Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun

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02.07.2013 Views

poniendo los codos sobre la mesa y la cara entre las palmas de las manos, rompió a llorar. «Eso de matar es cosa mala, señora doña Aurorita; cosa mala casi siempre, y, en todo caso, no es obra para mujeres». -Sí que la mato -reiteró Aura, pasando bruscamente de la sensibilidad al insano furor homicida-. Dame el cuchillo, Cayetano; dámelo, y verás... ¿Para qué vive ese monstruo, ni qué falta hace en el mundo? Es un bien que yo le quite la vida, que para nada sirve. ¿No quiere ella matarme a mí? Pues véala yo muerta antes de morirme. -No, no -dijo Lopresti escondiendo el cuchillo-: el matar es cosa fea y sucia. Se manchará de sangre la señorita, y esas manchas de sangre no se las quitará nunca, por más que se lave... Vuelta a la llorera y a la aflicción intensísima. «Mira tú, Cayetano: cuando hice intención

de matarla y fui por el cuchillo, estaba yo tan decidida, que ya me parecía ver a Jacoba delante de mí, expirando... sin derramar sangre, porque no la tiene... Yo la mataba de un golpe, así... y le decía: 'Villana mujer, ¿por qué quieres asesinar mi alma, matarnos a los dos de pena, de desesperación? Pues muérete ahora rabiando, y vete a donde puedas desplegar toda tu infamia, toda tu avaricia, toda tu maldad hipócrita: al Infierno...'». Al decir esto, Aura apretaba los dientes; sus ojos despedían llamas, y accionaba fieramente con el puño cerrado. Los ronquidos de Jacoba eran en aquel instante de una intensidad aterradora. «Y al entrar aquí -prosiguió la Negretti- pensaba yo que me sería muy difícil rematarla... ¿Quién hace pasar de la vida a la muerte todo aquel cuerpo lleno de jorobas? Sería preciso un hacha, ¿verdad, Cayetano...? Porque nada adelantábamos con querer darle en el corazón,

poniendo los codos sobre la mesa y la cara entre<br />

las palmas de las manos, rompió a llorar.<br />

«Eso de matar es cosa mala, señora doña<br />

Aurorita; cosa mala casi siempre, y, en todo<br />

caso, no es obra para mujeres».<br />

-Sí que la mato -reiteró Aura, pasando bruscamente<br />

de la sensibilidad al insano furor<br />

homicida-. Dame el cuchillo, Cayetano; dámelo,<br />

y verás... ¿Para qué vive ese monstruo, ni qué<br />

falta hace en el mundo? Es un bien que yo le<br />

quite la vida, que para nada sirve. ¿No quiere<br />

ella matarme a mí? Pues véala yo muerta antes<br />

de morirme.<br />

-No, no -dijo Lopresti escondiendo el cuchillo-:<br />

el matar es cosa fea y sucia. Se manchará<br />

de sangre la señorita, y esas manchas de sangre<br />

no se las quitará nunca, por más que se lave...<br />

Vuelta a la llorera y a la aflicción intensísima.<br />

«Mira tú, Cayetano: cuando hice intención

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