Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun
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dizábal... ¿Es cierto que usted...? Si es impertinente mi pregunta, no digo nada. -Hable usted. -Es que... me habían asegurado que es usted el ídolo del señor Ministro; el niño mimado, vamos... Apresurábase D. Fernando a desmentir tan absurda especie, que no por primera vez oía, y cuyo origen atribuyó a las hablillas y murmuraciones oficinescas, cuando sintieron ruido y voces en las habitaciones inmediatas. Maturana se acercó a la puerta, y entreabriéndola, dijo: «¿Qué es eso, Lopresti? ¿Se levanta la señora?». Y la voz de tiple contestó desde dentro: «Allá va...». Momentos después, entraba en la sala Doña Jacoba Zahón, apoyada por la izquierda en el fámulo, por la derecha en un grueso bastón, y con difícil paso, marcado por lamentos y suspiros, llegó hasta soltar sobre un sillón la dolorosa carga de su cuerpo. Antes de salu-
dar a Calpena, despidió al de la voz aguda con expresiones displicentes de ama de casa que gasta mal genio: «Entretente ahora con tus costuras, y olvídate de tus obligaciones, como ayer, que nos diste de cenar a las nueve de la noche... ¡Ah, si yo recobrara mi salud y pudiera estar en todo, cómo te haría andar derecho!... Anda... holgazán, lávame los pañuelos... A las seis, el vinito con la medicina...». Volvió después su rostro hacia Calpena, y le saludó con graciosa sonrisa, mostrando al joven su senil y enfermiza hermosura, que enormemente contrastaba con su desgraciado cuerpo. Ofrecía su cabeza un exactísimo parecido con la de María Antonieta; mas por el color exangüe y la extremada delgadez del interesante rostro era la cabeza de la infeliz Reina después de cortada, tal como nos la ha transmitido la auténtica mascarilla de cera existente en un célebre Museo. D. Fernando sintió frío al contemplar aquel rostro tan fino y transparente, de
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ayer, que nos diste de cenar a las nueve de la<br />
noche... ¡Ah, si yo recobrara mi salud y pudiera<br />
estar en todo, cómo te haría andar derecho!...<br />
Anda... holgazán, lávame los pañuelos... A las<br />
seis, el vinito con la medicina...».<br />
Volvió después su rostro hacia Calpena, y le<br />
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su senil y enfermiza hermosura, que enormemente<br />
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Ofrecía su cabeza un exactísimo parecido con la<br />
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