; la pr<strong>of</strong>ecía mesiánica es cumplida; la redención es<br />
cumplida; “Él ha acabado la transgresión, y hecho reconciliación por la iniquidad, e introducido<br />
la justicia eterna, y sellado la visión y pr<strong>of</strong>ecía, y ungido un lugar santísimo”; Él ha inaugurado<br />
el reino de <strong>Dios</strong> y dado nacimiento a un nuevo mundo. 26<br />
¿Qué se logró con la muerte, sepultura y resurrección de Jesús? Romanos 8:3, 4 dice:<br />
Lo que era imposible para la Ley, por cuanto era débil por la carne, <strong>Dios</strong>,<br />
enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa <strong>del</strong> pecado,<br />
condenó al pecado en la carne, para que la justicia de la Ley se cumpliera en<br />
nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.<br />
A través <strong>del</strong> libro de Romanos, Pablo muestra la condición humana bajo el dominio <strong>del</strong><br />
pecado. <strong>En</strong> Romanos 3:23, él declara que “todos pecaron y están destituidos de la gloria de<br />
<strong>Dios</strong>”. Bajo esta realidad se incluyen tanto a judíos como a gentiles. <strong>En</strong> el capítulo 1:18-32,<br />
Pablo describe la vida pecaminosa de los gentiles, que representaba la vieja manera de vivir de<br />
muchos de los creyentes romanos, como una vida de completa depravación y cambio radical de<br />
las costumbres naturales establecidas por <strong>Dios</strong> en la creación. <strong>En</strong> Romanos 5:12 declara:<br />
“...como el pecado entró en el mundo por un hombre y por el pecado la muerte, así la muerte<br />
pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. Esto significa que ningún ser humano se<br />
ha escapado <strong>del</strong> poder y <strong>del</strong> dominio <strong>del</strong> pecado.<br />
Pablo dice que el pecado esclaviza (douleuein) (6:6), ejerce dominio (basileuto) (v. 12), y<br />
reina (kyrieusei) sobre el hombre (v. 14). El pecado entró en el mundo por un hombre —Adán—,<br />
y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres (5:12). Cristo vino a lidiar<br />
con esto. Richard E. Howard, en su libro Newness <strong>of</strong> Life, dice que “el pecado ha sido definido<br />
como autoengaño, autosuficiencia, escucharse a uno mismo en vez de escuchar a <strong>Dios</strong>, la<br />
26 Jamieson, Fausset and Brown. A Commentary, Critical and Explanatory on the Old and New Testaments. Oak<br />
Harbor, WA: Logos Research Systems, Inc., 1997, John 19:30.<br />
16
independencia <strong>del</strong> hombre en rebelión contra <strong>Dios</strong>, tornarse hacia sí mismo y hacer de sí mismo<br />
el centro de su vida”. 27<br />
Por el pecado, el hombre desechó la soberanía de <strong>Dios</strong> sobre él, y se hizo soberano a sí mismo.<br />
La consecuencia de cambiar la soberanía de <strong>Dios</strong> por la soberanía <strong>del</strong> “yo” es que el hombre está<br />
ahora bajo el dominio <strong>del</strong> pecado y la muerte, y es incapaz de liberarse a sí mismo de la tiranía<br />
<strong>del</strong> mismo. ¿Qué es la tiranía de la vida dominada por el pecado? <strong>En</strong> Romanos 5:6-10, Pablo<br />
describe la condición humana y la obra salvífica de <strong>Dios</strong>:<br />
Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.<br />
Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno<br />
osara morir por el bueno. Mas <strong>Dios</strong> muestra su amor para con nosotros, en que<br />
siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya<br />
justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo<br />
enemigos, fuimos reconciliados con <strong>Dios</strong> por la muerte de su Hijo, mucho más,<br />
estando reconciliados, seremos salvos por su vida. 28<br />
Cuando Pablo describe la condición <strong>del</strong> hombre bajo el poder <strong>del</strong> pecado, lo describe como<br />
débil, impío, pecador y enemigo de <strong>Dios</strong>. El hombre era moralmente débil, quebrantaba<br />
constantemente las leyes de <strong>Dios</strong>, y era irreverente para con Él. Como enemigo de <strong>Dios</strong>, el<br />
hombre estaba destinado a la ira de <strong>Dios</strong>, y estaba luchando activamente contra Su reino. Bajo el<br />
dominio <strong>del</strong> pecado, el hombre era incapaz de cambiar su condición. Pero <strong>Dios</strong> no nos dejó así.<br />
La cruz de Cristo cambió la condición humana de impotencia y desesperanza por una de<br />
esperanza y redención.<br />
<strong>En</strong> Romanos 6, Pablo asegura que el creyente puede vivir una vida de santidad. Para<br />
demostrarlo, declara que el creyente se identifica con Cristo en Su muerte y resurrección (vv. 1-<br />
14), y que el creyente es ahora siervo de Cristo y de la justicia (vv. 15-23).<br />
27 Richard E. Howard. Newness <strong>of</strong> Life. Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1975, pág. 42.<br />
28 La Santa Biblia, versión Reina-‐Valera, 1960, Romanos 5:6-‐10.<br />
17
<strong>En</strong> Romanos 6:1-11, Pablo considera la nueva condición <strong>del</strong> creyente, reconociendo que ahora<br />
éste ha “muerto al pecado” (v. 2), ha sido “bautizado en Cristo” (v. 3), ha sido “bautizado en Su<br />
muerte” (v. 3), y ha sido “sepultado juntamente con él por el bautismo” (v. 4), y su viejo hombre<br />
ha sido “crucificado para que el cuerpo <strong>del</strong> pecado sea destruido” (v. 6), y ha “muerto juntamente<br />
con Cristo” (v. 8). La identificación <strong>del</strong> creyente con la muerte y resurrección de Cristo es hecha<br />
pública por el bautismo.<br />
Pablo pasa <strong>del</strong> tema de la muerte y resurrección por el bautismo al tema de hacer morir a<br />
nuestro viejo hombre mediante la crucifixión. La crucifixión es una obra interna <strong>del</strong> Espíritu<br />
<strong>Santo</strong> en la vida <strong>del</strong> creyente. <strong>En</strong> la misma, el viejo hombre es clavado a la cruz y destruido para<br />
que el creyente pueda andar en la nueva vida. Pablo dice que nuestro viejo hombre fue<br />
crucificado juntamente con Cristo, para que el cuerpo <strong>del</strong> pecado sea destruido (sea hecho<br />
impotente e improductivo); o sea, invalidar el viejo hombre para que no seamos más esclavos <strong>del</strong><br />
pecado, sino que vivamos una vida victoriosa. Es interesante destacar que el verbo katargethe<br />
está en el modo subjuntivo, lo cual insinúa la posibilidad de la destrucción en vez de la certeza<br />
de la destrucción. ¿Qué insinúa él aquí? ¿Estaba él preparando la escena para el capítulo 6:12, 13<br />
y el capítulo 7? Pablo concluye Romanos 6:6 diciendo que cuando el cuerpo <strong>del</strong> pecado es<br />
destruido, dejamos de ser controlados por el pecado. ¿Hasta qué punto está muerto el viejo<br />
hombre? ¿Qué quiere decir “hasta qué punto” en cuanto a la ‘libertad <strong>del</strong> pecado’?<br />
Pablo continúa su argumento al declarar que el que ha muerto, ha sido justificado <strong>del</strong> pecado<br />
(v. 7). El que ha sido crucificado juntamente con Cristo ya no está bajo el dominio <strong>del</strong> pecado.<br />
Esta muerte produjo una libertad en el pasado, pero sus efectos son sentidos en el presente; por<br />
tanto, la persona continúa siendo libertada de la esclavitud <strong>del</strong> pecado. La muerte <strong>del</strong> viejo<br />
hombre produce libertad <strong>del</strong> pecado, de manera que ya no somos esclavos <strong>del</strong> pecado.<br />
18
Los versículos 8 al 11 tratan con el hecho de que Cristo murió por el pecado de una vez y por<br />
todas. Su muerte tuvo un carácter definitivo; realizó solamente un sacrificio. Ahora está vivo<br />
para <strong>Dios</strong>. Pablo declara que si nosotros hemos muerto juntamente con Cristo, también<br />
viviremos con Él. Esto significa que la muerte ya no tiene dominio sobre nosotros, así como ya<br />
tampoco tiene dominio sobre Él. De la misma manera en que Jesús resucitó de entre los muertos<br />
y ahora está vivo para <strong>Dios</strong>; esa es la vida que Él quiere que vivamos. Pablo concluye esta<br />
sección con un llamado imperativo a que nos consideremos muertos al pecado y vivos para <strong>Dios</strong><br />
en Jesucristo. Este es un verbo en el presente medio (deponente) imperativo, lo cual significa que<br />
es un mandato que el creyente debe obedecer continua y habitualmente. Antes estábamos<br />
muertos para <strong>Dios</strong> y vivos al pecado; pero ahora, por medio de Cristo, hemos experimentado un<br />
cambio total, pasando de la desobediencia adánica a la vida en Cristo. Pablo declara en los<br />
versículos 12-14 que, como resultado de estar muertos al pecado, pero vivos para <strong>Dios</strong>, tenemos<br />
que vivir según lo que somos en Cristo. Bajo esta nueva condición, no debemos permitir que el<br />
pecado reine en nuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcamos en sus apetitos (v. 12). <strong>En</strong><br />
esta sección, Pablo emplea una serie de imperativos (dos negativos y un positivo) para decirnos<br />
lo que debemos hacer, y lo que no, como personas muertas al pecado y vivas para <strong>Dios</strong>.<br />
El primer imperativo es: “no reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal”. Pablo emplea la<br />
palabra basileuto, la cual significa ‘sé un rey, ten control completo’. Si el pecado es nuestro rey,<br />
ejercerá su control sobre nosotros para hacernos obedecer los apetitos (lujuria, deseos pr<strong>of</strong>undos)<br />
de nuestro cuerpo. El segundo imperativo que usa Pablo es “ni tampoco presentéis” (peristaneti:<br />
‘poner, proveer’) vuestros miembros al pecado como instrumentos (el vocablo se refiere a las<br />
armas <strong>del</strong> soldado) de iniquidad (adikias: injusticia). No debemos hacer provisión para que<br />
nuestros miembros sean instrumentos de injusticia. Nuestro cuerpo físico es el campo de batalla<br />
19
para la tentación. El tercer imperativo tiene un tono positivo, y es un mandato a “presentaos<br />
vosotros mismos a <strong>Dios</strong> como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a <strong>Dios</strong> como<br />
instrumentos de justicia”. Pablo cierra esta sección asegurando que el pecado no se enseñoreará<br />
de nosotros, puesto que no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia.<br />
Romanos 6:18 declara: “…y libertados <strong>del</strong> pecado”, (aoristo pasivo participio: el creyente ha<br />
sido libertado tanto de la pena <strong>del</strong> pecado [la justificación] y de la tiranía <strong>del</strong> pecado [la<br />
santificación]), “vinisteis a ser siervos de la justicia” (aoristo pasivo indicativo: el creyente es<br />
libertado <strong>del</strong> pecado para servir a <strong>Dios</strong>). Esta justicia nos lleva a la santidad (v. 19). Esto<br />
significa que la obra [de Cristo] en la cruz logró la justificación y la santificación para nosotros.<br />
Por consiguiente, debemos concebir la salvación en términos diferentes a los que hemos<br />
empleado a menudo (aunque sin malas intenciones). Por ejemplo, cuando una persona se<br />
convierte o ‘nace de nuevo’, a menudo nos referimos a esta experiencia diciendo que el nuevo<br />
creyente es ahora salvo. <strong>En</strong> realidad, este es sólo el comienzo <strong>del</strong> andar <strong>del</strong> cristiano con <strong>Dios</strong>.<br />
De hecho, se han convertido, pero la dinámica general de la salvación viene por medio de un<br />
peregrinaje espiritual que no se perfeccionará por completo hasta que todos los creyentes sean<br />
transformados (librados) al encontrarse con Cristo en el aire, cuando Él venga:<br />
Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de<br />
<strong>Dios</strong>, ni la corrupción hereda la incorrupción. Os digo un misterio: No todos<br />
moriremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y<br />
cerrar de ojos, a la final trompeta, porque se tocará la trompeta, y los muertos<br />
serán resucitados incorruptibles y nosotros seremos transformados, pues es<br />
necesario que esto corruptible se vista de incorrupción y que esto mortal se vista<br />
de inmortalidad. Cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción y esto<br />
mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está<br />
escrita: «Sorbida es la muerte en victoria». ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?<br />
¿Dónde, sepulcro, tu victoria?, porque el aguijón de la muerte es el pecado, y el<br />
poder <strong>del</strong> pecado es la Ley. Pero gracias sean dadas a <strong>Dios</strong>, que nos da la victoria<br />
por medio de nuestro Señor Jesucristo. Así que, hermanos míos amados, estad<br />
20
firmes y constantes, creciendo en la obra <strong>del</strong> Señor siempre, sabiendo que vuestro<br />
trabajo en el Señor no es en vano (1 Corintios 15:50-58). 29<br />
Este simple diagrama ilustra esta hermosa aplicación de la salvación:<br />
SALVACIÓN<br />
La Obra de Santificación en la Vida <strong>del</strong> Creyente<br />
La nueva vida en Cristo —el resultado de la obra de [Cristo en] la cruz— separa a los<br />
creyentes y los consagra para el servicio a <strong>Dios</strong>. Esta obra es inmediata, y hace que el creyente<br />
sea santificado ‘posicionalmente’. No obstante, la obra de santificación continúa, y tiene que<br />
llegar a su plena realización en la vida de cada creyente. La obra de <strong>Dios</strong> de traer a los creyentes<br />
a la perfección es un esfuerzo conjunto que pone en los creyentes la responsabilidad de<br />
responder apropiadamente a la obra de santificación en sus vidas.<br />
Esa respuesta, por obligación, comienza con un deseo sincero de ir en pos de la abnegación.<br />
Jesús amonestó a Sus seguidores diciendo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí<br />
mismo, tome su cruz y sígame” (Marcos 8:34). Es evidente que la cruz a la que se refería<br />
Jesucristo era una pr<strong>of</strong>ecía <strong>del</strong> sacrificio que finalmente tendría que hacer. Jesús mismo fue<br />
santificado (separado) para el servicio a <strong>Dios</strong>, pero fue perfeccionado por Su obediencia a la<br />
voluntad <strong>del</strong> Padre. El aspecto posicional de la santificación solamente requiere que el creyente<br />
se entregue a Cristo. Sin embargo, la realización <strong>del</strong> mismo ocurre mediante la entrega continua<br />
y el autosacrificio.<br />
• Justificación (Salvador)<br />
• Arrepentimiento<br />
• Regeneración Glorificación<br />
• Adopción<br />
• Santificación (Señor)<br />
29 La Santa Biblia, versión Reina-‐Valera, 1995, 1 Corintios.15:50-‐58.<br />
21
<strong>En</strong> Gálatas 5:22, Pablo describe la realidad de la vida santificada como el producto (fruto) <strong>del</strong><br />
Espíritu. Los aspectos cristológicos de la santificación son bien apreciados y prominentes en<br />
nuestras fórmulas doctrinales. <strong>En</strong> 1 Corintios 1:2, Pablo se refirió a los corintios como siendo<br />
“santificados en Cristo Jesús [énfasis añadido]”. No obstante, en muchos casos no se han<br />
enfatizado los aspectos pneumatológicos de la santificación. El término “santificación <strong>del</strong><br />
Espíritu” (o mejor dicho, la obra santificadora <strong>del</strong> Espíritu) es empleado por Pablo varias veces<br />
en sus escritos. Como parte de la obra salvífica de <strong>Dios</strong> por medio de Cristo, el Espíritu <strong>Santo</strong><br />
efectúa el plan de salvación en la vida de los creyentes. El Espíritu <strong>Santo</strong> es quien santifica<br />
(separa) y empodera al creyente para que viva una vida santificada (consagrada). <strong>En</strong> 2<br />
Tesalonicenses 2:13, Pablo emplea el vocablo “santificación por el Espíritu [énfasis añadido] (en<br />
hagiasmōi pneumatos). 30 Esta frase es un genitivo subjetivo que indica que la santificación es<br />
realizada por el Espíritu <strong>Santo</strong>. Pedro expresa la misma idea en 1 Pedro 1:2, en la salutación a los<br />
creyentes esparcidos por causa de la persecución. Escribió: “Elegidos según el previo<br />
conocimiento de <strong>Dios</strong> Padre en santificación <strong>del</strong> Espíritu [énfasis añadido], para obedecer y<br />
ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas”. Estos dos<br />
versículos nos muestran explícitamente que había un consenso sobre el Espíritu <strong>Santo</strong> como el<br />
agente activo en la obra de la santificación.<br />
Aunque por lo usual definamos la vida santificada por las cosas de las cuales nos abstenemos<br />
(actividades externas), la misma es descrita más correctamente por el desarrollo <strong>del</strong> fruto <strong>del</strong><br />
Espíritu en nuestras vidas. El fruto <strong>del</strong> Espíritu destaca una faceta <strong>del</strong> esfuerzo conjunto. El otro<br />
lado es representado por la declaración paulina en Gálatas 5:24, y trata con aquello que los<br />
creyentes tienen que hacer. “Pero los que son de Cristo han crucificado (stauroo – aoristo,<br />
30 Spiros Zodhiates. Hebrew-‐Greek Key Word Study Bible (NASB). Chattanooga, TN: AMG Publishers, 2008, pág.<br />
2079.<br />
22
presente indicativo: estacar, enterrar estacas; afirmar con estacas enterradas, hacer una palizada;<br />
crucificar; crucificar a alguien) 31 la carne (sarx) con sus pasiones y deseos”. Pablo entonces hace<br />
esta declaración en el versículo 25: “Si vivimos (zao – tener la verdadera vida y ser digno <strong>del</strong><br />
nombre) por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (pneumati kai stoicho – presente<br />
subjuntivo; volitivo). La frase se traduce mejor así: “Ya que este es vuestro principio de vida,<br />
adapten vuestra conducta (caminar) al mismo”. 32<br />
De manera similar, en 1 Corintios 6:11, Pablo dice: “Y esto erais algunos de vosotros, pero ya<br />
habéis sido lavados (apolouō – lavar), ya habéis sido santificados (hagiazō – separar de lo<br />
pr<strong>of</strong>ano y dedicar a <strong>Dios</strong>), ya habéis sido justificados en el nombre <strong>del</strong> Señor Jesús y por el<br />
Espíritu de nuestro <strong>Dios</strong>”. Aunque Pablo menciona la santificación antes de la justificación en<br />
esta letanía de acción, no debemos interpretarlo como un orden cronológico. Según los datos, el<br />
orden debiera ser: justificados, lavados (bautismo), santificados; pero Ellicott comenta, con toda<br />
razón, que “…en esta epístola, este orden no se declara con ningún tipo de precisión puesto que<br />
el propósito principal de la misma es correctiva”. 33<br />
<strong>En</strong> otra ocasión, Pablo escribe a la iglesia en Colosas. Llama a estos santos de Colosas<br />
“escogidos de <strong>Dios</strong>” (hōs eklektoi tou theou), y “santos” (hagios – puro, moralmente intachable o<br />
religioso, consagrado ceremonialmente). Como resultado de la obra santificadora de <strong>Dios</strong>, los<br />
creyentes ahora tienen esta orden: “vestíos”. La palabra griega para “vestíos” (revístanse en otras<br />
versiones bíblicas) es enduo, el cual significa “ponerse algo por vestido”. El verbo está en el<br />
aoristo imperativo, voz media, el cual indica una acción inmediata e incluso urgente. <strong>En</strong> la lista<br />
que sigue, Pablo enumera las cosas que los creyentes deben ponerse, en contraste con las cosas<br />
31 Theological Dictionary <strong>of</strong> the New Testament, (Electronic Edition, STEP Files), Parsons Technology, Inc., 2007,<br />
Galatians 5:24.<br />
32 Spiros Zodhiates. Ibíd., pág. 2278.<br />
33 Ibíd., pág. 2079.<br />
23
de las cuales se despojaron (Colosenses 3:8). Los “vestidos” que deben ponerse (hacerlas parte<br />
de sus vidas) eran: entrañable misericordia (splagchna oiktirmou), bondad (chrēstotēta),<br />
humildad (tapeinophrosunēn), mansedumbre (prautēta, tapeinophrosune) y paciencia<br />
(makrothumian). 34 La conexión entre este texto y Gálatas 5:19-23 es evidente.<br />
Además de la cuestión de la segunda venida de Cristo (que causó algunos problemas en las<br />
iglesias en Tesalónica), Pablo habla sobre el problema imperante de la inmoralidad sexual. <strong>En</strong><br />
Tesalónica, además de las costumbres licenciosas ordinarias de los gentiles, la inmoralidad era<br />
fomentada por la adoración cabírica. “Hacia el tiempo de Pablo, se dio aprobación política a este<br />
culto deificando al emperador como Cabiro”. 35<br />
<strong>En</strong> 1 Tesalonicenses 4:1 (Reina-Valera 1909), Pablo expresa la importancia de la reacción <strong>del</strong><br />
creyente a la obra de santificación en su vida. Él dice: “...hermanos, que os roguemos (erōtaō –<br />
pedir, suplicar, rogar) y exhortemos (parakaleō – amonestar, exhortar; rogar, suplicar) en el<br />
Señor Jesús”. El uso de ambos términos manifiesta la intensidad y urgencia de la preocupación<br />
<strong>del</strong> apóstol. Su preocupación es que obedezcan la palabra que “han recibido”. La palabra los<br />
instruyó sobre cómo debían “agradar a <strong>Dios</strong>”. <strong>En</strong> el versículo 3 <strong>del</strong> mismo capítulo, dice: “La<br />
voluntad (thelema – se refiere a un deseo, un anhelo pr<strong>of</strong>undo, y el anhelo de algún evento) de<br />
<strong>Dios</strong> es vuestra santificación (hagiasmos — literalmente significa santificación, e incluye las<br />
ideas de la consagración, purificación, dedicación y santidad)”. El vocablo hagiasmos aparece<br />
solamente en la Biblia griega y en los escritos eclesiásticos. Contiene la idea técnica de la<br />
consagración a un dios o una diosa, pero no necesariamente incluía el concepto de la santidad<br />
como nosotros la entendemos. A.T. Robertson observa que:<br />
<strong>En</strong> el griego secular, hagiasmos comunicaba la idea técnica de la consagración a<br />
un dios o una diosa que no incluía la santidad en la vida. Así que Pablo hace aquí<br />
34 James Strong. Strong's Exhaustive Concordance. Iowa Falls, IA: Riverside Books, 1995, (Colossians 3:12).<br />
35 D. Edmond Hiebert. The Thessalonian Epistles (A Call to Readiness). Chicago: Moody Press, 1971, pág. 165.<br />
24
una férrea y ferviente defensa <strong>del</strong> concepto cristiano de la santificación como<br />
siendo “la voluntad de <strong>Dios</strong>”...como lo explica mejor el... infinitivo que os<br />
apartéis de fornicación. La religión pagana no exigía la pureza sexual de sus<br />
devotos. Vuestra santificación es, literalmente, “vuestro santificarse”. Tenga en<br />
cuenta el contexto cultural al estudiar esta sección. Recuerde que mantener la<br />
pureza sexual era un gran problema para la iglesia primitiva. 36<br />
El llamado a la santificación (separación, consagración) en la vida de los seguidores de Cristo<br />
habría de ser cualitativamente distinto al de los devotos en los templos paganos. Su santificación<br />
(en ese contexto) debía manifestarse en su abstinencia de la fornicación y “tener su vaso en<br />
santificación y honor”. Aunque haya cierta controversia sobre el término “su vaso” (se puede<br />
referir al cuerpo o a la esposa), no hay duda alguna de que Pablo quería que supiesen que la obra<br />
de la santificación de parte de <strong>Dios</strong> se tenía que reflejar en su manera de vivir.<br />
Aunque la obra santificadora de <strong>Dios</strong> fuera completada en la cruz (el pasado) y se esté<br />
poniendo en práctica en la vida de los creyentes (el presente), es importante que tengamos en<br />
cuenta que siempre existe la expectativa futura de la glorificación (entera santificación) cuando<br />
venga el Señor. <strong>En</strong> la epístola a los tesalonicenses, vemos que la perspectiva escatológica (el<br />
tiempo <strong>del</strong> fin) ocupa un lugar preeminente. El <strong>Dios</strong> que los santificó habría de preservarlos<br />
hasta el fin. <strong>En</strong> 1 Tesalonicenses 5:23 dice: “El mismo <strong>Dios</strong> de paz os santifique (separe,<br />
consagre, limpie) por completo (holotelēs – perfecto, completo en todos los sentidos). El vocablo<br />
holotelēs también significa consumación o fin. 37 La santificación (separación) <strong>del</strong> pueblo por<br />
parte de <strong>Dios</strong> era parte <strong>del</strong> plan eterno que habría de ser mayor que cualquier asunto individual.<br />
La obra santificadora de <strong>Dios</strong> habría de tener un aspecto corporativo en la medida en que la<br />
iglesia, el cuerpo de Cristo, refleje la gloria <strong>del</strong> <strong>Dios</strong> santo al mundo.<br />
36 D. Edmond Hiebert. Ibíd., pág. 167.<br />
37 James Strong. Ibíd., 1 Tesalonicenses 5:23.<br />
La Santificación Corporativa<br />
25
Desde el comienzo <strong>del</strong> ministerio de Cristo, cuando “convirtió el agua en vino” en Caná (Juan<br />
2:1-11), hubo un reconocimiento implícito de la responsabilidad corporativa de velar por el<br />
bienestar de otros, más allá de la agenda personal o comodidad propias. Aunque algunos puedan<br />
cuestionar esta aplicación, el <strong>Santo</strong> de <strong>Dios</strong> realizó actos asombrosos que no eran necesarios,<br />
pero que fueron beneficiosos para aquéllos que Lo rodeaban. De igual manera, Pablo, en los<br />
últimos capítulos de Romanos, escribe a los hermanos judíos en Roma para ayudarlos a<br />
comprender su responsabilidad corporativa de comportarse de una manera tal que demuestre a<br />
los incrédulos la santidad de Jesucristo (Romanos 14:13-15:6). Tal como Jesús, no deben<br />
complacerse a sí mismos, sino que deben negar incluso sus propios derechos para que los demás<br />
vean su conducta de paz y amor mutuo, con la cual glorifican “al <strong>Dios</strong> y Padre de nuestro Señor<br />
Jesucristo” (15:6). La santidad corporativa se vuelve cada vez más esencial en una sociedad<br />
inundada con el egocentrismo y el individualismo, particularmente en las culturas que dan poco<br />
o ningún testimonio de Jesucristo y Su santo propósito de altruismo. Efesios 5:25-27 dice:<br />
Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a<br />
sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento <strong>del</strong><br />
agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no<br />
tuviera mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa y sin mancha.<br />
Esta sección de Efesios cae bajo la sección conocida como las “Normas <strong>del</strong> Hogar”. Pablo<br />
concebía el vínculo sagrado <strong>del</strong> matrimonio como una relación santificadora. El esposo era<br />
separado para la esposa y viceversa. El amor <strong>del</strong> esposo por su esposa debía ser mutuamente<br />
gratificante y santificador. El amor mutuo sería amor santificador. Cualquier trastorno [causado]<br />
a esta relación debía tenerse por pecado. Pablo concebía la obra santificadora de Cristo en este<br />
contexto. Cristo amó a la iglesia y se entregó (paradidomi – poner en manos de otro) a Sí mismo<br />
por ella. Esto hizo para santificarla (hacerla santa). Aquí la palabra “santificarla” es la traducción<br />
<strong>del</strong> verbo griego hagiase. El verbo se emplea aquí en el aoristo, lo cual indica que es un evento<br />
26
consumado en el pasado. Por causa <strong>del</strong> sacrificio de Cristo, los efesios eran, de hecho,<br />
santificados. El texto indica que la santificación fue lograda mediante el lavamiento. El vocablo<br />
“lavamiento” es la traducción <strong>del</strong> griego katharizo, lo cual significa “hacer que algo se vuelva<br />
limpio”. <strong>En</strong> el sentido espiritual, significa “purificar de la contaminación y la culpa <strong>del</strong> pecado”.<br />
<strong>En</strong> el griego secular katharizo aparece en inscripciones para los lavamientos ceremoniales. Esta<br />
expresión no aparece en ninguna otra parte <strong>del</strong> corpus paulino. <strong>En</strong>fatiza la dimensión corporativa<br />
al asegurar que la iglesia fue santificada mediante la muerte de Cristo.<br />
<strong>En</strong> 1 Corintios 1:2, Pablo dice: “A la iglesia de <strong>Dios</strong> que está en Corinto, a los santificados en<br />
Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de<br />
nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro”.<br />
Cuando Pablo emplea el vocablo “santificados” (en griego, ἡγιασµένοιϛ), es un verbo<br />
participio perfecto pasivo dativo masculino plural de ἁγιάζω (hacer santo, santificar, consagrar,<br />
dedicar, purificar: cosas—Mateo 23:17-19; personas—Juan 10:36; 1 Corintios 7:14; Hebreos<br />
9:13). 38 Por lo tanto, Pablo está hablando a la iglesia de <strong>Dios</strong> que está en Corinto, consagrada a<br />
Él en unión con Cristo Jesús (1 Corintios 1:2). Con este versículo de apertura en 1 Corintios, uno<br />
no puede ignorar que el problema fundamental de los creyentes corintios era la actitud egoísta de<br />
los miembros de la iglesia que deseaban su libertad a costa <strong>del</strong> bienestar de los demás. Los<br />
escritos de Pablo demuestran su interés tanto por el individuo como por el ente (cuerpo)<br />
corporativo. Hay una clara dimensión corporativa en sus pensamientos. La misma aparece<br />
cuando Pablo dice que cualquier acción que lastime a un cristiano individual es realmente una<br />
afrenta a Cristo (8:12). También aparece definitivamente cuando dice que un acto en aislamiento<br />
38 Louw Nida Lexicon-‐ 53.44, Norfolk, VA: Bible Works, 7.0, (disco compacto electrónico), 2010.<br />
27
pudiera parecer insignificante e inocuo, pero como acto social puede llegar a ser intensamente<br />
significativo (10:16-30). 39<br />
Según el Easton’s Bible Dictionary:<br />
La santificación es más que una simple reforma <strong>del</strong> carácter; es causada por el<br />
poder de la verdad. Es la obra <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong> que pone toda nuestra naturaleza,<br />
cada vez más, bajo la influencia de los nuevos principios de gracia que fueron<br />
implantados en el alma en la regeneración. <strong>En</strong> otras palabras, la santificación es la<br />
continuación de la obra comenzada en la regeneración hasta llegar a la perfección,<br />
y se extiende al hombre completo (Romanos 6:13; 2 Corintios 4:6; Colosenses<br />
3:10; 1 Juan 4:7; 1 Corintios 6:19). <strong>En</strong> el plan de la redención, el <strong>of</strong>icio especial<br />
<strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong> es darle continuidad a esta obra (1 Corintios 6:11; 2<br />
Tesalonicenses 2:13). 40<br />
Las Escrituras y la observación revelan que mientras más santa es una persona, se vuelve más<br />
humilde, abnegada, altruista y sensible a cada pecado, y más se aferra a Cristo. Tiene por<br />
pecados las imperfecciones morales que se apegan a él o ella, se aflige por las mismas, y se<br />
esfuerza por vencerlas. Los creyentes encuentran que la vida es una constante búsqueda de <strong>Dios</strong>.<br />
Necesitan “tomar el reino de los cielos por la fuerza” y velar mientras oren. Siempre están<br />
sujetos a la constante corrección de la mano amorosa <strong>del</strong> Padre, la cual tiene el fin de corregir<br />
sus imperfecciones y confirmar sus bendiciones. Y es un hecho conocido que los mejores<br />
cristianos, tales como el apóstol Pablo o Juan Wesley, han sido los que menos tienden a afirmar<br />
que han alcanzado la perfección. A esta gracia especial que procuran, se debe añadir el hecho de<br />
que el registro histórico muestra que se interesan pr<strong>of</strong>undamente por cómo el ente corporativo,<br />
sea local o universal, está reflejando la santidad de <strong>Dios</strong> a la comunidad que lo rodea.<br />
La iglesia —en la medida que refleja o lleva cada vez más la santidad de Cristo los unos a los<br />
otros y a los incrédulos que pudieran congregarse o socializar con ellos— puede también llevar<br />
39 J. Ayodeji Adewuya. Holiness and Community. New York: Peter Lang Publishers, 2003, pág. 185.<br />
40 Easton’s Bible Dictionary (Hodge’s Outlines). Parsons Technology: Electronic Edition, STEP Files, 2007.<br />
28
la potencia de una influencia santificadora que haga que otros deseen tener una relación con el<br />
<strong>Dios</strong> <strong>Santo</strong>:<br />
¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?<br />
¿Y qué acuerdo hay entre el templo de <strong>Dios</strong> y los ídolos? Porque vosotros sois el<br />
templo <strong>del</strong> <strong>Dios</strong> viviente, como <strong>Dios</strong> dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su<br />
<strong>Dios</strong>, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos,<br />
dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por<br />
Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso (2 Corintios<br />
6:15-18).<br />
<strong>En</strong> el Gingrich New Testament Lexicon, encontramos el vocablo griego ἀφορίζω, que significa<br />
“apartar, quitar, separar, excluir” (Mateo 13:49; 25:32; Lucas 6:22; Hechos 19:9; 2 Corintios<br />
6:17; Gálatas 2:12). 41 De nuevo, hay un llamado inconfundible a que el pueblo se separe en<br />
conducta y testimonio en la vida. Además, vemos la inclusión de la santidad no solamente en lo<br />
concerniente a la persona, sino también con el pueblo como ente total. Esto es señalado más<br />
a<strong>del</strong>ante en el versículo 16 con la referencia a ‘mi pueblo’.<br />
“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por <strong>Dios</strong>,<br />
para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1<br />
Pedro 2:9).<br />
Pedro le habla a su rebaño que estaba expatriado en la dispersión, pero también a los creyentes<br />
de todas las generaciones. El término griego traducido por “pueblo” (laos), en el contexto de 1<br />
Pedro 2:9 significa: “un pueblo, grupo, tribu, nación, todos aquéllos que son <strong>del</strong> mismo linaje y<br />
lengua”. 42 La referencia en este pasaje tiene mucha importancia en cuanto a cómo habremos de<br />
exhibir la vida santificada que lleve la imagen de Cristo, como pueblo ‘llamado por <strong>Dios</strong>’.<br />
Asegura que todos los creyentes son llamados particularmente por <strong>Dios</strong> a ser ‘santos’ como Él<br />
41 Gingrich New Testament Lexicon: Parsons Technology: (Electronic Edition, STEP Files), 2007, pág. 31.<br />
42 Spiros Zodhiates, Executive Editor. Theological Dictionary <strong>of</strong> the New Testament. Chattanooga, TN: AMG<br />
Publishers, 2003, (uso: palabra primaria; traducida en la Versión Autorizada [en inglés] por “pueblo” 143 veces;<br />
véase también 4:29, 499; sustantivo masculino), entrada 5832.<br />
29
(Romanos 1:7; 1 Corintios 1:2). Cristo santifica la iglesia con el fin de presentarla como santa y<br />
sin mancha ante <strong>Dios</strong> (Efesios 5:26, 27). <strong>En</strong> el Nuevo Testamento, a los cristianos de una<br />
localidad o iglesia en particular se les llama normalmente los ‘santos’ de <strong>Dios</strong> (Hechos 9:13, 32;<br />
Romanos 15:25). Estos creyentes, o santos, son aquéllos por quienes el Espíritu <strong>Santo</strong> realiza<br />
constantemente la función sacerdotal de la intercesión (Romanos 8:27), son aquéllos a quienes<br />
<strong>Dios</strong> da a conocer Sus misterios (Colosenses 1:26), y son aquéllos a quienes debemos mostrar<br />
obras de amor (Colosenses 1:4; Romanos 12:13; 1 Timoteo 5:10; Hebreos 6:10). Han sido<br />
escogidos, redimidos y llamados a ser ‘santificados’, lo cual quiere decir separados, consagrados<br />
al servicio de <strong>Dios</strong>, o ser santos <strong>del</strong>ante de Él. La inclusión de los gentiles en el reino redentor de<br />
<strong>Dios</strong> significa que ahora han venido a ser “conciudadanos de los santos” (Efesios 2:19) en la<br />
“ciudadanía de Israel” (Efesios 2:12). Pedro, comprendiendo esto, hace su declaración (1 Pedro<br />
2:9). Se basa en el sistema veterotestamentario (Éxodo 19:6) <strong>del</strong> sacerdocio levítico y la<br />
declaración pr<strong>of</strong>ética de Moisés de que los elegidos de <strong>Dios</strong> le serán un reino de sacerdotes.<br />
La iglesia se compone de los santificados en Cristo Jesús y llamados a ser ‘santos’ (1 Corintios<br />
1:2). <strong>En</strong> esencia, Pedro les estaba recordando que, en medio de sus persecuciones, <strong>Dios</strong> los<br />
estaba edificando como una casa por medio de Cristo y la obra santificadora <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong>.<br />
“Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo,<br />
para <strong>of</strong>recer sacrificios espirituales aceptables a <strong>Dios</strong> por medio de Jesucristo” (2:5). Los<br />
cristianos son “hermanos santos” (Hebreos 3:1), “templo santo de <strong>Dios</strong>” (1 Corintios 3:17;<br />
Efesios 2:21), e “instrumento[s] para honra, santificado[s], útil[es] al Señor, y dispuesto[s] para<br />
toda buena obra” (2 Timoteo 2:21).<br />
Como entidad corporativa o iglesia, no podemos ignorar nuestro privilegio y deber colectivo<br />
de ser luz en las tinieblas. Cuando los cristianos tienen un testimonio mutuo que dé alabanzas<br />
30
armoniosas a <strong>Dios</strong>, Su santidad es exaltada y demostrada como una virtud atractiva para los que<br />
ven muy poco de ella en las familias, los grupos y las sectas religiosas de hoy. Por el otro lado,<br />
no se puede forzar esta unidad santa y pasión por la vida santa con resoluciones legalistas ni<br />
coerción, puesto que carecen de atractivo a los incrédulos que ya se enfrentan a sectas<br />
combativas y otras religiones carnales que tratan de obligar a sus adherentes a obedecer un<br />
conjunto de reglas rígidas. Más bien, la santificación corporativa tiene que surgir de cristianos<br />
sinceros que tienen más anhelo de agradar a <strong>Dios</strong> que de procurar <strong>of</strong>recer sacrificios. La mala<br />
conducta de una persona puede afectar todo el testimonio de la iglesia:<br />
Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los<br />
deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena vuestra manera<br />
de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de<br />
malhechores, glorifiquen a <strong>Dios</strong> en el día de la visitación, al considerar vuestras<br />
buenas obras (1 Pedro 2:11, 12). 43<br />
<strong>En</strong> verdad, sólo una pasión genuina y voluntaria por la santidad en la iglesia puede atraer a los<br />
que buscan con sinceridad una mejor manera de vivir.<br />
La Santificación Misional<br />
“Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17, Nueva Biblia Latinoamericana<br />
de Hoy).<br />
<strong>En</strong> Juan, ‘santificación’ significa generalmente ‘separación’ y, particularmente, ‘separación<br />
para la misión’. 44 El medio para que esto sea logrado consiste en la verdad. Jesús es esta verdad<br />
(Juan 14:6). Esta verdad llega por medio de la obra <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong> (16:13), quien hace que la<br />
verdad de Jesús cobre vida en los corazones de los discípulos.<br />
43 La Santa Biblia, versión Reina-‐Valera, 1960, 1 Pedro 2:11, 12.<br />
44 D. A. Carson. The Gospel According to John. Grand Rapids, MI: Eerdmans (InterVarsity Press), 1991, pág. 565.<br />
31
“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por <strong>Dios</strong>,<br />
para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1<br />
Pedro 2:9).<br />
La iglesia se compone de los santificados en Cristo Jesús y llamados a ser ‘santos’ (1 Corintios<br />
1:2). <strong>En</strong> esencia, Pedro les estaba recordando que, en medio de sus persecuciones, <strong>Dios</strong> los<br />
estaba edificando como una casa por medio de Cristo y la obra santificadora <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong>.<br />
“Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo,<br />
para <strong>of</strong>recer sacrificios espirituales aceptables a <strong>Dios</strong> por medio de Jesucristo” (2:5). Los<br />
cristianos son “hermanos santos” (Hebreos 3:1), “templo santo de <strong>Dios</strong>” (1 Corintios 3:17;<br />
Efesios 2:21), e “instrumento[s] para honra, santificado[s], útil[es] al Señor, y dispuesto[s] para<br />
toda buena obra” (2 Timoteo 2:21).<br />
Por lo tanto, tenemos que discutir la ‘santificación misional’, ya que es crucialmente<br />
importante para Jesucristo. A todos los que Él ha santificado, y continúa santificando, no es<br />
solamente para mejorarlos y desarrollarlos como cristianos, sino que Su Espíritu santificador<br />
sigue ayudándonos a ser testigos <strong>del</strong> poder <strong>del</strong> Santificador. Nada ha tenido tanto impacto en los<br />
pueblos y las naciones a través de la historia como la santa obra de Cristo Jesús en los creyentes.<br />
<strong>En</strong> el primer siglo, a medida que veían la fe de los cristianos, al igual que el cambio radical en el<br />
carácter y la vida de estos nuevos creyentes, las personas eran influenciadas por las vidas santas<br />
de estos hombres y mujeres que glorificaban al <strong>Dios</strong> santo. Hoy se necesita esa misma<br />
santificación misional en la iglesia para que los cristianos puedan evangelizar sus comunidades,<br />
en las cuales necesitan ver la imagen de Cristo en la vida práctica. Si vivimos con esta clase de<br />
pasión por buscar a un <strong>Dios</strong> santo, los hombres “verán y alabarán a <strong>Dios</strong>, el Padre de ustedes que<br />
está en el cielo” (Mateo 5:16, Santa Biblia: Traducción en Lenguaje Actual).<br />
32
La santificación misional nos trae a la verdad ineludible de que debemos ser “irreprochables<br />
para Su venida”. Pablo escribe: “Que el mismo <strong>Dios</strong> de paz os santifique por completo; y todo<br />
vuestro ser —espíritu, alma y cuerpo— sea guardado irreprochable para la venida de nuestro<br />
Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5:23, versión Reina-Valera 1995 [las letras negritas son<br />
añadidas para énfasis]). A medida que se acerque la venida de Cristo, el testimonio de los santos<br />
convencerá a los demás mediante su conducta ‘irreprochable’ ante toda la humanidad. Esta es la<br />
importancia de la santificación misional en este mundo presente. Jason Zahariades dice en The<br />
Wisdom Project:<br />
La santificación es misional en el sentido de que, mientras el creyente individual<br />
está siendo apartado para <strong>Dios</strong>, también está siendo apartado para involucrarse en<br />
la misión de <strong>Dios</strong> en el mundo, o sea, la missio Dei. La missio Dei es el proceso<br />
continuo de <strong>Dios</strong> de redimir y traer al mundo de regreso a Sí mismo. Y <strong>Dios</strong> usa a<br />
Su pueblo en ese proceso (Mateo 28:19, 20; Hechos 1:8). Cuando escribe a los<br />
creyentes corintios, el apóstol Pablo vincula el proceso de la santificación<br />
directamente con la actividad misional de <strong>Dios</strong> en el mundo. Escribe sobre la<br />
responsabilidad <strong>del</strong> creyente, como ‘nueva criatura’, de ser un embajador para<br />
Él. 45<br />
Lo misional y lo escatológico van tomados de la mano en el pensamiento de Pablo:<br />
De manera que nosotros de aquí en a<strong>del</strong>ante a nadie conocemos según la carne; y<br />
aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así. De modo que si<br />
alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas<br />
son hechas nuevas. Y todo esto proviene de <strong>Dios</strong>, quien nos reconcilió consigo<br />
mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que <strong>Dios</strong> estaba en<br />
Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres<br />
sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que,<br />
somos embajadores en nombre de Cristo, como si <strong>Dios</strong> rogase por medio de<br />
nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con <strong>Dios</strong>. Al que no<br />
conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos<br />
justicia de <strong>Dios</strong> en él (2 Corintios 5:16-21).<br />
La ‘santificación misional’ es una gloriosa bendición subsecuente a la santificación<br />
corporativa. Esta consecuencia espiritual de la santidad da énfasis a la relación y el compromiso<br />
45 Jason Zahariades. The Wisdom Project (Parte 13). Dallas, TX: Sanctification Study, 2 de septiembre de 2010, pág.<br />
1.<br />
33
que la iglesia debe tener con la comunidad mundial. La iglesia es el regalo de <strong>Dios</strong> para el<br />
mundo; y por lo tanto, ha sido llamada a alcanzarlo. Debemos reflejar aquí la gloria de <strong>Dios</strong> a los<br />
perdidos, e involucrarnos en exhortar a las personas a tener una relación con Él. Como “real<br />
sacerdocio” y “nación santa” (1 Pedro 2:9), la iglesia tiene que participar en experiencias vitales<br />
de evangelización a los perdidos mientras nos acercamos al regreso inminente de Cristo.<br />
La Definición <strong>del</strong> Pecado<br />
El Concepto Bíblico de la Santidad<br />
<strong>En</strong> su obra clásica A Right Conception <strong>of</strong> Sin, Richard S. Taylor dice: “Cualquier doctrina que<br />
se relacione con el pecado es afectada por nuestro concepto y definición <strong>del</strong> mismo. La mayoría<br />
de los errores en la teología tienen su origen, por lo usual, en una definición defectuosa <strong>del</strong><br />
pecado”. 46 Toda injusticia es pecado. Esto es, todo lo que no proceda de la justicia —ya sea<br />
comisión u omisión— es pecado. El pecado es tanto una condición como un acto de transgresión<br />
contra la ley de <strong>Dios</strong>, la naturaleza o la sociedad.<br />
El pecado se originó en Satanás (Lucas 10:18), y no en el ser humano ni tampoco en <strong>Dios</strong> (Job<br />
34:10). El pecado es más antiguo que el hombre porque el mismo se halló primero en Lucifer.<br />
Satanás se convirtió en el primer pecador cuando se llenó de orgullo y deseó ser igual a <strong>Dios</strong><br />
(Isaías 14:12-14). El pecado se ha vuelto universal por cuanto entró en el mundo: “todos<br />
pecaron” (Romanos 5:12). Así que el hombre es depravado; de hecho, completamente<br />
depravado. A pesar <strong>del</strong> modernismo y las sutilezas <strong>del</strong> lenguaje y la fraseología, no podemos<br />
darnos el lujo de concebir el pecado desde la perspectiva de la cultura moderna y el modernismo.<br />
La única y correcta perspectiva <strong>del</strong> pecado es la perspectiva de <strong>Dios</strong>. <strong>En</strong> otras palabras, ¿cómo ve<br />
<strong>Dios</strong> el pecado? Sólo teniendo una perspectiva correcta <strong>del</strong> pecado —su corrupción, su mancha y<br />
46 Richard S. Taylor. A Right Conception <strong>of</strong> Sin. Kansas City: Beacon Hill Press, 1945, pág. 9.<br />
34
su naturaleza atroz— podremos ensalzar correctamente a Jesucristo, quien se <strong>of</strong>reció a Sí mismo<br />
para la salvación de la humanidad.<br />
El pecado entró al mundo por medio de Adán y vino a ser universal, resultando primero en la<br />
muerte espiritual, y luego en la muerte física (Génesis 2:17; Romanos 6:23). Todo ser humano<br />
nace en pecado (Salmo 51:1-5), pero no nace para pecar (Romanos 6:16). La depravación total<br />
significa que la voluntad, el intelecto y las emociones <strong>del</strong> ser humano están corrompidos por el<br />
pecado. La depravación total no significa que no exista nada bueno en el ser humano, pues éste<br />
aún lleva en sí algunas señales y pruebas de su bondad y dignidad originales de antes de ‘la<br />
caída’. Así que, el principio mismo <strong>del</strong> pecado es incredulidad a la Palabra de <strong>Dios</strong>, lo cual<br />
llevará a un proceso gradual de decadencia o deterioro de la voluntad y el propósito de <strong>Dios</strong> para<br />
con la humanidad.<br />
Jesucristo asumió la naturaleza humana para poder morir. Su muerte en la cruz fue nuestra<br />
muerte (Romanos 6:23). Él murió en nuestro lugar. <strong>Dios</strong> tomó la iniciativa de redimirnos cuando<br />
proveyó el sacrificio idóneo y perfecto en la persona de Su Hijo Unigénito —Jesús—, quien es la<br />
única satisfacción completa de Su justicia. Esta es la demostración plena <strong>del</strong> amor de <strong>Dios</strong> por el<br />
ser humano (Juan 3:16). <strong>Dios</strong> no se detuvo en hacer propiciación completa por el pecado en<br />
Jesús; sino que continúa otorgando los plenos beneficios de esa propiciación, hecha por Sí<br />
mismo, por medio de Su gracia y el Espíritu <strong>Santo</strong>. Por tanto, “a todos los que le recibieron, a<br />
los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de <strong>Dios</strong>” (Juan 1:12).<br />
Por lo general, se percibe al pecado como un concepto doble. <strong>En</strong> el Salmo 51:5 vemos el<br />
primer aspecto: “<strong>En</strong> pecado me concibió mi madre”. Y en 1 Juan 3:8 vemos el otro aspecto: “El<br />
que practica el pecado es <strong>del</strong> diablo”. El texto <strong>del</strong> salmista se refiere a una naturaleza que viene<br />
con el nacimiento. Esto se llama a menudo “pecado original”, “pecado heredado”, “depravación<br />
35
total” o “naturaleza caída”. Pero el texto en 1 Juan se refiere al acto de cometer pecados, que<br />
también se conoce por “pecado actual”. A menudo, puede ser difícil determinar si un pasaje<br />
bíblico se refiere al pecado como estado o al pecado como acto.<br />
El aspecto de la teología que trata con el asunto <strong>del</strong> pecado se conoce por hamartiología, y está<br />
inextricablemente unido a la soteriología, la cual incluye la doctrina de la salvación y las<br />
resultantes doctrinas de la justificación y la santificación. La justificación es el acto declarativo<br />
de <strong>Dios</strong> en el cual un pecador es declarado justo. A esto se le conoce por “justicia imputada”. La<br />
exposición paulina <strong>del</strong> pecado en Romanos 5-6 es útil para comprender los efectos extensivos <strong>del</strong><br />
pecado en la humanidad, al igual que la respuesta apropiada por parte de ésta. Pablo señala<br />
repetidamente que el pecado <strong>del</strong> primer hombre resultó en la participación de la humanidad en<br />
todos los efectos <strong>del</strong> pecado (Romanos 5:12; 17-19). Por consiguiente, toda la humanidad nace<br />
con esta naturaleza heredada y pecaminosa. También, a partir de este concepto, surgió la doctrina<br />
<strong>del</strong> pecado original.<br />
Por cuanto se relaciona con la santificación, la doctrina <strong>del</strong> pecado original se vuelve esencial<br />
para comprender el rol salvífico de esta obra de gracia. <strong>En</strong> la obra Five Views on Sanctification,<br />
Melvin Dieter dice: “Un punto central en cualquier teología es la postura que acepte sobre la<br />
naturaleza de la situación humana. Podría decirse que la doctrina que uno tenga sobre el pecado<br />
original es un concepto que determina, tanto como cualquier otro, la perspectiva que uno tenga<br />
sobre la santificación”. 47 Aunque fuese desarrollada antes de la época de Agustín, la doctrina <strong>del</strong><br />
pecado original tuvo su desarrollo más significativo en las obras de Agustín, en el contexto de su<br />
controversia con Pelagio. Pelagio afirmó que los individuos nacen con la misma naturaleza que<br />
Adán tenía antes de la caída. Por lo tanto, los pecados que cometieran eran simplemente un<br />
resultado de seguir los pasos de Adán. <strong>En</strong> reacción al pelagianismo, Agustín introdujo la idea <strong>del</strong><br />
47 Melvin E. Dieter. Ibíd., pág. 21.<br />
36
“pecado genérico”, mediante el cual la naturaleza humana fue corrompida por el acto<br />
pecaminoso de Adán. Agustín escribió:<br />
Sólo nos falta concluir que en el primer hombre todos han pecado, porque todos<br />
estábamos en él cuando pecó. Por eso, el pecado es traído con el nacimiento, y no<br />
puede ser quitado, excepto con el nuevo nacimiento... Es manifiesto que en Adán<br />
todos pecan, por así decirlo, en masa. Por lo tanto, mediante ese pecado nos<br />
convertimos en una masa corrupta, una “massa perditionis”. 48<br />
Agustín creía que, por el pecado de Adán, “la masa entera de nuestra naturaleza fue arruinada,<br />
y cayó en posesión de su destructor. Nadie se ha librado de él, ni se librará de él, excepto por la<br />
gracia <strong>del</strong> Redentor”. 49 La doctrina <strong>del</strong> pecado original y la resultante doctrina de la depravación<br />
total de la humanidad produjeron parte <strong>del</strong> terreno fértil para la doctrina de la entera<br />
santificación, la cual habría de surgir más a<strong>del</strong>ante.<br />
La Historia de la Santidad y la Santificación<br />
Cualquier intento de pr<strong>of</strong>undizar la comprensión de las doctrinas bíblicas de la santidad y la<br />
santificación deberá incluir una investigación de los acontecimientos y conceptos a través de la<br />
historia de la iglesia. Hay muchas fuentes primarias y secundarias que describen detalladamente<br />
los esfuerzos continuos de la iglesia por interpretar el canon de las Escrituras en lo concerniente<br />
a la santidad, y aplicar correctamente estos conceptos a la vida de la iglesia. Estas fuentes<br />
incluyen los escritos de muchos padres de la iglesia antigua, y muchas referencias a los mismos.<br />
Además, los escritos de Agustín y los reformadores posteriores son igualmente importantes. Las<br />
fuentes más recientes incluyen los estudios <strong>del</strong> movimiento de santidad y <strong>del</strong> pentecostalismo.<br />
[Nota: Para un estudio más pr<strong>of</strong>undo sobre estos movimientos, y su efecto sobre la doctrina de<br />
la santidad/santificación, véase el apéndice adjunto al final de este documento.] Sin embargo,<br />
48 G. C. Berkouwer. Sin. Grand Rapids, MI: Eerdmans Publishers, 1971, pág. 186.<br />
49 Kenneth S. LaTourette. A History <strong>of</strong> Christianity (Volume 1). San Francisco: Harper Collins Publishers, 1975, pág.<br />
178.<br />
37
como precaución, cuando interactuemos con estos documentos, debemos evitar la tentación (en<br />
algunos casos, la tendencia) de interpretar estos documentos históricos con nuestros conceptos<br />
contemporáneos. Esto causa complicaciones que pudieran distorsionar su significado original y<br />
resultar en una hermenéutica que puede, potencialmente, producir interpretaciones erróneas.<br />
Los Padres Apostólicos/Padres de la Iglesia Antigua<br />
Cabe señalar que en los escritos de los padres de la iglesia antigua no hay muchas referencias<br />
directas a la doctrina de la santificación. Una posible razón para la escasez de referencias pudiera<br />
ser atribuida a un nivel de comprensión estable por parte de los padres de la iglesia con respecto<br />
a este asunto. Este conocimiento común podría haber eliminado la necesidad de explicaciones<br />
extensas. No obstante, se puede obtener información valiosa tocante al concepto de la iglesia<br />
sobre la santidad y la santificación al estudiar los primeros escritos de la época<br />
posneotestamentaria. Juan Wesley estaba interesado particularmente en el testimonio de los<br />
primeros padres de la iglesia, y en la experiencia de la gracia en sus vidas. De hecho, sus<br />
estudios de los padres de la iglesia antigua “constituyeron en una de las fuentes principales de su<br />
concepto de la perfección cristiana y la naturaleza de la salvación”. 50 A los escritores cristianos<br />
más antiguos de la época posneotestamentaria se les conoce por “padres apostólicos”. 51 Este<br />
nombre refleja la creencia de que estos hombres realmente conocían a los apóstoles. Al principio,<br />
tal designación sólo aplicaba a cinco documentos. Con el tiempo, el total llegó a ocho. “Con una<br />
sola excepción —la Epístola a Diogneto—, todos estos escritos son obras dirigidas a otros<br />
cristianos. Por ello son extremadamente útiles para darnos a conocer la vida y el sentir de la<br />
50<br />
Melvin E. Dieter. Five Views on Sanctification– Wesleyan View. Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing, 1987,<br />
pág. 12.<br />
51<br />
Cyril Charles Richardson. Early Christian Fathers. New York: MacMillan Publishing, 1970, pág. 15.<br />
38
iglesia primitiva”. 52 Muchos de estos documentos son epístolas. La Didajé es un manual para la<br />
iglesia. Y hay otros que son tratados teológicos y escritos apocalípticos. Después de éstos, el<br />
siguiente grupo de documentos importantes son de carácter apologético, y datan mayormente <strong>del</strong><br />
siglo II en a<strong>del</strong>ante. <strong>En</strong> estos documentos podemos ver que muchas de las cartas fueron escritas a<br />
la luz de las herejías incipientes que surgieron de las malas interpretaciones o de esfuerzos<br />
intencionales por subvertir la fe cristiana.<br />
Los padres apostólicos y los padres de la iglesia antigua concebían las cuestiones de la<br />
santidad y la santificación como parte integrante de la faena teológica de entender la persona y<br />
naturaleza de <strong>Dios</strong>. Por lo tanto, esta faena se convirtió en el punto de referencia para su<br />
concepto de las doctrinas de la santidad y la santificación. La trascendencia de <strong>Dios</strong> —<strong>Dios</strong><br />
siendo distinto y separado de Su creación— era fundamental para este concepto. Igualmente<br />
importante fue la evolución primitiva de las doctrinas cristológicas y su relación con la salvación<br />
de la humanidad.<br />
Clemente de Roma<br />
La primera de las obras de los padres apostólicos —se puede fechar con exactitud— fue<br />
compuesta por Clemente, el obispo de Roma. Hacia el año 96 d.C. escribió una epístola a los<br />
corintios, que hoy se conoce por I Clemente. Su segunda epístola a los corintios, II Clemente<br />
(150 d.C.), era realmente una homilía que exhortaba a los creyentes al arrepentimiento. La<br />
cuestión <strong>del</strong> arrepentimiento parece haber causado muchas inquietudes en los creyentes en Roma<br />
durante el siglo II. El mismo tema aparece en un documento llamado El Pastor de Hermas, el<br />
52 Justo L. González. A History <strong>of</strong> Christian Thought –Volume 1. Nashville, TN: Abingdon Press, 1970, pág. 61 [N. <strong>del</strong><br />
T. — Para la versión en español, véase Justo L. González. Historia <strong>del</strong> Pensamiento Cristiano, Tomo 1. Miami, FL:<br />
Editorial Caribe, 1992, pág. 61].<br />
39
cual data <strong>del</strong> mismo período. <strong>En</strong> oposición a los que creían que la carne no tenía nada que ver<br />
con la espiritualidad, Clemente escribió:<br />
Y nadie de vosotros diga que esta carne no es juzgada ni resucita. <strong>En</strong>tended: ¿<strong>En</strong><br />
qué fuisteis salvados, en qué recobrasteis la vista, sino estando en esta carne?<br />
Luego es preciso que guardemos nuestra carne como un templo de <strong>Dios</strong>. Porque a<br />
la manera que en la carne fuisteis llamados, en la carne vendréis. Si Cristo, el<br />
Señor que nos ha salvado, siendo primero espíritu, se hizo carne, y así nos salvó,<br />
así también nosotros en esta carne recibiremos nuestro galardón. 53<br />
La cita anterior enfatiza la importancia espiritual que se le da a la carne y, por ende, a los actos<br />
realizados en el cuerpo.<br />
La Didajé<br />
El documento conocido por La Didajé o Doctrina de los Doce Apóstoles era de importancia<br />
particular para la vida ética y moral de la iglesia primitiva. Algunos eruditos creen que el<br />
documento fue compuesto para el año 70 d.C., mientras que otros creen que fue compuesto<br />
posteriormente. La Didajé consiste de 16 capítulos que se pueden dividir en tres secciones. La<br />
primera sección, El Documento de los Dos Caminos, exhorta a los creyentes a que anden en el<br />
camino de justicia para así cumplir con sus deberes cristianos. La segunda sección trata<br />
mayormente de instrucciones litúrgicas. La tercera sección es, en esencia, un manual de<br />
disciplina. La Didajé sirve como expresión <strong>del</strong> moralismo que era parte integral de los marcos<br />
teológicos que estaban siendo desarrollados por los primeros cristianos.<br />
Ireneo<br />
53 Justo L. González. A History <strong>of</strong> Christian Thought –Volume 1. Nashville, TN: Abingdon Press, 1970, pág. 66 [N. <strong>del</strong><br />
T. — Para la versión en español, véase Justo L. González. Historia <strong>del</strong> Pensamiento Cristiano, Tomo 1. Miami, FL:<br />
Editorial Caribe, 1992, pág. 66].<br />
40
El concepto de Ireneo sobre la santidad y la obra santificadora de Cristo no se limitaba a la<br />
muerte de Cristo. Habló de “La Santificación de Cada Etapa de la Vida”. Escribió diciendo:<br />
Porque vino a salvar a todos: y digo a todos, es decir, a cuantos por él renacen<br />
para <strong>Dios</strong>, sean bebés, niños, adolescentes, jóvenes o adultos. Por eso quiso pasar<br />
por todas las edades: para hacerse bebé con los bebés, a fin de santificar a los<br />
bebés; niño con los niños, a fin de santificar su edad, dándoles ejemplo de piedad<br />
y siendo para ellos mo<strong>del</strong>o de afecto filial, justicia y obediencia; se hizo joven con<br />
los jóvenes, para dar a los jóvenes ejemplo y santificarlos para el Señor; y creció<br />
con los adultos hasta la edad adulta, para ser el Maestro perfecto de todos, no sólo<br />
con respecto a la enseñanza de la verdad, sino también con respecto a todas las<br />
etapas de la vida. 54<br />
Ireneo concebía que Jesús estaba santificando a la humanidad durante cada etapa de Su vida,<br />
lo cual, por consiguiente, era un proceso continuo. Los actos santificadores supremos fueron, por<br />
supuesto, Su muerte y resurrección, en las cuales pone Su victoria a la disposición de toda la<br />
humanidad.<br />
Atanasio<br />
Atanasio nos introduce a la teología de los teólogos alejandrinos, quienes estaban fuertemente<br />
influenciados por Orígenes. Sin embargo, en contraste con las demás teologías orientales,<br />
Atanasio procura ser más práctico que teórico. Se opuso férreamente a los que se negaban a<br />
afirmar la plena humanidad y divinidad de Cristo. Él escribió: “Por lo tanto, asumió un cuerpo<br />
humano para que, habiéndolo renovado como Creador, pudiera deificarlo en Sí mismo, y así<br />
darnos la entrada en el reino de los cielos, a semejanza Suya” [N. <strong>del</strong> T. — Esta cita fue<br />
traducida de: Philip Schaff, ed. Nicene & <strong>Pos</strong>t-Nicene Fathers, Second Series–Volume IV. Grand<br />
Rapids, MI: Wm. B. Eerdmans Publishing Company, 1891, pág. 386]. <strong>En</strong> el concepto de<br />
Atanasio, por cuanto la perfección sólo es posible en <strong>Dios</strong>, nuestra perfección como cristianos<br />
nunca termina. Por lo tanto, siempre nos encontramos en el proceso de conformarnos a la imagen<br />
54 Henry Bettenson. Documents <strong>of</strong> the Christian <strong>Church</strong>. (New York: Oxford University Press, 1963), pág. 30.<br />
41
de Cristo. Asimismo, Gregorio de Nisa, uno de los Padres Capadocios, escribiendo sobre la<br />
cuestión de la perfección, dijo: “...y así nos mejoramos y perfeccionamos siempre por el<br />
crecimiento diario, sin toparnos con ningún límite de perfección...” 55<br />
Cirilo de Alejandría<br />
Cirilo de Alejandría, un obispo <strong>del</strong> siglo V, también escribió sobre la importancia de<br />
comprender la dualidad de la naturaleza de Cristo en lo que respecta a la santidad. Él escribió:<br />
De no haber nacido como nosotros —según la carne—, y de no haber participado<br />
de los mismos elementos que nosotros, no hubiera podido librar a la naturaleza<br />
humana de la falta en que incurrimos en Adán, ni hubiera repelido la corrupción<br />
de nuestros cuerpos, ni hubiera puesto fin a la maldición que decimos que cayó<br />
sobre la primera mujer. [N. <strong>del</strong> T. — Esta cita fue traducida de: Cyril <strong>of</strong><br />
Alexandria. Five Tomes Against Nestorius. Book I. Edited by P. E. Pusey. Oxford,<br />
<strong>En</strong>gland: James Parker & Co., 1881, pág. 9].<br />
Todas las referencias anteriores describen el concepto predominante de la santidad entre los<br />
padres de la iglesia antigua. <strong>En</strong> pocas palabras, creían que Cristo se hizo hombre con el fin de<br />
santificarnos y hacernos santos. Los padres de la iglesia antigua creían que la santidad no se<br />
basaba en la conducta o comportamiento correctos, sino en nuestra unión con Cristo. Esto no<br />
significaba que la santidad estuviese divorciada <strong>del</strong> comportamiento, sino que el proceso de<br />
conformarnos a la imagen de Cristo era lo que nos llevaba al comportamiento y la conducta<br />
correctos. Ser como Cristo, o theosis —como lo llamaban los padres de la iglesia oriental—, era<br />
la clave para la santidad.<br />
La Teología Ortodoxa Oriental y la Theosis<br />
55 Ibíd.<br />
42
<strong>En</strong> la teología ortodoxa oriental y en la teología católica oriental, se emplea el vocablo theosis<br />
o theopoiesis para describir el llamado a los seres humanos a que sean santos y que procuren la<br />
unión con <strong>Dios</strong>, el cual comienza en esta vida y se consume en la resurrección. “Theosis” se<br />
define como el proceso de volverse libre <strong>del</strong> pecado. Atanasio amplió el significado diciendo que<br />
“la theosis es llegar a ser, por gracia, lo que <strong>Dios</strong> es por naturaleza”. Durante las etapas iniciales<br />
de la Reforma, se empleó el concepto de la unión con Cristo (unio cum Christo) para desarrollar<br />
una interpretación de todo el proceso de la salvación y la santificación. Esto fue especialmente<br />
cierto en el pensamiento de Juan Calvino. El concepto de la “theosis” fue importante también<br />
entre los metodistas antiguos y otros movimientos pietistas. A menudo, la “theosis” es tenida por<br />
precursora de la doctrina de la entera santificación, la cual enseña que es posible vivir sin pecado<br />
en este mundo presente. <strong>En</strong> el libro Five Views <strong>of</strong> Sanctification, Anthony Hoekema dice: “La<br />
santificación significa que nos estamos pareciendo más a <strong>Dios</strong> o a Cristo, quien es la imagen<br />
perfecta de <strong>Dios</strong>”. 56<br />
Los Montanistas, los Novacianos, los Donatistas, y la Búsqueda de la Santidad<br />
Los montanistas, los novacianos y los donatistas fueron grupos que se destacaron por sus<br />
creencias firmes en la pureza de los miembros de la iglesia y en la separación de la iglesia <strong>del</strong><br />
mundo. A los montanistas, un movimiento <strong>del</strong> siglo II, se les llamaba sarcásticamente “los<br />
espirituales”. <strong>En</strong>fatizaban la obra <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong> en la vida de los creyentes, pero también<br />
defendían la santidad en la vida y la disciplina eclesiástica estricta. Con el tiempo, la iglesia<br />
condenó al movimiento por supuesta herejía y por fanatismo en las prácticas ascéticas.<br />
56 Anthony A. Hoekema. Five Views on Sanctification– Reformed View. Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing,<br />
1987, pág. 66.<br />
43
El movimiento novaciano surgió en el siglo III. Ellos también criticaron la iglesia por la falta<br />
de disciplina eclesiástica tocante a los que habían negado la fe. Eran defensores de la pureza de<br />
la membresía de la iglesia. Creían que la iglesia debía separarse de la apostasía, impureza y<br />
mundanalidad. Las doctrinas de los donatistas eran similares a las de los novacianos, puesto que<br />
abogaban por la pureza de la iglesia, la disciplina eclesiástica estricta y la separación de iglesia y<br />
estado.<br />
Los Monásticos<br />
Sería reticente excluir a los monásticos de su influencia general sobre la santidad. La filos<strong>of</strong>ía<br />
monástica de la vida ejerció una influencia poderosa y sin precedentes sobre el cristianismo<br />
imperial; y para los siglos IV y V había crecido hasta ser un movimiento que afectaba a los<br />
creyentes en todos los niveles. A muchas personas les pareció que el estilo de vida ascético —<br />
incluyendo separarse <strong>del</strong> mundo— se conformaba más con la santidad bíblica que el imperante<br />
heroísmo espiritual, requerido durante los días antiguos de la persecución. Estos monjes causaron<br />
un despertar <strong>del</strong> entusiasmo cristiano y de la santidad <strong>del</strong> tiempo <strong>del</strong> fin, los cuales guardaban<br />
semejanza con los primeros años de los apóstoles. Ellos transformaron lo que había sido el<br />
martirio en un compromiso pleno con <strong>Dios</strong> y con la imitación de Jesucristo. 57<br />
Desafortunadamente, este estilo de vida y el énfasis correspondiente a la vida ascética y santa<br />
desaparecieron con el surgimiento de las iglesias reformadas y, más a<strong>del</strong>ante, aun entre los<br />
católicos romanos, tras la Revolución Francesa. 58<br />
Agustín de Hipona<br />
57 Bruce Shelley. <strong>Church</strong> History in Plain Language. Dallas, TX: Word Publishing, 1995, pág. 119.<br />
58 F. L. Cross, editor. The Oxford Dictionary <strong>of</strong> the Christian <strong>Church</strong>. New York: Oxford University Press, 1989, pág.<br />
930.<br />
44
Agustín, figura destacada en la teología cristiana en Occidente, es el último de los escritores<br />
cristianos de la antigüedad, el fundamento de la teología medieval y la influencia más grande de<br />
la teología protestante <strong>del</strong> siglo XVI. Aparte de sus escritos contra el maniqueísmo, sus obras<br />
más influyentes se derivan de su refutación de los donatistas y los pelagianos.<br />
Los escritos de Agustín contra el pelagianismo parecen ser los más importantes en la<br />
formulación de sus doctrinas de la gracia y la predestinación. Pelagio era oriundo de las Islas<br />
Británicas. Por lo usual, lo llaman monje. A continuación se resumen los principios teológicos de<br />
Pelagio:<br />
Pelagio [...] afirma que <strong>Dios</strong> ha hecho al ser humano libre, y que esa libertad es tal<br />
que en virtud de ella el humano es capaz de hacer el bien. El poder de no pecar —<br />
posse non peccare— está en la naturaleza humana misma desde su creación, y<br />
nada ni nadie puede destruirlo, ya se trate <strong>del</strong> pecado de Adán o <strong>del</strong> demonio<br />
mismo. El pecado de Adán no es en modo alguno el pecado de la humanidad [...]<br />
y tampoco destruye la libertad de no pecar que tienen todos los descendientes de<br />
Adán. El demonio es poderoso, sí; pero no tanto que no podamos resistirlo. La<br />
carne es poderosa y lucha contra el espíritu, sí; pero <strong>Dios</strong> nos ha dado la<br />
capacidad de vencerla. 59<br />
Las aportaciones principales de Agustín a las interpretaciones contemporáneas de la santidad y<br />
la santificación radican, ante todo, en el desarrollo de sus doctrinas <strong>del</strong> libre albedrío, el pecado<br />
original, la naturaleza humana caída, la gracia y la predestinación.<br />
Para Agustín, el libre albedrío es algo que le fue dado a los seres humanos y los seres<br />
angelicales. Creía que el libre albedrío era esencialmente bueno debido a que vino de <strong>Dios</strong>. Él<br />
escribió:<br />
<strong>Dios</strong> dotó al primer hombre —y a los ángeles— <strong>del</strong> libre albedrío, que en sí es un<br />
bien, pues es criatura de <strong>Dios</strong> y es además una de las perfecciones de los seres<br />
racionales. Pero es un bien “intermedio”, ya que es capaz, no solo de sostenerse<br />
en el bien, sino también de apartarse de <strong>Dios</strong>; es decir, de inclinarse hacia el mal.<br />
Es este libre albedrío lo que hace que el hombre sea verdaderamente tal, y por lo<br />
59 Justo L. González. A History <strong>of</strong> Christian Thought –Volume 2. Nashville, TN: Abingdon Press, 1970, pág. 31 [N. <strong>del</strong><br />
T. — Para la versión en español, véase Justo L. González. Historia <strong>del</strong> Pensamiento Cristiano, Tomo 2. Miami, FL:<br />
Editorial Caribe, 1992, págs. 30, 31].<br />
45
tanto, no se ha de pensar que el poseerlo sea en modo alguno un mal, sino un bien<br />
que puede volverse hacia el mal. 60<br />
Es importante señalar que Agustín se estaba refiriendo al libre albedrío antes de la caída. Él<br />
creía que la caída afectó a toda la humanidad de tal manera que es virtualmente imposible<br />
concebir una libertad total de la voluntad. Lo que informa la teología de Agustín sobre el pecado<br />
original es la consecuencia de la caída. La siguiente cita captura sucintamente su interpretación:<br />
Agustín aceptó y desarrolló la interpretación <strong>del</strong> pecado original como una<br />
herencia que Adán ha traspasado a sus descendientes. Tal interpretación <strong>del</strong> texto<br />
según el cual “en Adán todos mueren” no es ciertamente la única que ha<br />
aparecido en la historia <strong>del</strong> pensamiento cristiano; pero sí es la que, a partir de<br />
Tertuliano, fue logrando cada vez más preponderancia en la teología latina. Está<br />
preponderancia se debió en buena medida al impulso y a la autoridad que Agustín<br />
le prestó. 61<br />
La conclusión de esta interpretación es que la naturaleza humana caída (heredada de Adán)<br />
todavía tiene un libre albedrío; pero, a partir de la caída, sólo es libre para pecar. <strong>En</strong> realidad, no<br />
existe la alternativa de no pecar. “La alternativa de no pecar no se le presenta [al hombre<br />
natural]. Por tanto, es justo decir que tiene libertad para pecar (posse peccare) pero que no tiene<br />
libertad para no pecar (nonposse non peccare)”. 62<br />
Agustín entendía que la gracia es el único medio que puede llevarnos de la esclavitud <strong>del</strong><br />
pecado al estado de redención. La conversión sólo es posible por la gracia; y sólo mediante esta<br />
gracia el creyente puede hacer buenas obras. Con respecto a cómo obra <strong>Dios</strong> en nosotros por<br />
gracia, él escribió: “Por consiguiente, para que nosotros queramos, sin nosotros a obrar<br />
comienza, y cuando queremos y de grado obramos, con nosotros coopera. Con todo, si Él no<br />
obra para que queramos o no coopera cuando ya queremos, nada en orden a las buenas obras de<br />
60<br />
Justo L. González. Ibíd., pág. 43 [N. <strong>del</strong> T. — Para la versión en español, véase Justo L. González. Historia <strong>del</strong><br />
Pensamiento Cristiano, Tomo 2. Miami, FL: Editorial Caribe, 1992, pág. 43].<br />
61<br />
Ibíd., pág. 44 [N. <strong>del</strong> T. — Para la versión en español, véase Justo L. González. Historia <strong>del</strong> Pensamiento Cristiano,<br />
Tomo 2. Miami, FL: Editorial Caribe, 1992, pág. 44, 45].<br />
62<br />
Ibíd., pág. 46 [N. <strong>del</strong> T. — Para la versión en español, véase Justo L. González. Historia <strong>del</strong> Pensamiento Cristiano,<br />
Tomo 2. Miami, FL: Editorial Caribe, 1992, pág. 46].<br />
46
piedad podemos”. 63 Del concepto agustiniano de la gracia surgieron las ideas de que la gracia es<br />
irresistible y que la gracia es el don de perseverancia, el cual garantiza la fi<strong>del</strong>idad hasta la<br />
muerte. La predestinación, que también es un resultado <strong>del</strong> sistema agustiniano de la gracia, ha<br />
causado controversias prolongadas; pero no es un elemento necesario en esta discusión de la<br />
santidad y la santificación.<br />
La teología agustiniana vino a ser la influencia principal de los teólogos occidentales a través<br />
de la Edad Media. Sus obras fueron estudiadas y citadas como fuente de autoridad en casi todas<br />
las controversias teológicas. Este fue el caso hasta la época de la Reforma.<br />
Los Reformadores (Martín Lutero, Ulrico Zwinglio y Juan Calvino)<br />
Sin lugar a dudas, Martín Lutero es el teólogo más importante <strong>del</strong> siglo XVI. La teología<br />
protestante <strong>del</strong> siglo XVI puede ser clasificada en cuatro grupos fundamentales: la tradición<br />
luterana, la reformada, la anabaptista y la anglicana. Al igual que en el caso de Agustín, la<br />
teología de Lutero se halla íntimamente ligada con sus experiencias personales. El punto de<br />
partida para el renacimiento teológico de Lutero fue sus dificultades con las cuestiones <strong>del</strong><br />
pecado y la gracia. Las voluminosas explicaciones sobre la influencia de la conversión de Lutero<br />
sobre su teología son demasiado extensas como para discutirlas en este presente documento. Más<br />
bien, nos enfocaremos aquí en cómo la interpretación de Lutero sobre la santidad y la<br />
santificación ha informado la nuestra. Lutero entendía que la situación humana está<br />
completamente afectada por el pecado. Con esto quería decir que la naturaleza humana entera<br />
está corrompida por el pecado. Él escribió:<br />
Por lo tanto, es muy sabio afirmar que no somos sino pecado, para que no<br />
pensemos <strong>del</strong> pecado con la misma ligereza conque [sic] lo hacen los teólogos <strong>del</strong><br />
63 Justo L. González. Ibíd., pág. 47 [N. <strong>del</strong> T. — Para la versión en español, véase Justo L. González. Historia <strong>del</strong><br />
Pensamiento Cristiano, Tomo 2. Miami, FL: Editorial Caribe, 1992, pág. 47].<br />
47
Papa, quienes definen el pecado como «cualquier cosa que se dice, hace, o piensa<br />
contra la ley de <strong>Dios</strong>». Debemos definir el pecado más bien a base de este Salmo,<br />
como todo lo que nace de padre y madre, antes de que tenga ni siquiera la edad<br />
necesaria para decir, hacer o pensar cosa alguna. De tal raíz no puede surgir nada<br />
bueno <strong>del</strong>ante de <strong>Dios</strong>. 64<br />
El concepto de Lutero sobre el libre albedrío concordaba con el de Agustín. Para Lutero era un<br />
hecho innegable que la voluntad humana estuviese en esclavitud para hacer el mal. “Esto no es<br />
porque su voluntad sea restringida, sino porque está tan llena de maldad que libremente decide<br />
hacer el mal. No queda cosa alguna en la persona que le permita agradar a <strong>Dios</strong>, ni siquiera<br />
moverse hacia <strong>Dios</strong> mismo”. 65 La justificación por la fe, el eje central de la soteriología de<br />
Lutero, era interpretada como una “justificación imputada”. Esto resultó en la aserción que “el<br />
cristiano es a la vez justo y pecador —simul justus et peccator”. 66 Lutero escribió:<br />
Por lo tanto «quien es justificado no es todavía justo, pero está en camino hacia la<br />
justicia». Y «el comienzo de una nueva criatura acompaña a esta fe». «Porque<br />
primero purifica mediante la imputación, y luego da el <strong>Santo</strong> Espíritu, mediante el<br />
cual purifica también en sustancia. La fe limpia mediante la remisión de los<br />
pecados, y el <strong>Santo</strong> Espíritu mediante el efecto». 67<br />
Ulrico Zwinglio fue el primer teólogo de la tradición reformada. A pesar de que no sea tan<br />
reconocido como Juan Calvino, las primeras obras teológicas de Zwinglio, y sus desacuerdos con<br />
Lutero, jugaron un papel decisivo en el desarrollo de la teología reformada. <strong>En</strong> la interpretación<br />
de Zwinglio sobre la absoluta providencia de <strong>Dios</strong> vemos el desarrollo inicial de su doctrina de la<br />
predestinación. Para Zwinglio, “sólo un predeterminismo absoluto puede hacerle justicia a la<br />
64<br />
Justo L. González. A History <strong>of</strong> Christian Thought –Volume 3. Nashville, TN: Abingdon Press, 1970, pág. 55 [N. <strong>del</strong><br />
T. — Para la versión en español, véase Justo L. González. Historia <strong>del</strong> Pensamiento Cristiano, Tomo 3. Miami, FL:<br />
Editorial Caribe, 1993, pág. 52].<br />
65<br />
Ibíd., pág. 56 [N. <strong>del</strong> T. — Para la versión en español, véase Justo L. González. Historia <strong>del</strong> Pensamiento Cristiano,<br />
Tomo 3. Miami, FL: Editorial Caribe, 1993, pág. 54].<br />
66<br />
Ibíd., pág. 59 [N. <strong>del</strong> T. — Para la versión en español, véase Justo L. González. Historia <strong>del</strong> Pensamiento Cristiano,<br />
Tomo 3. Miami, FL: Editorial Caribe, 1993, pág. 56].<br />
67<br />
Ibíd. [N. <strong>del</strong> T. — Para la versión en español, véase Justo L. González. Historia <strong>del</strong> Pensamiento Cristiano, Tomo 3.<br />
Miami, FL: Editorial Caribe, 1993, pág. 56, 57].<br />
48
soberanía y la sabiduría divinas”. 68 Partiendo de la base de la predestinación, Zwinglio refutó la<br />
doctrina de la salvación por las obras. Para Zwinglio, el amor al “yo” es la raíz de todo pecado.<br />
El pecado original de Adán, según Zwinglio, no se transmite a su descendencia; lo que se<br />
transmite es el resultado de ese pecado. Zwinglio llama a este resultado “una enfermedad”. <strong>En</strong><br />
cuanto a los defensores <strong>del</strong> libre albedrío, afirma que “la razón por la que los «teólogos e<br />
hipócritas <strong>del</strong> apetito animal» insisten sobre el libre albedrío es que no conocen la pr<strong>of</strong>undidad y<br />
el alcance de las consecuencias <strong>del</strong> pecado original”. 69<br />
Sin duda alguna, Juan Calvino se ha convertido en el más grande de los teólogos reformados.<br />
Fue por Juan Calvino que la teología reformada tomó forma. Su obra magna, Institución de la<br />
Religión Cristiana, llegó a ser la exposición sistemática de la teología reformada. El concepto de<br />
Calvino sobre el alma humana estaba en contraste con el concepto de Serveto, el cual creía que el<br />
alma era parte de la sustancia divina. Calvino creía que “el alma fue creada por <strong>Dios</strong> de la nada<br />
(ex-nihilo) y no participa de la esencia divina”. 70<br />
Este concepto es fundamental en la doctrina de Calvino sobre la totalidad de la depravación<br />
humana. Al igual que los demás reformadores, “depender de la gracia” tiene una importancia<br />
suprema en la teología de Calvino; y por consiguiente, la justificación por la fe es también el<br />
punto de partida de su soteriología. Sin embargo, él argumenta que:<br />
La justificación por la fe no quiere decir que los cristianos deban contentarse con<br />
la imputación de la justicia, y continuar revolcándose en su pecado. Es cierto que<br />
el cristiano justificado sigue siendo pecador, y continuará siéndolo a través de<br />
68<br />
Justo L. González. A History <strong>of</strong> Christian Thought –Volume 3. Nashville, TN: Abingdon Press, 1970. Ibíd., pág. 76<br />
[N. <strong>del</strong> T. — Para la versión en español, véase Justo L. González. Historia <strong>del</strong> Pensamiento Cristiano, Tomo 3. Miami,<br />
FL: Editorial Caribe, 1993, pág. 75].<br />
69<br />
Ibíd., pág. 141 [N. <strong>del</strong> T. — Para la versión en español, véase Justo L. González. Historia <strong>del</strong> Pensamiento<br />
Cristiano, Tomo 3. Miami, FL: Editorial Caribe, 1993, pág. 77].<br />
70<br />
Ibíd. [N. <strong>del</strong> T. — Para la versión en español, véase Justo L. González. Historia <strong>del</strong> Pensamiento Cristiano, Tomo 3.<br />
Miami, FL: Editorial Caribe, 1993, pág. 145].<br />
49
toda su vida terrena. Pero también es cierto que el cristiano justificado trata de<br />
mostrar los frutos de la justificación. 71<br />
Declara también:<br />
Aunque el pecador justificado no deja de ser pecador, la acción divina de<br />
justificación también es de regeneración. <strong>En</strong> los electos <strong>Dios</strong> crea el amor hacia la<br />
rectitud mediante el ejemplo de la santidad divina y a través de su comunión con<br />
Cristo. La obra de regeneración es la obra de <strong>Dios</strong> en el creyente, que<br />
progresivamente va creando de nuevo la imagen divina que había quedado<br />
deformada por el pecado. El resultado es la vida cristiana, que abunda en buenas<br />
obras. Estas obras, sin embargo, no justifican. Son más bien el resultado y la señal<br />
de la justificación. 72<br />
El Movimiento Pietista (Juan Wesley)<br />
La obra de los reformadores desempeñó un rol decisivo en el desarrollo de lo que llegó a ser la<br />
teología protestante ortodoxa. Sin embargo, durante los siglos que siguieron, el movimiento<br />
protestante —el cual estaba basado en las convicciones religiosas personales de los<br />
reformadores— se había reducido, ante todo, a una serie de verdades expresadas en<br />
declaraciones proposicionales.<br />
Una reacción a la complacencia de la ortodoxia protestante fue el movimiento pietista. El<br />
término pietista se originó por los grupos de cristianos devotos que se reunían en los hogares<br />
para estudiar, llamados collegia pietatis, los cuales fueron organizados por Phillip Jakob Spener,<br />
el fundador <strong>del</strong> pietismo alemán. Spener enfatizó la experiencia de la fe cristiana, en<br />
contraposición a las fórmulas doctrinales. “Las doctrinas son importantes —y Spener afirmaba<br />
repetidamente que aceptaba todas las doctrinas ortodoxas— pero mucho más importante es la<br />
experiencia y la práctica de la vida cristiana”. 73 Los moravos, otro grupo pietista que también<br />
71<br />
Ibíd., página 156 [N. <strong>del</strong> T. — Para la versión en español, véase Justo L. González. Historia <strong>del</strong> Pensamiento<br />
Cristiano, Tomo 3. Miami, FL: Editorial Caribe, 1993, pág. 160].<br />
72<br />
Ibíd. [N. <strong>del</strong> T. — Para la versión en español, véase Justo L. González. Historia <strong>del</strong> Pensamiento Cristiano, Tomo 3.<br />
Miami, FL: Editorial Caribe, 1993, pág. 161].<br />
73<br />
Ibíd., pág. 303 [N. <strong>del</strong> T. — Para la versión en español, véase: Justo L. González. Historia <strong>del</strong> Pensamiento<br />
Cristiano, Tomo 3. Miami, FL: Editorial Caribe, 1993, pág. 308].<br />
50
insistía en la importancia de la vida moral sobre las fórmulas teológicas, tuvieron una influencia<br />
significativa sobre Juan Wesley y el movimiento metodista.<br />
De manera similar a los pietistas en Alemania y los moravos, grupos de creyentes en Inglaterra<br />
también encontraron que la vida tradicional y la adoración <strong>del</strong> anglicanismo eran irrelevantes<br />
para su fe cristiana. De manera que, en 1702, Samuel Wesley —el padre de Juan Wesley y<br />
Carlos Wesley— formó una sociedad religiosa para dedicarse al estudio devoto de la Biblia. Al<br />
principio se les llamó “el club santo”, y luego se les conoció como metodistas. Desde sus inicios,<br />
el movimiento metodista se interesó en la dimensión ética o moral de la fe. Uno de los elementos<br />
más controvertidos <strong>del</strong> concepto de Wesley sobre la vida cristiana fue la doctrina de la entera<br />
santificación o perfección cristiana. Para Wesley:<br />
“La expresión más sublime —y la prueba definitiva— de la autenticidad <strong>del</strong><br />
verdadero cristianismo bíblico radica en la experiencia práctica y ética <strong>del</strong><br />
cristiano individual y de la iglesia, y sólo secundariamente en la definición<br />
doctrinal y proposicional”. 74<br />
Aunque la teología de Wesley estaba edificada sobre las doctrinas centrales de la Reforma,<br />
discrepaba de la noción común de que la lucha constante y la derrota fuesen de manera alguna un<br />
aspecto normativo de la vida cristiana. Su enseñanza sobre la libertad <strong>del</strong> pecado que se podía<br />
experimentar en esta vida fue un definitivo rompimiento con la postura de los reformadores. Él<br />
creía que “había un remedio para la enfermedad de la pecaminosidad sistémica, a saber, la entera<br />
santificación —una obra personal y definitiva de la gracia santificadora de <strong>Dios</strong> que puede hacer<br />
cesar nuestra guerra interior, y librar nuestro corazón de la rebelión y hacerlo capaz de amarlo<br />
sinceramente a Él y a los demás”. 75 Wesley tenía un gran fervor por la santidad cristiana, y no se<br />
74 Melvin E. Dieter. Five Views on Sanctification– Wesleyan View. (Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing, 1987),<br />
pág. 11.<br />
75 Ibíd., pág. 17.<br />
51
contentaría con ninguna religión que aceptase el dominio <strong>del</strong> pecado en la vida de un cristiano.<br />
Aunque ésta era ciertamente la convicción de Wesley, Melvin E. Dieter observa:<br />
<strong>En</strong> cuanto a la posibilidad de volver a caer en el pecado por la desobediencia, él<br />
nunca enseñó que los cristianos enteramente santificados pudieran llegar a ser<br />
impecables. Sí enseñó que, mientras los hombres y las mujeres fuesen criaturas<br />
con libre albedrío, tendrían la capacidad de responder en obediencia o<br />
desobediencia a la gracia de <strong>Dios</strong>. Nunca estarían libres de la posibilidad de pecar<br />
<strong>del</strong>iberada e intencionalmente en esta vida. Pero sí serían librados de la necesidad<br />
de transgredir voluntariamente mediante la vida en obediencia constante a la<br />
voluntad de <strong>Dios</strong>. 76<br />
Al igual que los reformadores que le antecedieron, Wesley vio una inextricable conexión entre<br />
la justificación y la santificación. Sobre esta conexión, Dieter explica lo siguiente: “El punto<br />
crítico de esta experiencia purificadora no tiene que distinguirse cronológicamente de la<br />
justificación y el nuevo nacimiento, pero se distingue de ellos lógicamente en el continuo de la<br />
salvación. Sin embargo, la exhortación bíblica a los creyentes a que busquen la perfección en el<br />
amor indica que los creyentes típicamente reciben la pureza de amor en una crisis de fe<br />
distinta”. 77 Wesley creía que <strong>Dios</strong> comienza a santificar al creyente en el acto de la justificación.<br />
Dijo: “Es por la fe que somos santificados al igual que es por ella que somos justificados...nadie<br />
es santificado hasta tanto no crea: Cualquier persona cuando cree es santificada”. 78 El fin de este<br />
proceso era “la entera santificación” o “la perfección cristiana”. El siguiente extracto de los<br />
escritos de Wesley sirve para explicar su interpretación:<br />
...«por gracia» somos «salvos por la fe», y consiste en estas dos grandes ramas: la<br />
justificación y la santificación. Por medio de la justificación somos salvos de la<br />
culpa <strong>del</strong> pecado, y restaurados al favor de <strong>Dios</strong>; por medio de la santificación<br />
somos liberados <strong>del</strong> poder y la raíz <strong>del</strong> pecado, y restaurados a la imagen de <strong>Dios</strong>.<br />
La experiencia, además de las Escrituras, nos demuestra que esta salvación es<br />
tanto instantánea como gradual. Comienza en el momento en que somos<br />
76 Ibíd., pág. 14.<br />
77 Ibíd., pág. 18.<br />
78 Justo L. González. A History <strong>of</strong> Christian Thought –Volume 3. Nashville, TN: Abingdon Press, 1970, pág. 313 [N.<br />
<strong>del</strong> T. — Para la versión en español, véase Justo L. González. Historia <strong>del</strong> Pensamiento Cristiano, Tomo 3. Miami, FL:<br />
Editorial Caribe, 1993, pág. 319].<br />
52
justificados por el amor santo, humilde, gentil y generoso de <strong>Dios</strong> por el hombre.<br />
A partir de ese momento aumenta y «crece como un grano de mostaza, el cual al<br />
principio, es la más pequeña de todas las semillas»... <strong>En</strong> otro instante, también, el<br />
corazón es limpiado de su pecado y experimenta un amor puro por <strong>Dios</strong> y el<br />
hombre. 79<br />
Wesley tuvo reservas en emplear el término “perfección sin pecado” porque podía insinuar la<br />
incapacidad de pecar. La perfección cristiana tenía, para Wesley, un carácter teleológico: era la<br />
meta de la vida cristiana, y no el punto de partida —como propugnaban las enseñanzas sobre la<br />
santidad en tiempos posteriores. <strong>En</strong> su convincente libro titulado Transformed by Grace, J.<br />
Ayodeji Adewuya dice: “La vida cristiana debe ser una experiencia en que venzamos cada vez<br />
más al pecado y que nos conformemos cada vez más a la imagen de Cristo; esta es la meta que<br />
tenemos por <strong>del</strong>ante, la cual debemos anhelar y esforzarnos [por alcanzarla]”. 80 <strong>En</strong> sus primeros<br />
escritos, Wesley no tenía una convicción firme sobre cuándo exactamente se podía alcanzar este<br />
estado. Él escribe: “Creo que este instante es generalmente el instante de la muerte, el momento<br />
antes de que el alma deje el cuerpo. Pero creo que puede ser diez, veinte, o cuarenta años antes...<br />
Creo que sucede generalmente muchos años después de la justificación; pero podría suceder a los<br />
cinco años o a los cinco meses después. No conozco ningún argumento concluyente que lo<br />
contradiga”. 81 Durante gran parte de su vida Wesley tuvo cierto nivel de ambivalencia acerca de<br />
dar prioridad a la “crisis” o al “proceso”. Finalmente, llegó al punto donde subrayó el carácter<br />
instantáneo de la segunda bendición, “aunque siempre precedida y seguida por un proceso de<br />
santificación gradual”. 82<br />
79 Donald W. Dayton. Theological Roots <strong>of</strong> Pentecostalism. (Peabody, MA: Hendrickson Publishers, 1987), pág. 46<br />
[N. <strong>del</strong> T. — Para la versión en español, véase Donald W. Dayton. Raíces Teológicas <strong>del</strong> Pentecostalismo. Buenos<br />
Aires, Argentina: Editorial Nueva Creación, 1991, pág. 27].<br />
80 J. Ayodeji Adewuya. Transformed by Grace. (Eugene: Cascade Books, 2004), pág. 14.<br />
81 Donald Dayton. Ibíd., pág. 48 [N. <strong>del</strong> T. — Para la versión en español, véase Donald W. Dayton. Raíces Teológicas<br />
<strong>del</strong> Pentecostalismo. Buenos Aires, Argentina: Editorial Nueva Creación, 1991, pág. 29].<br />
82 Dayton. Ibíd. [N. <strong>del</strong> T. — Para la versión en español, véase Donald W. Dayton. Raíces Teológicas <strong>del</strong><br />
Pentecostalismo. Buenos Aires, Argentina: Editorial Nueva Creación, 1991, pág. 29].<br />
53
La interpretación wesleyana de la santificación tuvo un mayor desarrollo en los Estados<br />
Unidos, donde asumió diversas trayectorias. El movimiento de avivamiento conocido como el<br />
“Segundo Gran Despertar” trajo un interés renovado en los aspectos experienciales <strong>del</strong><br />
cristianismo además de la doctrina de la perfección cristiana. Este enfoque fue visto en los<br />
movimientos metodista, bautista y reformado.<br />
Timothy L. Smith describe las fuerzas religiosas dominantes en los Estados Unidos en la<br />
víspera de la Guerra Civil como “una coalición de calvinismo con ‘avivamientos’ y de<br />
‘arminianismo evangélico’, es decir, una combinación en la cual dominaban las ideas de tipo<br />
metodista, incluyendo la doctrina de la perfección cristiana”. 83 Los ideales y la doctrina <strong>del</strong><br />
movimiento de perfección cristiana penetraron varias denominaciones. Higher Christian Life,<br />
una obra de W.E. Boardman, un creyente presbiteriano, se convirtió en el primer tratamiento<br />
popular sobre ese tema que influenció a varias denominaciones. A.B. Earle, un creyente bautista,<br />
experimentó la santificación y llevó tal enseñanza a esa denominación. Charles Cullis tuvo un rol<br />
importante en llevar ese tema a la iglesia episcopal.<br />
Dentro <strong>del</strong> ala calvinista <strong>del</strong> movimiento reformado, luminarias tales como Charles G. Finney<br />
y Asa Mahan predicaron el mensaje de una “vida cristiana superior” mediante la perfección<br />
cristiana. La doctrina de la santificación propugnada por Finney y Mahan resultó en el<br />
“perfeccionismo de Oberlin”, el cual era de carácter básicamente wesleyano, pero influenciado<br />
por el movimiento calvinista llamado “Nueva Divinidad”. Por consiguiente, hubo algunas<br />
diferencias que causaron ciertos debates entre ellos y el movimiento de santidad metodista.<br />
A pesar <strong>del</strong> crecimiento fenomenal que estaba ocurriendo dentro de la iglesia metodista<br />
tradicional, había un grupo de cristianos que sentían que la interpretación wesleyana de la<br />
83 Dayton. Ibíd., pág. 64 [N. <strong>del</strong> T. — Para la versión en español, véase Donald W. Dayton. Raíces Teológicas <strong>del</strong><br />
Pentecostalismo. Buenos Aires, Argentina: Editorial Nueva Creación, 1991, pág. 38].<br />
54
santificación estaba siendo descuidada. El resurgimiento de la doctrina de la perfección cristiana<br />
en la iglesia metodista fue acaudillado por Phoebe y Walter Palmer. La tierra fértil que propició<br />
el crecimiento <strong>del</strong> movimiento de santidad, tanto el ala reformada como la metodista, fue creada<br />
por el reenfoque que ambos grupos le dieron a la santificación, al igual que el pietismo y el<br />
milenarismo d el movimiento de avivamiento estadounidense. La doctrina de la santificación<br />
tuvo un desarrollo adicional en estos contextos (algunos dirían que fue una modificación).<br />
El ala pro avivamiento <strong>del</strong> metodismo prevaleció, y la santificación fue definida como una<br />
obra de gracia que se recibía después de la regeneración. La predicación de avivamiento<br />
enfatizaba firmemente esta obra de gracia como “experiencias de crisis”, las cuales eran<br />
inmediatas y definibles. Phoebe Palmer entendía la experiencia de la perfección cristiana como la<br />
culminación de un proceso de gracia. “La predicación <strong>del</strong> movimiento de santidad juntaba los<br />
elementos de la enseñanza de Wesley sobre la santificación en torno a la segunda crisis de fe —<br />
subsecuente a la justificación—, la cual era comúnmente llamada ‘entera santificación’”. 84 <strong>En</strong><br />
este contexto, la doctrina de la entera santificación procuró resolver la tensión entre la crisis y el<br />
proceso que estaba presente en Wesley. Esto se hizo al centrarse en el carácter instantáneo de la<br />
experiencia como una segunda obra concreta de la gracia. <strong>En</strong> cierta manera, este enfoque<br />
comenzó con Adam Clarke. Una colección de sus escritos titulada Christian Theology, publicada<br />
en 1835, declara lo siguiente:<br />
<strong>En</strong> ninguna parte de las Escrituras debemos buscar la santidad gradatim.<br />
Debemos venir a <strong>Dios</strong> tanto para una instantánea y total purificación de todo<br />
pecado como para un perdón instantáneo. No existen el perdón seriatim ni la<br />
purificación gradatim en la Biblia. Es cuando el alma se ve purificada de todo<br />
pecado que puede crecer en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor<br />
Jesucristo. 85<br />
84 Melvin E. Dieter. Ibíd., pág. 38.<br />
85 Donald W. Dayton. Theological Roots <strong>of</strong> Pentecostalism. (Peabody, MA: Hendrickson Publishers, 1987), pág. 68<br />
[N. <strong>del</strong> T. — Para la versión en español, véase Donald W. Dayton. Raíces Teológicas <strong>del</strong> Pentecostalismo. Buenos<br />
Aires, Argentina: Editorial Nueva Creación, 1991, pág. 42].<br />
55
Los oponentes alegaban que esta interpretación particular no era fiel a la enseñanza original de<br />
Wesley. Dieter escribió: “Los oponentes alegaban que la interpretación wesleyana de que la<br />
salvación era un continuo —en el cual ciertos puntos radicales de decisión e infusiones de la<br />
gracia justificadora y santificadora eran puestos en el marco de un proceso de por vida— estaba<br />
en peligro”. 86 <strong>En</strong> cambio, aquéllos que apoyaban el “tema de la crisis” eran igualmente<br />
categóricos. Dieter escribe nuevamente: “Los defensores <strong>del</strong> renovado énfasis al momento de<br />
crisis de la entera santificación...temían que el énfasis excesivo de sus oponentes en el proceso y<br />
la minimización de la experiencia de crisis tendiera a destruir la esperanza de alcanzar la entera<br />
santificación en esta vida”. 87 Tanta tensión creó el movimiento de santidad dentro <strong>del</strong> metodismo<br />
que resultó en la separación y formación de nuevas iglesias.<br />
Varios temas se convirtieron en parte integrante de la enseñanza <strong>del</strong> movimiento de santidad<br />
tocante a la santificación. <strong>En</strong> primer lugar, estaba el uso de la ‘terminología <strong>del</strong> altar’ como la<br />
fórmula para la experiencia de la santificación que subrayaba la disponibilidad inmediata de la<br />
experiencia de la santificación. Este enfoque tendía a eliminar el tema de la lucha espiritual, el<br />
cual era característico de la enseñanza <strong>del</strong> siglo XVIII. Palmer escribió: “Si no la recibes ahora,<br />
la demora no será de parte de <strong>Dios</strong>, sino totalmente vuestra”.<br />
Otro tema enfatizado era la insinuación de que el pecado (como substancia material) era<br />
arrancado de raíz <strong>del</strong> corazón. Wesley mismo empleó términos tales como “la circuncisión <strong>del</strong><br />
corazón” para describir el producto de la santificación. El movimiento de santidad habló <strong>del</strong><br />
“concepto de la santificación como erradicación <strong>del</strong> pecado como si fuera una entidad unificada<br />
que podía ser extirpada”. 88 La terminología <strong>del</strong> ‘altar’ y la ‘erradicación’ junto con el enfoque en<br />
86 Dieter. Ibíd., pág. 38.<br />
87 Dieter. Ibíd., pág. 38.<br />
88 Dieter. Ibíd., pág. 41.<br />
56
la ‘experiencia de crisis’, desarrolló lo que algunos percibían ser un concepto estático de la<br />
gracia, en lugar de un proceso dinámico que se percibía tener más fundamento bíblico.<br />
El Movimiento Anabaptista<br />
Los anabaptistas rechazaron toda idea de rebautismo; nunca consideraron que la aspersión<br />
ceremonial recibida por la gente en la infancia fuese un bautismo legítimo. Su meta básica era la<br />
restitución <strong>del</strong> cristianismo apostólico verdadero. Afirmaban que en la iglesia <strong>del</strong> Nuevo<br />
Testamento sólo los hombres y las mujeres que experimentaran personalmente la regeneración<br />
espiritual eran candidatos para el bautismo en agua. También sostenían que las iglesias<br />
apostólicas no sabían nada <strong>del</strong> bautismo de infantes, y que tal práctica fue introducida en la<br />
iglesia durante los siglos II y III. Sostenían que esta práctica —conveniente para promover el<br />
cristianismo— fue creada por el cristianismo nominal, pero carecía de espiritualidad. Pero fueron<br />
más allá, y se negaron firmemente a pertenecer al poder <strong>del</strong> mundo, incluyendo el portar armas,<br />
ocupar puestos políticos y prestar juramentos. Estas creencias los hicieron vulnerables, y fueron<br />
atacados por la Iglesia Católica Romana, tanto así que ya para enero de 1527 se nombraba a<br />
Félix Manz como el primer mártir entre ellos. Hacia 1529, la Dieta de Speyer declaró herejes a<br />
los anabaptistas. El grupo se extendió allende los Alpes Suizos, hacia Francia, Alemania e<br />
Inglaterra. Es interesante que sean parientes lejanos de los bautistas, cuáqueros,<br />
congregacionalistas y pentecostales, y que hoy la mayoría de sus seguidores sean llamados<br />
menonitas. 89<br />
¿Por qué debemos nosotros, los apegados a la tradición de santidad, considerar a estos<br />
reformadores como parte de nuestro legado distante? Porque los anabaptistas, más que cualquier<br />
otro grupo reformador, abrazaron la ‘ética <strong>del</strong> amor’, la cual dice que los cristianos deben emular<br />
89 Bruce L. Shelley. <strong>Church</strong> History in Plain Language. (Nashville, TN: Thomas Nelson, 2008), págs. 248-‐251.<br />
57
a Jesús siguiéndole en el bautismo y en una vida de servicio. <strong>En</strong> la Confesión de Schleitheim de<br />
1527, se pusieron de acuerdo sobre cuatro principios inequívocos que debe considerar en oración<br />
un creyente sincero que quiera buscar al <strong>Dios</strong> santo:<br />
1. La relación <strong>del</strong> cristiano con Jesucristo debe ir más allá de la experiencia<br />
interior y la aceptación de doctrinas. Tiene que envolver un caminar diario con<br />
<strong>Dios</strong>, en el cual las enseñanzas y el ejemplo de Cristo dan forma a un estilo de<br />
vida transformada.<br />
2. El principio <strong>del</strong> amor surgía lógicamente <strong>del</strong> primer principio. <strong>En</strong> sus tratos<br />
con los que no eran anabaptistas, actuaron como pacifistas. No salían a la guerra,<br />
ni se defendían de sus perseguidores, ni tomaban parte en ninguna coerción<br />
realizada por el estado.<br />
3. El tercer principio era la perspectiva congregacional de la autoridad en la<br />
iglesia. <strong>En</strong> sus asambleas, todos los miembros eran creyentes que fueron<br />
bautizados voluntariamente tras confesar la fe personal en Cristo. Cada creyente,<br />
basado entonces en la aplicación práctica de esta autoridad, era tanto un sacerdote<br />
para sus compañeros creyentes como un misionero para los incrédulos.<br />
4. La cuarta convicción importante de los anabaptistas era la insistencia sobre la<br />
separación de la iglesia y el estado. Creían que los cristianos eran “un pueblo<br />
libre, sin forzamiento, y sin obligación”. La fe es un regalo gratuito de <strong>Dios</strong>, y las<br />
autoridades civiles se extralimitan cuando “defienden la Palabra de <strong>Dios</strong> con el<br />
puño”. 90<br />
Para concluir este breve vistazo a este grupo de reforma, los descendientes de los anabaptistas<br />
perdieron muchas de las características de sus fundadores. <strong>En</strong> su búsqueda de una iglesia pura, se<br />
volvieron a veces legalistas. También perdieron, a causa de la persecución, su fervor<br />
evangelístico, y llegaron a ser más conocidos por su excelencia en la agricultura, su buen<br />
civismo y su buena ética de trabajo.<br />
El Pentecostalismo (La Santificación Pentecostal)<br />
Como siempre, las preguntas sobre el rol y la obra <strong>del</strong> Espíritu en la doctrina de la perfección<br />
cristiana vinieron a ocupar el centro de atención. Esta pregunta trajo dificultades para algunos<br />
sectores de la tradición wesleyana por más de un siglo. Una vez que el enfoque de la entera<br />
90 Bruce L. Shelley. Ibíd., págs. 253, 254.<br />
58
santificación cambió para enfatizar el momento de la experiencia, surgieron preguntas en cuanto<br />
a lo apropiado de describir esta experiencia como el bautismo en el Espíritu <strong>Santo</strong>. Wesley<br />
mismo no sostenía esta interpretación, pero la misma fue claramente apoyada por John Fletcher,<br />
quien fuera el sucesor designado de Wesley. Fletcher enseñó que “el pleno potencial de la<br />
salvación <strong>del</strong> pecado —el cual es inherente en la promesa <strong>del</strong> Espíritu— no se realiza hasta que,<br />
en un momento subsecuente de fe y obediencia completas a la voluntad de <strong>Dios</strong>, uno llega a ser<br />
tan lleno <strong>del</strong> Espíritu que la santidad y el amor se convierten en el patrón habitual de la vida de<br />
uno”. 91<br />
El uso de la imaginería y el lenguaje pentecostales para describir la experiencia de la<br />
santificación llegó a ser más común a medida que la atención pasó <strong>del</strong> tema de la perfección al<br />
tema de la santidad y luego al tema <strong>del</strong> poder. Los escritos de Phoebe Palmer colocan la<br />
santificación en el contexto de la pureza; sin embargo, hubo cierto reflejo <strong>del</strong> lenguaje<br />
pentecostal en sus escritos posteriores. Finney y otros “perfeccionistas de Oberlin” enfatizaron,<br />
aun más que Palmer, la obra <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong> en la santificación. Otra fuente <strong>del</strong> lenguaje<br />
pentecostal se encuentra en las “Conferencias de Keswick para la Vida Superior” en Inglaterra.<br />
Los maestros de la “Vida Superior” concebían la santificación como parte de una serie de<br />
“experiencias que equipaba a los creyentes para realizar obras extraordinarias de testimonio y<br />
servicio. Lo llamaban una ‘dotación’ de poder”. 92<br />
A medida que el movimiento de santidad se separaba <strong>del</strong> metodismo, fue adoptando cada vez<br />
más la fórmula de la santificación pentecostal. La fórmula de Fletcher estaba superando a la<br />
enseñanza wesleyana tradicional. El problema de balancear los temas de la perfección y la<br />
pureza con el tema <strong>del</strong> poder pentecostal presentó un desafío formidable. Phoebe Palmer procuró<br />
91 Melvin E. Dieter. Ibíd., pág. 43.<br />
92 Grant Wacker. Heaven Below-‐Early Pentecostals and American Culture (Cambridge, MA: Harvard University<br />
Press, 2001), pág. 2.<br />
59
aliviar esa tensión al equiparar la santidad y el poder. Propuso que “la santidad es poder” y que<br />
“la pureza y el poder son idénticos”. La subsiguiente reformulación de “la lucha entre pureza y<br />
poder” fue la postulada enseñanza de las “tres bendiciones”. Algunos en el movimiento de<br />
santidad defendían una enseñanza que dividía la “segunda obra” en dos bendiciones distintas.<br />
Esta postura apareció ya para 1856 en la obra Guide to Holiness, en la cual alguien preguntó: “La<br />
santidad total, la santificación total, un corazón limpio, un amor perfecto, o una plena salvación,<br />
¿significan el bautismo pleno <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong>? ¿Es posible que una persona disfrute las<br />
bendiciones de una santificación total sin haber obtenido aún la plenitud <strong>del</strong> Espíritu?” 93<br />
También se estaba dando énfasis al asunto de la pureza como una obra preparatoria para el<br />
bautismo <strong>del</strong> Espíritu, insinuando de manera similar una separación de las experiencias. Al<br />
hermano A.B. Earle, un evangelista bautista <strong>del</strong> movimiento de santidad, le hicieron la siguiente<br />
pregunta: “¿Es posible que una persona tenga un corazón limpio sin el bautismo <strong>del</strong> Espíritu<br />
<strong>Santo</strong>?” Él respondió diciendo que “un corazón limpio es una preparación para el bautismo <strong>del</strong><br />
Espíritu <strong>Santo</strong>”. 94<br />
Nociones Comunes sobre la Santificación/la Santidad<br />
Juan Wesley trató los temas de la santificación y la santidad al escribir numerosos sermones<br />
sobre ambos temas. <strong>En</strong> uno de esos sermones, explicó el rol <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong> en el proceso de<br />
la santificación. A continuación, una larga pero beneficiosa cita de Wesley:<br />
Si tomamos esta salvación en su sentido más extenso, incluye toda la obra que se<br />
lleva a cabo en el alma, lo que con frecuencia se llama “conciencia natural”, pero<br />
más propiamente “gracia preveniente”. Incluye todos los llamamientos <strong>del</strong> Padre,<br />
los deseos de tener a <strong>Dios</strong>, que si los alimentamos, aumentarán más; toda esa luz<br />
93 Donald W. Dayton. Ibíd., pág. 94 [N. <strong>del</strong> T. — Para la versión en español, véase Donald W. Dayton. Raíces<br />
Teológicas <strong>del</strong> Pentecostalismo. Buenos Aires, Argentina: Editorial Nueva Creación, 1991, pág. 63].<br />
94 Ibíd., pág. 96 [N. <strong>del</strong> T. — Para la versión en español, véase: Donald W. Dayton. Raíces Teológicas <strong>del</strong><br />
Pentecostalismo. Buenos Aires, Argentina: Editorial Nueva Creación, 1991, pág. 63].<br />
60
con que el Hijo de <strong>Dios</strong> “alumbra a todo hombre que viene a este mundo”;<br />
enseñando a todos los hombres a “hacer juicio, amar misericordia, y humillarse”<br />
para andar con su <strong>Dios</strong>. Incluye también todas las convicciones que su Espíritu<br />
inspira de tiempo en tiempo en cada criatura, si bien es cierto que la mayoría de<br />
los hombres las ahogan inmediatamente y poco después las olvidan, o al menos<br />
niegan que las hayan tenido.<br />
Al mismo tiempo que somos justificados, en el mismo instante, principia la<br />
santificación. <strong>En</strong> ese momento nacemos de nuevo, nacemos de lo alto, nacemos<br />
<strong>del</strong> Espíritu, tiene lugar un cambio real lo mismo que relativo. Somos renovados<br />
interiormente por el poder de <strong>Dios</strong>. Sentimos “el amor de <strong>Dios</strong> derramado en<br />
nuestros corazones por el Espíritu <strong>Santo</strong> que nos es dado”, y quien engendra el<br />
amor al género humano y muy especialmente a los hijos de <strong>Dios</strong>. Excluye el amor<br />
<strong>del</strong> mundo, el amor <strong>del</strong> placer, de las comodidades, de los honores, y <strong>del</strong> dinero;<br />
lo mismo que la soberbia, la ira, la voluntad propia y toda clase de mala<br />
disposición. <strong>En</strong> otras palabras, convierte la mente terrena, sensual, diabólica, en la<br />
mente de Cristo.<br />
Cosa muy natural es que quienes sienten ese cambio imaginen que ya no queda<br />
ningún pecado. Que ha sido arrancado de raíz <strong>del</strong> corazón. Que ya no ocupa en él<br />
ningún lugar. Cuan fácilmente sacan esta conclusión: “No siento ningún pecado,<br />
por consiguiente, no tengo ninguno. No se mueve, por consiguiente, no existe. No<br />
tiene movimiento alguno, por consiguiente, no tiene ser”.<br />
Pero muy pronto se desengañan al descubrir que el pecado estaba dormido, pero<br />
no muerto. Vuelve la tentación y revive el pecado, mostrándoles que estaba<br />
aturdido, mas no muerto. Sienten en sí mismos dos principios contrarios el uno<br />
[<strong>del</strong>] otro: “la carne luchando en contra <strong>del</strong> Espíritu”; la naturaleza oponiéndose a<br />
la gracia de <strong>Dios</strong>. No pueden negar que si bien tienen el poder de creer en<br />
Jesucristo y de amar a <strong>Dios</strong>, si bien el “Espíritu” aún testifica con sus espíritus<br />
que son hijos de <strong>Dios</strong>, algunas veces sienten soberbia, voluntad propia, cólera o<br />
incredulidad. Sienten que algunas de esas pasiones se mueven con frecuencia en<br />
sus corazones, si bien no conquistando, tal vez atacándolos con frecuencia para<br />
que caigan, pero el Señor es su ayuda.<br />
Desde el momento en que nacemos de nuevo, empieza la obra gradual de la<br />
santificación. El Espíritu nos ayuda a mortificar “las obras de la carne” de nuestra<br />
naturaleza perversa, y mientras más muertos estamos al pecado, más enteramente<br />
vivimos para <strong>Dios</strong>. Pasamos de gracia en gracia mientras tenemos cuidado de<br />
abstenernos “de toda especie de mal”. Somos “celosos de buenas obras”, según se<br />
presenta la oportunidad. Cumplimos sin falta con todas las ordenanzas, adorando<br />
a <strong>Dios</strong> en ellas en espíritu y en verdad. Tomamos nuestra cruz y no nos<br />
permitimos ningún placer que no nos guíe hacia <strong>Dios</strong>. 95<br />
95 Juan Wesley. “The Scripture Way <strong>of</strong> Salvation” [El Camino Bíblico de la Salvación]. Colección de Sermones de<br />
Juan Wesley: ed. electrónica, archivos STEP, Copyright © 2008, Quick Verse. Extractos de las págs. 1, 2. [N. <strong>del</strong> T. —<br />
61
Aunque Wesley expresó muchas otras ideas en este sermón, su inclusión <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong> es<br />
esencial para nuestro entendimiento de la búsqueda de la santidad. La falta de comprensión y<br />
aceptación <strong>del</strong> rol <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong> en la santidad ha dejado a muchos sin el catalizador, y<br />
necesitamos esta dirección constante de la tercera Persona de la Trinidad. Se ha dicho<br />
cuidadosamente que:<br />
Para relacionarse correctamente con <strong>Dios</strong> —esto es, conocer y seguir a <strong>Dios</strong>— se<br />
requería un desarrollo transformador progresivo. La participación en la adoración<br />
y el testimonio pentecostales produjo, con el tiempo, una transformación “eficaz”<br />
en la cual las vidas fueron formadas y moldeadas por su experiencia con <strong>Dios</strong>…<br />
El Espíritu habría de guiarlos a la justicia. El Espíritu habría de buscar en el<br />
corazón y, por la Palabra, señalar aquello que no era según Cristo y, por<br />
consiguiente, carnal. El Espíritu habría de llenar y dirigir en ese poderoso<br />
testimonio. El Espíritu habría de expresarse mediante dones y fruto que producen<br />
un carácter divino el cual está siendo formado en el creyente debido a la<br />
participación en la vida divina. Por medio <strong>del</strong> Espíritu, el Padre, el Hijo y el<br />
Espíritu vienen a hacer morada en el creyente. 96<br />
Las Presuposiciones en la Formación Pasada de la IDP<br />
Mientras escudriñamos las Escrituras, debemos tener en cuenta la búsqueda de la santidad<br />
entrelazada en las páginas tanto <strong>del</strong> Antiguo como <strong>del</strong> Nuevo Testamento. Nuestras pasadas<br />
presuposiciones, aun en la Iglesia de <strong>Dios</strong> de la Pr<strong>of</strong>ecía (en lo sucesivo, la abreviaremos como<br />
IDP), estuvieron grandemente influenciadas por el movimiento de santidad <strong>del</strong> siglo XIX.<br />
Mientras que este movimiento se esparcía por Gales, Escocia, Inglaterra y los Estados Unidos<br />
con un avivamiento espiritual positivo, también se vio infectado con algunas interpretaciones<br />
bíblicas erróneas que incluso alteraron las enseñanzas originales de Juan Wesley y Jacobo<br />
Arminio. Tanto así, que frases acuñadas como “entera santificación”, “santificación instantánea”<br />
y “perfección sin pecado” comenzaron a ser incrustadas con nuevos significados en el<br />
El texto en español de este sermón fue tomado de la página web <strong>del</strong> “Wesley Center Online”, el cual se encuentra<br />
en http://wesley.nnu.edu/].<br />
96 Steven J. Land. Pentecostal Spirituality. Sheffield Academic Press: Sheffield, <strong>En</strong>gland, 2001, pág. 130.<br />
62
movimiento para influenciar las creencias de la iglesia y las interpretaciones doctrinales.<br />
Lamentablemente, estas breves descripciones conllevaron algunas inferencias incorrectas que<br />
afectaron grandemente a la mayoría de las iglesias pentecostales. La IDP no se libró de estas<br />
incongruencias e inexactitudes.<br />
Los tratados antiguos de la IDP daban énfasis a una experiencia instantánea que era un<br />
acontecimiento definitivo. 97 Sin embargo, estos dos documentos sólo citan unos pocos versículos<br />
bíblicos con relación a la santificación, y discuten muy poco sobre el proceso continuo de la<br />
santidad. Asimismo, el Espíritu <strong>Santo</strong> se menciona solamente como la tercera experiencia, pero<br />
no se hace mención <strong>del</strong> rol <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong> en la santificación inicial, ni tampoco la necesidad<br />
de que el Espíritu anime al cristiano a procurar más gracia santificante por toda la vida. La<br />
omisión de estos componentes clave por parte de otros pioneros <strong>del</strong> movimiento de santidad <strong>del</strong><br />
siglo XIX fue considerado una prueba indiscutible. La exclusión accidental de varios pasajes<br />
bíblicos sobre el madurar en la santidad promovió entre muchas personas la noción de que, una<br />
vez santificados, no se necesitaba una experiencia de crecimiento tras recibir el bautismo <strong>del</strong><br />
Espíritu <strong>Santo</strong>.<br />
A pesar de este interés vehemente sobre la experiencia inicial de la santificación, hubo<br />
excepciones que indicaron la necesidad de permitir que el Espíritu <strong>Santo</strong> siguiera obrando en esta<br />
búsqueda de la santidad. <strong>En</strong> el tratado Sanctification: A Second Work <strong>of</strong> Grace, A.J. Tomlinson<br />
declara que “la santificación, como obra definitiva de la gracia subsecuente a la regeneración,<br />
debe ser deseada por todos” (página 2). Tomlinson también declara que “para ser santificado se<br />
requiere un segundo viaje hacia Jesús, porque Él ha sido hecho por <strong>Dios</strong> justificación nuestra y<br />
santificación nuestra (1 Corintios 1:30)” (página 2). El primer viaje hacia Jesús es para buscar la<br />
97 A.J. Tomlinson. Sanctification: A Second Work <strong>of</strong> Grace and Sanctification: A Peculiar Treasure. Casa de<br />
Publicaciones Ala Blanca: Cleveland, TN (tratados, sin fecha de publicación).<br />
63
justificación o el perdón de los pecados, y “el segundo viaje realiza una obra que no fue realizada<br />
en el primer viaje” (página 3). Tomlinson cita varios versículos bíblicos, tales como Hebreos<br />
13:12, 13 y 2 Timoteo 2:21, para cimentar su convicción de que “Jesús santifica definitivamente<br />
cuando las personas vienen a Él de manera apropiada” (página 3). 98<br />
Aunque Tomlinson declaró que la santificación es una obra de gracia definitiva, no sostuvo la<br />
idea de que ‘una vez santificado, siempre santificado’. <strong>En</strong> este mismo tratado dijo:<br />
Para obtener esta experiencia, el creyente se mete de una vez —o por un acto de<br />
fe— en la corriente purificadora, y es hecho inmediatamente limpio. Se mantiene<br />
limpio permaneciendo en esa corriente, o permaneciendo fiel. La pureza es<br />
retenida en la misma condición en que se obtuvo; y permanecer bajo la ola<br />
purificadora es ser fiel a las condiciones de la pureza. Jesús expresó la idea <strong>del</strong><br />
lavamiento continuo mediante la figura de “permanecer en la vid” [cursivas<br />
añadidas para dar énfasis] (página 4). 99<br />
Las Experiencias Personales de la Santificación<br />
<strong>En</strong> su pequeño libro Answering the Call <strong>of</strong> <strong>God</strong>, A.J. Tomlinson relata su experiencia personal<br />
de la santificación:<br />
Algún tiempo después, entré en un tremendo conflicto con un “viejo hombre” que<br />
me dio una lucha recia. Me le opuse, y luché con el día y noche por varios meses.<br />
No sabía cómo vencerlo. Nadie sabía qué decirme y nadie podía darme aliento.<br />
Me pasó por la mente algunas ideas serias de construir un kiosco en medio de<br />
cierto sembrado, donde pudiera estar a solas con <strong>Dios</strong> y la Biblia. Nadie podía<br />
ayudarme, así que yo no quería estar donde ellos estuviesen. Estaba sembrando<br />
maíz, y supongo que oré en casi cada surco, y en casi todo el sembradío. Aunque<br />
trabajaba arduamente a diario, a menudo sólo comía una vez al día. Lo recuerdo<br />
como si fuera ayer. A veces salía de la casa en la noche, y me quedaba afuera y<br />
oraba por [varias] horas. Leía mi Biblia y oraba muchas noches hasta la<br />
medianoche o las dos de la madrugada, y luego me iba nuevamente a trabajar al<br />
salir el alba. Fue una lucha difícil, pero estaba determinado a hacer morir a ese<br />
“viejo hombre”. Ya me había causado muchos males, y yo sabía que debía ser<br />
destruido o, de lo contrario, me llevaría a la ruina, y llevaría mi alma al infierno<br />
por su influencia sutil y cruel agarre.<br />
Por fin llegó la última lucha. Fue un combate de cuerpo a cuerpo, y los demonios<br />
<strong>del</strong> infierno parecían estar reuniendo sus legiones. Y sin duda, sus formas<br />
98 A.J. Tomlinson, Ibíd.<br />
99 A.J. Tomlinson, Ibíd.<br />
64
espantosas y gritos furiosos hubieran sido demasiado difíciles para mí, si el Señor<br />
no hubiese enviado un ejército de ángeles para darme ayuda en aquella terrible<br />
hora de peligro. Pero ese fue el último gran conflicto, y logré, por cierta habilidad<br />
peculiar, clavarle la espada hasta la empuñadura.<br />
Era alrededor <strong>del</strong> mediodía. Exclamé, en amargura de alma: “¡Ahora mismo!<br />
¡Ahora mismo! ¡Tienes que rendirte ahora mismo! ¡Ahora mismo!” Sentí que<br />
comenzó a debilitarse y temblar. Mantuve la “Espada” clavada en él, y no le di<br />
tregua. Esa “Espada” de dos filos estaba realizando su mortífero trabajo. No tuve<br />
clemencia para con él. Estábamos en esa altura cuando, de repente, vino desde lo<br />
alto algo parecido a un relámpago <strong>del</strong> cielo, un poder sensacional que dio fin al<br />
conflicto, y allí yacía el “viejo hombre” muerto ante mis pies, y me encontraba<br />
libre de su agarre. Gracias a <strong>Dios</strong>, ahora podía respirar pr<strong>of</strong>undamente de nuevo.<br />
Fue una lucha recia, pero se obtuvo la victoria. Esto ocurrió hace alrededor de<br />
veinte años, pero lo recuerdo como si fuera ayer. Realmente fui santificado por<br />
entero. 100<br />
La Norma y la Excepción<br />
La santificación, sea en la experiencia inicial en la vida de un creyente o en el crecimiento<br />
continuo en la vida de un cristiano, puede que no siempre tenga lugar de la misma manera que en<br />
la vida de otros. Para <strong>Dios</strong>, la norma no excluye a la excepción, porque <strong>Dios</strong> no es sólo el<br />
Creador, sino también Aquel que vuelve a crear. <strong>En</strong> 2 Corintios 10:7, en respuesta a los que<br />
cuestionaron su llamado y experiencia con Cristo, Pablo expresa esta verdad pr<strong>of</strong>unda: “Miráis<br />
las cosas según la apariencia. Si alguno está persuadido en sí mismo de que es de Cristo, esto<br />
también piense por sí mismo: que como él es de Cristo, así también nosotros somos de Cristo”.<br />
Aunque el ministerio y apostolado de Pablo era radicalmente distinto al de otros apóstoles como<br />
Pedro y Juan, no era menos genuino por ser una excepción a la norma. <strong>En</strong> Hechos 15:8, 9<br />
también vemos la misma observación hecha por Pedro, quien, al relatar los sucesos ocurridos en<br />
casa de Cornelio, destaca esta excepción que difería radicalmente de lo que él y otros habían<br />
visto y oído en el día de Pentecostés. Él dice: “Y <strong>Dios</strong>, que conoce los corazones, les dio<br />
testimonio, dándoles el Espíritu <strong>Santo</strong> lo mismo que a nosotros; y ninguna diferencia hizo entre<br />
100 A.J. Tomlinson. Answering the Call <strong>of</strong> <strong>God</strong>. Casa de Publicaciones Ala Blanca: Cleveland, TN (folleto, sin fecha de<br />
publicación).<br />
65
nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones”. La manera y las manifestaciones externas<br />
que aparecieron el día de Pentecostés se convirtieron en la excepción y no en la norma que se<br />
encuentra en el resto <strong>del</strong> libro de los Hechos e incluso en nuestras iglesias hoy.<br />
Habiendo examinado cómo funciona en otras partes de la Biblia la excepción a la norma,<br />
[vemos que] la experiencia de la santificación inicial no siempre ocurre en los creyentes en la<br />
misma manera. De hecho, la historia de la experiencia de santificación de A.J. Tomlinson, al<br />
igual que la de muchos otros, son sin duda una excepción a lo que miles de otros han<br />
experimentado a medida que han procurado y recibido una santificación inicial que los llevara a<br />
una limpieza continua, una relación de crecimiento que estimula al corazón a buscar la santidad.<br />
Debemos respetar esta verdad sobre la norma y la excepción, porque nuestro <strong>Dios</strong> Creador<br />
todavía está haciendo una nueva creación en los corazones y las vidas de los cristianos hoy.<br />
La Cultura y la Santidad<br />
Existe una plétora de autores y libros con perspectivas divergentes sobre la santidad, y es<br />
inevitable que mencionemos aquí algunos de los más conocidos. Algunos cristianos consideran<br />
que la santidad es una virtud muy deseable, y algo muy hermoso que admirar y sobre la cual<br />
reflexionar; pero también suponen que es imposible de alcanzar, sin siquiera intentar alcanzarla.<br />
Consideran que la santidad es una teoría hermosa, pero completamente imposible de alcanzar<br />
como experiencia, y completamente impracticable como estilo de vida. Hay otros que creen que<br />
el tema es completamente utópico, y que aquéllos que la desean o afirman tenerla son<br />
excéntricos, o están engañados, o son espiritualmente orgullosos, o todas las anteriores. Mientras<br />
tanto, hay otro grupo que desdeña categóricamente el tema de la santidad.<br />
66
Una de las tensiones existentes en el movimiento de santidad consiste en reconocer la<br />
influencia de la cultura mientras que se mantiene la integridad <strong>del</strong> mensaje de santidad. Sin duda,<br />
el mensaje de santidad habrá de cruzarse con la cultura porque los seres humanos se forman en<br />
un contexto cultural particular. El desafío consiste en cómo impartir el mensaje de santidad en<br />
maneras relevantes mientras que, al mismo tiempo, se retiene la integridad <strong>del</strong> mismo. Una de las<br />
preguntas que debemos hacernos es: “¿Cómo conversar con las culturas y subculturas en<br />
maneras que sean relevantes y que encarnen el poder <strong>del</strong> mensaje de santidad para lograr la<br />
transformación de las vidas?” De manera similar, debemos preguntarnos: “¿Qué aspecto tomaría<br />
la santidad en iglesias de diferentes contextos socioeconómicos y políticos, al igual que en otras<br />
culturas que aceptan el mensaje <strong>del</strong> evangelio?” Por ejemplo, la perspectiva de la santificación<br />
en la cultura africana procede desde un punto de vista distinto al de la cultura occidental. La<br />
santidad no es una palabra o doctrina extraña en África ni en la religión africana. <strong>En</strong> la religión<br />
africana tradicional se adoran a muchos dioses y deidades. De hecho, existen dioses para casi<br />
todas las cosas y todas las ocupaciones: un dios <strong>del</strong> comercio, un dios de la guerra, un dios de la<br />
cosecha, un dios <strong>del</strong> matrimonio/fertilidad, un dios <strong>del</strong> hierro, un dios de la seguridad, y así<br />
sucesivamente. También existen deidades en tierras y territorios, a los cuales se atribuye toda<br />
supervisión de sus respectivas tierras o territorios. De ahí proviene la expresión “el dios de<br />
nuestra tierra”. 101<br />
La mayoría de estas deidades tienen árboles sagrados, vasijas sagradas, ríos sagrados, rocas<br />
sagradas, días sagrados y aun meses sagrados. Hay criados, esclavos, sirvientes e incluso clanes<br />
separados para las deidades. Son escogidos por tales deidades como recompensa por sus proezas<br />
en la guerra o en las danzas, o por ser leales o por poseer belleza. A veces el individuo se <strong>of</strong>rece<br />
a sí mismo a tales deidades motivado por los beneficios de estar consagrado a la deidad o por la<br />
101 James Kolawole. Observaciones compartidas con el Comité DBG en consulta con el obispo Kolawole, de Nigeria.<br />
67
protección que se recibe de dicha deidad. Algunos pueden ser consagrados a tales dioses y<br />
deidades por sus padres, tal vez después de una larga enfermedad o condición cuya sanación o<br />
cambio es atribuida al dios o deidad particular. Siempre hay un período prolongado de limpieza<br />
ceremonial, rituales y separación antes de la iniciación al culto u orden. Tras la iniciación, el<br />
candidato se distingue de los demás en actitud y conducta. Cuando se completa este proceso, se<br />
considera que tal persona está consagrada y separada para el servicio de las deidades.<br />
De manera similar, los dioses y deidades son enviados a buscar y castigar, por mutilación o<br />
incluso muerte, a la(s) persona(s) que comete(n) <strong>of</strong>ensas particulares en un tiempo o lugar<br />
particulares. Es decir, “el dios <strong>del</strong> trueno” puede ser enviado con una maldición u otro castigo<br />
específico contra un robo, una violación, o un asesinato. Se dice que estos dioses tienen la<br />
capacidad de revelar misterios. Aunque sabemos que tales unciones están disponibles en la<br />
mayoría de las situaciones de la vida africana, la solución <strong>del</strong> supuesto misterio les toca a los<br />
miembros iniciados y consagrados de la orden particular. Porque una ordenanza manda que, por<br />
cuanto las comunidades operan a nivel personal (esto es, todos los miembros de la sociedad se<br />
conocen cara a cara los unos a los otros), son capaces de juntar respuestas y soluciones a debates<br />
y problemas difíciles por medio de la creación de tejidos complejos, resolución de adivinanzas y<br />
la obtención de información a partir de cuentos, ilusiones y enigmas. 102<br />
Siendo esto así, las comunidades, los clanes y las familias son pacíficos y ordenados en la<br />
mayoría de los casos, con la excepción de los drásticos y draconianos ajusticiamientos. De<br />
hecho, algunas personas que se aferran a la religión africana tradicional sostienen que, desde la<br />
llegada de la religión cristiana y su adjunta “civilización” a nuestra sociedad y comunidades, el<br />
mal y el pecado se han agravado. El adulterio, la fornicación, los hurtos, la indecencia, los<br />
secuestros, los genocidios, las guerras políticas y otros males se están proliferando cada vez más.<br />
102 James Kolawole, Ibíd.<br />
68
El punto que queremos dejar claro aquí no es que el cristianismo haya traído los vicios y los<br />
males, sino que el cristianismo que no es vivido plenamente es una aberración, una excusa para<br />
la decadencia moral y el libertinaje. Pablo advirtió que no se debe usar la libertad cristiana como<br />
excusa para cometer pecados: “Vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que<br />
no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros”<br />
(Gálatas 5:13 [véase también Santiago 1:25 y 1 Pedro 2:16]). Decimos, pues, que traer de vuelta<br />
la consagración y la santidad al radar de la espiritualidad en nuestra cultura no solamente es bien<br />
acogida sino también un avivamiento de valores y una acreditación de virtudes con las cuales nos<br />
podemos identificar y asociar con facilidad. Conscientes <strong>del</strong> hecho de que la cultura afecta el<br />
mensaje de la santidad y las iglesias porque el hombre es un ser socialmente moldeado, el reto<br />
consiste en cómo aplicar la santidad bíblica en un entorno cultural africano que se ha visto muy<br />
influenciado por el modernismo y posmodernismo occidentales. La cultura nos desafía a<br />
propagar la santidad en maneras que sean relevantes y transformadoras, sin perder la integridad<br />
<strong>del</strong> mensaje.<br />
La Santificación Bíblica Comparada con la Santificación en la Cultura Africana<br />
A continuación exponemos estas virtudes frente a frente, no porque sean iguales, sino porque<br />
queremos comparar ambas perspectivas de la santificación:<br />
1. La santificación bíblica es la separación para el <strong>Dios</strong> Todopoderoso, el cual entonces<br />
otorga una bendición de paz total y reconciliación sobre el recipiente; pero la santificación en la<br />
cultura africana es una separación a una deidad el cual entonces impone un yugo de posesión<br />
sobre el recipiente y un temor a morir si alguna de las ordenanzas no fuere completamente<br />
obedecida. Jesús dijo: “…mi yugo es fácil, y ligera mi carga”.<br />
2. Ambas perspectivas de la santificación exigen consagración y pureza. La santificación<br />
bíblica precede a la santidad y la vida plena que resulta en la pureza positiva y la buena<br />
69
conciencia; pero, por el otro lado, la santificación cultural africana causa debilitamiento y resulta<br />
en una pureza negativa que termina siendo el fin de los medios.<br />
3. <strong>En</strong> la cultura africana —la mayoría de las veces— la santificación es un reclutamiento<br />
obligatorio y una decisión comunitaria, pero la santificación bíblica es un asunto personal,<br />
privado y voluntario.<br />
4. La santificación bíblica es por gracia y es dispensada por <strong>Dios</strong>; la santificación<br />
africana es por leyes de hombres y dispensada por los hombres como un culto.<br />
La cultura ejercía a menudo un rol significativo en la manera de interpretar y aplicar los<br />
imperativos morales. A menudo, los distintivos culturales <strong>del</strong> primer siglo que produjeron las<br />
tensiones particulares entre los creyentes <strong>del</strong> primer siglo no se traducen con facilidad a los<br />
contextos contemporáneos. Por lo tanto, las exigencias ético-morales distintivas de los cristianos<br />
han requerido cierta reinterpretación a través de la historia de la iglesia, especialmente en lo que<br />
concierne a la doctrina de la santidad. Esto es especialmente cierto con respecto a los ‘distintivos<br />
externos’ tales como el vestido, el adorno y las actividades seculares.<br />
El capítulo 19 de Levítico trata principalmente con la santidad en la ética social. El capítulo<br />
comienza con la declaración divina: “...santos seréis, porque santo soy yo, Jehová, vuestro <strong>Dios</strong>”<br />
(Levítico 19:2). El capítulo define y describe la santidad en todas las áreas de la vida. La<br />
siguiente cita capta el espíritu de esta sección de la ley de santidad:<br />
La santidad permanece como el principio fundamental en la larga lista de<br />
preceptos establecidos en este capítulo. La santidad es el objeto de toda la ley<br />
moral y ceremonial. Sin embargo, por cuanto <strong>Dios</strong> establece las normas y define<br />
lo que la santidad incluye o no incluye, la santidad de <strong>Dios</strong> funciona como un<br />
mo<strong>del</strong>o y como una fuerza motivadora en el desarrollo y mantenimiento de un<br />
carácter santo. Para asegurar que no se pierda de vista la lección principal, 15 de<br />
las 16 subsecciones terminan con este recordatorio: “Yo soy Jehová vuestro<br />
<strong>Dios</strong>”. 103<br />
103 Walter C. Kaiser. New Interpreters Bible (Volume 1). Nashville, TN: Abingdon Press, 1994, pág. 1131.<br />
70
Es obvio que muchos de los mandatos culturales específicos que se encuentran en Levítico no<br />
pueden ser trasladados a las condiciones sociales contemporáneas y, por ende, requieren cierta<br />
reinterpretación cultural para mantener la relevancia de los principios para los lectores<br />
contemporáneos y los destinatarios originales.<br />
El movimiento de santidad y el movimiento pentecostal surgieron de una “cuna cultural”<br />
estadounidense, por lo que reflejaban una visión culturalmente distinta de los aspectos sociales<br />
de la santidad personal. Esta visión culturalmente distinta produjo ciertas prohibiciones que<br />
apuntaban contra algunos de los males sociales dominantes. De manera similar, la posición de la<br />
mujer en la sociedad durante esta época también influenció algunas de las posturas doctrinales.<br />
Muchas de las prohibiciones que se convirtieron en parte integral de la doctrina de la santidad en<br />
los Estados Unidos y en otras culturas occidentales revelan tener poca o ninguna relevancia<br />
cuando se les coloca en diferentes contextos culturales alrededor <strong>del</strong> mundo. Los asuntos sociales<br />
—tales como el vestido, el adorno, las actividades sociales y otros— son cuestiones <strong>del</strong>icadas<br />
que están inextricablemente enlazadas con la cultura y pudieran carecer de aplicaciones idénticas<br />
en cuanto a definir la santidad.<br />
El desafío patente al yuxtaponer la santidad y la cultura consiste en llegar a determinar las<br />
“cosas necesarias” (véase Hechos 15:28) de la santidad, sin importar la cultura, mientras que se<br />
evita la percepción de que tales decisiones son simplemente el resultado de cierto tipo de<br />
‘negociación cultural’.<br />
Se considera que Hechos 15 marcó un hito en el libro de los Hechos. <strong>En</strong> este capítulo, el relato<br />
lucano narra los acontecimientos que giran en torno al así llamado “concilio de Jerusalén”.<br />
Aunque esta narración se interpreta, por lo usual, en un contexto soteriológico, hay un contexto<br />
sociológico sobresaliente que va acompañado de consecuencias culturales. Los aspectos<br />
71
culturales tenían que ver con la interrogante de si era o no necesario que los gentiles guardasen<br />
las observancias culturales judías —muchas de las cuales estaban inseparablemente ligadas a su<br />
identidad como el pueblo santo de <strong>Dios</strong>.<br />
El consenso <strong>del</strong> concilio (“Porque ha parecido bien al Espíritu <strong>Santo</strong>, y a nosotros”) fue<br />
reconocer la ‘especificidad cultural’ <strong>del</strong> mensaje <strong>del</strong> evangelio en ciertos contextos sociales. Por<br />
consiguiente, tuvieron el cuidado de identificar ciertos elementos innegociables (RV 1960:<br />
“cosas necesarias”; LBLA: “cosas esenciales”) que eran requeridos para vivir vidas santas, a<br />
pesar de cuál fuese el contexto cultural. Es la identificación de los ‘innegociables’, en contraste<br />
con los elementos culturales específicos ‘negociables’, que ayudará a lidiar con la tensión que<br />
existe en mantener el estándar de la santidad en un contexto cristiano culturalmente diverso.<br />
La Dinámica entre la Santidad Personal y la Santidad Corporativa<br />
<strong>En</strong> el libro Transformed by Grace, J. Ayodeji Adewuya <strong>of</strong>rece la siguiente cita conmovedora<br />
de la obra de Joel R. Beeke:<br />
<strong>En</strong> un sentido real, el llamado a la santidad es holístico, pues toda nuestra vida<br />
está envuelta —alma y cuerpo, tiempo y eternidad. Ese llamado envuelve cada<br />
esfera de la vida en la cual estamos llamados a movernos en intimidad con <strong>Dios</strong>,<br />
en la intimidad de nuestros hogares, en la competitividad de nuestra ocupación o<br />
trabajo, en el disfrute de las amistades sociales… El llamado a la santidad es un<br />
llamado de siete días a la semana, y 365 días al año. Es un llamado radicalmente<br />
abarcador; pertenece a la médula de la fe y práctica religiosa. 104<br />
Aunque el aspecto personal de la santificación sea usualmente el aspecto más enfatizado, el<br />
aspecto corporativo (como señaláramos anteriormente en este estudio) tiene igual importancia en<br />
la obra salvífica de <strong>Dios</strong> en el mundo. El llamado a la santidad incluye la respuesta individual a<br />
esa obra de gracia, y también trasciende a la misma. La santificación personal tiene que ver<br />
104 J. Ayodeji Adewuya. Transformed by Grace. Eugene, OR: Cascade Books, 2004, pág. 14.<br />
72
principalmente con la experiencia y expresión de la santificación en el área de la ética personal y<br />
la moralidad, mientras que la santificación corporativa tiene que ver con la interacción de toda la<br />
comunidad de fe.<br />
El movimiento pietista, el movimiento de avivamiento, y los subsecuentes movimientos de<br />
santidad destacaron la responsabilidad <strong>del</strong> individuo de cumplir con los requisitos de la vida<br />
santa. El enfoque en la santidad personal, presente en el Nuevo Testamento y la iglesia primitiva,<br />
pareció haber perdido su fervor y fue incorporada en el enfoque corporativo de la iglesia<br />
occidental, la cual se convirtió, con el tiempo, en la Iglesia Católica Romana.<br />
<strong>En</strong> el Nuevo Testamento, se le llamaba ‘santos’ a todos los creyentes. Con el tiempo, la<br />
santidad vino a ser atribuida sólo selectivamente a unos pocos cristianos vivientes, o a aquéllos<br />
que habían sufrido o se habían convertido en mártires. Este cambio llegó a ser una “reducción<br />
<strong>del</strong> testimonio de todos los miembros hasta quedar con el logro extraordinario de unos pocos”. 105<br />
La santidad personal perdió la fuerza que tuvo una vez como catalizador para la propagación<br />
<strong>del</strong> evangelio. Por consiguiente, la santidad fue relegada al ámbito <strong>del</strong> clero, bajo el control<br />
absoluto de la iglesia. La responsabilidad de la santidad personal fue dispensada mediante el<br />
sistema de penitencias. McClendon escribe:<br />
La elevación de algunos miembros de la iglesia a roles concretos de santidad, o a<br />
la santidad, insinuaba que no todos eran santos, y antes <strong>del</strong> año 100 d.C. parecía<br />
que existían dos caminos cristianos para llegar al cielo: un camino superior<br />
tomado por los santos, el camino de los perfectos, y un camino inferior para los<br />
cristianos ordinarios —la práctica de la penitencia. 106<br />
La búsqueda de la santidad personal es una actividad que une al creyente con <strong>Dios</strong> en una<br />
relación transformadora. Los siguientes términos son importantes para el concepto de la santidad<br />
personal:<br />
105 James W. McClendon. Systematic Theology (Volume 1 – Ethics). Nashville, TN: Abingdon Press, 2002, pág. 56.<br />
106 Ibíd., pág. 58.<br />
73
La consagración es una entrega voluntaria, un acto por el cual el hombre se separa a sí mismo<br />
para <strong>Dios</strong>. Consiste en mucho más que entregar algo a <strong>Dios</strong>, ya sea dinero, trabajo u otra cosa.<br />
Consiste en entregar a <strong>Dios</strong> nuestro ego y todo lo demás que lo acompañe. Es una decisión de ser<br />
separados para <strong>Dios</strong> sin importar cuánto nos cueste. Aunque sea una <strong>of</strong>renda o entrega <strong>del</strong> ego a<br />
Él, también envuelve Su aceptación de la <strong>of</strong>renda: “Por consiguiente, hermanos, os ruego por<br />
las misericordias de <strong>Dios</strong> que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo,<br />
aceptable a <strong>Dios</strong>, que es vuestro culto racional” (Romanos 12:1, La Biblia de las Américas<br />
[negritas añadidas para dar énfasis]).<br />
Aquéllos que deseen ser santos y buscar de <strong>Dios</strong> tienen que separarse, y se separarán, de la<br />
mayoría que se conforma con una existencia deísta, en el mejor de los casos. La búsqueda de<br />
<strong>Dios</strong> y de Su santidad exige que nos rehusemos a permitir que la mayoría determine y moldee<br />
nuestro estándar o búsqueda de <strong>Dios</strong>. Los creyentes deben buscar a <strong>Dios</strong>; y deben desear ver lo<br />
que <strong>Dios</strong> ve, oír lo que <strong>Dios</strong> dice, y estar donde <strong>Dios</strong> los mande: “Sobre mi guarda estaré, y<br />
sobre la fortaleza afirmaré el pie, y velaré para ver lo que se me dirá, y qué he de responder<br />
tocante a mi queja” (Habacuc 2:1).<br />
La santificación es subsecuente a la regeneración. Nota: Esto no insinúa que haya una<br />
secuencia temporal u orden cronológico, como si no pudieran ocurrir en algunas personas como<br />
un acontecimiento simultáneo, al menos en la experiencia de la santificación inicial. La<br />
regeneración es la impartición de la vida espiritual a un individuo previamente muerto,<br />
espiritualmente hablando. La santificación es la limpieza <strong>del</strong> individuo de la contaminación <strong>del</strong><br />
pecado innato. La santificación es recibida por fe, e imparte un deseo de vivir una vida dedicada<br />
a la consagración y de buscar la justicia. La prueba de la santificación es la santidad, porque el<br />
74
pecado es abolido por la sangre de Jesús en la vida de la persona santificada (Hebreos 9:22;<br />
Apocalipsis 1:15).<br />
La santidad es la actitud de aceptar y confesar lo que <strong>Dios</strong> dice en Su Palabra y lo que decide<br />
en Sus juicios. Es el hábito de conformarnos al parecer de <strong>Dios</strong>, según encontramos Su voluntad<br />
descrita en las Escrituras. Es el hábito de aceptar los juicios de <strong>Dios</strong>, esto es, odiar lo que Él odia,<br />
amar lo que Él ama, y así medir todas las cosas en este mundo con el estándar de Su Palabra. La<br />
persona que esté más completamente de acuerdo con <strong>Dios</strong>, será la persona más santa. Una<br />
persona santa se esforzará por evitar todo pecado conocido, y guardar todo mandamiento<br />
conocido. Tendrá una mente orientada hacia <strong>Dios</strong>; tendrá un deseo ferviente de hacer Su<br />
voluntad; tendrá más temor de desagradar a <strong>Dios</strong> que al mundo; y tendrá un amor por todos los<br />
caminos de <strong>Dios</strong>. Sentirá lo que sintió Pablo cuando dijo: “Porque según el hombre interior, me<br />
<strong>del</strong>eito en la ley de <strong>Dios</strong>” (Romanos 7:22); y sentirá lo que sintió David cuando dijo: “Por eso<br />
estimé rectos todos tus mandamientos sobre todas las cosas, y aborrecí todo camino de mentira”<br />
(Salmo 119:128).<br />
Un hombre santo se esforzará por ser como nuestro Señor Jesucristo. No solamente vivirá la<br />
vida de fe en Él, y obtendrá de Él su paz y fortaleza diarias, sino que también se esforzará por<br />
tener el sentir que Él tuvo y ser hecho “conforme a Su imagen” (Romanos 8:29). Tendrá por<br />
objetivo ordenar y perdonar a otros como Cristo nos perdonó, ser desinteresado como Cristo lo<br />
fue, andar en amor como Cristo nos amó, y ser humilde como Cristo lo fue, humillándose a Sí<br />
mismo. Recordará que Cristo fue un testigo fiel de la verdad, que no vino para hacer Su propia<br />
voluntad, que Su comida y bebida era hacer la voluntad de Su Padre, que continuamente se<br />
negaba a Sí mismo para ministrar a otros, que Él fue manso y paciente cuando Lo insultaban<br />
injustamente, que tenía en más estima a piadosos pobres que a reyes, que estaba lleno de amor y<br />
75
compasión por los pecadores, que fue valiente e intransigente al denunciar el pecado, que no<br />
procuraba la gloria de los hombres (aun cuando pudiera haberla tenido), que hacía el bien, que<br />
estaba separado de las personas mundanas, que sacaba tiempo para orar, que no permitía que ni<br />
siquiera sus familiares más cercanos Le impidieran hacer la voluntad de <strong>Dios</strong>. Un hombre santo<br />
tratará de recordar estas cosas. Haciendo estas cosas se esforzará por dar forma a su rumbo en la<br />
vida. Tomará en serio las palabras de Juan: “El que dice que permanece en él, debe andar como<br />
él anduvo” (1 Juan 2:6), y tomará en serio las palabras de Pedro: “...Cristo padeció por nosotros,<br />
dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas” (1 Pedro 2:21). Bienaventurado es aquél que<br />
ha aprendido a hacer de Cristo su TODO, tanto para salvación como para ejemplo. Nos<br />
ahorraríamos mucho tiempo, y evitaríamos muchos pecados, si nos hiciéramos más a menudo la<br />
siguiente pregunta: “¿Qué hubiera dicho y hecho Cristo en mi lugar?”<br />
El camino a la santificación personal comienza con el arrepentimiento <strong>del</strong> individuo. Tras el<br />
arrepentimiento, en un acto instantáneo de <strong>Dios</strong>, la justificación y la regeneración son impartidas<br />
a la persona. Ambos son aspectos de la misma obra de gracia que sigue a la fe salvífica. La<br />
justificación se refiere al acto perdonador de <strong>Dios</strong> en el cual el pecador arrepentido es liberado de<br />
la culpa <strong>del</strong> pecado y traído a una nueva y correcta relación con <strong>Dios</strong>. La misma es objetiva, y se<br />
refiere al estatus de la persona ante <strong>Dios</strong>. La regeneración es la otra cara de la moneda, puesto<br />
que la vida espiritual en Cristo es impartida a la persona arrepentida y perdonada que ha puesto<br />
su fe en la obra salvífica completada por Cristo. Esto es el nuevo nacimiento. <strong>En</strong> este punto, se<br />
dice que la persona ha nacido de nuevo.<br />
A medida que la persona permanece en la fe, haciendo lo que a Él le agrada, va creciendo<br />
paulatinamente, pero siendo formada continuamente según la imagen de Cristo. “Pues la<br />
voluntad de <strong>Dios</strong> es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación; que cada uno de<br />
76
vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor” (1 Tesalonicenses 4:3, 4). Aquí Pablo<br />
estaba exhortando a los hermanos a crecer más en la gracia, separándose de todos los pecados, y<br />
de ese modo mantenerse en un estado santificado y en un proceso de santificación continua. Este<br />
deber es una decisión individual y personal. También es muy apropiado y relevante hoy en día<br />
puesto que el fin se acerca.<br />
Pedro hizo una amonestación similar cuando escribió: “Elegidos según la presciencia de <strong>Dios</strong><br />
Padre en santificación <strong>del</strong> Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo:<br />
Gracia y paz os sean multiplicadas” (1 Pedro 1:2). Ambos pasajes, entre otros, afirman el deber<br />
y obligación <strong>del</strong> cristiano a “presentar su cuerpo en sacrificio vivo, santo, agradable a <strong>Dios</strong>”,<br />
quien entonces Lo santifica por Su gracia mediante el lavamiento en la sangre. La expresión “sed<br />
santos, porque yo soy santo” está en primera persona singular, y luego da un mandato específico<br />
al creyente. Por lo tanto, aquí radica la verdad de que cada uno de nosotros necesita apartarse <strong>del</strong><br />
mundo, y separarse para el SEÑOR. Tenemos que vivir según los estándares de <strong>Dios</strong>, y no los<br />
<strong>del</strong> mundo. La santificación personal exige que el hombre cristiano se aparte <strong>del</strong> mundo, y que se<br />
separe para <strong>Dios</strong>.<br />
El concepto de la santidad corporativa se encuentra en el hecho de que la santidad no puede<br />
limitarse a sólo la relación personal (individual) con <strong>Dios</strong>, sino que también incorpora la relación<br />
con las personas en el contexto de los organismos corporativos (esto es, las organizaciones,<br />
naciones o familias). Dieter escribe: “A medida que nos acercamos a Cristo, nos acercamos los<br />
unos a los otros. Somos santificados mediante el compañerismo con los que están en Cristo junto<br />
con nosotros”. 107 Este concepto es visto inicialmente en la relación de Israel con <strong>Dios</strong>. Tras ser<br />
liberados <strong>del</strong> yugo egipcio, <strong>Dios</strong> estableció un pacto con ellos en el desierto. <strong>En</strong> Éxodo 19:3-6<br />
(versión Reina-Valera 2011) se encuentra el siguiente relato:<br />
107 Melvin E. Dieter. Ibíd., pág. 64.<br />
77
El Señor llamó a Moisés desde el monte, y Moisés subió para hablar con <strong>Dios</strong>. Y<br />
<strong>Dios</strong> le dijo: «Habla con la casa de Jacob. Diles lo siguiente a los hijos de Israel:<br />
“Ustedes han visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo los he tomado a<br />
ustedes y los he traído hasta mí sobre alas de águila. Si ahora ustedes prestan oído<br />
a mi voz, y cumplen mi pacto, serán mi tesoro especial por encima de todos los<br />
pueblos, porque toda la tierra me pertenece. Ustedes serán para mí un reino de<br />
sacerdotes y un pueblo santo...”»<br />
La santidad de Israel fue establecida sobre la base de su obediencia a la palabra que <strong>Dios</strong> había<br />
hablado. Como puede verse a través <strong>del</strong> Antiguo Testamento, especialmente en los escritos<br />
pr<strong>of</strong>éticos, Israel debía exhibir la santidad corporativa. Esto se hacía al obedecer las normas de la<br />
santidad social, las cuales detallaban la responsabilidad de la nación de hacer valer la justicia y la<br />
igualdad.<br />
La voluntad de <strong>Dios</strong> para Israel, Su pueblo escogido, era que éste fuese santo. Cada ser<br />
viviente engendra a otros según su especie. Por eso, los hijos de <strong>Dios</strong> tienen que engendrar<br />
plenamente la santidad en Su pueblo, porque Él es santo. La naturaleza y el carácter de <strong>Dios</strong> es la<br />
santidad. Él quiere que Su pueblo, como comunidad, sea santo. <strong>Dios</strong> exigió que Moisés<br />
santificara a los israelitas para su encuentro con Él (Génesis 19:10, 14).<br />
<strong>En</strong> Josué 7:13, <strong>Dios</strong> mandó a Josué:<br />
Levántate, santifica al pueblo y di: “Santificaos para mañana, porque Jehová, el<br />
<strong>Dios</strong> de Israel, dice así: ‘Anatema hay en medio de ti, Israel; no podrás hacer<br />
frente a tus enemigos, hasta que hayáis quitado el anatema de en medio de<br />
vosotros’”.<br />
<strong>Dios</strong> siempre ha y habrá de exigir que Su pueblo sea santo; así que, siempre hacía distinción<br />
entre Su pueblo y los demás pueblos. <strong>En</strong> el relato de Josué 7, Acán había tomado <strong>del</strong> anatema y<br />
lo había traído en medio de Israel. Así que, el campamento había sido pr<strong>of</strong>anado y hecho impuro.<br />
<strong>En</strong> este estado <strong>Dios</strong> se apartó de ellos porque Él es “demasiado puro para consentir el mal, para<br />
78
contemplar con agrado la iniquidad” (Habacuc 1:13). La única manera de hacer las paces con<br />
<strong>Dios</strong> era santificar el campamento, quitando al causante de la deshonra —el anatema.<br />
<strong>En</strong> las plagas de Egipto, las primeras tres afectaron tanto a Egipto como a Israel; pero las<br />
restantes sólo afectaron a los egipcios (Éxodo 8:22). Esto fue para hacer distinción entre ellos y<br />
el pueblo de <strong>Dios</strong>. <strong>Dios</strong> no cambia (Malaquías 3:6). Hoy, al igual que siempre, exige que Su<br />
pueblo se separe <strong>del</strong> mundo. De continuo vemos que <strong>Dios</strong> le pide a Sus siervos que santifiquen a<br />
Su pueblo, el cual siempre estaba siendo contaminado por las cosas de la vida diaria: “Me dijo:<br />
Éste es el lugar donde los sacerdotes cocerán la <strong>of</strong>renda por el pecado y la expiación; allí<br />
cocerán la <strong>of</strong>renda, para no sacarla al atrio exterior, santificando así al pueblo” (Ezequiel<br />
46:20).<br />
Siendo el supremo sacrificio y santificador <strong>del</strong> pueblo de <strong>Dios</strong>, Jesús fue crucificado fuera de<br />
la puerta de la ciudad, esto es, “Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su<br />
propia sangre, padeció fuera de la puerta” (Hebreos 13:12). Ahora, con más razón que nunca, la<br />
iglesia de Cristo tiene que llevar las verdaderas marcas de la santidad de <strong>Dios</strong>, porque Cristo no<br />
viene por una iglesia marchita, debilitada, contaminada y enferma. Más bien, Él viene por una<br />
iglesia en marcha, activa, vencedora, ferviente y santa (sin mancha ni arruga), la cual es Su<br />
cuerpo.<br />
<strong>En</strong> el Nuevo Testamento, Pedro habla <strong>del</strong> tema corporativo en 1 Pedro 2:9, “Mas vosotros sois<br />
linaje escogido, real sacerdocio, nación santa…” El enfoque de Pedro en la santidad, en su<br />
contexto corporativo, subraya nuevamente el hecho de que la santidad trasciende la<br />
responsabilidad y la identidad individuales. Una de las metáforas contemporáneas más usadas<br />
para la iglesia es aquella de la “comunidad de fe”. A medida que reflexionamos sobre este<br />
concepto eclesial, nos vemos obligados a considerar el asunto de la santidad en este contexto.<br />
79
Una pregunta que resulta de esta reflexión es: “¿Cómo definimos relevantemente la santidad en<br />
el contexto de una comunidad multiétnica y multicultural, cuyos miembros están tratando de<br />
vivir su fe en el mundo?”<br />
La Naturaleza Vital de la Oración y la Santidad<br />
“La paradoja de amor <strong>del</strong> alma consiste en haber hallado a <strong>Dios</strong>, y todavía seguir<br />
buscándolo”. 108 Esta cita de A.W. Tozer subraya la naturaleza continua de la búsqueda de la<br />
santidad. La santidad no es un estado estático, sino una relación dinámica con <strong>Dios</strong> que requiere<br />
constante interacción con la gracia de <strong>Dios</strong>. Uno de los catalizadores de esta relación dinámica es<br />
la oración. <strong>En</strong> su innovadora obra sobre la oración, E.M. Bounds escribió:<br />
La oración está relacionada con todos los dones de la gracia. Su relación con el<br />
carácter y la conducta es la de un ayudador. La oración ayuda a establecer el<br />
carácter y moldear la conducta. Ambos dependen de la oración para poder<br />
continuar exitosamente. Pudiera haber cierto grado de carácter moral y de<br />
conducta que sean independientes de la oración, pero no puede existir ningún<br />
carácter religioso ni conducta cristiana particulares sin ella. La oración ayuda<br />
donde todas las otras ayudas fallan. Mientras más oramos, más mejoramos, y<br />
nuestras vidas se vuelven más puras y excelentes. 109<br />
La oración es, sin lugar a duda, un elemento esencial en la búsqueda de la santidad. Cuando<br />
comprendamos que la santidad no es meramente un estado, sino una relación dinámica, también<br />
comprenderemos que es la relación la que produce y mantiene la vida de santidad. Hay cierta<br />
ironía en el hecho de que, mientras que la oración purifica al corazón, el corazón puro empodera<br />
la vida de oración. La oración satisface el anhelo por la santidad y, al mismo tiempo, vuelve a<br />
crear y propulsar ese anhelo. Es a partir de esta tensión creadora que surge “el hambre y la sed de<br />
108 A. W. Tozer. The Pursuit <strong>of</strong> <strong>God</strong>. Phila<strong>del</strong>phia, PA: Christian Publications, 1982, pág. 14.<br />
109 E. M. Bounds. Prayer. Phila<strong>del</strong>phia, PA: Whitaker House, 1997, pág. 148.<br />
80
justicia”. Sin duda, esta es la razón por la cual la Biblia, especialmente el Nuevo Testamento, da<br />
un énfasis constante a la necesidad de la oración en la vida de los creyentes.<br />
El movimiento de santidad fue un movimiento cimentado en la oración. La historia <strong>del</strong><br />
movimiento demuestra una dependencia total de la oración para efectuar la gracia de <strong>Dios</strong> en sus<br />
vidas. Su rechazo de los esfuerzos humanos, en cuanto a lo que <strong>Dios</strong> estaba haciendo en sus<br />
vidas, vino a convertirse en el fundamento de muchas de sus fórmulas doctrinales. El<br />
movimiento pentecostal también se cimentó en la experiencia <strong>del</strong> Espíritu en la vida de oración.<br />
Los relatos en el libro de los Hechos de los Apóstoles subrayan el rol desempeñado por el<br />
Espíritu en la oración a medida que la iglesia antigua procuraba imitar la santidad mo<strong>del</strong>ada por<br />
Jesús.<br />
La Santidad: Una Relación de Amor<br />
Las doctrinas de la gracia y la fe están inseparablemente ligadas al concepto <strong>del</strong> amor. Esto es<br />
especialmente cierto en lo concerniente a la santidad. La perspectiva de Juan Wesley sobre la<br />
santificación estaba muy influenciada por su comprensión de la relación entre el amor y la<br />
santidad. “El concepto de ‘la fe que obra por el amor’ (véase Gálatas 5:6), como la hermenéutica<br />
suprema para entender todo el plan de salvación de <strong>Dios</strong>, formó intensamente sus enseñanzas<br />
sobre la santificación”. 110 Según Wesley, “la perfección es el humilde, manso y paciente amor<br />
por <strong>Dios</strong> —y por nuestro prójimo—, amor que rige nuestros temperamentos, palabras y<br />
obras”. 111 Wesley entendió que los requisitos de los creyentes bajo la gracia eran el<br />
cumplimiento de “la real ley <strong>del</strong> amor”. <strong>En</strong> el libro Five Views on Sanctification – The Wesleyan<br />
View, Dieter escribió: “La vida cristiana está diseñada, bajo la gracia, para ser un movimiento<br />
110 Melvin E. Dieter. Ibíd., pág. 13.<br />
111 Juan Wesley. A Plain Account <strong>of</strong> Christian Perfection. London: The Epworth Press, 1952.<br />
81
progresivo desde el nuevo nacimiento hasta la entera santificación y la perfección <strong>del</strong> amor. El<br />
resultado final de la perfección cristiana no es la espiritualidad interior, sino las obras <strong>del</strong><br />
amor”. 112<br />
<strong>En</strong> esencia, la vida de fe es el amor en acción. La obediencia se origina en el amor por <strong>Dios</strong> y<br />
por Su Palabra. La santidad es una manifestación de la relación de amor con <strong>Dios</strong>. Dieter<br />
continúa diciendo: “Por cuanto el amor no puede existir sin la acción de un ser moral, la teología<br />
wesleyana tiene una inclinación claramente ética; la esencia de la santificación es el amor en<br />
acción”. 113 Así, pues, la santidad tiene su más sublime expresión en nuestro amor por <strong>Dios</strong> y por<br />
los demás. La proclamación joánica “...<strong>Dios</strong> es amor” (1 Juan 4:8) destaca la centralidad <strong>del</strong><br />
amor en la teología bíblica. Pablo también enfatiza la naturaleza imprescindible <strong>del</strong> amor en la<br />
espiritualidad cristiana y la operación de los dones espirituales: “Y si tuviese pr<strong>of</strong>ecía, y<br />
entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase<br />
los montes, y no tengo amor, nada soy” (1 Corintios 13:2).<br />
Se puede definir al cristianismo como un movimiento que nace <strong>del</strong> Gran Mandamiento y es<br />
impulsado por la Gran Comisión. El Gran Mandamiento dice: “Amarás al Señor tu <strong>Dios</strong> con<br />
todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande<br />
mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37-<br />
39, énfasis añadido). El amor siempre denota una relación, pues no puede haber amor sin que<br />
haya un objeto al cual esté orientado. El cristianismo va más allá de la religión. La base <strong>del</strong><br />
cristianismo es una relación —una relación que nace <strong>del</strong> amor por <strong>Dios</strong> y por Su creación. La<br />
santidad es una relación de amor con <strong>Dios</strong> que resulta en una relación correcta con el resto de Su<br />
creación.<br />
112 Dieter. Ibíd., pág. 27.<br />
113 Dieter. Ibíd., pág. 27.<br />
82
El fundamento de la doctrina de la santidad tiene que ser obligatoriamente el amor. Sin amor,<br />
cualquier doctrina de la santidad se tornará interesada, jactanciosa y legalista. Nuestra búsqueda<br />
de la santidad debe consistir en una búsqueda de una más pr<strong>of</strong>unda relación de amor con <strong>Dios</strong>.<br />
La santificación, en todos sus aspectos, es parte <strong>del</strong> movimiento hacia esa relación de amor.<br />
La Santificación Inicial/La Santificación Progresiva<br />
Varios eruditos pentecostales han hecho alusión a esta distorsión de las definiciones exactas y<br />
plenas dadas por Juan Wesley y otros predicadores <strong>del</strong> movimiento de santidad. Esto se revela en<br />
comentarios tales como:<br />
<strong>En</strong> los casos en que gran parte de las enseñanzas arminio-wesleyanas recalcan el<br />
aspecto de crisis de la santificación, con el descuido de los problemas y desarrollo<br />
después de la santificación, la escuela de Keswick se inclina a presionar, ya sea<br />
sobre la faz de la separación (distinción entre naturaleza y gracia y el conflicto<br />
entre ellas) o sobre el aspecto <strong>del</strong> crecimiento, con la consecuente negligencia <strong>del</strong><br />
aspecto de la crisis decisiva... las Escrituras a las que uno y otro apelan sostienen<br />
tanto la crisis como el proceso en su unidad creadora y estimulan al cristiano a<br />
involucrarse pr<strong>of</strong>undamente en la vida. 114<br />
Vemos también el siguiente comentario, hecho tras examinarse las frases santificación<br />
instantánea y entera santificación:<br />
La justicia significa poner en orden toda la vida según la voluntad de <strong>Dios</strong>. El<br />
vocablo describe la estructura, los límites y los contornos de esa relación. Sin<br />
justicia no puede haber paz con <strong>Dios</strong> ni tampoco gozo verdadero. Pero en este<br />
mundo, la justicia no se hará realidad perfectamente por causa de la falibilidad<br />
humana y la rebelión mundana. El cumplimiento provisional de la ley y, por<br />
consiguiente, de toda justicia, es el amor... El estar consciente de esta lucha, la<br />
vigilancia, la consagración y la oración ferviente hasta recibir la paz: todos estos<br />
elementos contribuyen a la campaña compasiva de los pentecostales en el mundo.<br />
Sus prójimos no son solamente transgresores, sino que también —al igual que<br />
ellos mismos— se encuentran envilecidos y alejados de la vida de santidad y<br />
114 Mildred Bangs Wynkoop. Foundations <strong>of</strong> Wesleyan-‐Arminian Theology. Kansas City, MO: Beacon Hill Press,<br />
1967, pág. 107 [N. <strong>del</strong> T. — Para la versión en español, véase: Mildred Bangs Wynkoop. Bases Teológicas de<br />
Arminio y Wesley. Kansas City, MO: Casa Nazarena de Publicaciones, 1983, pág. 113].<br />
83
felicidad. Esta paz, que nace <strong>del</strong> amor perfecto y la reverencia, consiste en<br />
permanecer en Cristo en todo momento por medio <strong>del</strong> Espíritu y la Palabra. 115<br />
Por lo tanto, debemos enfocarnos siempre en la búsqueda de la santidad, en vez de frases<br />
teóricas que a menudo pueden ser engañosas y desalentadoras para el creyente que desee andar<br />
en santidad <strong>del</strong>ante de <strong>Dios</strong>. Pablo, el más teólogo de los apóstoles, confiesa enseñar lo siguiente<br />
a los seguidores de Jesucristo:<br />
Y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es<br />
por la fe de Cristo, la justicia que es de <strong>Dios</strong> por la fe; a fin de conocerle, y el<br />
poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser<br />
semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre<br />
los muertos. No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que<br />
prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo<br />
Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa<br />
hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está<br />
<strong>del</strong>ante, prosigo a la meta, al premio <strong>del</strong> supremo llamamiento de <strong>Dios</strong> en Cristo<br />
Jesús (Filipenses 3:9-14).<br />
Más Exploraciones Bíblicas sobre la Santificación/la Santidad<br />
Es verdad que nos vemos envueltos en una relación única como nuevas criaturas en Cristo<br />
Jesús. <strong>En</strong> la Biblia hay verdades fundamentales que son esenciales para el entendimiento y<br />
crecimiento <strong>del</strong> creyente. Éstas incluyen dos conceptos que no podemos ignorar: 1) las verdades<br />
relacionadas con nuestra salvación, incluyendo lo que <strong>Dios</strong> ya ha hecho por nosotros, y lo que<br />
aún está por hacer; y, 2) los imperativos que revelan la manera en que debemos vivir los<br />
cristianos, como consecuencia de Su obra continua de santificación. El punto inicial de la<br />
santificación es nuestra fe en la salvación: creemos lo que <strong>Dios</strong> ha hecho por nosotros en la<br />
salvación. Por lo tanto, nuestra relación conlleva lo que Él ha hecho por nosotros en el pasado, y<br />
lo que hará por nosotros en el futuro. Ambos requieren que una infusión <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong> nos<br />
115 Steven J. Land. Pentecostal Spirituality. Sheffield, <strong>En</strong>gland: Sheffield Academic Press, 2001, pág. 176.<br />
84
abra el camino por donde debemos andar. Horatius Bonar, una voz surgida <strong>del</strong> movimiento de<br />
santidad <strong>del</strong> siglo XIX, escribió estas palabras tan pertinentes:<br />
El evangelio no nos manda a hacer nada para obtener la vida, sino que nos invita a<br />
vivir basándonos en lo que <strong>Dios</strong> ha hecho. Y el conocimiento de su verdad<br />
vivificadora no es obra, sino reposo para el alma. Ese reposo es la raíz de toda<br />
obra verdadera, pero reposamos con el fin de obrar. 116<br />
<strong>En</strong> realidad, nuestra santificación depende de que creamos la verdad de “nuestra identidad en<br />
Cristo”, descansemos en Su obra completada en el Calvario, y pongamos en práctica —con la<br />
ayuda <strong>del</strong> Espíritu— las consecuencias de esta nueva posición en Cristo Jesús.<br />
Por muchos años, se ha comparado excesivamente la santificación instantánea con la<br />
santificación progresiva. Por el contrario, estos términos poco provechosos podrían traducirse<br />
mejor como santificación inicial y santificación continua, las cuales se deben mantener siempre<br />
en íntima relación. A medida que nos movamos de una frase dogmática como ‘perfección sin<br />
pecado’ a una comprensión más completa de la obra <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong>, no habremos de diluir ni<br />
debilitar la obra completa de Jesucristo, sino que ampliaremos nuestro entendimiento para ver la<br />
naturaleza trina de <strong>Dios</strong> más claramente en la obra continua <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong> en el creyente<br />
desde el momento de conversión hasta el cambio final de la mortalidad a la inmortalidad (i.e. 2<br />
Corintios 3:18; 1 Corintios 15:52, 53).<br />
Un libro poco conocido declaró la hermosura de esta yuxtaposición que tiene lugar en el<br />
creyente:<br />
Nuestra santificación depende de que creamos la verdad de quiénes somos en<br />
Cristo, descansemos en Su obra completada, y pongamos en práctica las<br />
consecuencias de esta nueva perspectiva... <strong>En</strong> la práctica real, comprender esta<br />
perspectiva es el fundamento de toda santificación práctica. De ahí que el énfasis<br />
que Pablo diera a ‘saber’ que esta es la situación (Romanos 6:3-9) lo llevara a<br />
exhortar a los creyentes a ‘considerarse’ muertos al pecado y vivos para <strong>Dios</strong> en<br />
Cristo Jesús (v. 11). Por lo tanto, la santificación es la práctica constante de lo que<br />
116 Bonar, Horatius. <strong>God</strong>’s Way <strong>of</strong> Holiness. New York: Robert Carter & Brothers Publishing, 1865, págs. 41, 42.<br />
85
significa pertenecer a la nueva creación en Cristo... Creemos que la voluntad de<br />
<strong>Dios</strong> para nosotros, en el proceso continuo de la santificación, es que<br />
experimentemos en la vida real quiénes somos realmente en Cristo. Esto requiere<br />
que día a día decidamos creer quiénes somos. 117<br />
Ningún asunto ha sido más debatido o malentendido que el conflicto sobre la santificación<br />
posicional y relacional (véase el apéndice al final de este estudio). Durante las postrimerías <strong>del</strong><br />
siglo XIX, este fue el conflicto que causó división y dificultades en la búsqueda de la santidad, y<br />
sembró las semillas <strong>del</strong> conflicto interno que entró sigilosa y engañosamente en el poderoso<br />
despertar <strong>del</strong> movimiento <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong> en los primeros años <strong>del</strong> siglo XX. De hecho, la<br />
transición al pentecostalismo —que surgió <strong>del</strong> movimiento de santidad— puede seguir<br />
floreciendo en el siglo XXI si las iglesias y los teólogos no le permiten al elitismo que nos lleve a<br />
uno de los extremos de la santificación y la santidad. 118 Al igual que en la encrucijada <strong>del</strong> tiempo<br />
que juntó a los movimientos de santidad y pentecostal, nuestra ‘búsqueda de la santidad’ tiene<br />
que ser iniciada y cultivada respondiendo al llamado <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong> que abarca los aspectos<br />
posicional y relacional de la santificación. Esto nos trae a la poderosa declaración de Hebreos<br />
10:14, la cual tiene tanto un sentido posicional como un sentido continuo en el idioma original:<br />
“Y así, con una sola <strong>of</strong>renda hizo perfectos para siempre a los santificados” (versión Reina-<br />
Valera 1995). Desafortunadamente, algunas versiones de la Biblia no captaron esta doble obra<br />
<strong>del</strong> poder santificador <strong>del</strong> Espíritu a través de Jesucristo, pero esta fórmula de la verdad aparece<br />
en el texto griego original y en la gran mayoría de otras traducciones confiables. Esta evidencia<br />
fue explicada en 1894 por el reconocido Andrew Murray, quien escribió durante el período de<br />
transición entre el movimiento de santidad y el movimiento pentecostal:<br />
117<br />
Neal Anderson and Robert L. Saucy. The Common Made Holy. Eugene, OR: Harvest House Publishers, 1997, pág.<br />
177.<br />
118 st<br />
Synan, Vinson. Spirit Empowered Christianity in the 21 Century. Lake Mary, FL: Charisma House (Strang Co. ),<br />
2011, págs. 198-‐204.<br />
86
La idea principal <strong>del</strong> pasaje es la siguiente: “Hizo perfectos para siempre a los<br />
santificados”. Las palabras <strong>del</strong> versículo 10, “<strong>En</strong> esa voluntad somos<br />
santificados”, hablan de nuestra santificación como un hecho consumado: somos<br />
santos, santos en Cristo, en virtud de nuestra verdadera unión en Él, y de Su santa<br />
vida plantada en el centro de nuestro ser. Aquí somos descritos como santificados.<br />
Hay un proceso por el cual nuestra nueva vida en Cristo tiene que dominar y<br />
perfeccionar la santidad a través de todo nuestro ser exterior. Pero la santificación<br />
progresiva tiene su seguridad y garantía en la “DE UNA VEZ” y “PARA<br />
SIEMPRE” obra de Cristo. Hizo perfectos para siempre a los santificados. 119<br />
¿A dónde nos lleva esto? Esperamos que nos lleve, en una seriedad sincera, a tener fe para<br />
procurar una experiencia santificadora inicial y también para seguir por ese mismo Espíritu en<br />
una búsqueda continua de Su santidad.<br />
Este lamentable pasado de comparación de las dos perspectivas clásicas de la santificación no<br />
benefició al movimiento de santidad en el siglo XIX, y todavía hoy merma cualquier resultado<br />
verdadero y positivo en la vida de aquéllos que quieran andar en santidad. Por consiguiente,<br />
debemos hacer lo que Pablo declara en Efesios 4:14-16:<br />
Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de<br />
doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las<br />
artimañas <strong>del</strong> error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en<br />
aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y<br />
unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la<br />
actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en<br />
amor.<br />
El Lavamiento de la Sangre/Agua/Espíritu<br />
La imagen de Jesucristo en el Calvario nos informa mucho sobre la relación correcta <strong>del</strong><br />
creyente por medio <strong>del</strong> sufrimiento y la muerte expiatoria de Cristo en la cruz. Cuando los<br />
soldados vinieron y encontraron al Salvador muerto en la cruz, no Le quebraron las piernas como<br />
era de costumbre. Pero sin saber que estaban cumpliendo las Escrituras, uno de ellos tomó una<br />
119 Murray, Andrew. The Holiest <strong>of</strong> All. Old Tappan, New Jersey: Fleming H. Revell Co., 1894, pág. 344.<br />
87
lanza y Le perforó el costado, <strong>del</strong> cual brotó sangre y agua (Juan 19:34). No es coincidencia que<br />
el siguiente versículo (35) registre que Juan presenció este acontecimiento particular, y que relata<br />
esta verdad para que otros creyeran. A medida que se llega a comprender la hermosura de este<br />
acto sinfónico de provisión divina, uno llega a apreciar esta ilustración vital sobre la manera en<br />
que la obra <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong> habrá de realizar esta limpieza en nuestras vidas y llevarnos a una<br />
vida de santidad. Las Escrituras siguen claramente esta verdad al dar pruebas <strong>del</strong> acto inicial de<br />
la santificación en el creyente por medio de la sangre (Hebreos 13:12; Colosenses 1:19, 20),<br />
aunque también da pruebas fehacientes de la obra progresiva de la santificación por medio de la<br />
Palabra de <strong>Dios</strong> (Efesios 5:25, 26; Hebreos 10:19-22). Ambas son una obra gloriosa y armoniosa<br />
que será realizada continuamente a través de los siglos en la vida de cada creyente que pone su<br />
mirada en Cristo con la esperanza de ser santificado. Así como el Espíritu <strong>Santo</strong> aplica la sangre<br />
derramada de Jesús como el acto inicial de la santificación —para traernos a una buena relación<br />
con el Padre a través <strong>del</strong> Hijo—, así también el Espíritu <strong>Santo</strong> aplica “el lavamiento <strong>del</strong> agua por<br />
la palabra [de <strong>Dios</strong>]” (Efesios 5:26) para santificar continuamente al creyente en Cristo —como<br />
un movimiento de acercamiento al Padre. Ya que la Palabra de <strong>Dios</strong> es siempre limpia, actúa<br />
como el agua pura que nos lava y santifica <strong>del</strong>ante <strong>del</strong> Señor. He aquí una breve descripción de<br />
esta gloriosa obra de santificación que nos conduce a la santidad:<br />
Haciendo realidad lo que somos en Cristo no se logra solamente por mirar a las<br />
realidades <strong>del</strong> pasado y el presente en Cristo, sino también por ejercer la fe en las<br />
promesas <strong>del</strong> futuro. A medida que la vida surge de la semilla en que comenzó y<br />
de la tierra en que está plantada, es atraída por el sol que está en el cielo. Por<br />
cuanto las promesas de <strong>Dios</strong> están fundamentadas en lo que Él ya ha hecho en<br />
Cristo, son indicios <strong>del</strong> evangelio que son tan seguras como las realidades <strong>del</strong><br />
pasado. Nuestros esfuerzos por ser santos son alimentados por la ‘esperanza viva’<br />
(1 Pedro 1:3) de que un día seremos como nuestro Señor (1 Juan 3:2, 3) y<br />
viviremos en una nueva creación, la cual es descrita por Pedro como el lugar<br />
‘donde mora la justicia’ (2 Pedro 3:13). 120<br />
120 Murray, Andrew. Ibíd., pág. 180.<br />
88
La Dinámica entre la Santificación y la Santidad<br />
Si pasamos por alto el aspecto pneumatológico de la santificación y la santidad, siempre nos<br />
encontraremos mirando al pasado en vez <strong>del</strong> futuro. Nuestra recepción <strong>del</strong> Espíritu, que es por la<br />
fe y no por la ley, nos ha llevado a un nuevo territorio que no pudieron entender ni experimentar<br />
aquéllos que vivieron antes de la resurrección y de Pentecostés. Como creyentes, debemos ir más<br />
allá de la creencia de que hubo solamente un día histórico en el cual fuimos santificados:<br />
debemos aceptar plenamente la realidad de que “debemos andar en el Espíritu” (Romanos 8:9-<br />
14; 1 Juan 1:6, 7). Aunque cada creyente necesita entender y recibir la experiencia inicial de la<br />
santificación por medio de la sangre derramada de Jesucristo (1 Corintios 1:2; 6:11; Hebreos<br />
10:29), la obra <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong> sigue aplicando regularmente la santificación por medio de la<br />
Palabra de <strong>Dios</strong> que nos lava de continuo (1 Timoteo 4:5; Hebreos 10:22). Pero no podemos<br />
separar ninguna de estas aplicaciones —ya sea pasada, presente o futura— <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong> que<br />
nos santificó y que sigue siendo el agente santificador que abre nuestros corazones y vidas a la<br />
luz de la Palabra de <strong>Dios</strong>. <strong>En</strong> palabras sencillas, este es el mensaje general de Juan 15 y la<br />
enseñanza de Jesús sobre la vid y los pámpanos. El flujo <strong>del</strong> Espíritu debe alimentar<br />
continuamente cada parte de cada pámpano, si se quiere tener una relación vivificante que lleve<br />
fruto para la gloria <strong>del</strong> Labrador. Esto nos hace recordar la dinámica neotestamentaria <strong>del</strong><br />
principio llamado “ya, todavía no”. La claridad de la constante y continua influencia Trinitaria<br />
en nuestras vidas es imprescindible. <strong>En</strong> muchas maneras, esta cita lo resume brevemente:<br />
Claro está, la justificación, la santificación y el bautismo en el Espíritu <strong>Santo</strong> no<br />
pueden ser reducidas a una experiencia específica o una etapa momentánea. Estos<br />
términos también funcionan como lentes para ver toda la extensión escatológica<br />
de la vida cristiana en el Espíritu. Coinciden y se iluminan mutuamente. El énfasis<br />
sobre convertirse en el lugar de morada de <strong>Dios</strong>, y el bautismo <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong><br />
como la metáfora más significativa de esta experiencia, es la bendición definitiva<br />
que el movimiento pentecostal ha dado al cuerpo de Cristo en general. 121<br />
121 Macchia, Frank D. Justified in the Spirit. Grand Rapids, MI: William B. Eerdmans Publishing Co., 2010, pág. 92.<br />
89
Existe una dinámica irreemplazable y firme entre la justicia, la santidad y la santificación.<br />
Aunque hay muchos versículos bíblicos que señalan claramente que hay una sinergia entre estos<br />
elementos esenciales y vitales en la vida <strong>del</strong> creyente, las Escrituras describen la santidad como<br />
un resultado, un hito, o como pasos tomados en una jornada hacia Jesucristo (Romanos 6:22; 2<br />
Corintios 7:1; Efesios 4:24; 1 Tesalonicenses 4:7; Hebreos 12:10). Por el otro lado, las Escrituras<br />
tienden a usar el vocablo santificación como una acción que tiene lugar en el corazón o la vida<br />
de uno; designa la obra <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong> que nos trae a un lugar santo o una relación santa. Es<br />
más que un acontecimiento instantáneo único; la persona que está siendo santificada se encuentra<br />
constantemente bajo una influencia y un proceso purificador que puede ser descrita por el agua y<br />
el fuego (Juan 17:17; Efesios 5:26; 1 Tesalonicenses 5:23; Hebreos 13:12).<br />
La Justicia (¿De dónde viene?)<br />
¿Cómo se relaciona con la santidad y la santificación?<br />
Esto nos trae al término justicia, que se relaciona obviamente con la naturaleza y obra de <strong>Dios</strong><br />
mediante el Padre, el Hijo y el Espíritu <strong>Santo</strong>. El destacado erudito Alexander Cruden la define<br />
así:<br />
[1] Aquella perfección de la naturaleza divina por la cual <strong>Dios</strong> es justísimo y<br />
santísimo en su propio ser y en su trato con sus criaturas, sigue las reglas más<br />
estrictas de la rectitud y la equidad. [2] La clemencia, misericordia y bondad de<br />
<strong>Dios</strong>. [3] Su verdad y fi<strong>del</strong>idad en cumplir con sus promesas. [4] La obediencia<br />
activa y pasiva de Cristo con la cual cumplió la ley perfectamente y propició la<br />
justicia de <strong>Dios</strong>: tal obediencia siendo imputada a los elegidos, y recibida por la<br />
fe, perdonando sus pecados, aceptando sus personas, y trayéndolos a la gloria<br />
eterna. 122<br />
122 Cruden, Alexander. Cruden’s Unabridged Concordance. Old Tappan, New Jersey: Fleming H. Revell Co., 1976,<br />
pág. 402.<br />
90
Ahí tenemos el fundamento y la esencia de la santificación y la santidad. Ambas son la<br />
reacción ante el don incomparable de <strong>Dios</strong> para la humanidad. La justicia le pertenece a <strong>Dios</strong>, y<br />
los creyentes sólo pueden experimentarla y producirla por la fe en Aquél que es perfecto y<br />
completamente justo. Su poder sencillamente nos trae hacia algo que nunca podríamos producir<br />
sin la fe y el poder <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong>. La siguiente cita describe esta rica bendición y nos desafía<br />
a buscar a <strong>Dios</strong> para descubrirla:<br />
La justicia significa poner en orden toda la vida según la voluntad de <strong>Dios</strong>. El<br />
vocablo describe la estructura, límites y contornos de esa relación. Sin justicia no<br />
puede haber paz con <strong>Dios</strong> ni tampoco gozo verdadero. Pero la justicia no se<br />
realizará perfectamente en este mundo a causa de la falibilidad humana y la<br />
rebelión mundana. El cumplimiento provisional de la ley y, por consiguiente, de<br />
toda justicia, es el amor.<br />
El corazón de la espiritualidad pentecostal es el amor. La pasión por el reino es la<br />
pasión por el rey; es un anhelo, como ya hemos demostrado, por ver a <strong>Dios</strong> y por<br />
estar en casa. Cuando el corazón está entero en su amor por <strong>Dios</strong>, hay una paz<br />
pr<strong>of</strong>unda. Es la paz comprada en el Calvario y aplicada al creyente mediante la<br />
sangre de Jesús con el fin de limpiarlo de toda inmundicia de la carne y <strong>del</strong><br />
espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de <strong>Dios</strong>. Este pr<strong>of</strong>undo temor y<br />
reverencia a <strong>Dios</strong>, con el conocimiento de que la salvación es una relación<br />
dinámica, y no una inevitabilidad estática, le da una ventaja a la espiritualidad<br />
pentecostal. Poca paz y poco descanso hay para la persona de doble ánimo que<br />
guarda iniquidad o resistencia en su corazón. El estar consciente de esta lucha, la<br />
vigilancia, la consagración y la oración ferviente hasta recibir la paz, son todos<br />
elementos que contribuyen a la campaña compasiva de los pentecostales en el<br />
mundo. Sus prójimos no son solamente transgresores, sino que también —al igual<br />
que ellos mismos— se encuentran envilecidos y alejados de la vida de santidad y<br />
felicidad. Esta paz, que nace <strong>del</strong> amor perfecto y la reverencia, consiste en<br />
permanecer en Cristo en todo momento por medio <strong>del</strong> Espíritu y la Palabra. 123<br />
<strong>En</strong> 2 Pedro 1:1-4, el viejo apóstol escribe:<br />
Partícipes de la Naturaleza Divina<br />
Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la<br />
justicia de nuestro <strong>Dios</strong> y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa<br />
que la nuestra: Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de <strong>Dios</strong> y<br />
de nuestro Señor Jesús, como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la<br />
piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel<br />
123 Steven J. Land. Ibíd., pág. 176.<br />
91
que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado<br />
preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser<br />
participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay<br />
en el mundo a causa de la concupiscencia (énfasis añadido).<br />
Lo natural tiene que cederle el paso a lo divino. Esto no es un ejercicio casual de esfuerzos<br />
humanos, como lo demuestra Pablo en Romanos 7:13-25. Pablo reconoce, al igual que Pedro, la<br />
importancia de tener la mente transformada y protegida de todos los apetitos carnales (12:1, 2).<br />
La palabra “partícipes” viene de la palabra griega koinonos. Es un adjetivo empleado para<br />
describir a alguien que es “un acompañante o compañero, teniendo algo en común”. Pedro le<br />
dice a los primeros creyentes en Cristo que por su “fe igualmente preciosa que la nuestra” (v. 1),<br />
son compañeros o acompañantes de Jesús; por consiguiente, dado que Él ha resucitado para vida<br />
[eterna], ellos también han sido resucitados para vida [eterna]. Pero esto va más allá de tener una<br />
segunda oportunidad para vivir otra vez; más bien, significa tener el privilegio, como Su<br />
acompañante o compañero por medio de la fe, de tener Su misma naturaleza divina. Pedro no<br />
está hablando de una reencarnación fútil en otra criatura o ser sujeto a las mismas dificultades y<br />
debilidades que todas las demás criaturas caídas han sufrido desde la caída de Adán. Tampoco<br />
está hablando acerca de vivir en el mismo cuerpo humano esclavizado al pecado, sino que<br />
escribe acerca de haber sido liberado de la naturaleza carnal o humana que nos obliga a pecar y<br />
vivir un estilo de vida impío. Pero no está diciendo que en esta carne estaremos libres de caer,<br />
cometer errores o incluso cometer un pecado, sino que ahora tenemos el poder para decidir no<br />
pecar. Como cristianos, queremos tener la fe para ser un pleno compañero o acompañante de la<br />
naturaleza divina de Cristo. Por lo tanto, tenemos que entender que el poder de <strong>Dios</strong> provee todo<br />
lo que necesitamos para vivir una vida piadosa mediante una relación con Jesucristo.<br />
92
Este deseo de ser ‘partícipe’ o compañero de Cristo es expresado sencillamente de la manera<br />
siguiente:<br />
La intensa búsqueda de la santidad debe ser la prioridad principal de cada<br />
cristiano. La búsqueda de la santidad es realmente una mentalidad espiritual. La<br />
palabra griega para búsqueda (dioko) significa “un esfuerzo intenso o ferviente”.<br />
Si una persona está llena <strong>del</strong> Espíritu, tendrá sed de experimentar la santidad de<br />
Cristo en cada área de su ser. 124<br />
El Llamado Pastoral a la Santidad<br />
Cuando el Espíritu <strong>Santo</strong> vino sobre Zacarías, pr<strong>of</strong>etizó que <strong>Dios</strong> estaba visitando a Su pueblo<br />
y enviándole un redentor al cual “...sin temor le serviríamos en santidad y en justicia <strong>del</strong>ante de<br />
él, todos nuestros días” (Lucas 1:74, 75). Pablo dijo: “Busquen la paz con todos, y la santidad,<br />
sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14, NVI). A partir de este y muchos otros pasajes<br />
<strong>del</strong> Nuevo Testamento, es evidente que la santidad es una doctrina importante, a pesar de que<br />
muchos teman al legalismo por un lado, y fanatismo por el otro, cada vez que se habla <strong>del</strong> tema.<br />
No obstante, aunque la definición se pueda debatir, el Nuevo Testamento dice claramente que se<br />
espera y requiere de los creyentes la santidad.<br />
La santidad bíblica tiene que ver con el carácter interior o la condición <strong>del</strong> corazón humano.<br />
La justicia, la cual tiene sus raíces en la santidad, tiene que ver con la ‘conducta correcta’ en el<br />
sentido ético de la justicia. Cualquier conducta correcta que no se derive de la santidad puede ser<br />
una forma de legalismo. Por ejemplo, los fariseos eran meticulosos en cuanto a diezmar de las<br />
hierbas (conducta correcta), pero descuidaron la santidad <strong>del</strong> corazón. Por consiguiente, Jesús los<br />
condenó por lavar el exterior <strong>del</strong> vaso y dejar el interior lleno de corrupción. Su mandato para<br />
ellos fue de limpiar primero el interior <strong>del</strong> vaso o <strong>del</strong> corazón (la santidad), de manera que el<br />
exterior <strong>del</strong> vaso (la justicia) también fuera limpio. Una persona puede comportarse de manera<br />
124 Gregory R. Frizzell. Returning to Holiness. Memphis, TN: Master Design Ministries, 2000, págs. 21, 22.<br />
93
ejemplar en muchas maneras, pero aun tener un corazón corrompido. Por ejemplo, una persona<br />
puede ser, en lo exterior, fiel a su compañero o compañera, y ser un adúltero o adúltera en el<br />
corazón. Tal persona no estaría viviendo una vida santa, aunque las apariencias digan lo<br />
contrario. Así que, uno puede vivir correctamente y no ser santo, pero no se puede ser santo y no<br />
vivir correctamente.<br />
Por lo tanto, pudiéramos añadir que la santidad no es algo que podamos medir los unos en los<br />
otros, porque sólo <strong>Dios</strong> conoce el corazón (Jeremías 17:9). Tampoco podemos imponer u<br />
obligarnos los unos a otros a obtener la santidad. Sin embargo, podemos estudiar las<br />
características de la santidad y animarnos los unos a los otros a tener hambre y sed de ella y así<br />
ser llenos de la misma.<br />
El Salmo 51:6 declara lo siguiente acerca de <strong>Dios</strong>: “He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo”, y<br />
más a<strong>del</strong>ante dice: “Purifícame... lávame... crea en mí, oh <strong>Dios</strong>, un corazón limpio”. Estos<br />
versículos nos dicen que <strong>Dios</strong> desea que tengamos “un corazón limpio”, y tener un corazón<br />
limpio es obra de <strong>Dios</strong>. También sugiere que nuestro rol en la búsqueda de la santidad consiste<br />
en permitir que el Espíritu de <strong>Dios</strong> nos muestre dónde hay mentira o conflicto en nuestro interior.<br />
Por ejemplo, una persona pudiera sentir envidia de otro individuo y no admitirlo a sí mismo o a<br />
<strong>Dios</strong>, y mucho menos ante otra persona. De hecho, puede aparentar ser bondadoso, mostrar<br />
gentileza, y decir cosas buenas de esa persona, y sin embargo, estar carcomido por la envidia. El<br />
<strong>Dios</strong> que desea la verdad en lo íntimo quiere que ese individuo se detenga a escucharlo en<br />
oración, de manera que pueda revelarle la cruel envidia que ha echado raíz en su corazón. Sólo<br />
entonces, tras la confesión y arrepentimiento, <strong>Dios</strong> habrá de purgar y limpiar ese corazón de la<br />
envidia.<br />
94
APÉNDICE<br />
La Controversia sobre las Tres Bendiciones<br />
I. Introducción: Las Semillas de Santidad <strong>del</strong> Prepentecostalismo<br />
a. El Pietismo, los Moravos y los Metodistas<br />
b. Las Perspectivas Paradójicas de Juan Wesley y Juan Fletcher<br />
II. Las Raíces <strong>del</strong> Pentecostalismo: Un Movimiento de Santidad Dividido<br />
a. El Rompimiento <strong>del</strong> Avivamiento de Santidad Wesleyano<br />
b. Instantánea, Progresiva o Ambas<br />
III. El Crecimiento <strong>del</strong> Árbol Cismático: La Controversia se Pr<strong>of</strong>undiza y se Propaga<br />
a. Las Distorsiones de las Doctrinas de Calvino y Wesley<br />
b. La Influencia <strong>del</strong> Perfeccionismo Norteamericano y el Avivamiento de<br />
Keswick<br />
IV. La Controversia Florece y se Propaga a Medida que Cae la Lluvia Tardía<br />
a. Azusa y Seymour: Tres Grupos Diferentes de Adherentes de Santidad<br />
b. Durham y el Movimiento de “La Obra Consumada”<br />
V. La Teología de la Primera Bendición<br />
a. La Conversión y la Santificación<br />
b. La Teología de la Unicidad<br />
VI. La Teología de la Segunda Bendición<br />
a. La Santificación Progresiva (o Continua)<br />
b. El Bautismo <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong> como la Segunda Bendición<br />
VII. La Teología de la Tercera Bendición<br />
a. El Origen de la Santificación como la Segunda Obra Concreta de la Gracia<br />
b. Desde la Santificación Instantánea hasta la Obra Continua <strong>del</strong> Espíritu<br />
Conclusión: Un Llamado a lo Esencial<br />
a. El Peligro <strong>del</strong> Dogmatismo<br />
95
. Los Esenciales Versus los No Esenciales<br />
Introducción: Las Semillas de Santidad <strong>del</strong> Prepentecostalismo<br />
La intención fue pura, pero los medios fueron cuestionables, y los resultados fueron divisivos.<br />
La historia <strong>del</strong> movimiento de santidad, al igual que la <strong>del</strong> movimiento pentecostal, es descrita<br />
por la descripción irónica, pero simple, mencionada arriba. Comenzando con el movimiento de<br />
santidad que irrumpió en la escena religiosa de principios <strong>del</strong> siglo XIX, y después cuando el<br />
movimiento pentecostal surgió a principios <strong>del</strong> siglo XX, se desarrolló una gran cuestión<br />
subyacente que dividió ambos movimientos, sin importar las asombrosas aportaciones<br />
espirituales que trajeron para la humanidad. No se puede cuestionar la intención de los<br />
protagonistas principales; ellos querían promover y fomentar una espiritualidad mayor en las<br />
personas (especialmente los creyentes). Sin embargo, sus acciones y convicciones doctrinales a<br />
menudo llegaron a ser cuestionables. Sea que las divisiones que siguieron estuvieran dentro de la<br />
voluntad providencial de <strong>Dios</strong> o no, el Señor será el juez de los resultados. Pero los incrédulos y<br />
muchos creyentes que observaron tales fracturas, estaban casi siempre confusos por el mismo y,<br />
lamentablemente, se alejaron <strong>del</strong> movimiento cristiano más grande desde la Reforma. El<br />
historiador de la Calle Azusa lo resume apropiadamente:<br />
Lo que la gente necesita es un Cristo vivo, y no una contienda dogmática ni<br />
doctrinal. El celo insensato hizo mucho daño a la obra al principio. Como<br />
siempre, nuestra causa sufrió más por culpa de los de adentro. Pero <strong>Dios</strong> tenía<br />
algunos héroes verdaderos de los cuales podía depender. La mayoría de éstos<br />
salieron de la más pr<strong>of</strong>unda oscuridad y entraron repentinamente al poder y<br />
prominencia, para luego retirarse repentinamente cuando su obra había<br />
finalizado. 125<br />
125 Frank Bartleman. Azusa Street (The Centennial Edition). Gainesville, FL: Bridge-‐Logos Pub., 1980, pág. 113.<br />
96
A través de las siguientes páginas, habrá un análisis de la perenne controversia que comenzó a<br />
dividir al antiguo movimiento de santidad a mediados <strong>del</strong> siglo XIX, y luego al movimiento<br />
pentecostal a principios <strong>del</strong> siglo XX. Pero para analizar correctamente la controversia de las<br />
‘Tres Bendiciones’, el buscador sincero de la verdad tiene que comprender tanto la sinceridad de<br />
aquellos primeros pioneros <strong>del</strong> movimiento de santidad como sus debilidades humanas que a<br />
veces los dividían. Se puede aprender mucho de las semillas que dieron origen al movimiento de<br />
santidad. Estas semillas <strong>del</strong> movimiento de santidad vinieron de los moravos, quienes fueron<br />
producto <strong>del</strong> pietismo alemán. Ningún grupo tuvo mayor impacto sobre Juan Wesley que los<br />
moravos y su forma particular de pietismo. 126 Las creencias básicas <strong>del</strong> pietismo están bien<br />
preservadas, y fueron muy influyentes en el desarrollo <strong>del</strong> movimiento de santidad. Éstas<br />
incluyeron: la afirmación <strong>del</strong> ‘nuevo nacimiento’ por el Espíritu <strong>Santo</strong>; la experiencia de <strong>Dios</strong><br />
que afecta la manera en que vive un cristiano (la santificación); la necesidad de que una<br />
comunidad cristiana se aparte de la sociedad en general; la insistencia en un conjunto de pasos<br />
definidos basados en una confesión de creencias ortodoxas; y el uso casi exclusivo de términos<br />
para denotar a un grupo protestante particular. 127<br />
Las Raíces <strong>del</strong> Pentecostalismo: Un Movimiento de Santidad Dividido<br />
Sin duda, las teologías de Juan Calvino y Juan Wesley han sido tergiversadas y modificadas<br />
por todas las partes, incluyendo a los teólogos y predicadores <strong>del</strong> movimiento de santidad. Se<br />
debe darle crédito a Wesley por el surgimiento de la doctrina de la “segunda bendición” —una<br />
experiencia de crisis subsecuente a la conversión—, la cual con el tiempo habría de ejercer una<br />
126<br />
Bill Diehl Jr., Editor. “Protestant Revivalism, Pentecostalism and the Drift Back to Rome”. Julián, CA: Present<br />
Truth Magazine, Volume Five, Article 5, 2011, pág. 3.<br />
127<br />
Stanley Burgess and Eduard Van Der Maas. The New International Dictionary <strong>of</strong> Pentecostal and Charismatic<br />
Movements. Grand Rapids, MI: Zondervan, 2003, pág. 610.<br />
97
poderosa influencia sobre el pentecostalismo. Pero a menudo era malinterpretado y<br />
reinterpretado por otras personas que no siempre reflejaban sus ideas verdaderas. 128 Por toda la<br />
vida expresó una ambigüedad en sus escritos en cuanto a qué quiso decir con su doctrina <strong>del</strong><br />
“perfecto amor” y su “segunda bendición”. De hecho, era un estado espiritual el cual nunca<br />
pr<strong>of</strong>esó haber alcanzado. <strong>En</strong> su sermón “A Plain Account <strong>of</strong> Christian Perfection” [Una Clara<br />
Explicación de la Perfección Cristiana], dijo que en algunos casos no es instantánea. 129 Ya para<br />
el siglo XIX, el metodismo, el movimiento de santidad y el movimiento pentecostal no lo<br />
representaban bien.<br />
Juan Fletcher, teólogo escogido por Wesley, fue el primero en emplear la frase bautismo <strong>del</strong><br />
Espíritu <strong>Santo</strong> y también comenzó a diferir imperceptiblemente con Wesley al enseñar que este<br />
bautismo era una experiencia distinta. 130 Mucho podría escribirse sobre la relación y las<br />
diferencias entre estos dos compañeros, pero ambos fueron influenciados pr<strong>of</strong>undamente por el<br />
pietismo. Comenzaban a aflorar las primeras señales de un movimiento de santidad que se<br />
dividía. Ni la doctrina de Calvino sobre la predestinación ni el perfeccionismo de Wesley<br />
sobrevivieron las brechas que comenzaban a aparecer entre las personas que creían en la<br />
santidad. A medida que el movimiento abarcaba a más creyentes, los líderes <strong>del</strong> movimiento de<br />
santidad y <strong>del</strong> pentecostalismo permitieron, sin darse cuenta, que ‘los dos o tres actos de gracia’<br />
fracturaran al creciente movimiento. 131 Pero la teología doctrinal sobre la conversión y la<br />
santificación no fueron las únicas razones o fuerzas que causaron las divisiones; a veces los<br />
128<br />
Allan Anderson. Spreading Fires (The Missionary Nature <strong>of</strong> Early Pentecostalism). Maryknoll, New York: Orbis<br />
Books, 2007, pág. 19.<br />
129<br />
Peter Althouse. “Wesleyan and Reformed Impulses in the Keswick and Pentecostal Movements”. Wyoming,<br />
Michigan: The Pneuma Foundation, octubre de 2003, págs. 8, 9.<br />
130 Allan Anderson. Spreading the Fires. Ibíd., pág. 19.<br />
131 Peter Althouse. Ibíd., pág. 13.<br />
98
motivos no eran nada de santos (tales como quién habría de controlar las instituciones o los<br />
grupos). 132<br />
El Crecimiento <strong>del</strong> Árbol Cismático: La Controversia se Pr<strong>of</strong>undiza y se Propaga<br />
Al investigar la evolución <strong>del</strong> movimiento de santidad, encontramos que una inquietante<br />
conciencia socialista o nacionalista ejerció influencia sobre el desarrollo de la teología <strong>del</strong><br />
movimiento de santidad. El avivamiento estadounidense y el pentecostalismo tardío fueron<br />
impactados fuertemente por los efectos de las creencias de la Ilustración y <strong>del</strong> Romanticismo<br />
sobre el progreso humano. 133 Esto tal vez no parezca ser un hecho significativo, pero tras escapar<br />
de la estricta doctrina de la predestinación, heredada <strong>del</strong> monarquismo europeo, los cristianos<br />
estadounidenses tuvieron hambre por experimentar su religión con color y emoción. 134 A esto se<br />
añadió la enseñanza y predicación de predicadores de avivamiento tales como Charles Finney y<br />
Phoebe Palmer. Finney ahora estaba empleando libremente términos tales como “perfección sin<br />
pecado” y “entera santificación”. Atacaba a los que discrepaban con él por carta y en los<br />
púlpitos, donde sus sermones dinámicos atraían a las masas. 135 Pero Finney empleó más retórica,<br />
y casi ninguna exégesis bíblica, para fundamentar sus muy divisivos sermones.<br />
Mientras que Wesley y Fletcher hablaron de la ‘santificación’ y el ‘bautismo <strong>del</strong> Espíritu<br />
<strong>Santo</strong>’ como las “dos caras de la misma moneda”, Phoebe Palmer predicó sobre la segunda obra<br />
de gracia como un “camino más corto” para consumar la perfección y el éxtasis que a los<br />
primeros santos les había tomado toda la vida poder alcanzar. Ella comenzó a insistir en que era<br />
una experiencia de crisis instantánea, pero también enseñó fervientemente que ‘la segunda<br />
132 Frank Bartleman. Azusa Street (Centennial Edition). Ibíd., pág. 196.<br />
133 Frank Bartleman. Azusa Street (Centennial Edition). Ibíd., pág. 4.<br />
134 Bill Diehl, Jr., Editor. “Protestant Revivalism, Pentecostalism and the Drift Back to Rome”. Ibíd., págs. 4, 5.<br />
135 Charles Finney. Reflections on Revival (Compiled by Donald Dayton). Minneapolis, MN: Bethany Fellowship,<br />
1979, págs. 80, 81.<br />
99
endición’ era realizada por medio de lo que ella llamaba ‘el bautismo <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong>’.<br />
Varias fuentes documentan su firme creencia en que la santificación y el Espíritu <strong>Santo</strong> eran<br />
realizados en la misma experiencia instantánea. 136<br />
Con el surgimiento <strong>del</strong> avivamiento de Gales y el avivamiento de Keswick, el ala reformada<br />
<strong>del</strong> movimiento de santidad fue significativamente influenciada, pero también lo fue el<br />
movimiento pentecostal. El avivamiento de Keswick se dedicó a las Escrituras, y esta evolución<br />
ocasionó las conferencias “Higher Life” [Vida Superior]. El concepto reemplazó a la “segunda<br />
bendición” como ‘erradicación de la naturaleza pecaminosa’ en favor <strong>del</strong> ‘bautismo <strong>del</strong> Espíritu<br />
<strong>Santo</strong>’ y como un ‘otorgamiento de poder para el servicio’. Por último, la santificación no fue<br />
vista como un ‘estado de perfección’, sino como una ‘condición que se mantiene’. Hombres<br />
como D.L. Moody, R.A. Torrey, Adoniram Gordon y Wilbur Chapman crearon la división en el<br />
movimiento de santidad al adoptar esta creencia sobre la “segunda bendición”. 137 Para finales <strong>del</strong><br />
siglo XIX, las semillas estaban plantadas y las raíces habían crecido hasta producir un gran<br />
derramamiento de poder que se transformó en una hermosa temporada de la ‘Lluvia Tardía’.<br />
Pero la Calle Azusa habría de recibir tanto lo problemático como lo poderoso en los siguientes<br />
20 años.<br />
La Controversia Florece y se Propaga a Medida que Cae la Lluvia Tardía<br />
Al comienzo <strong>del</strong> siglo XX, la situación en los confines <strong>del</strong> movimiento de santidad era<br />
incierta, hallándose vulnerable ante un sinnúmero de interpretaciones y metodologías más allá de<br />
cualquier investigación de una entidad eclesiástica o académica particular. Aunque muchos<br />
grandes líderes estaban listos para dirigir al pueblo hacia nuevas experiencias espirituales, estas<br />
136 Vinson Synan. Spirit Empowered Christianity in the 21 st Century. Ibíd., págs. 26, 27.<br />
137 Vinson Synan. Spirit Empowered Christianity in the 21 st Century. Ibíd., págs. 29, 30.<br />
100
personas [<strong>del</strong> movimiento] de santidad estaban tan marcadas por las divisiones que precedieron a<br />
la Calle Azusa que estaban destinados a separarse y tomar un nuevo rumbo de manera<br />
permanente. 138 Los que pronto habrían de ser pentecostales traían consigo un legado rico y<br />
diverso de la doctrina y adoración <strong>del</strong> movimiento de santidad, que tanto los habría de unir, pero<br />
también los habría de dividir.<br />
Con el ascenso de Seymour y las fantásticas demostraciones de poder espiritual ocurridas en la<br />
Calle Azusa, las diferencias <strong>del</strong> pasado parecieron quedar deshechas en la gloriosa y fresca lluvia<br />
de Pentecostés. Las barreras nacionalistas, doctrinales e incluso raciales desaparecieron a medida<br />
que las manifestaciones <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong> se derramaban sobre todos aquéllos que asistieron a<br />
los dos primeros años de lo que pareció ser un avivamiento sin final. Sin embargo, existía una<br />
constante y preocupante contracorriente entre estos nuevos pentecostales en cuanto a la<br />
importancia de ‘andar en toda la luz que uno tuviese’. Algunos pensaban, y otros predicaban, que<br />
los creyentes ‘no subirían en el rapto’ si no recibían el bautismo <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong>. 139 <strong>En</strong> esta<br />
clase de documento no se le puede dar el tiempo ni el espacio apropiado a William Seymour; no<br />
obstante, para siempre se le atribuirá haber sido el verdadero catalizador <strong>del</strong> gran avivamiento<br />
pentecostal <strong>del</strong> siglo XX. Pero ni siquiera Seymour pudo evitar el verse envuelto en la contienda<br />
y las actitudes divisivas que con el tiempo se esparcieron cual polen irritante. 140<br />
<strong>En</strong> esencia, el movimiento de santidad se había dividido en tres facciones principales. El<br />
primer grupo vino a ser conocido como “los independientes” en el movimiento de santidad, los<br />
cuales enseñaban que una “membresía enteramente santificada podría resultar en una conducta<br />
intachable y paz en la iglesia”. A medida que sus enseñanzas evolucionaron, muchos adoptaron<br />
138 Stanley Burgess and Eduard Van Der Maas. Ibíd., pág. 728.<br />
139 Steven J. Land. Pentecostal Spirituality (A Passion for the Kingdom). Sheffield Academic Press: Sheffield,<br />
<strong>En</strong>gland, 2001, pág. 77.<br />
140 Frank Bartleman. Ibíd., pág. 170.<br />
101
el tema de ‘las tres bendiciones’, pero esto no permaneció intacto porque los cismas sobre la<br />
enseñanza de ser ‘enteramente santificado’ volvieron a surgir para dividirlos. Esto fue seguido<br />
por varias divisiones que dieron menos razón para creer en la conducta intachable y la paz las<br />
cuales prometía. También se encontraban las iglesias “de santidad” de Keswick, las cuales<br />
siguieron enseñando las dos bendiciones. El último grupo de creyentes <strong>del</strong> movimiento de<br />
santidad regresaron a la teoría de “una bendición”, la cual fue grandemente modificada para<br />
incluir al bautismo <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong> como una señal de la conversión. 141 Examinaremos con<br />
más detalle a este grupo más a<strong>del</strong>ante.<br />
Uno de los nombres más prominentes <strong>del</strong> movimiento pentecostal primitivo, después de los<br />
días de la Calle Azusa, fue William H. Durham. Aunque más a<strong>del</strong>ante asistió al avivamiento de<br />
la Calle Azusa, fue el primero en discrepar de lo que se había convertido en la teología de las tres<br />
bendiciones. Tras escudriñar las Escrituras por algún tiempo, dejó de predicar la santificación<br />
instantánea y desarrolló la teología llamada ‘la obra consumada <strong>del</strong> Calvario’. Esta enseñanza<br />
creía que la obra de Cristo en la cruz fue suficiente tanto para la salvación como para la<br />
santificación. Fue por causa de esta creencia y predicación que William Seymour le impidió<br />
entrar a la iglesia de la Calle Azusa. <strong>Pos</strong>teriormente, la doctrina de ‘la obra consumada’ vino a<br />
enfatizar una santificación gradual, y no instantánea, en la cual el creyente ‘hace suya’ la obra<br />
santificadora de Cristo durante toda su vida. 142 Esta postura vino a ser aceptada por las<br />
Asambleas de <strong>Dios</strong>, la denominación pentecostal más grande <strong>del</strong> mundo, al igual que la mayoría<br />
de las iglesias pentecostales. Ciertamente, hubo muchos pentecostales que aún discreparon de<br />
esto.<br />
141 Stanley Burgess and Eduard van der Maas. Ibíd., págs. 726, 727.<br />
142 Vinson Synan. Ibíd., págs. 121, 126.<br />
102
La Teología de la Primera Bendición<br />
Al entrar en la controversia de los desacuerdos sobre pasajes cuestionables, un observador<br />
honesto primero reconoce que se ha escrito y predicado más opiniones y teología que estudio<br />
exegético adecuado. Aunque muchos condenen al Credo de Nicea y al Credo Apostólico, estos<br />
documentos se originaron gracias a personas serias que se dedicaron al trabajo exegético antes de<br />
dedicarse a hacer argumentos en la toma de decisiones. 143 <strong>En</strong> el caso <strong>del</strong> debate sobre la santidad,<br />
los tres grupos de santidad mencionados arriba emplearon pasajes favoritos, a veces con una<br />
pobre o ninguna hermenéutica apropiada para contestar los versículos que muchos usaban para<br />
justificar sus posturas doctrinales.<br />
Varios pasajes eran empleados con múltiples interpretaciones. Tales pasajes clásicos incluían a<br />
Romanos 8:1-32; 15:16; Gálatas 5:1-8; Efesios 5:26; Tito 3:5-7; y Hebreos 10:10-14. Estos<br />
pasajes han sido severamente mutilados para hacerlos concordar con doctrinas parciales que<br />
harían pasar ‘a un camello por el ojo de una aguja’. Frank Macchia —el ‘trinitario de la teología<br />
sistemática pentecostal’ y editor de Pneuma— nos recuerda que estos pasajes se interpretan<br />
correctamente sólo cuando el lector sabe que “la regeneración, santificación y justificación son<br />
metáforas coincidentes de la nueva vida en el Espíritu, cada una con su propio matiz<br />
teológico”. 144 A la luz de esto, incluso la ‘primera bendición’ fue maravillosamente aplicada y<br />
también trágicamente mal usada con la misma frecuencia. Aunque la mayoría de las personas en<br />
el movimiento de santidad y en el pentecostalismo estarían de acuerdo en cuanto a la primera<br />
bendición, como habremos de ver, hubo variantes que aseguraron que no todos estuvieran en<br />
unidad en cuanto a este punto rudimentario de la fe.<br />
143 Justo L. González. The Story <strong>of</strong> Christianity. New York: Harper Collins Publishers, 2010, pág. 188.<br />
144 Frank D. Macchia. Justified in the Spirit. Grand Rapids, MI: Eerdmans Publishing Co., 2010, pág. 208.<br />
103
<strong>En</strong> este punto, debe señalarse que aunque hemos discutido sobre William Durham, el fruto de<br />
algunas de sus enseñanzas fue el surgimiento de grupos llamados frecuentemente de la<br />
‘unicidad’. Durham básicamente “declaró que todo lo que un creyente habría de necesitar estaba<br />
incluido en la obra de Cristo en la cruz”, y el resultado de esto lo llevó a incluir la santificación y<br />
el bautismo <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong>. 145 Por causa de su naturaleza Cristocéntrica, allanó el camino<br />
para que otros luego comenzaran a abandonar las Asambleas de <strong>Dios</strong>. Hoy, el ‘pentecostalismo<br />
unicitario’ no es de ninguna manera una iglesia unificada o una sola organización. Surgió como<br />
una alternativa a la doctrina trinitaria y las prácticas bautismales de los pentecostales antiguos.<br />
Han abrazado al triteísmo, niegan la eterna ‘filiación’ de Cristo, y niegan Su doble naturaleza.<br />
Pero sus enseñanzas más identificables son: el bautismo en agua solamente en el nombre de<br />
Jesús, y la creencia de que uno no es salvo hasta que haya hablado en lenguas (aunque algunos<br />
grupos ni siquiera aceptan este punto). 146<br />
La Teología de la Segunda Bendición<br />
Esta escuela de pensamiento se ha convertido en la teología más común dentro <strong>del</strong><br />
pentecostalismo. William Durham, quien popularizó esta perspectiva, no adoptó particularmente<br />
la perspectiva de Keswick sobre la santificación progresiva, la cual tendía a negar la segunda<br />
experiencia instantánea de la santidad. 147 Él creía que uno era santificado al convertirse, y que la<br />
‘segunda bendición’ era el bautismo <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong> con la señal de hablar en lenguas. Para él<br />
todo esto era una ‘obra de gracia’ de dos etapas (la justificación y el bautismo <strong>del</strong> Espíritu). 148<br />
145 Vinson Synan. Ibíd., pág. 64.<br />
146 Allan Anderson. An Introduction to Pentecostalism. New York: Cambridge University Press, 2004, págs. 49-‐51.<br />
147 Ibíd., pág. 45.<br />
148 Allan Anderson. Ibíd., pág. 46.<br />
104
Criada como metodista, Phoebe Palmer afirmó haber sido santificada ya para 1839; pero más<br />
a<strong>del</strong>ante en 1874 (antes de su muerte), se unió al movimiento que creía en la “segunda<br />
bendición”. Con el tiempo, Palmer insistió en “una experiencia de crisis instantánea de lo que<br />
vino a llamar el ‘bautismo <strong>del</strong> Espíritu’, la cual fue un acontecimiento importante en la<br />
producción <strong>del</strong> movimiento pentecostal en 1901”. 149 Esta teología floreció por la influencia de<br />
Durham y Palmer.<br />
La Teología de la Tercera Bendición<br />
Tras abandonar la iglesia bautista, Benjamín Irwin fundó la “Iglesia de la Santidad Bautizada<br />
en Fuego”, cuando recibió el bautismo <strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong>. <strong>En</strong> 1895 había experimentado lo que<br />
llamaba un “bautismo de fuego”. Tras esta experiencia, cambió su postura por completo y adoptó<br />
la teología de la ‘tercera bendición’, la cual estaba siendo esparcida a principios <strong>del</strong> siglo XX a<br />
través <strong>del</strong> sur [de los Estados Unidos] dondequiera que predicaba. 150 A esto se debe añadir que<br />
fue su movimiento ‘bautizado en fuego’ el que dio inicio al avivamiento de santidad que<br />
posteriormente se esparció en el oeste de Carolina <strong>del</strong> Norte, en la Escuela Shearer en 1896.<br />
Poco después, Charles Parham fue grandemente impactado por el ministerio de sanidad de<br />
John Alexander Dowie; fue sanado posteriormente de fiebre reumática en 1898. Irónicamente,<br />
fue condenado al ostracismo por el movimiento de santidad debido a sus fuertes críticas <strong>del</strong><br />
mismo. Cuando comenzaba su propio ministerio de sanidad en Topeka (Kansas), Parham desafió<br />
a sus estudiantes a buscar en el libro de los Hechos alguna evidencia o señal sobre el bautismo<br />
<strong>del</strong> Espíritu <strong>Santo</strong>. Finalmente, llegaron a la conclusión de que la señal consistía en hablar en<br />
lenguas; así que ellos, junto con Parham, comenzaron a procurarla hasta que uno de ellos (Agnes<br />
149 Vinson Synan. Ibíd., pág. 27.<br />
150 Ibíd., págs. 34, 35.<br />
105
Ozman) fue la primera persona en recibirla. 151 Lo importante para este tema de la “tercera<br />
bendición” es que esto puso la atención sobre la ‘glosolalia’ como la señal <strong>del</strong> Espíritu y, hasta<br />
cierto punto, distrajo a otros <strong>del</strong> énfasis que se daba previamente a la santidad.<br />
Esta sutil transición concerniente a la glosolalia es rara vez mencionado en la mayoría de los<br />
libros de historia <strong>del</strong> pentecostalismo o <strong>del</strong> movimiento de santidad. Aunque algunos autores<br />
reconozcan la creencia de muchos pentecostales sobre ‘la operación instantánea de la<br />
purificación <strong>del</strong> corazón’, también hacen hincapié en que es la manifestación de la presencia <strong>del</strong><br />
Espíritu y el poder santificador que la acompaña lo que continúa ayudando a limpiar al<br />
creyente. 152 Esta premisa es la razón por la cual Steven Land escribe: “De hecho, siguiendo la<br />
soteriología pentecostal más antigua de la justificación, santificación y el bautismo <strong>del</strong> Espíritu,<br />
el desafío teológico fundamental y la necesidad pastoral más apremiante consiste en mostrar la<br />
integración de la justicia, el amor y el poder en este movimiento apocalíptico de transformación<br />
espiritual”. 153<br />
Un Llamado a lo Esencial<br />
Frank Bartleman narra la historia de la captura de la Iglesia <strong>del</strong> <strong>Santo</strong> Sepulcro (en Palestina)<br />
por parte <strong>del</strong> General Allenby y su ejército. Por cuanto no pudo encontrar ningún concilio<br />
cristiano o persona alguna para darle el encargo de cuidarla (porque a menudo se despreciaban<br />
mutuamente), se vio obligado a nombrar a un anciano musulmán para que coordinara con los<br />
distintos grupos y establecer un horario para que las diversas sectas cristianas adoraran allí. <strong>En</strong> el<br />
pasado, los turcos habían mantenido el orden por la fuerza. <strong>En</strong> una ocasión, ese anciano<br />
musulmán le dijo a un visitante que él estaba allí para evitar que los cristianos se mataran los<br />
151 Allan Anderson. An Introduction to Pentecostalism. Ibíd., págs. 33, 34.<br />
152 Stanley Burgess and Eduard van der Maas. Ibíd., pág. 358.<br />
153 Steven J. Land. Ibíd., pág. 23.<br />
106
unos a los otros. 154 Esta misma separación trágica o temor hizo que los creyentes <strong>del</strong> movimiento<br />
de santidad y <strong>del</strong> movimiento pentecostal desconfiaran entre sí, y que se perpetuaran conflictos<br />
que aún permanecen hasta el día de hoy.<br />
Este dogmatismo doctrinal sobre la segunda y la tercera bendición ha sido un secreto<br />
vergonzoso para los pentecostales, así como lo fue para el movimiento de santidad. Ya para<br />
1905, el Sr. Bartleman —quien fuera parte integrante <strong>del</strong> avivamiento de la Calle Azusa—<br />
advirtió sobre el peligro de volverse demasiado rígidos en cuanto a ciertas cuestiones doctrinales<br />
que no siempre se pueden interpretar o aplicar fácilmente. Él escribió: “Las personas <strong>del</strong><br />
movimiento de santidad están sobrecargadas con un espíritu de prejuicio y fariseísmo... La obra<br />
<strong>del</strong> avivamiento parece haber comenzado fuera de las iglesias de santidad, propiamente dichas.<br />
<strong>Dios</strong> puede perfeccionar a quienes Él quiera. El pueblo <strong>del</strong> movimiento de santidad está<br />
demasiado orgulloso de su postura (demasiado confiado de su posición y condición). Tal vez<br />
<strong>Dios</strong> tenga que pasar de largo. Ellos también deben arrepentirse. <strong>Dios</strong> puede humillarlos al obrar<br />
en otros lugares”. 155 Tal advertencia nos aplica hoy a nosotros como pentecostales. Una actitud<br />
dogmática de encajonar la santificación en nuestro conocimiento finito va en contra de animar a<br />
todos los creyentes a buscar a un <strong>Dios</strong> santo.<br />
Hay voces que nos exhortan a comprender el cambio escatológico presente en todos los<br />
movimientos pentecostales de hoy. Es un imperativo que nos demos cuenta de que esto no<br />
significa alejarnos de Cristo ni de la cruz, sino aceptar que el Espíritu <strong>Santo</strong> puede obrar tanto<br />
inicial como gradualmente. Esta realidad es una ‘efusión’ de la visión apocalíptica y poder <strong>del</strong><br />
Espíritu, el cual “altera el modo en que se percibe a Cristo, la iglesia, la vida cristiana y al<br />
154 Frank Bartleman. Ibíd., pág. 192.<br />
155 Frank Bartleman. Ibíd., pág. 21.<br />
107
cambio”. 156 Si esto es cierto, esperamos que esto nos ayude como cristianos y movimientos<br />
eclesiásticos a extendernos más allá de las rígidas definiciones e interpretaciones <strong>del</strong> pasado que<br />
han separado a las iglesias y creyentes diversos dentro <strong>del</strong> pentecostalismo. El Dr. Justo L.<br />
González advierte:<br />
La justificación debe ser seguida por, y manifestada en, la santificación. Además,<br />
la santificación no es algo que uno hace por cuenta propia después de haber sido<br />
justificado. La santificación, al igual que la justificación, es una obra <strong>del</strong> Espíritu<br />
<strong>Santo</strong>, y no <strong>del</strong> creyente. 157<br />
Por último, el Dr. Héctor Ortiz, en su curso sobre la Historia <strong>del</strong> Pentecostalismo Mundial<br />
hace una presentación perspicaz llamada “Lo Esencial y lo No Esencial”. 158 <strong>En</strong> este discurso,<br />
habla <strong>del</strong> peligro de un movimiento de cristianos que no comprendan cuáles cosas deben colocar<br />
en la categoría “no negociable” y cuáles otras cosas colocar en la categoría de asuntos que no son<br />
esenciales para el desarrollo de la madurez cristiana. ¿Tendrá importancia alguna si dos<br />
creyentes tienen lo que el primero describe como una ‘experiencia instantánea’ de la<br />
santificación y el otro cree y se aferra a una santificación ‘progresiva’ o una ‘santificación<br />
continua’? <strong>En</strong> tanto que ambos deseen seguir buscando al <strong>Dios</strong> santo de las Escrituras, ¿acaso se<br />
requiere que uno de ellos sea tenido por hereje y el otro sea tenido por santo? Si vamos al caso,<br />
¿para qué luchar tanto con los testimonios de aquéllos que creen que fueron bautizados en el<br />
Espíritu en una segunda bendición o con aquéllos que pr<strong>of</strong>esan haberlo recibido en una tercera<br />
bendición? <strong>En</strong> tanto que ambos hayan experimentado la santificación y el bautismo <strong>del</strong> Espíritu<br />
(incluso hablar en lenguas), ¿por qué no pueden ambos experimentar un derramamiento que los<br />
lleve a buscar al <strong>Dios</strong> santo por toda la vida? Esta es la realidad: demasiadas personas convierten<br />
156 Steven J. Land. Ibíd., pág. 63.<br />
157 Justo L. González. A Concise History <strong>of</strong> Christian Doctrine. Nashville, TN: Abingdon Press, 2005, pág. 183.<br />
158 Héctor Ortiz. “History <strong>of</strong> Global Pentecostalism” (apuntes de la clase). Boise, ID: Seminario Teológico Gordon-‐<br />
Conwell, 25 de septiembre de 2011.<br />
108
las “cosas no esenciales” en “cosas esenciales” que separan a los creyentes que realmente aman a<br />
Jesucristo y quieren hacer el bien. Que <strong>Dios</strong> nos conceda a todos más gracia y sabiduría a medida<br />
que el movimiento de santidad y el pentecostalismo siguen en la humilde búsqueda <strong>del</strong> <strong>Dios</strong><br />
santo.<br />
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