Libro: El asesinato del profesor de matemáticas
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—No vamos a conseguirlo —se hundió Nico.<br />
—Es <strong>de</strong>masiado complicado, tendremos que arriesgarnos<br />
—propuso Luc—. Voto porque vayamos a la<br />
plaza.<br />
—No, no... —se aferró a sus <strong>de</strong>ducciones A<strong><strong>de</strong>l</strong>a—.<br />
Dejadme pensar. No digáis nada.<br />
Se callaron.<br />
—Veamos... Cuando el alto dice que sí... Supongamos<br />
que es <strong>de</strong> la tribu que dice la verdad. Eso significaría<br />
que sí, que dice la verdad. Pero si es <strong>de</strong> los mentirosos...<br />
<strong>de</strong>be mentir y entonces... ¡la respuesta seguiría<br />
siendo que sí!<br />
Estaban blancos.<br />
—Luego... —intentó continuar Luc sin conseguirlo.<br />
—Luego si el bajo ha dicho que no, que el alto no<br />
ha dicho la verdad..., ¡él también está diciendo la verdad<br />
al asegurar que su compañero es un mentiroso!<br />
Luc y Nico se habían perdido, pero les bastó ver el<br />
entusiasmo <strong>de</strong> A<strong><strong>de</strong>l</strong>a para saber que ella estaba segura<br />
<strong>de</strong> sus <strong>de</strong>ducciones <strong>de</strong>tectivescas.<br />
—¡<strong>El</strong> alto miente y el bajo dice la verdad! ¡<strong>El</strong> sobre<br />
está en la estatua <strong><strong>de</strong>l</strong> parque!<br />
De vuelta a la carrera.<br />
Pero estando tan y tan cerca, ninguno hizo oír la<br />
menor protesta. Cada segundo contaba.<br />
Y en diez segundos ya no eran más que tres puntitos<br />
en el horizonte urbano, corriendo enloquecidos.