Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun
Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun
al papel... Y ya están allá; ya desliza Aura sus lindísimos dedos sobre las teclas; él a su lado, sin entender la escritura musical, hace como que atiende al papel, mira embelesado a la divina cantora, y más embelesado aún, o transportado al séptimo cielo, la oye. Canta ella el aria de Semíramis, Bel raggio lusinghier, y después una canzoneta napolitana. Duda Calpena si vive o muere, si duerme o vela. La voz de Aura le penetra en el sentido como un himno de deidades lejanas, desconocidas, apenas visibles en su envoltura de blancos cendales. A ratos siente como un súbito rayo que le hiere, que le destroza, que le arrojaría exánime al suelo, si un poderoso estímulo de su voluntad no le contuviera. Desea que calle Aura; desea cogerla y llevársela consigo en aquel mismo instante, como el hecho más natural del mundo. A su timidez sucede una arrogancia que nada respeta, una prepotencia que todo lo allana. Se siente capaz de saltar por
encima de los obstáculos más imponentes, y de atravesar con su hermosa conquista por entre las multitudes, que a sus ojos se empequeñecen ya, y sólo se compone de figurillas despreciables, microscópicas... Aura sola es toda la vida, Aura toda la ley, Aura el Universo físico y moral, Aura cuanto existe de Dios abajo. En uno de los que podríamos llamar entreactos, el ardoroso galán, revolviendo papeles de música, como para escoger, le dijo: «Aura, cuando entraste esta noche y nos vimos, ¿no comprendiste que te adoraba?». Acalorada por la turbación que al rostro en centellas le subía, Aura se abanicó con una pieza de música. No se hizo cargo el joven de que la había tuteado, y ella, sin parar mientes en la forma familiar usada por primera vez, pasó maquinalmente sus dedos por las teclas. «El piano me responde por ti, Aura -prosiguió D. Fernando-; el piano me dice que tú también me quieres, que no me dejarás morir de desesperación... Un instante ha
- Page 293 and 294: -Seis veces han llegado a mi casa c
- Page 295 and 296: -A ningún precio. Quiero reunir m
- Page 297 and 298: -No he oído nada de eso -replicó
- Page 299 and 300: Antes que el invitado pudiese formu
- Page 301 and 302: pensa, y pensaba que no veía por p
- Page 303 and 304: ién se sonrió al verla, y salió
- Page 305 and 306: -¿Iban con ellas los dos chicos de
- Page 307 and 308: ocupaba D. Carlos. Entre este y la
- Page 309 and 310: de Aura, que no podían ser contemp
- Page 311 and 312: -No me haga usted caso. Soy muy mal
- Page 313 and 314: le dije, ¡me subió un calor a la
- Page 315 and 316: destino. Era en verdad estupendo qu
- Page 317 and 318: -XX- No se manifestaba en la mesa l
- Page 319 and 320: ía el secreto de algunos platos sa
- Page 321 and 322: el género vagabundo que siempre fl
- Page 323 and 324: nada, pues procuraba colocar pronta
- Page 325 and 326: a muy bien dispuesto, aunque con un
- Page 327 and 328: selecto, formando igualdades. En el
- Page 329 and 330: -No le haga usted caso, señor Calp
- Page 331 and 332: -Lo prometo... -dijo Maturana-, sin
- Page 333 and 334: negaba, dando a entender que favore
- Page 335 and 336: vengándose de alguna trastadilla q
- Page 337 and 338: guardó su sorpresa y no dijo nada.
- Page 339 and 340: a la caridad sublime, a los más al
- Page 341 and 342: sé yo qué... No podía respirar..
- Page 343: -Según eso, ¿he de volver?... Al
- Page 347 and 348: -Aura, no hables más o me muero...
- Page 349 and 350: -¡La madre!... ¡la madre!... -mur
- Page 351 and 352: ofetada en castigo de tanta necedad
- Page 353 and 354: seo... Había de llegar, puesto que
- Page 355 and 356: de valor. Aquella noche no llevaba
- Page 357 and 358: luz de su farolillo, allá junto a
- Page 359 and 360: cargado de la centinela, para avisa
- Page 361 and 362: mos nosotros unos pobrecitos, dejad
- Page 363 and 364: -Sí, sí -dijo Aura con tan vivo m
- Page 365 and 366: -Pues si Jacoba, y lo mismo podría
- Page 367 and 368: el sereno pasó varias veces, dirig
- Page 369 and 370: -XXIII- Más que inquieto, lleno de
- Page 371 and 372: momentos esperaba? Entregándose a
- Page 373 and 374: -Di que no los conoces. Mientras te
- Page 375 and 376: clérigo que la leyese. Él oiría,
- Page 377 and 378: -Espérate un poquito y déjame aca
- Page 379 and 380: no, lo mismo. No altero mis propós
- Page 381 and 382: pobrísima estancia donde me criaro
- Page 383 and 384: Apóstol bendito mi patrono, santa
- Page 385 and 386: también su misterioso vigía, y qu
- Page 387 and 388: en mi colocación y no quiero perde
- Page 389 and 390: enemigos, alejándole de la meta de
- Page 391 and 392: al recato, sólo existía en su con
- Page 393 and 394: de pura fórmula, en que no se dice
encima de los obstáculos más imponentes, y de<br />
atravesar con su hermosa conquista por entre<br />
las multitudes, que a sus ojos se empequeñecen<br />
ya, y sólo se compone de figurillas despreciables,<br />
microscópicas... Aura sola es toda la vida,<br />
Aura toda la ley, Aura el Universo físico y moral,<br />
Aura cuanto existe de Dios abajo.<br />
En uno de los que podríamos llamar entreactos,<br />
el ardoroso galán, revolviendo papeles de<br />
música, como para escoger, le dijo: «Aura,<br />
cuando entraste esta noche y nos vimos, ¿no<br />
comprendiste que te adoraba?». Acalorada por<br />
la turbación que al rostro en centellas le subía,<br />
Aura se abanicó con una pieza de música. No<br />
se hizo cargo el joven de que la había tuteado, y<br />
ella, sin parar mientes en la forma familiar usada<br />
por primera vez, pasó maquinalmente sus<br />
dedos por las teclas. «El piano me responde por<br />
ti, Aura -prosiguió D. Fernando-; el piano me<br />
dice que tú también me quieres, que no me dejarás<br />
morir de desesperación... Un instante ha