Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun

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02.07.2013 Views

Contra lo que Fernando temía, Doña Jacoba no se opuso a sus amores con Aura; casi los alentaba y protegía, pero encerrándolos dentro de la esfera de castas relaciones con buen fin, y sometiendo la fogosa pasión de ambos amantes a las reglas caseras que para tales casos se usan, y que en aquel tiempo eran de una simplicidad enfadosa. Hacía esto la Zahón, más que por sentimiento, por cálculo, mirando a su propio interés antes que al de la joven puesta a su custodia. Era ante todo traficante, se había criado en el compra y vende; todas sus canas, que eran muchas, y las jorobas que en su esqueleto se formaban, le habían salido en el continuo y anheloso estudio de la ganancia fácil. Por lo demás, su moral era tan ancha como las mangas del vestido que el reuma le obligaba a usar, y sus creencias religiosas, tibias como las aguas con que se lavaba. La moral de los contratos de cosas, interpretada a su manera, érale muy conocida y familiar; la otra, la tocante al honor y

al recato, sólo existía en su conciencia con formas desleídas. Sujetó, pues, a los amantes a un régimen de apariencias estrictamente morales, prohibiendo en absoluto las entrevistas de calle y balcón, y permitiéndoles hablarse a horas fijas en su casa y en su presencia. Con esto cumplía, y sentaba sobre bases decorosas su bien planeado negocio. Muy mal sabían a Fernando y a su dama esta reglamentación de colegio y este régimen de insulso noviazgo, aplicado a una pasión tan flamígera; pero lo soportaban en espera de los arranques de su albedrío, planeando también algo, que muy calladito tenían, y desquitándose por el pronto con el carteo constante y clandestino de que era mediador el cuitado Lopresti. Con los Fonsagradas se les permitía salir alguna vez de paseo, bien vigiladitos, no pudiendo campar libremente ni a la ida ni a la vuelta, ni extraviarse en las arboledas de la Florida, ni jugar a la gallina ciega. Estaba, pues, Calpena

Contra lo que Fernando temía, Doña Jacoba<br />

no se opuso a sus amores con Aura; casi los<br />

alentaba y protegía, pero encerrándolos dentro<br />

de la esfera de castas relaciones con buen fin, y<br />

sometiendo la fogosa pasión de ambos amantes<br />

a las reglas caseras que para tales casos se usan,<br />

y que en aquel tiempo eran de una simplicidad<br />

enfadosa. Hacía esto la Zahón, más que por<br />

sentimiento, por cálculo, mirando a su propio<br />

interés antes que al de la joven puesta a su custodia.<br />

Era ante todo traficante, se había criado<br />

en el compra y vende; todas sus canas, que eran<br />

muchas, y las jorobas que en su esqueleto se<br />

formaban, le habían salido en el continuo y<br />

anheloso estudio de la ganancia fácil. Por lo<br />

demás, su moral era tan ancha como las mangas<br />

del vestido que el reuma le obligaba a usar,<br />

y sus creencias religiosas, tibias como las aguas<br />

con que se lavaba. La moral de los contratos de<br />

cosas, interpretada a su manera, érale muy conocida<br />

y familiar; la otra, la tocante al honor y

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