Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun

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02.07.2013 Views

anciano verde, siempre chasqueado? ¿Le seducen a Su Excelencia los viejos de Moratín? Pues tampoco ha de valerle el hacer el D. Diego, aun cuando tomara las precauciones para asegurar un desenlace contrario al de El sí de las niñas, porque aquí estoy yo para llevar las cosas a su término natural. Y si para esto tuviera yo que pegarle a Vuecencia un tiro, se lo pegaría, como a Negretti, si este me contrariara con malevolencia... Por mi Aura, voy yo a las grandes y nobles virtudes, como a las más negras demostraciones de la maldad; por mi Aura, escalo yo el cielo o me precipito en los abismos. Nada tiene valor para mí; cuanto hay en el universo se cifra en ella. Póngame usted entre Aura y mi voluntad todas las llamadas leyes morales y sociales, y salto por encima de ellas; y si quieren que pase sin saltar, pasaré, y pisaré, y si pongo el pie sobre alguien que reviente con mi peso, quéjese al diablo, porque Dios no ha de oírle».

Entró en casa de Hillo, con quien hablar quería. D. Pedro le esperaba: encerráronse en el cuarto de este. «Tu puntualidad en acudir a la cita me demuestra que el caso es urgente. Necesitas dinero: ayer no pude dártelo; hoy te lo daré, pero no sin condiciones». Adivinando las terribles condiciones que su amigo, cruel usurero en aquel caso, le impondría, Calpena sintió frío glacial en el corazón, y en la boca todo el acíbar que suele ser producto natural de la carencia de dinero. «Te daré lo que necesites -prosiguió Hillo con severidad noble-; pero has de darme garantías, seguridades de que ha de ser empleado dignamente. Esas órdenes tengo». -Pero usted -dijo Calpena con voz cavernosa- entiende por empleo digno lo que para mí es el fin más alto que se puede imaginar. No nos entendemos.

Entró en casa de Hillo, con quien hablar<br />

quería. D. Pedro le esperaba: encerráronse en el<br />

cuarto de este. «Tu puntualidad en acudir a la<br />

cita me demuestra que el caso es urgente. Necesitas<br />

dinero: ayer no pude dártelo; hoy te lo<br />

daré, pero no sin condiciones».<br />

Adivinando las terribles condiciones que su<br />

amigo, cruel usurero en aquel caso, le impondría,<br />

Calpena sintió frío glacial en el corazón, y en<br />

la boca todo el acíbar que suele ser producto<br />

natural de la carencia de dinero. «Te daré lo<br />

que necesites -prosiguió Hillo con severidad<br />

noble-; pero has de darme garantías, seguridades<br />

de que ha de ser empleado dignamente.<br />

Esas órdenes tengo».<br />

-Pero usted -dijo Calpena con voz cavernosa-<br />

entiende por empleo digno lo que para mí<br />

es el fin más alto que se puede imaginar. No<br />

nos entendemos.

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