Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun

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02.07.2013 Views

en la ignorancia... ¡Triste herencia la del tal D. Fernando VII! Si este señor hubiera sido de otra condición, ¡qué bien estaríamos!... Quizás podría yo ahora desarrollar tranquilamente mi pensamiento, madurarlo bien... Con estas prisas, allá va todo como Dios quiere... ¡Qué lástima, Señor, qué lástima!... Porque tiene razón Caballero. ¡Cuánto mejor, en política y economía, repartir al pueblo esta masa de bienes en vez de sacarlos al mercado! ¿La parte de deuda que se amortiza vale más o vale menos que los intereses territoriales que podrían crearse con ese reparto, hecho juiciosamente? ¿Es preferible el crédito circunstancial, para encontrar quien preste, a las ventajas futuras de la buena distribución del terreno?... ¿Y qué decir de los abusos que en las subastas pueden cometerse?... Resultará que los caciques de los pueblos, la clase bursátil, los que poseen ya una mediana fortuna, adquirirán bienes considerables pagándolos a largos plazos con el mismo producto de las tierras... Y en tanto el pueblo agricultor y labo-

ioso no podrá adquirir propiedad... ¡Si lo he pensado, Señor, si lo he pensado!... ¡Pero no le dan a uno tiempo para nada!... ¡Esta política, esta vida...! No es posible, no es posible. Que venga aquí el Sursum corda, y se volverá para arriba, para el Cielo, sin haber hecho nada. ¡Vivir al día, defenderse hoy de las asechanzas de mañana, temblando siempre, sin hora segura... y tener que sufrir una descarga cerrada de discursos...! ¡Las dichosas polémicas, los malditos abogados...! Y menos mal si uno contara con tener bien cubiertas las espaldas... ¡Pero si Palacio le pone a usted en la calle el mejor día, como a un criado...! ¡Ah! Con esta inseguridad, con esta zozobra, ¿qué planes, ni qué reformas, ni qué soluciones grandes son posibles? Esto es un vértigo, dar quiebros al enemigo, agarrar el poder con las dos manos, sujetarlo además con los dientes para que los de allá no nos lo quiten... No puede ser, no puede ser... Pero Mendizábal no se va sin realizar algo, ya que no toda la grande obra, y le dice al país: te he qui-

en la ignorancia... ¡Triste herencia la del tal D.<br />

Fernando VII! Si este señor hubiera sido de otra<br />

condición, ¡qué bien estaríamos!... Quizás podría<br />

yo ahora desarrollar tranquilamente mi pensamiento,<br />

madurarlo bien... Con estas prisas,<br />

allá va todo como Dios quiere... ¡Qué lástima,<br />

Señor, qué lástima!... Porque tiene razón Caballero.<br />

¡Cuánto mejor, en política y economía,<br />

repartir al pueblo esta masa de bienes en vez de<br />

sacarlos al mercado! ¿La parte de deuda que se<br />

amortiza vale más o vale menos que los intereses<br />

territoriales que podrían crearse con ese<br />

reparto, hecho juiciosamente? ¿Es preferible el<br />

crédito circunstancial, para encontrar quien<br />

preste, a las ventajas futuras de la buena distribución<br />

del terreno?... ¿Y qué decir de los abusos<br />

que en las subastas pueden cometerse?... Resultará<br />

que los caciques de los pueblos, la clase<br />

bursátil, los que poseen ya una mediana fortuna,<br />

adquirirán bienes considerables pagándolos<br />

a largos plazos con el mismo producto de las<br />

tierras... Y en tanto el pueblo agricultor y labo-

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