Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun
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que te conviene, por tu salud corporal y del alma... te conviene, repito, tomar aires, salir de Madrid... y para esto, niña, para llevarte y cuidar de ti, viene mi hijo... le espero mañana... Y la tercera cosa es que encontrarás, no a docenas, sino a miles, galanes de más mérito y de más enjundia que ese tontaina de Fernandito, que no es más que un pobre pájaro aburrido, tan vacío de mollera como de bolsa... ¿No respondes? ¿Te vas convenciendo?... Parece que te has vuelto tonta... Aura, por Dios, da sueño mirarte...». Sin responder nada, Aura se fue con lento paso, y Jacoba permaneció un instante con los ojos fijos en la puerta por donde se había ido. Puso atención después, aplicando la oreja... pero nada oyó: ni ruido de pisadas, ni llanto, ni voz alguna. «Cayetano -dijo después la señora, apartando de Aura su atención-, tráeme eso, y acerca más la luz».
Púsole delante Lopresti el tintero de cobre con polvorera y la negra carpeta sebosa donde la señora escribía. De ella sacó la jorobada un pliego de buen papel, escrito ya en dos y media de sus carillas, y aproximado el quinqué y bien atizada la mecha, continuó su obra interrumpida, trazando con lentitud y vacilante pulso los caracteres, hasta que llegó al fin, y puso la firma y rúbrica. Leyó cuidadosamente toda la carta, salpicando las comas donde le parecía, arreglando algún trazo de letra torcido, o haciendo leves enmiendas que no afearan la escritura, y bien regado el papel de polvos abundantes, se entretuvo en doblarlo y cerrarlo con prolijo esmero, y extendió al fin despacio, letra por letra, el sobrescrito: Excelentísimo Sr. D. Juan Álvarez de Mendizábal, Ministro. Muy satisfecha debió de quedar de su obra, porque sus ojos se animaban, sus labios se movían, hablando para sí, silenciosos, y acariciaba la carta entre sus finísimos y blancos de-
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Púsole delante Lopresti el tintero de cobre<br />
con polvorera y la negra carpeta sebosa donde<br />
la señora escribía. De ella sacó la jorobada un<br />
pliego de buen papel, escrito ya en dos y media<br />
de sus carillas, y aproximado el quinqué y bien<br />
atizada la mecha, continuó su obra interrumpida,<br />
trazando con lentitud y vacilante pulso los<br />
caracteres, hasta que llegó al fin, y puso la firma<br />
y rúbrica. Leyó cuidadosamente toda la<br />
carta, salpicando las comas donde le parecía,<br />
arreglando algún trazo de letra torcido, o<br />
haciendo leves enmiendas que no afearan la<br />
escritura, y bien regado el papel de polvos<br />
abundantes, se entretuvo en doblarlo y cerrarlo<br />
con prolijo esmero, y extendió al fin despacio,<br />
letra por letra, el sobrescrito: Excelentísimo Sr.<br />
D. Juan Álvarez de <strong>Mendizábal</strong>, Ministro.<br />
Muy satisfecha debió de quedar de su obra,<br />
porque sus ojos se animaban, sus labios se<br />
movían, hablando para sí, silenciosos, y acariciaba<br />
la carta entre sus finísimos y blancos de-