Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun

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02.07.2013 Views

escribía, interrumpiéndose a menudo para pensar los conceptos, cosa nueva en él, pues comúnmente enjaretaba un largo escrito, como el buen nadador que aguanta mucho tiempo en las profundidades sin tomar aliento. Antes de terminar la carta al General, la dejó para leer párrafos de otras ya leídas, que quería recordar... Y de pronto contemplaba con vago mirar un montoncito de cartas que aún no habían sido abiertas: las removía, se fijaba en los sobrescritos... Apareció de pronto un portero con dos más, y al poco rato volvió con otra carta que dejó sobre la mesa, sin que el señor Ministro se dignara mirarla. Cerrando por fin los pliegos para Córdoba, cayó la mente de D. Juan en un sombrío bache de ideas que le tuvieron suspenso, fija la vista en los diferentes papeles que en la mesa había, sin ver nada. He aquí lo que pensaba: «Olózaga acaba de decírmelo, y no me decido a creerlo... En Palacio están hartos de mí... estoy caído ya...

Gobierno aún porque no han encontrado el modo, decoroso para ellos, de ponerme en la calle... Esto no puede ser. Olózaga es muy mal pensado, y tiene en la masa de la sangre el odio a los Borbones... La Reina me ha recibido hoy con visibles muestras de aprecio... ¿Pero quién se fía...? Será o no será sincera... ¡Dichosos reyes!... y nosotros medio locos aquí por defenderles, por sostenerles en el trono; nosotros muriendo para que ellos vivan... No, no es verdad que esté acordada mi caída, ni mi sustitución por Córdoba o Martínez de la Rosa. Creo en la lealtad de Córdoba... que en su última carta, concretándose a cosas militares, nada me dice de política... En Martínez lo creo... de Toreno todo lo temo; los fabricantes del Estatuto se mueren de tristeza lejos del poder... Los señoritos esos de la suprema inteligencia no acaban de persuadirse de que el país no existe exclusivamente para ellos... El país, señores del Anillo, no es un fraque hecho a vuestra medida... el país...». Estimulado al trabajo por un aguijona-

escribía, interrumpiéndose a menudo para pensar<br />

los conceptos, cosa nueva en él, pues<br />

comúnmente enjaretaba un largo escrito, como<br />

el buen nadador que aguanta mucho tiempo en<br />

las profundidades sin tomar aliento. Antes de<br />

terminar la carta al General, la dejó para leer<br />

párrafos de otras ya leídas, que quería recordar...<br />

Y de pronto contemplaba con vago mirar<br />

un montoncito de cartas que aún no habían<br />

sido abiertas: las removía, se fijaba en los sobrescritos...<br />

Apareció de pronto un portero con<br />

dos más, y al poco rato volvió con otra carta<br />

que dejó sobre la mesa, sin que el señor Ministro<br />

se dignara mirarla.<br />

Cerrando por fin los pliegos para Córdoba,<br />

cayó la mente de D. Juan en un sombrío bache<br />

de ideas que le tuvieron suspenso, fija la vista<br />

en los diferentes papeles que en la mesa había,<br />

sin ver nada. He aquí lo que pensaba: «Olózaga<br />

acaba de decírmelo, y no me decido a creerlo...<br />

En Palacio están hartos de mí... estoy caído ya...

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