Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun
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más que Mendizábal en el suyo, me llama también la Corona... para fines no menos altos. -¿Y qué tiene que ver nuestro ramo, la joyería, con nada de lo que está pasando en España? -¿Qué tiene que ver...? Llega un momento, en las peripecias de un reinado, en que el arte del diamantista puede auxiliar poderosamente a la Monarquía. -¡Ay, ay!... Este hombre quiere volvernos locos... D. Fernando, no le haga usted caso... Se burla de mí, y quiere ponerme peor haciéndome reír. -Ríase usted o llore todo lo que quiera. -No lloro, no, ni me río -indicó la Zahón altanera y burlona-. Estoy indignada por la falta de respeto con que habla usted de la Reina. ¡Pues no dice que le ha llamado!
-Seis veces han llegado a mi casa criados palaciegos preguntando cuándo venía del extranjero el Sr. Maturana... y el Intendente ha estado a verme hoy... No, si no he de decir para qué me quiere Su Majestad. A su tiempo se sabrá. -Ya... Es que quiere encargar una corona morga... nática, o como se diga, para el Muñoz -dijo la Zahón venenosa, echando por los ojos toda su envidia, mezclada con su agudo sufrimiento-. Me voy a poner muy mala... Ya lo estoy. Este hombre me irrita... Me cuenta cosas que no me importan... Me ahogo... ¡Lopresti... condenado Lopresti... que me muero!... ¡La taza de vino, los polvos, esos polvos... Lopresti! Entró al fin el fámulo, avisado por los gritos de su ama, y le dio a beber una pócima de vino y caldo, en la cual vertió el contenido de una papeleta de farmacia. «¡Qué amargo está!... ¡No lo has revuelto, condenado! -dijo la señora bebiendo a sorbos-.
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-Seis veces han llegado a mi casa criados palaciegos<br />
preguntando cuándo venía del extranjero<br />
el Sr. Maturana... y el Intendente ha estado<br />
a verme hoy... No, si no he de decir para qué<br />
me quiere Su Majestad. A su tiempo se sabrá.<br />
-Ya... Es que quiere encargar una corona<br />
morga... nática, o como se diga, para el Muñoz<br />
-dijo la Zahón venenosa, echando por los ojos<br />
toda su envidia, mezclada con su agudo sufrimiento-.<br />
Me voy a poner muy mala... Ya lo estoy.<br />
Este hombre me irrita... Me cuenta cosas<br />
que no me importan... Me ahogo... ¡Lopresti...<br />
condenado Lopresti... que me muero!... ¡La taza<br />
de vino, los polvos, esos polvos... Lopresti!<br />
Entró al fin el fámulo, avisado por los gritos<br />
de su ama, y le dio a beber una pócima de vino<br />
y caldo, en la cual vertió el contenido de una<br />
papeleta de farmacia.<br />
«¡Qué amargo está!... ¡No lo has revuelto,<br />
condenado! -dijo la señora bebiendo a sorbos-.