Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun

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02.07.2013 Views

la batalla de Astorga, no alcanzamos a verle... no vimos más que un bulto... el bulto de un jinete, a lo lejos, por el camino de Otero... Al Rey Botellas tampoco le eché la vista encima... Sólo por las pinturas se hace uno cargo de la fisonomía de aquellos señores... No, no, esto es un delirio. Ni aun quitándole el bigote al niño, y engordándole mentalmente, encontraríamos el aire de familia... ¡Qué demonio!... esperemos, y Dios lo dirá». -X- Uno de los primeros días de Octubre, a los veinte próximamente de su llegada a la Corte, inauguró Calpena su vida burocrática, presentando su credencial en la Secretaría de Hacienda (plazuela de Ministerios), y tomando posesión de su destino. Tocole de jefe de Sección o Mesa, un D. Eduardo Oliván e Iznardi (no tenía nada que ver con D. Alejandro Oliván, entonces

edactor de La Abeja, ni con D. Ángel Iznardi, redactor de El Eco del Comercio). Hechura de D. Luis López Ballesteros, respetado por Cea Bermúdez, y por Toreno, bien agarrado en todos los Gabinetes por sus excelentes relaciones, era un señor bueno como el pan, sencillo como una codorniz, afable, angosto de cerebro, y tan ancho de conciencia burocrática, que en ella cabía, y aun sobraba conciencia, la libertad anchurosísima de sus subordinados. Su llaneza patriarcal parecía olvidar las jerarquías, alternando amigable y democráticamente con los inferiores en la tarea deliciosa de leer El Español, El Eco y La Abeja, fumar cigarrillos, repetir y comentar todo lo que en Madrid se hablaba de política y literatura, echando de vez en cuando una plumada a los expedientes, por vía de distracción, y sin suspender la grata tertulia. Cada cual salía y entraba en aquella bendita oficina a la hora que mejor le cuadraba. Eran cinco los funcionarios, con Calpena seis, repartidos en tres mesas, con la del jefe cuatro, de distinta

edactor de La Abeja, ni con D. Ángel Iznardi,<br />

redactor de El Eco del Comercio). Hechura de D.<br />

Luis López Ballesteros, respetado por Cea<br />

Bermúdez, y por Toreno, bien agarrado en todos<br />

los Gabinetes por sus excelentes relaciones,<br />

era un señor bueno como el pan, sencillo como<br />

una codorniz, afable, angosto de cerebro, y tan<br />

ancho de conciencia burocrática, que en ella<br />

cabía, y aun sobraba conciencia, la libertad anchurosísima<br />

de sus subordinados. Su llaneza<br />

patriarcal parecía olvidar las jerarquías, alternando<br />

amigable y democráticamente con los<br />

inferiores en la tarea deliciosa de leer El Español,<br />

El Eco y La Abeja, fumar cigarrillos, repetir y<br />

comentar todo lo que en Madrid se hablaba de<br />

política y literatura, echando de vez en cuando<br />

una plumada a los expedientes, por vía de distracción,<br />

y sin suspender la grata tertulia. Cada<br />

cual salía y entraba en aquella bendita oficina a<br />

la hora que mejor le cuadraba. Eran cinco los<br />

funcionarios, con Calpena seis, repartidos en<br />

tres mesas, con la del jefe cuatro, de distinta

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