Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun
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que su traslación a Cádiz, a las secciones recientemente creadas para la Liquidación de Créditos. El efecto que esto le hizo fue deplorable: vio en ello la malquerencia de un oculto enemigo, y echaba pestes contra los malos Gobiernos y contra el propio D. Juan de Dios, a quien desde aquel día retiró su admiración y cariño. En aquel estado de amargura y rabia le encontró Hillo una mañana, cuando de vuelta de misa disponíase a endilgar la ropa corta para echarse a la calle. «¡Pero, chico -le dijo-, si estás de enhorabuena! Vas a Cádiz, la cuna de nuestras libertades, como decís los patriotas, y allí vivirás como un príncipe, y harás conquistas, y beberás la rica manzanilla, y tienes ancho campo para conspirar con los Riegos de ogaño por la Constitución del 12». -Ni usted sabe lo que se dice, ni yo voy a Cádiz -replicó Fernando de malísimo talante-.
Pensaré de hoy a mañana lo que debo hacer, y se lo diré a usted... Veo la mano, sí; veo la mano que en las tinieblas me ha descargado este golpe de maza... Pero no caeré, no: si creen que voy a desplomarme, a rendirme y a pedir perdón, se equivocan. Abur. Se marchó con esta seca despedida, y Don Pedro no volvió a verle hasta el día siguiente. No pocas noches dormía fuera de casa. Leyendo dramas o charlando de literatura en casa de algún amigo, se le pasaban las horas insensiblemente, y sorprendido por la aurora en esta febril tarea, se quedaba dormidito en un sofá o en el santo suelo, ya en el hospedaje de Álvarez, ya en el de Pepe Díaz. También D. Pedro andaba un poco salido: entre diez y once de la mañana se vestía de paisano y se lanzaba a divagar callejero; por tarde y noche frecuentaba los cafés, y hacía en unos y otros diversas amistades. En el de Solís encontró a Calpena con un chicarrón que iba cargado de dramas: le vio
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que su traslación a Cádiz, a las secciones recientemente<br />
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El efecto que esto le hizo fue deplorable:<br />
vio en ello la malquerencia de un oculto enemigo,<br />
y echaba pestes contra los malos Gobiernos<br />
y contra el propio D. Juan de Dios, a quien desde<br />
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En aquel estado de amargura y rabia le encontró<br />
Hillo una mañana, cuando de vuelta de<br />
misa disponíase a endilgar la ropa corta para<br />
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«¡Pero, chico -le dijo-, si estás de enhorabuena!<br />
Vas a Cádiz, la cuna de nuestras libertades,<br />
como decís los patriotas, y allí vivirás como un<br />
príncipe, y harás conquistas, y beberás la rica<br />
manzanilla, y tienes ancho campo para conspirar<br />
con los Riegos de ogaño por la Constitución<br />
del 12».<br />
-Ni usted sabe lo que se dice, ni yo voy a<br />
Cádiz -replicó Fernando de malísimo talante-.