Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun
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-No estamos conformes -dijo D. Fernando, más comedido en sus pocos años que el viejo Hillo-, en esa manera de apreciar las causas del éxito en la vida pública. Además, no admito que el Sr. Mendizábal sea hombre tan ignorante, ni que carezca de autoridad para desempeñar uno, dos o media docena de Ministerios. Cierto que no sabe latín; pero es muy práctico en asuntos mercantiles. Dígame usted, con la mano puesta en el corazón, si cree que para gobernar a los pueblos es indispensable tratar de tú a Horacio y Virgilio. -¡Qué sé yo!... Una pasadita de Cicerón no les viene mal a los señores que andan en la política. Pero, en fin, concedo... -Preveo el argumento que usted va a emplear ahora mismo, y me anticipo a refutarlo. -Bien, hombre, bien -dijo gozoso D. Pedro, sintiéndose maestro de Humanidades-. Ha empleado usted con verdadera elegancia una for-
ma de raciocinio que los retóricos llamamos prolepsis... Eso es: anticiparse a la objeción, prevenir los argumentos del contrario, refutarlos antes que los emita... -Justamente; y usted ahora, con maestría indudable, ha empleado la expolición o amplificación... -Que también llamamos conmoración... ¿no es eso? -Y que cuando degenera en abuso se denomina tautología y perisología... Volviendo a mi prolepsis, prosigo. Usted me dirá que, si no es necesario saber latín para regir a las naciones, tampoco estriba la conciencia de gobierno en el arte o manejo de los negocios mercantiles; es decir, que si mal nos gobiernan los humanistas, no lo harán mejor los comerciantes. -Efectivamente.
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-No estamos conformes -dijo D. Fernando,<br />
más comedido en sus pocos años que el viejo<br />
Hillo-, en esa manera de apreciar las causas del<br />
éxito en la vida pública. Además, no admito<br />
que el Sr. <strong>Mendizábal</strong> sea hombre tan ignorante,<br />
ni que carezca de autoridad para desempeñar<br />
uno, dos o media docena de Ministerios.<br />
Cierto que no sabe latín; pero es muy práctico<br />
en asuntos mercantiles. Dígame usted, con la<br />
mano puesta en el corazón, si cree que para<br />
gobernar a los pueblos es indispensable tratar<br />
de tú a Horacio y Virgilio.<br />
-¡Qué sé yo!... Una pasadita de Cicerón no<br />
les viene mal a los señores que andan en la política.<br />
Pero, en fin, concedo...<br />
-Preveo el argumento que usted va a emplear<br />
ahora mismo, y me anticipo a refutarlo.<br />
-Bien, hombre, bien -dijo gozoso D. Pedro,<br />
sintiéndose maestro de Humanidades-. Ha empleado<br />
usted con verdadera elegancia una for-