Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun
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ción de aquella capital. Pero el D. Miguel acudió con mucha tropa, puso cerco a la plaza, y si bien no pudo entrar en ella, tampoco los mariistas podían salir. Allí hubiera sucumbido D. Pedro, si Mendizábal, desde Londres, no le animara a la resistencia ofreciéndole nuevos auxilios. ¿Qué hizo el hombre? Pues buscar más dinero; reunir más soldados; formar al propio tiempo una escuadra, cuyo mando se ofreció al célebre almirante inglés Napier. Escuadra y segundo ejército debían operar en los Algarbes, para sublevar en pro de la Reina a las poblaciones del Sur, y atacar por retaguardia el ejército miguelista. Todo se hizo tal y como lo había dispuesto D. Juan... La segunda expedición se dirige a Oporto, donde refuerza a los combatientes asediados por D. Miguel; después parten dos mil hombres a los Algarbes, desembarcando felizmente. Allí se pasan a los liberales algunas tropas del absolutismo: entre todas invaden el Alentejo. La escuadra mandada por Napier desbarata la miguelista en el Cabo de
San Vicente; D. Pedro sale de Oporto y bate a D. Miguel. Replegándose a Lisboa, recibe éste otro achuchón tremendo de las tropas liberales, y ya tenemos al Emperador entrando triunfante en su capital, a la niña Doña María de Braganza en el Trono, y al D. Miguel escapando para el extranjero como alma que lleva el diablo. -Y hecho todo eso, que si es como usted lo cuenta, no dudo en calificarlo de maravilloso, el D. Juan Álvarez se volvió a su escritorio de Londres tan fresco, a contar millones, calcular empréstitos, extender letras de cambio, mirando dónde salta otra reina que socorrer, y otro usurpador malsín a quien poner en la puerta. -Que no faltan, como usted ve. -Pero Portugal es chico: puedo compararle a un juguete, para estas cosas de revoluciones y quita y pon de tronos. Ahora veremos cómo se las arregla aquí el gaditano; aquí, donde salimos de una zaragata para entrar en otra, donde
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ción de aquella capital. Pero el D. Miguel acudió<br />
con mucha tropa, puso cerco a la plaza, y si<br />
bien no pudo entrar en ella, tampoco los mariistas<br />
podían salir. Allí hubiera sucumbido D. Pedro,<br />
si <strong>Mendizábal</strong>, desde Londres, no le animara<br />
a la resistencia ofreciéndole nuevos auxilios.<br />
¿Qué hizo el hombre? Pues buscar más<br />
dinero; reunir más soldados; formar al propio<br />
tiempo una escuadra, cuyo mando se ofreció al<br />
célebre almirante inglés Napier. Escuadra y<br />
segundo ejército debían operar en los Algarbes,<br />
para sublevar en pro de la Reina a las poblaciones<br />
del Sur, y atacar por retaguardia el ejército<br />
miguelista. Todo se hizo tal y como lo había<br />
dispuesto D. Juan... La segunda expedición se<br />
dirige a Oporto, donde refuerza a los combatientes<br />
asediados por D. Miguel; después parten<br />
dos mil hombres a los Algarbes, desembarcando<br />
felizmente. Allí se pasan a los liberales<br />
algunas tropas del absolutismo: entre todas<br />
invaden el Alentejo. La escuadra mandada por<br />
Napier desbarata la miguelista en el Cabo de