Episodios Nacionales - Mendizábal.pdf - Ataun

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02.07.2013 Views

nes que no habría aceptado con conocimiento, vénguese por el método inquisitorial... En vez de entregar los papeles al Sr. de Aviraneta, arrójelos a las llamas. Ganará usted mucho en tranquilidad de conciencia. -¡Quemarlos! ¡Eso no! -gritó Iglesias. -Créame a mí... -No le crea, no, Fernando. Es de Cuenca, que es como decir leñador y carbonero... -Carbón, sí; carbón haría yo de todo ese fárrago de sandeces -dijo Caballero con arrogancia, enarbolando su bastón-. Nuestro pasado político, amigos revolucionarios, debe ir al fuego... Quemad la broza, que las ideas, no temáis... esas no arden. Y encasquetándose el sombrero, que era de los voluminosos que entonces se usaban, salió

del cuarto y de la casa con resuelto y presuroso andar. -VII- Aunque desconcertados por la enérgica manifestación de Caballero, que al fin hubo de condenar las bajas intrigas, no cejaron Iglesias y López en su propósito de catequizar al joven Calpena. Aún insistió D. Joaquín en que entregase el lío a D. Eugenio Aviraneta, sin pensar en hacerlo cisco, como le aconsejara Fermín con implacable rigor; y más atrevido Iglesias, propuso al joven, no que pusiese en sus manos lo que era objeto de tantas cavilaciones, sino que permitiera ver su contenido, prometiendo ambos guardar profundo secreto sobre lo poquito que examinar pudiesen. Negose resueltamente D. Fernando, y ellos invocaron los principios liberales que sin duda el joven profesaba; los grandes intereses del pueblo, al cual todos per-

del cuarto y de la casa con resuelto y presuroso<br />

andar.<br />

-VII-<br />

Aunque desconcertados por la enérgica manifestación<br />

de Caballero, que al fin hubo de<br />

condenar las bajas intrigas, no cejaron Iglesias y<br />

López en su propósito de catequizar al joven<br />

Calpena. Aún insistió D. Joaquín en que entregase<br />

el lío a D. Eugenio Aviraneta, sin pensar en<br />

hacerlo cisco, como le aconsejara Fermín con<br />

implacable rigor; y más atrevido Iglesias, propuso<br />

al joven, no que pusiese en sus manos lo<br />

que era objeto de tantas cavilaciones, sino que<br />

permitiera ver su contenido, prometiendo ambos<br />

guardar profundo secreto sobre lo poquito<br />

que examinar pudiesen. Negose resueltamente<br />

D. Fernando, y ellos invocaron los principios<br />

liberales que sin duda el joven profesaba; los<br />

grandes intereses del pueblo, al cual todos per-

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