Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun

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02.07.2013 Views

los Maturana, diamantista que fue de la Real Casa, y hoy comerciante en piedras preciosas. Ya le hemos escrito para que te preste algún socorro, si por acaso lo necesitares. Pero no esperes encontrarle en la Corte hasta los últimos de Septiembre, porque ahora está viajando por el Norte de Italia, y tardará un mes lo menos en llegar a Madrid. Vive en la plaza de la Armería junto a Palacio». Llegó el día de mi partida, y me despidieron muy conmovidos, como si no pensaran volver a verme. Tanto Maturana como Faustino y las mujeres de ambos, me dirigieron el último saludo con una extrañísima gravedad... vamos, con algo como demostración de respeto... No sé si me explico... -Comprendido, comprendido... Es muy natural... ¿Y...? -Ya, a eso voy. Dos días antes de mi salida de Olorón, se llegó por allí una señora muy estirada, con muchos moños grises alrededor de la cabeza, sombrero con cintas y encajes.

Hablé con ella dos o tres veces, asombrándome de su instrucción, de su finura, de su conocimiento de la política, así francesa como española. La esposa de Maturana, persona también de excelente educación, francesa, hija de un librero de Foix, celebraba frecuentes encerronas con la dama desconocida. A esta la llamaban Madame Aline. -¿Francesa? -Pues mire usted que no lo sé... Habla correctísimamente el español, aunque con un ligero acento... no sé, me pareció catalán. Pues bien: esta señora fue la que me dio el encargo que tan soliviantados trae a nuestros patriotas. Tanto ella como Maturana me encargaron tuviese mucho cuidado de no entregar el paquete más que a la persona a quien viene dirigido. «Será muy difícil -me dijo madame Aline- que haya equivocación ni suplantación, si usted se fija bien en las señas que le doy. La señora en

Hablé con ella dos o tres veces, asombrándome<br />

de su instrucción, de su finura, de su conocimiento<br />

de la política, así francesa como española.<br />

La esposa de Maturana, persona también de<br />

excelente educación, francesa, hija de un librero<br />

de Foix, celebraba frecuentes encerronas con la<br />

dama desconocida. A esta la llamaban Madame<br />

Aline.<br />

-¿Francesa?<br />

-Pues mire usted que no lo sé... Habla correctísimamente<br />

el español, aunque con un ligero<br />

acento... no sé, me pareció catalán. Pues<br />

bien: esta señora fue la que me dio el encargo<br />

que tan soliviantados trae a nuestros patriotas.<br />

Tanto ella como Maturana me encargaron tuviese<br />

mucho cuidado de no entregar el paquete<br />

más que a la persona a quien viene dirigido.<br />

«Será muy difícil -me dijo madame Aline- que<br />

haya equivocación ni suplantación, si usted se<br />

fija bien en las señas que le doy. La señora en

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