Libro: El asesinato del profesor de matemáticas
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e murió cuatro años <strong>de</strong>spués. ¿Cuál era la<br />
edad <strong>de</strong> su nieto, si al morir tenía 65 años más<br />
que él?<br />
Pues ya está, colegas. Ahora con los ocho resultados<br />
ya no tenéis más que dar con el nombre <strong>de</strong><br />
mi presunto asesino y resolver <strong>El</strong> <strong>asesinato</strong> <strong><strong>de</strong>l</strong><br />
<strong>profesor</strong> <strong>de</strong> <strong>matemáticas</strong>. Lo conseguiréis si jugáis<br />
a espías y dais con la clave. Ah: sin letras compuestas<br />
como ch o ll, ¿vale? ¡Enhorabuena! ¡Y<br />
preparaos para la gran sorpresa!<br />
—¡Es el problema que no supimos resolver en el<br />
examen! —exhaló A<strong><strong>de</strong>l</strong>a.<br />
—¡<strong>El</strong> mismo maldito problema! —masculló entre<br />
dientes Luc.<br />
—¿Por qué? —pudo proferir acaloradísimo Nico.<br />
—¿Y por qué al final, cuando ya lo teníamos? —las<br />
lágrimas sí asomaron al rostro <strong>de</strong> A<strong><strong>de</strong>l</strong>a.<br />
—Oh, no... ¡No! —la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la <strong>de</strong>rrota se apo<strong>de</strong>ró<br />
<strong>de</strong> Nico.<br />
¡Tenía que ser aquel problema!<br />
Se sentaron uno a cada lado <strong>de</strong> Luc. O mejor <strong>de</strong>cir<br />
que se <strong>de</strong>jaron caer <strong>de</strong>rrengados.<br />
—No es justo.<br />
—Es más que eso, es...<br />
—Es una cerdada.<br />
Ni siquiera compartir aquel fracaso les servía <strong>de</strong> consuelo.<br />
Se sentían como tres redomados inútiles.