Libro: El asesinato del profesor de matemáticas
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—¿No dice nada más el enunciado? —Nico le cogió<br />
el papel <strong>de</strong> las manos a su compañero y lo leyó<br />
<strong>de</strong>spacio.<br />
—Nada.<br />
Se miraron los tres, preocupados.<br />
—Ya sabía yo que... —comenzó a <strong>de</strong>sanimarse Nico.<br />
—¡Eh, eh! —lo <strong>de</strong>tuvo A<strong><strong>de</strong>l</strong>a—. Concentrémonos.<br />
Si la pista es ésa, el número 40, es porque el Fepe sabía<br />
que uno <strong>de</strong> los tres lo enten<strong>de</strong>ría.<br />
—Yo vivo en el número 52 <strong>de</strong> mi calle.<br />
—Yo en el 79.<br />
—Yo... —la propia A<strong><strong>de</strong>l</strong>a se quedó pálida <strong>de</strong> golpe.<br />
—¿Qué? —la alentó Luc al verle la cara.<br />
—¡Mi taquilla <strong><strong>de</strong>l</strong> colé! —gritó ella—. ¡Es la número<br />
40!<br />
—¡Bien! —fue a ponerse en pie Nico.<br />
—Espera, espera —le cogió por el pantalón Luc y<br />
le obligó a sentarse <strong>de</strong> golpe—. Hay que resolver el<br />
problema.<br />
—¡Vamos a por el sobre y resolvemos los dos problemas<br />
a la vez!<br />
—No, nos liaremos —se mantuvo firme A<strong><strong>de</strong>l</strong>a—.<br />
<strong>El</strong> mismo Fepe nos dijo que actuáramos correctamente<br />
y paso a paso. De momento vamos bien, pero seguimos<br />
sin ser genios matemáticos. ¿De acuerdo?<br />
Nico lo aceptó a regañadientes.<br />
—De acuerdo —volvió a sentarse.<br />
—Veamos el problema —retomó el hilo <strong><strong>de</strong>l</strong> momento<br />
Luc.