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Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun

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Se fue D. Pedro a celebrar, y al regreso de la<br />

iglesia, Calpena dormía. Acercose a su lecho el<br />

presbítero, y le vio dormidito como un ángel,<br />

con ese leve sonreír que indica un venturoso<br />

sueño. A la hora de comer quiso Doña Cayetana<br />

despertarle; pero se opuso Hillo diciendo:<br />

«No, no, pobre hijo; dejarle que duerma: sabe<br />

Dios lo molido y ajetreado que estará ese bendito<br />

cuerpo. Guárdesele la comida». Salió después<br />

a una diligencia que le entretuvo dos<br />

horas, y al volver a casa díjole Delfinita que D.<br />

Fernando había comido presuroso y sin enterarse<br />

de lo que metía por la boca; que no respondía<br />

a lo que se le preguntaba, como si se<br />

hubiese dejado en otra parte el pensamiento y<br />

la palabra. Y lo más singular fue que, sin probar<br />

el postre, que era miel de la Alcarria y queso de<br />

Villalón, había cogido el sombrero y echádose a<br />

la calle con tanta prisa como si le llamaran a<br />

apagar un fuego. ¡Cosa más rara! Indudablemente<br />

ocurrían sucesos inauditos. ¿Sería, por<br />

fin, la estupenda anagnórisis que Hillo por

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