Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun

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02.07.2013 Views

cuño; y aunque pienso que no habrá en Madrid las hijas de duques o archiduques que te corresponden, sigue por de pronto el consejo que te da quien darlo puede, y mete la cabeza en las áureas viviendas de los Abrantes y Veraguas, de los Oñates y Medinacelis. Refunfuñando, Fernandito concluía por someterse a todo, y a fines de Octubre le introdujo un amigo (no se sabe fijamente si fue Ros de Olano o Miguel de los Santos Álvarez) en las casas de Almodóvar y de Campo-Alange. En la primera de estas mansiones conoció a una beldad fría y correcta, hija de un aristócrata, que era al propio tiempo general poco afortunado, la cual cautivaba a cuantos la veían, no sólo por su marmórea belleza, exenta, eso sí, de toda gracia, sino por su ingenio. Educada en Francia, se traía lecturas varias y admiración muy redicha por Chateaubriand, De Jouy y otros coetáneos, siendo también algo versada en Racine, Marmontel y Madama Genlis.

Con ella platicaba Calpena: notaba este que su conversación y figura eran del agrado de la marmórea, de lo cual vino que él también se sintiese cautivado por la linda estatua, y aun que se lo hiciese comprender en delicadas perífrasis. La oculta mano escribió: «Bien, bien, caballerito: ese es el camino. Recomiendo, no obstante, moderación, pausa, fino pulso, y no lanzarse con demasiados ímpetus por un terreno que, a tus inexpertos ojos, parecerá llano, y no lo es. En él hay asperezas y obstáculos enormes, que tú no ves, pobre niño. Habrás notado que nuestra sociedad es la más democrática del mundo, y que en las casas más linajudas no se niega el pase a ninguna persona bien vestida. Para recibirle y agasajarle, a nadie se le pregunta quién es, ni de dónde viene, ni a dónde va. Yo creo que tanta franqueza no conduce a nada bueno. Por más que sólo sea aparente, esa igualdad significa que nuestra aristocracia pierde el sentido de su misión y no sabe conservar el orgullo castizo, el cual sería un baluar-

cuño; y aunque pienso que no habrá en Madrid<br />

las hijas de duques o archiduques que te corresponden,<br />

sigue por de pronto el consejo que<br />

te da quien darlo puede, y mete la cabeza en las<br />

áureas viviendas de los Abrantes y Veraguas,<br />

de los Oñates y Medinacelis.<br />

Refunfuñando, Fernandito concluía por someterse<br />

a todo, y a fines de Octubre le introdujo<br />

un amigo (no se sabe fijamente si fue Ros de<br />

Olano o Miguel de los Santos Álvarez) en las<br />

casas de Almodóvar y de Campo-Alange. En la<br />

primera de estas mansiones conoció a una beldad<br />

fría y correcta, hija de un aristócrata, que<br />

era al propio tiempo general poco afortunado,<br />

la cual cautivaba a cuantos la veían, no sólo por<br />

su marmórea belleza, exenta, eso sí, de toda<br />

gracia, sino por su ingenio. Educada en Francia,<br />

se traía lecturas varias y admiración muy redicha<br />

por Chateaubriand, De Jouy y otros coetáneos,<br />

siendo también algo versada en Racine,<br />

Marmontel y Madama Genlis.

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