Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun
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pararrayos, Sr. D. Fernandito. No dude que si salta la chispa caerá sobre este cura... y usted libre, usted siempre feliz... Si no, al tiempo. Sorpresa hubo, en efecto; mas no desagradable, como Calpena temía. Al entrar le dio Méndez un paquetito que acababan de traer. Pálido y ceñudo, el joven no se atrevía a cogerlo. Hízolo Hillo, tomó el peso, y se echó a reír diciendo: «Que me excomulguen si esto no es dinero contante y sonante». El paquetito era como una carta muy abultada, o como un libro de poco volumen, esmeradamente envuelto en papel superior, cerrado con lacres. Estos no tenían sello con letras o escudo. Antes de abrirlo, preguntó D. Fernando a Méndez quién lo había traído. «Ha sido el mismo señor, ese que llaman Edipo».
-No puede ser más clásico -observó Don Pedro-. A ver, a ver... abra usted. -Podría usted haberle dicho que se esperara. Yo le habría interrogado... En fin, veamos qué es esto. Metiose en su cuarto con Hillo, y en pocos segundos quedó aquel nuevo enigma descifrado a medias, pues si debajo del envoltorio apareció una elegantísima y perfumada cartera de piel, con un cartoncillo en el cual resplandecían ocho medias onzas prendidas con cruce de seda encarnada, no se encontró papel escrito, ni tarjeta, ni cifra por donde la procedencia pudiera ser conocida. «Muy bien -dijo el presbítero restregándose furiosamente las manos-. Eso no podía faltar... Aparece la lógica en medio de este barullo romántico... Le mandan a usted dinero para el bolsillo, pues un joven vestido por Utrilla, un caballero que ocupará altas posiciones, que
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pararrayos, Sr. D. Fernandito. No dude que si<br />
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Sorpresa hubo, en efecto; mas no desagradable,<br />
como Calpena temía. Al entrar le dio<br />
Méndez un paquetito que acababan de traer.<br />
Pálido y ceñudo, el joven no se atrevía a cogerlo.<br />
Hízolo Hillo, tomó el peso, y se echó a reír<br />
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dinero contante y sonante».<br />
El paquetito era como una carta muy abultada,<br />
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Edipo».