Libro: El asesinato del profesor de matemáticas
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Como los tres hablaron al mismo tiempo, la mujer<br />
tardó un par <strong>de</strong> segundos en reaccionar.<br />
—Voy a buscarle. Esperad aquí. Está en la parte <strong>de</strong><br />
atrás haciendo no sé qué.<br />
Los <strong>de</strong>jó solos en la puerta, nerviosos, inquietos.<br />
Luc miraba un edificio en construcción, cerca <strong>de</strong> don<strong>de</strong><br />
se encontraban. Las máquinas echaban hormigón<br />
en unos enormes planchés. Casi por asociación, recordó<br />
el cuerpo ensangrentado <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>profesor</strong> <strong>de</strong> <strong>matemáticas</strong><br />
y su sorpren<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>saparición.<br />
—¿Y si está en un lugar así?<br />
—¿Quién? —inquirió A<strong><strong>de</strong>l</strong>a.<br />
—<strong>El</strong> profe <strong>de</strong> mates.<br />
—¿Dón<strong>de</strong>?<br />
—Metido en hormigón.<br />
—¡Ay, calla! —se estremeció A<strong><strong>de</strong>l</strong>a.<br />
—¿Dón<strong>de</strong> habrá llevado el asesino el cadáver?<br />
—Lo habrá escondido, fijo —intervino Nico, ya más<br />
recuperado.<br />
—Es lo que digo yo —continuó Luc—. Si el asesino<br />
va a huir a las seis, tiene que procurar que nadie<br />
encuentre el cuerpo no sólo antes <strong>de</strong> esa hora, sino<br />
incluso en días.<br />
—Lo habrá echado a un verte<strong>de</strong>ro —afirmó Nico.<br />
—O lo habrá quemado —aportó otra teoría Luc.<br />
—O lo habrá <strong>de</strong>scuartizado —siguió Nico.<br />
—O...<br />
—¿Queréis callaros? —gritó A<strong><strong>de</strong>l</strong>a espantada—. ¡Sois<br />
unos bestias!