Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun

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02.07.2013 Views

eplique, Sr. Hillo, ni me ponga esa cara compungida. Cállese usted y obedezca». Mediano rato estuvo D. Pedro sobrecogido de la fuerte emoción, que hubo de manifestarse en lágrimas y suspiros. Estimando la confianza que en él ponía la divina incógnita, más que la oferta de recursos materiales, decidió aceptar oficialmente el cargo que ya por su voluntad oficiosa desempeñaba, y consideró que rechazar el estipendio sería insigne ingratitud y gazmoñería. Era una salvación milagrosa, pues ya se le acababan a toda prisa los dineros, sin que de ninguna parte pudieran venirle rentas ni gajes, como no fuesen los de la misa que diariamente celebraba. Precisamente había pensado días antes que si no malbarataba todos sus libros, no tendría con qué pagar la casa. Contento y animoso, sintiendo duplicado el interés por Fernandito y el respeto y admiración de la oculta deidad, dedicó toda su energía a desempeñar la misión que aquella con su-

prema autoridad le había conferido. Registrado el cuarto de Calpena, no encontraron armas. Recelando que las tuviera en la cómoda guardadas con llave, pensó en proveerse de ganzúa para sustraerlas, pues la incógnita le había mandado que no se parase en pelillos. Pero en esto llegó nueva carta, que decía: «No busque más las armas, señor presbítero, porque las tiene en casa de un amigote con quien ahora intima mucho: Patricio de la Escosura, el artillerito ese a quien suponen, y debemos creerlo, la última mosca cogida en las redes de esa araña de la Oliván. Escosura y otro joven llamado Miguel de los Santos (no me acuerdo del apellido), son ahora los inseparables de Fernando: me figuro que este último le acompañará alguna vez a casa de la Zahón. Según mis noticias, es un truhán de primera, que de todo saca partido para divertirse. Vive en la calle de la Gorguera. Suele andar con uno de los chicos de Madrazo, Perico, a quien ape-

prema autoridad le había conferido. Registrado<br />

el cuarto de Calpena, no encontraron armas.<br />

Recelando que las tuviera en la cómoda guardadas<br />

con llave, pensó en proveerse de ganzúa<br />

para sustraerlas, pues la incógnita le había<br />

mandado que no se parase en pelillos. Pero en<br />

esto llegó nueva carta, que decía:<br />

«No busque más las armas, señor presbítero,<br />

porque las tiene en casa de un amigote con<br />

quien ahora intima mucho: Patricio de la Escosura,<br />

el artillerito ese a quien suponen, y debemos<br />

creerlo, la última mosca cogida en las redes<br />

de esa araña de la Oliván. Escosura y otro<br />

joven llamado Miguel de los Santos (no me<br />

acuerdo del apellido), son ahora los inseparables<br />

de Fernando: me figuro que este último le<br />

acompañará alguna vez a casa de la Zahón.<br />

Según mis noticias, es un truhán de primera,<br />

que de todo saca partido para divertirse. Vive<br />

en la calle de la Gorguera. Suele andar con uno<br />

de los chicos de Madrazo, Perico, a quien ape-

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