Libro: El asesinato del profesor de matemáticas
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Llegaron al colegio en otro tiempo récord y lo ro<strong>de</strong>aron<br />
por la parte <strong>de</strong> la <strong>de</strong>recha, que era la más corta.<br />
Cuando vieron la casita <strong>de</strong> color ver<strong>de</strong> <strong><strong>de</strong>l</strong> señor<br />
José, con la puerta y las ventanas cerradas, se alarmaron<br />
una vez más. Apenas si podían hablar.<br />
—¿Y... si no... está?<br />
—¡Pues estará... en el colé!<br />
—Si la pista <strong>de</strong>cía... casa ver<strong>de</strong>, espía azul, José y<br />
pista 7, es porque... estará ahí, seguro. <strong>El</strong> Fepe planeó<br />
esto... muy bien.<br />
—Si no hubiera sido por la casualidad <strong>de</strong> que le<br />
matase el mismo que él tomó para el dichoso jueguecito...<br />
Cada vez que recordaban que el artífice <strong>de</strong> todo<br />
aquello estaba muerto, su ánimo se enfriaba y se sentían<br />
fatal.<br />
Pero ahora lo que les empujaba era la feroz <strong>de</strong>terminación<br />
<strong>de</strong> vengarle.<br />
Llegaron a la casa. Luc tocó el timbre. Esperaron<br />
ansiosos, ja<strong>de</strong>ando por la carrera que se habían dado.<br />
Pronto oyeron unos pasos <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la puerta y respiraron<br />
aliviados. Pero cuando la hoja <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra se abrió,<br />
la que apareció en el quicio era la esposa <strong><strong>de</strong>l</strong> señor<br />
José, la señora Eulalia.<br />
—Hola, ¿qué queréis? —les sonrió dulce aunque<br />
extrañada.<br />
—Ver a su marido.<br />
—Sí, al señor José.<br />
—¿Está?