Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun
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-¡Pobre Eugenio! -exclamó Díaz-, es tan tímido, tan para poco, que no saldrá adelante, valiendo mucho y sabiendo lo que sabe. -Pues veréis: entre las tragedias que sacó del cajón de la mesa, había un drama, los dos primeros actos de un drama... -Los amantes de Teruel... ¿te los leyó? -Empezaba yo a leer, cuando entró ese loquinario, ese Calpena, y... Él fue quien leyó, ¡pero con una entonación, chico...!, vamos, tan bien leía, que si nos encantó la obra, no nos maravilló menos el intérprete. -Ya le he dicho -indicó Alonso- que debe dedicarse al teatro, a la escena. Sería un gran actor. -¿Y dónde dejasteis a Calpena? -preguntó Álvarez.
-Con Eugenio ha ido al Príncipe, a ver el ensayo del Antony. -Pues allá me voy... ¿Vamos? Excusáronse Alonso y Díaz por tener quehaceres, que debían de ser poéticos; pero Segovia se agarró del brazo de Álvarez, con ánimo de acompañarle. Calle abajo se fueron dos, y los otros, con el pegadizo D. Pedro, se metieron por la del Lobo. Por cierto que el buen presbítero, ya en la pista de su D. Fernando, si por una parte se hallaba satisfecho de haber encontrado en Miguel de los Santos un diligente y afectuoso auxiliar de su campaña, por otra se sentía contrariado de tener que abandonar el campo, cuando tan favorables circunstancias aquella tarde le ofrecía el acaso, o la Divina Providencia. Al despedirse de Álvarez en la puerta del teatro por la calle del Lobo, le dijo apenadísimo: «No saben cuánto siento no poder colarme con ustedes en el ensayo. Me gusta extraordi-
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cajón de la mesa, había un drama, los dos primeros<br />
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¡pero con una entonación, chico...!, vamos, tan<br />
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