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Lao-Tse y el Taoísmo
Lao-Tse nació aproximadamente hacia el s. V a.C. en China
y fue contemporáneo de grandes figuras como Confucio, Buda o
Sócrates. Su pensamiento más profundo está recogido en una
colección de 81 poemas llamado Tao Te Ching o Libro del Camino
y de la Virtud, base de lo que se conoce como Taoísmo.
Es una obra caleidoscópica, de fácil lectura y que es capaz
de vencer el paso del tiempo. Desborda sabiduría y es, sin lugar a
dudas, una de las grandes Biblias de la cultura china, como
pueden ser también el I Ching o Libro de las Mutaciones. Exponer
su contenido brevemente es difícil, debido al carácter simbólico
de los poemas y a ese tono camaleónico que comenté antes y que
ofrece múltiples lecturas.
Es un libro de filosofía o religión, pero donde la naturaleza
es la protagonista y la maestra. A ella se remite lao-Tse a la hora
de aprender pautas de conducta. Ella es el Tao, el Camino;
observando los cientos de fenómenos naturales encontramos las
claves de la vida y asignamos a cada cosa su proporción de Yin
(femenino) y Yang (masculino).
Luís Racionero, en la edición que prologa de esta obra,
comenta que es un libro místico pero práctico, como corresponde
a la cultura china. Destacaría muchas cosas de éste, tantas que
dudo poder terminar: la sencillez como máxima (y la austeridad,
por supuesto); la idea del eterno retorno, es decir, de la visión
cíclica de todo (y de saber esperar su vuelta, más pronto o más
tarde), como también afirmaría Nietzsche en sus escritos; la
espontaneidad y naturalidad como maneras de regirse en el
mundo; la antilógica, el saber conformarse con lo que tenemos,
sin esperar nada más (¿alguien dijo Progreso?); el anarquismo
clásico, basado en las pequeñas sociedades rurales, pacífico, lejos
de todo poder y ley, en libertad; el minimalismo general, que es
casi otro signo de ascetismo y sencillez: en el vestir, en el comer,
en el pensar…; y, en fin, la intuición como motor de toda la obra,
que recupera y expone el arma del eterno femenino y que se