Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun

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02.07.2013 Views

¡Hierro, y nada más que hierro!... Mientras nosotros no hagamos lo mismo, no iremos a ninguna parte. Y cogiendo el enorme sombrero con tanta violencia, que a punto estuvo de romperle el ala (¡lástima grande, pues lo había comprado aquel día!), se lo encasquetó sobre la melena, diciendo: «Yo le aseguro a usted, querido Fernando, que me la pagan... ¡vaya si me la pagan!...». Despidiéndole en la puerta, tuvo Calpena una idea feliz: «¿Por qué no se decide usted a hablar con el propio Mendizábal? El llanto sobre el difunto. Pídale usted audiencia ahora mismo». -Ya hemos hablado... Me recibirá muy atento. A buenas palabras no le gana nadie. Pero todo se queda en agua de cerrajas... Déjele usted... déjele. Fracasará por no rodearse de los

verdaderos patriotas... Morirá a manos de los santones... ¡Que muera, que se hunda!... En aquel punto entró Milagro con un puñado de cartas, y preguntándole Calpena si el Presidente estaba solo, dijo que en aquel momento acababan de entrar D. Agustín Argüelles y D. Ramón de Calatrava. «Ahí tiene a todo el santonismo -dijo Iglesias con sarcasmo-. Vienen a tomarle medida del féretro... y a cortarle los pies bonitos para que quepa... Es muy grandón D. Juan Álvarez Mendizábal... Pero quizás lo que le sobra no es por abajo, sino por arriba... Señores, conservarse». No pudieron entretenerse los dos amigos en conversaciones, porque al punto se enfrascaron en el trabajo, que no era flojo aquel día. Milagro dio a su compañero algunas cartas, indicándole el sentido de la contestación, y al instante humilló su flácido rostro, paseando la punta de

¡Hierro, y nada más que hierro!... Mientras nosotros<br />

no hagamos lo mismo, no iremos a ninguna<br />

parte.<br />

Y cogiendo el enorme sombrero con tanta<br />

violencia, que a punto estuvo de romperle el<br />

ala (¡lástima grande, pues lo había comprado<br />

aquel día!), se lo encasquetó sobre la melena,<br />

diciendo: «Yo le aseguro a usted, querido Fernando,<br />

que me la pagan... ¡vaya si me la pagan!...».<br />

Despidiéndole en la puerta, tuvo Calpena<br />

una idea feliz: «¿Por qué no se decide usted a<br />

hablar con el propio <strong>Mendizábal</strong>? El llanto sobre<br />

el difunto. Pídale usted audiencia ahora<br />

mismo».<br />

-Ya hemos hablado... Me recibirá muy atento.<br />

A buenas palabras no le gana nadie. Pero<br />

todo se queda en agua de cerrajas... Déjele usted...<br />

déjele. Fracasará por no rodearse de los

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