Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun

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02.07.2013 Views

después, los cuales serán malos, si quieres, pero con ellos tenemos que apencar, porque no hay otros». »Te veo adquiriendo hábitos groseros: te has hecho huraño, desagradecido, siempre devorado por insana inquietud, presuroso en todas partes; te veo encenagado en una pasión loca, impropia de toda persona regular; no haces caso de nada, no miras a tu porvenir, no correspondes a la ternura de quien por ti se interesa y quiere dirigirte, sin que mueva tu voluntad el considerar lo que esta protección reservada cuesta y supone, ni las amarguras y sufrimientos que hay bajo de ella». Al terminar este pasaje, tuvo Hillo que suspender la lectura para limpiarse los lagrimones que por sus mejillas resbalaban. Luego siguió leyendo: «Y no paran aquí los estragos de tu devaneo amoroso, pues no sólo te muestras ingrato conmigo, sino con ese buen sacerdote, tu compañero de casa, que tanto interés de-

muestra por ti. Le desdeñas, evitas su compañía porque quiere apartarte, como yo, del despeñadero a que corres. Has delegado en él la lectura de mis cartas y la custodia de tu dinero, prueba de confianza que me agradaría si no significara indolencia y criminal olvido de tus obligaciones. El pobre Sr. de Hillo, por salvarte y correr tras de tus errores, ganoso de corregirlos, ha dado un mal paso. De los males que se le ocasionen eres tú responsable. Verdad que en su generoso afán, incurrió el cleriguito en la tontería de pretender descubrirme y desenmascararme, y esto forzosamente había de producirle algún desavío, porque nosotras las esfinges solemos dar un zarpazo al que intenta descifrar el enigma que encerramos. Buscando indicios aquí y allá, interrogando a gentes diversas, el Sr. D. Pedro ha oído enormes disparates, y cometido después la grave indiscreción de repetirlos. Algunas de las absurdas hablillas que tu amigo recogió en los cafés o en medio de la calle, afectaban al señor Presidente del Con-

muestra por ti. Le desdeñas, evitas su compañía<br />

porque quiere apartarte, como yo, del despeñadero<br />

a que corres. Has delegado en él la lectura<br />

de mis cartas y la custodia de tu dinero,<br />

prueba de confianza que me agradaría si no<br />

significara indolencia y criminal olvido de tus<br />

obligaciones. El pobre Sr. de Hillo, por salvarte<br />

y correr tras de tus errores, ganoso de corregirlos,<br />

ha dado un mal paso. De los males que se<br />

le ocasionen eres tú responsable. Verdad que en<br />

su generoso afán, incurrió el cleriguito en la<br />

tontería de pretender descubrirme y desenmascararme,<br />

y esto forzosamente había de producirle<br />

algún desavío, porque nosotras las esfinges<br />

solemos dar un zarpazo al que intenta descifrar<br />

el enigma que encerramos. Buscando<br />

indicios aquí y allá, interrogando a gentes diversas,<br />

el Sr. D. Pedro ha oído enormes disparates,<br />

y cometido después la grave indiscreción<br />

de repetirlos. Algunas de las absurdas hablillas<br />

que tu amigo recogió en los cafés o en medio de<br />

la calle, afectaban al señor Presidente del Con-

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