Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun
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-Reventó... naturalmente... Su muerte debió ser un nuevo cargo para la Superintendencia de Policía, como verdadero asesinato... político. Campanillazo... Acudió Milagro presuroso al llamamiento del señor Ministro. -XV- A los pocos momentos de quedarse solo Calpena en el despacho, entró Iglesias por la puerta interior, que comunicaba con la Secretaría. «En nombrando al ruin de Roma... No hace diez minutos, querido Nicomedes, que le recordábamos a usted». -No sería para hablar mal. -De ningún modo. Al contrario... -Hace un siglo que no nos vemos, amigo Calpena. Ayer y hoy no he comido en casa.
Tenemos usted y yo las horas encontradas, y lo siento, porque en estas circunstancias me conviene verle a usted con frecuencia. Por eso he venido. -Estoy a sus órdenes. -Ya sé -dijo Nicomedes dejando sobre la mesa su sombrero, que era de última moda, cilíndrico, enorme, un soberbio tubo de chimenea con alas planas-, ya sé que el Presidente le quiere a usted mucho... Eso se llama caer de pie. Usted es de los que se lo encuentran todo hecho. Bien haya quien tiene el padre alcalde... Pues yo, contando con su amabilidad, venía... -Siéntese el buen Iglesias, y dígame en qué puedo servirle. Sentose Nicomedes, y pasándose la mano por las melenas, que eran largas y copudas, parecía inquieto, caviloso, extenuado por el insomnio y las ansiedades de la ambición.
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Policía, como verdadero asesinato... político.<br />
Campanillazo... Acudió Milagro presuroso<br />
al llamamiento del señor Ministro.<br />
-XV-<br />
A los pocos momentos de quedarse solo<br />
Calpena en el despacho, entró Iglesias por la<br />
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«En nombrando al ruin de Roma... No<br />
hace diez minutos, querido Nicomedes, que le<br />
recordábamos a usted».<br />
-No sería para hablar mal.<br />
-De ningún modo. Al contrario...<br />
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Calpena. Ayer y hoy no he comido en casa.