Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun
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Hillo su personalidad), que si deseo perderla de vista, no deseo menos conservarla, mientras esté aquí, libre de todo detrimento. Quiero que su nuevo guardián la reciba en situación de honestidad material, aunque mentalmente la haya perdido. Cuando esté fuera de mi casa, que haga lo que quiera, que se deshonre; pero aquí no... Esto es un sagrario, Sr. de Timoneda; aquí viven y han vivido siempre el recato, la virtud. De esta casa, no ha salido jamás una piedra falsa... ¿Cómo había yo de consentir que ahora saliera?». Alabó mucho el disfrazado clérigo estos alardes, y se permitió aconsejar a Jacoba que, lejos de estorbar, favoreciese el traspaso de aquella joven al tío carnal, pues la tal niña le daría disgustos muy gordos si no la echaban pronto de Madrid. Y añadió a esto tales observaciones y noticias, que la jorobada, fácil al miedo, no necesitó más para verse rodeada de catástrofes. Dos veces más, en diferentes días,
volvió D. Pedro, regateando el abanico y haciéndose mostrar unos topacios, que no compró; y con esto finalizaron sus averiguaciones en la caverna de la Zahón, pues ya había adquirido los datos y conocimientos más importantes: Aura delirante de amor; extremadas las precauciones para evitar que se vieran los amantes, y, por fin, próximo el arribo del tío carnal para cargar con la romántica niña y llevársela a los quintos infiernos. Cuando esto fuera un hecho positivo, sólo restaba impedir que Calpena descubriese a dónde había ido a parar la cabra loca; y establecida la radical separación, no era ya difícil traer al buen camino al descarriado joven. A este le visitaba diariamente, guardándose bien de contarle sus tratos y contubernios con la diamantista; lo que no impidió que Calpena los supiera por aviso de Aura, atisbadora infatigable de quién entraba y salía en la casa.
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Aura delirante de amor; extremadas<br />
las precauciones para evitar que se vieran los<br />
amantes, y, por fin, próximo el arribo del tío<br />
carnal para cargar con la romántica niña y<br />
llevársela a los quintos infiernos. Cuando esto<br />
fuera un hecho positivo, sólo restaba impedir<br />
que Calpena descubriese a dónde había ido a<br />
parar la cabra loca; y establecida la radical separación,<br />
no era ya difícil traer al buen camino<br />
al descarriado joven. A este le visitaba diariamente,<br />
guardándose bien de contarle sus tratos<br />
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Aura, atisbadora infatigable de quién entraba y<br />
salía en la casa.