Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun

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02.07.2013 Views

gancha. ¡Pobre D. Juan!... Él ha venido por palmas, y le van a dar... -¿Qué...?, ¿qué le van a dar?... -dijo Milagro, empezando a amoscarse. -Nada, hombre: no se sulfure. De toros entiende usted poco; pero de este tinglado ni una patata. -Quien no lo entiende es Su Señoría. Me han salido los dientes viendo Cortes... -¿En dónde, alma de Dios? -En Cádiz... en San Felipe Neri. -Ese santo no es de mi devoción. -De la mía sí. En mi iglesia adoramos a los patriotas y abominamos de la clerigalla.

-Paz, caballeros -dijo Calpena con gracia-. No me riñan aquí o a los dos les mando a la calle. -Es broma. -Jugamos, nos divertimos. En esto salían ya de la tribuna, y empezaba el penoso descenso entre un gentío bullicioso, mareante, compuesto en su mayoría de señoras charlatanas y fastidiosas, a quienes todo el espacio de pasillos y escaleras les parecía poco para sus faldamentas, chales y cintajos. Cerca ya de la salida, tropezaron con Edipo, el polizonte, y Calpena, que ya estaba familiarizado con su presencia en calles, cafés y teatros, le dijo, permitiéndose tutearle: «Sí, aquí estoy... No me escapo, hombre... Puedes apuntar, por si no lo sabes, que esta mañana estuve con Iglesias en el café de Solís, y que hablamos de la inmortalidad del cangrejo y de la absoluta impertinencia de los empleados de la policía».

-Paz, caballeros -dijo Calpena con gracia-.<br />

No me riñan aquí o a los dos les mando a la<br />

calle.<br />

-Es broma.<br />

-Jugamos, nos divertimos.<br />

En esto salían ya de la tribuna, y empezaba<br />

el penoso descenso entre un gentío bullicioso,<br />

mareante, compuesto en su mayoría de señoras<br />

charlatanas y fastidiosas, a quienes todo el espacio<br />

de pasillos y escaleras les parecía poco<br />

para sus faldamentas, chales y cintajos. Cerca<br />

ya de la salida, tropezaron con Edipo, el polizonte,<br />

y Calpena, que ya estaba familiarizado<br />

con su presencia en calles, cafés y teatros, le<br />

dijo, permitiéndose tutearle: «Sí, aquí estoy...<br />

No me escapo, hombre... Puedes apuntar, por si<br />

no lo sabes, que esta mañana estuve con Iglesias<br />

en el café de Solís, y que hablamos de la<br />

inmortalidad del cangrejo y de la absoluta impertinencia<br />

de los empleados de la policía».

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