Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun

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02.07.2013 Views

algo de elecciones, de una probable conferencia con Williers. Mas no tardó en distraerle otro sobrescrito que en la rueda de cartas lucía con gruesos y algo torcidos caracteres. Dijérase que aquella desconocida escritura le miraba y atraerle quería, pues los ojos de D. Juan se habían como enganchado varias veces en sus letras. Habíalas visto ya y hecho intención de abrir y leer... Por fin, salpicado de curiosidad, se apresuró a satisfacerla. La carta, después del nombre y la fórmula de respeto, empezaba con esta frase: «Soy la hija de Jenaro Negretti...». Era bastante larga. Leídos los dos primeros párrafos, no encontró, sin duda, el Ministro interés bastante intenso en la lectura, y su mente fugaz corrió otra vez hacia la idea política. «¡Ah, me olvidaba... (modulando entre dientes), de la ley de mayorazgos! ¡Qué cabeza la mía! Prometió Argüelles traérmela hoy, y yo, tan torpe, que no se lo recordé esta tarde... (Rápida anotación en la pizarra.) Mañana me explicará D. Agustín su protección a la revista El Mensajero, que publica

contra mí artículos que se atribuyen a Galiano... ¡Qué amigos, Señor!... He de procurar atraer para el nuevo periódico, a las primeras plumas... Ese Espronceda, ese Larra... Todos ellos, según dicen, viven miserablemente. Pues demos a Espronceda y a otros poetas destinos adecuados a su mérito: las secretarías de las subdelegaciones, plazas en las Bibliotecas, si queda alguna... Dígase lo que se quiera, la prensa no vive sólo de libertad...». Cayó en profunda meditación, cogiéndose la barbilla con las puntas de los dedos. Dio después un palmetazo sobre la mesa, y formuló en su mente graves acusaciones contra sí mismo: «Hubiera yo podido impedir los sangrientos sucesos de Barcelona, que me han perjudicado enormemente... ¿En qué estabas pensando, Juan, cuando le diste al D. Eugenio Aviraneta la carta para el general Mina? Tenemos cuartos de hora funestísimos, mortales... En un instante se compromete una posición; una idea mala y extraviada esteriliza miles de ideas grandiosas, fe-

contra mí artículos que se atribuyen a Galiano...<br />

¡Qué amigos, Señor!... He de procurar atraer<br />

para el nuevo periódico, a las primeras plumas...<br />

Ese Espronceda, ese Larra... Todos ellos,<br />

según dicen, viven miserablemente. Pues demos<br />

a Espronceda y a otros poetas destinos<br />

adecuados a su mérito: las secretarías de las<br />

subdelegaciones, plazas en las Bibliotecas, si<br />

queda alguna... Dígase lo que se quiera, la<br />

prensa no vive sólo de libertad...». Cayó en profunda<br />

meditación, cogiéndose la barbilla con<br />

las puntas de los dedos. Dio después un palmetazo<br />

sobre la mesa, y formuló en su mente graves<br />

acusaciones contra sí mismo: «Hubiera yo<br />

podido impedir los sangrientos sucesos de Barcelona,<br />

que me han perjudicado enormemente...<br />

¿En qué estabas pensando, Juan, cuando le<br />

diste al D. Eugenio Aviraneta la carta para el<br />

general Mina? Tenemos cuartos de hora funestísimos,<br />

mortales... En un instante se compromete<br />

una posición; una idea mala y extraviada<br />

esteriliza miles de ideas grandiosas, fe-

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