Libro: El asesinato del profesor de matemáticas
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—¿Cómo quiere que nos pongamos a buscar a un<br />
asesino resolviendo pruebas <strong>matemáticas</strong> y problemas<br />
<strong>de</strong> lógica con usted muerto?<br />
—¿Quién ha sido? ¿Quién?<br />
—Jugad... y ganad... No me falléis... Sé que podéis...<br />
y... y confío en voso... tros —exhaló el <strong>profesor</strong>—.<br />
Mirad en... mi bol... sillo. Demostrad que...<br />
Eso fue todo.<br />
La<strong>de</strong>ó la cabeza y <strong>de</strong> sus labios fluyó el último suspiro.<br />
Luc, Nico y A<strong><strong>de</strong>l</strong>a se miraron asombrados, aterrados,<br />
paralizados.<br />
—¡Ay, la leche! —dijo Nico.<br />
—¡Esto es una pesadilla, no pue<strong>de</strong> estar pasando!<br />
—exclamó Luc con la boca seca.<br />
—¡Señor Romero..., por favor! —comenzó a llorar<br />
A<strong><strong>de</strong>l</strong>a.<br />
Estaba muerto. Del todo. Y loco hasta el final.<br />
—¿Qué hacemos? —apenas si pudo hablar Luc.<br />
—Aquí está el sobre —Nico señaló un rectángulo<br />
blanco que sobresalía <strong><strong>de</strong>l</strong> bolsillo <strong><strong>de</strong>l</strong> pantalón.<br />
A<strong><strong>de</strong>l</strong>a seguía llorando.<br />
—Hay que avisar a la policía. Vamos, ¿a qué esperamos?<br />
—hipó al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la histeria.<br />
Luc se puso en pie. A<strong><strong>de</strong>l</strong>a le secundó <strong>de</strong> inmediato.<br />
—¡Rápido, rápido! —instaron a Nico.<br />
Les obe<strong>de</strong>ció, pero antes, casi en un acto reflejo, alargó<br />
la mano y extrajo el sobre <strong><strong>de</strong>l</strong> bolsillo <strong><strong>de</strong>l</strong> muerto.<br />
Después sí, los tres echaron a correr en busca <strong>de</strong> la ley.