Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun
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de... una fórmula de gran respeto... 'que obediente... y tal... me he apresurado a complacer, y tal, a Vuestra Alteza Serenísima en la petición con que se ha dignado honrarme... y tal...'. Nada más... Ah, sí... 'Debo manifestar a Vuestra Alteza Serenísima que el joven...'. No, nada de joven... 'Que la persona... y tal, que se digna recomendarme es...'. No, no... 'He tomado informes, y puedo asegurar a Vuestra Alteza que el sujeto, etcétera... es digno de la protección de persona tan elevada...'. Así, poco más o menos. Vea usted cómo sale del paso. Puede tomar nota». -No necesito tomar nota. Recuerdo perfectamente las indicaciones de Vuecencia. -Mejor. Así me gustan a mí los hombres, vivos de memoria... Pues escríbame la carta al momento y tráigamela para firmarla. Hizo Calpena la reverencia, se fue a su oficina y mesa, y tanteando la difícil materia episto-
lar en un borrador, escribió la carta, esmerándose en los trazos de su hermosa letra, y la llevó al Ministro. Este había pasado al salón próximo, donde tenía como unas veinte visitas, y mientras Calpena esperaba, entró también su compañero, el viejo de las antiparras, que por primera vez le dirigió la palabra en forma afectuosa. «Ahora tiene para rato -dijo, refiriéndose al Ministro-. Le traen loco con esto de las elecciones. Para cada puesto del Estamento hay setenta candidatos...». -Ya, ya... -¿Y usted, Sr. Calpena, se presenta para Procurador? -¡Yo! ¡Procurador yo! -exclamó Fernando con asombro, casi con miedo. -¿No? Pues yo no lo he inventado. En la casa se ha dicho... y hasta me parece que oí nombrar la provincia...
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Para cada puesto del Estamento hay<br />
setenta candidatos...».<br />
-Ya, ya...<br />
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-¡Yo! ¡Procurador yo! -exclamó Fernando con<br />
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