Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun

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02.07.2013 Views

tes de conocerle a él. Era mujer nueva, como la esposa de Adán. Dios les había criado destinándoles el uno al otro, y no estaba en el orden del universo que hubiesen precedido al feliz hallazgo otros encuentros, ni aun siquiera fortuitos y sin importancia. Tal era su ardor ciego y entusiasta, tal su fe en aquella felicísima obra de integración, dispuesta por el destino de ambos. Al fin... oyó ruido en el balcón, y apareciose en él una forma blanca. Era principal el cuarto, y la distancia entre el balcón y la calle como de cuatro varas. Arrimose el galán a la pared, y Aura echaba medio cuerpo fuera del antepecho, doblándose como un junco, para que el espacio entre las enamoradas voces fuese lo más corto posible. Explicó primero su tardanza, motivada por lo que Jacoba tardara en dormirse, a causa de sus dolores, siendo preciso darle friegas y ponerle bayetas calientes. Ya parecía dormida, y Lopresti, fiel esclavo, quedaba en-

cargado de la centinela, para avisar en caso de que la enferma remusgara. Recayó luego la conversación en un punto interesantísimo: «¿Tú quién eres? Conozco en ti al hombre que quiero, y me basta. Pero deseo saber quién eres para los demás. Lo mismo me da que seas noble, que seas plebeyo, que seas mucho, que no seas nada, pues siendo para mí el único, me basta... ¿Te enteras bien de lo que te pregunto?». -Sí, vida y gloria mía... Yo no soy nadie. Ignoro quiénes son mis padres. Vivo de la protección misteriosa de una persona desconocida, por quien estoy en Madrid, por quien disfruto ese destinillo, y no sé más. ¿Verdad que es raro? Contó en seguida concisamente su vida toda: su crianza en Vera, lo del padrino, la estancia en París, la traslación a Madrid y todo lo demás que ya se sabe, poniendo en su relato tal sinceridad y sencillez, que Aura se embelesaba oyéndole; y si no estuviera enamorada hasta la

tes de conocerle a él. Era mujer nueva, como la<br />

esposa de Adán. Dios les había criado destinándoles<br />

el uno al otro, y no estaba en el orden<br />

del universo que hubiesen precedido al<br />

feliz hallazgo otros encuentros, ni aun siquiera<br />

fortuitos y sin importancia. Tal era su ardor<br />

ciego y entusiasta, tal su fe en aquella felicísima<br />

obra de integración, dispuesta por el destino de<br />

ambos.<br />

Al fin... oyó ruido en el balcón, y apareciose<br />

en él una forma blanca. Era principal el cuarto,<br />

y la distancia entre el balcón y la calle como de<br />

cuatro varas. Arrimose el galán a la pared, y<br />

Aura echaba medio cuerpo fuera del antepecho,<br />

doblándose como un junco, para que el<br />

espacio entre las enamoradas voces fuese lo<br />

más corto posible. Explicó primero su tardanza,<br />

motivada por lo que Jacoba tardara en dormirse,<br />

a causa de sus dolores, siendo preciso darle<br />

friegas y ponerle bayetas calientes. Ya parecía<br />

dormida, y Lopresti, fiel esclavo, quedaba en-

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