Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun
Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun
nariamente ver ensayar... ¿Pero cómo entro vestido de cura? No puede ser. Otra vez será». Y se fue triste y cabizbajo, diciendo a las baldosas de la calle: «Razón tiene la señora incógnita al recomendarme que para andar en estos trotes me vista de seglar... No más hábitos. Por San Juan Capistrano, mañana mismo los ahorco». -XXVII- Salió D. Fernando Calpena del ensayo de Antony con un grave aumento de la locura que ya por sus exaltados amores padecía, y al despedirse de su amigo Juan Eugenio en la esquina de la calle de las Huertas, le dijo que ni se había escrito ni se volvería a escribir un drama tan excelente, verdadero Evangelio de los desheredados a quienes oprime la balumba del artificio social. El carpintero-poeta, cuya mente conser-
vaba un excelso reposo, no expresó nada en contra de tan radical opinión; pero algo tenía que decir, sin duda, sólo que se lo reservaba para más adelante, cuando los años y la experiencia le dieran la autoridad de que entonces carecía. No hizo más que mirar a su amigo con aquella expresión de intensísima agudeza que conservó hasta su vejez, y apretarle las manos. Al separarse le dijo: «Tendré copiado el acto tercero el sábado, y en seguida podrás leerlo. Aparece Isabel en la primera escena, vestida para la boda... luego entra D. Rodrigo... En fin, ya lo verás. Adiós». Y echó a correr hacia su casa, con pasito corto y vivaracho. Era pequeñín, todo nervios, con una cara ratonil, graciosa y llena de inteligencia, unos ojuelos que despedían lumbre, y una boca como la de los ángeles feos, que también los hay, según dicen. Calpena le miró alejarse, y, melancólico se decía: «¿Por qué Dios no me dio a mí su talento?... Bien podía habérmelo dado, sin quitárselo a él... bien podía...».
- Page 381 and 382: pobrísima estancia donde me criaro
- Page 383 and 384: Apóstol bendito mi patrono, santa
- Page 385 and 386: también su misterioso vigía, y qu
- Page 387 and 388: en mi colocación y no quiero perde
- Page 389 and 390: enemigos, alejándole de la meta de
- Page 391 and 392: al recato, sólo existía en su con
- Page 393 and 394: de pura fórmula, en que no se dice
- Page 395 and 396: dijo... Que no quería hablarme de
- Page 397 and 398: -No sé... creo que... Una noche, e
- Page 399 and 400: defendido con ardor, empezaban a se
- Page 401 and 402: a una tristeza profunda, y no veía
- Page 403 and 404: muestra por ti. Le desdeñas, evita
- Page 405 and 406: mermar o poner en peligro ese fant
- Page 407 and 408: insensato ha comprado armas: dos pi
- Page 409 and 410: fiambre, y ejemplos sueltos de pros
- Page 411 and 412: prema autoridad le había conferido
- Page 413 and 414: salir en posta, usted le incita a n
- Page 415 and 416: desgraciada ocasión cuatro palabre
- Page 417 and 418: gigantesca estatura descollaba D. J
- Page 419 and 420: camello! Lo que me hace más gracia
- Page 421 and 422: cambio por los de Cicerón. Pero to
- Page 423 and 424: convencimiento. Se ve que no cree e
- Page 425 and 426: el hombre de más abnegación que e
- Page 427 and 428: -Se ve venir el imperio de las chaq
- Page 429 and 430: conmigo. Me llevó a su casa y me e
- Page 431: -Con Eugenio ha ido al Príncipe, a
- Page 435 and 436: ejercitar, en fin, toda la energía
- Page 437 and 438: Pues, señor: bastantes días habí
- Page 439 and 440: Pensaré de hoy a mañana lo que de
- Page 441 and 442: -Hombre, reñirte no -repuso Hillo
- Page 443 and 444: la protección en esa forma despót
- Page 445 and 446: merán en un mismo plato constituci
- Page 447 and 448: También es tema querer echarle de
- Page 449 and 450: Lo que a Hillo mayormente le incomo
- Page 451 and 452: un bebedizo para que se quede tiesa
- Page 453 and 454: ectitud con que procede mi buen cap
- Page 455 and 456: villo, diciendo algo que revele al
- Page 457 and 458: jer avariciosa, y además muy ladin
- Page 459 and 460: Un poquitín alborotada quedó la c
- Page 461 and 462: se manifiesta la mujer más de lo q
- Page 463 and 464: -XXIX- Según atestiguan personas c
- Page 465 and 466: del propio modo. ¡Fuera niños rom
- Page 467 and 468: -Mi familia es él... yo no tengo m
- Page 469 and 470: como una espada cuando la clavaba e
- Page 471 and 472: Púsole delante Lopresti el tintero
- Page 473 and 474: que tú lo sientas... Clavadas como
- Page 475 and 476: ardiente mirada, y luego se fue hac
- Page 477 and 478: de matarla y fui por el cuchillo, e
- Page 479 and 480: Con esto se iba tranquilizando la p
- Page 481 and 482: Y pasando de la compasión de sí m
vaba un excelso reposo, no expresó nada en<br />
contra de tan radical opinión; pero algo tenía<br />
que decir, sin duda, sólo que se lo reservaba<br />
para más adelante, cuando los años y la experiencia<br />
le dieran la autoridad de que entonces<br />
carecía. No hizo más que mirar a su amigo con<br />
aquella expresión de intensísima agudeza que<br />
conservó hasta su vejez, y apretarle las manos.<br />
Al separarse le dijo: «Tendré copiado el acto<br />
tercero el sábado, y en seguida podrás leerlo.<br />
Aparece Isabel en la primera escena, vestida<br />
para la boda... luego entra D. Rodrigo... En fin,<br />
ya lo verás. Adiós». Y echó a correr hacia su<br />
casa, con pasito corto y vivaracho. Era pequeñín,<br />
todo nervios, con una cara ratonil, graciosa<br />
y llena de inteligencia, unos ojuelos que<br />
despedían lumbre, y una boca como la de los<br />
ángeles feos, que también los hay, según dicen.<br />
Calpena le miró alejarse, y, melancólico se decía:<br />
«¿Por qué Dios no me dio a mí su talento?...<br />
Bien podía habérmelo dado, sin quitárselo a<br />
él... bien podía...».